A la mierda el PIB
Artículo basado en el libro: "Rumbo al ecocidio: Cómo frenar la amenaza de nuestra supervivencia" de José Esquinas y Mónica G. Prieto
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Imagina la siguiente situación: has quedado con tu grupo de amigos para una cena en la que es muy probable que haya considerables cantidades de alcohol. Estas contribuyendo a la economía ya que estas consumiendo una serie de alimentos y bebidas. Al finalizar el guateque, decidís marcharos a casa y a pesar de vuestra ebriedad, no todos volveís andando, sino que algunos deciden imprudentemente volver en coche. A tu amigo del colegio Juan, lo atropella un auto al volver haciendo eses por la carretera. Jorge, tu compañero de instituto, tiene más suerte ya que sobrevive a la velada, pero los próximos años de su vida permanecerá encarcelado debido a un atropello múltiple con fuga. Tu amiga de la infancia Marta, al igual que Juan, fallece en la carretera al provocar un accidente de tráfico con otro automóvil. Estas terribles circunstancias, desencadenan una serie de mecanismos estatales y privados en los que están implicadas ambulancias, hospitales, policías, equipo forense, funerarias y los tribunales que abren las diligencias pertinentes. Todo este despliegue de recursos lógicamente repercutirá en la economía y originará un leve aumento del PIB del país. Ahora imagina otro país completamente idéntico, en el que no han ocurrido estos terribles sucesos, y por lo tanto, no se ha producido el aumento del PIB ¿Con qué potestad se puede afirmar que el primer país tiene un mayor desarrollo o un mayor bienestar, incluso una mayor riqueza? Pues con la potestad del PIB.
Con un rápido vistazo a las principales noticias que copan nuestros periódicos y telediarios, podemos observar que el índice más importante para determinar el desarrollo, el bienestar, la economía… y una letanía de características socioeconómicas, es el PIB de un país, el Producto Interior Bruto. Este indicador macroeconómico se puede calcular en base a 3 enfoques diferentes: Enfoque de gasto, basado en el consumo (de los hogares), la inversión, el gasto público y las exportaciones netas de un país (exportaciones menos importaciones); el enfoque de producción, basado en el valor añadido en cada etapa de producción de bienes y servicios; o con el enfoque ingresos, basado en todo los ingresos generados por la producción de bienes y servicios (salarios, rentas, intereses, beneficios empresariales…). Emplees el enfoque que emplees, nunca podrás determinar si un país tiene un mayor bienestar entre sus habitantes, un mejor nivel educativo o un pleno acceso a bienes de primera necesidad y servicios básicos. Basándonos en estos valores cortoplacistas y sus indicadores, sociedades como las de Arabia Saudí son más prósperas y están más desarrolladas que sociedades como la de Portugal o la de la República Checa ¿Pero como coño un país en el que si eres mujer puedes morir lapidada por ser infiel, o que pueden llevarte a prisión por ser homosexual, va estar más desarrollado que Portugal? Vamos no me jodas. Y ojo que estoy hablando de PIB per cápita, que si hablamos de PIB, Arabía Saudí está más desarrollado que Noruega. El acto de medir el progreso en términos económicos, margina o relega a intereses secundarios las necesidades de una población. La dignidad, la sostenibilidad y la justicia social nunca podrán ser representados en términos monetarios, el PIB no sirve más que para las macro estadísticas. Un PIB elevado indica la riqueza de un país, pero no que esa riqueza está justamente distribuida, ni que esas ganancias se reviertan sobre los más necesitados, ni mucho menos que se emplee para preservar la salud de nuestro planeta.


Es necesario replantearnos cómo medimos nuestro desarrollo, estamos confundiendo desarrollo con crecimiento económico, y felicidad con consumismo. La sociedad está completamente centrada en la competitividad, en lugar de centrarnos en el desarrollo de valores éticos como la solidaridad. Puede que el típico defensor de una economía neoliberal argumente que la competencia mejora la eficiencia, ya que al competir con otra empresa, si mantienes el precio de un producto, pero mejoras su calidad, tendrás más clientes, y tu empresa prosperará más que la competencia. Aunque también puede ocurrir que bajes la calidad del producto, entonces te permitas una bajada de precios (debido a una bajada de costes) acaparando de nuevo más clientes y haciendo prosperar tu empresa. Ambos son enfoques basados en la competitividad, pero en uno el producto mejora, mientras que en el otro empeora y, ¿cuál de las dos situaciones te recuerda más al mercado actual? Además, tres de los más grandes proyectos realizados por el ser humano (el acelerador de partículas del CERN, el prototipo de reactor de fusión del ITER y la Estación Espacial Internacional), han sido desarrollado bajo la cooperación internacional, en la que las mentes más dotadas que ha parido la humanidad han trabajado de forma conjunta para conseguir que su especie avance. También es necesario redefinir la pobreza, ya que hay países pobres en PIB, pero ricos en recursos naturales, y países ricos en PIB, pero sin absolutamente ningún recurso. Si entendemos la riqueza como bienes económicos, ¿Dónde quedan los bienes medioambientales, los recursos genéticos, la calidad del aire, la contaminación del agua, la felicidad de los individuos, el bienestar colectivo…?, ¿no son estos factores ajenos al PIB los que se deberían buscar para una sociedad próspera?
Según un relato africano titulado Ubuntu, un antropólogo que visitaba un poblado africano, al interactuar con los niños de la tribu les propuso un juego. Colocó una cesta llena de manzanas a lado de un árbol y comentó que el primero que llegará al árbol tendría como premio toda la cesta. Cuando el antropólogo dio el pistoletazo de salida, ocurrió algo sorprendente, todos los niños se dieron de la mano y caminaron al unísono hacia la cesta de fruta. El occidental atónito ante lo presenciado, preguntó porqué habían renunciado a la posibilidad de ganar toda la cesta. “Ubuntu”, respondieron los niños, alegando que cómo iba a estar uno de ellos feliz si el resto estaba triste. Ubuntu significa “yo soy porque nosotros somos” una filosofía basada en la cooperación para alcanzar una felicidad colectiva. Esto resulta muy contradictorio en occidente ya que nos educan para la competencia y nos demuestran que estas es algo sano para el sistema. El PIB crece cuando nuestras sociedades devoran recursos a una velocidad tan elevada que la tierra no es capaz de reponerlos, el PIB crece con las guerras, con la muerte, con la enfermedad; pero nuestro bienestar y nuestra salud (y la del planeta) no hacen más que retroceder, y lo único que se está acelerando es nuestro final.


Un leyenda de una tribu de los nativos americanos, concretamente los cheroquis, afirma que cuando un anciano le estaba enseñando a su nieto sobre la vida le dijo: “Dentro de cada uno de nosotros hay una lucha continua entre dos lobos, uno de ellos representa el mal (la avaricia, la arrogancia, la ira, el dolor…) y otro de ellos el bien (la paz, la alegría, el amor, la esperanza…)” El niño preguntó a ver cual de los dos lobos determinaba quién éramos, a lo que su abuelo respondió: “Aquel al que alimentes”. Esta historia es una buena analogía para saber en qué bando debemos posicionarnos entre el desarrollo económico y el desarrollo social, y no te creas que es solo una historia de chamanes y hippies, el hermano de J. F. Kennedy, Bob Kennedy, en su campaña por la presidencia de los Estados Unidos en 1968, antes de ser asesinado, atacó de forma cruda al PIB alegando: “Nuestro PIB tiene en cuenta, en sus cálculos, la contaminación atmosférica, la publicidad del tabaco y las ambulancias que van a recoger a nuestros heridos a las autopistas. Registra los costes de los sistemas de seguridad que instalamos para proteger nuestros hogares y los de las cárceles en las que encerramos a aquellos que logran irrumpir en ellos. Conlleva a la destrucción de nuestros bosques de secuoyas y a su sustitución por urbanizaciones caóticas y descontroladas. Incluye la producción de napalm, de armas nucleares y de vehículos blindados que utiliza nuestra policía para reprimir los estallidos de descontento urbano. Recoge los programas de televisión que ensalzan la violencia con el fin de vender juguetes a nuestros niños. En cambio, el PIB no refleja la salud de nuestros hijos, la calidad de nuestra educación, ni el grado de diversión de nuestros juegos. No mide la belleza de nuestra poesía, ni la solidez de nuestros matrimonios. No se preocupa de evaluar la calidad de nuestros debates políticos, ni la integridad de nuestros representantes. No toma en consideración nuestro valor, sabiduría o cultura. Nada dice de nuestra compasión ni de la dedicación a nuestro país. En una palabra: el PIB lo mide todo, excepto lo que hace que valga la pena vivir la vida” Repito que este discurso fue pronunciado por Bob Kennedy, que al igual que su hermano, no era un defensor de una economía intervencionista que ampare la aplicación de una justicia social, más bien todo lo contrario.
En conclusión, debemos mandar a la mierda el PIB como indicador del desarrollo de una sociedad, y debemos buscar nuevos parámetros que reflejen el bienestar colectivo de nuestros ciudadanos. Debemos abandonar indicadores que solo cuantifiquen lo que producimos y consumimos, y uno de los medidores que evalúe el crecimiento de ese bienestar, puede ser la Felicidad interior Bruta (FIB). Este parámetro fue introducido en los sesenta por el reino budista de Bután, que hasta 1960 no tuvo moneda ni teléfono, y hasta los 2000 no tuvo ni televisión ni Internet, aunque eso no le hacía un país menos feliz. Este indicador busca una aproximación holística que valore el bienestar de la ciudadanía, por encima de las posesiones materiales o el intercambio de dinero. El método se basa en realizar un cuestionario de 180 preguntas relacionadas con nueve campos distintos: el bienestar psicológico, el uso del tiempo, la vitalidad de la comunidad, la cultura, la salud, la educación, la diversidad medioambiental, el nivel de vida y el buen gobierno. Aquí Arabía Saudí puntúa en negativo. De nuevo, puede que crees que este tipo de indicadores son chorradas hippies sin ninguna clase de utilidad ni aplicación económica, pero eminentes economistas como Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía en el año 2001, defendieron la sustitución del PIB por el FIB como indicador del desarrollo de un país, y ni por asomo sabes más sobre economía que Stiglitz.
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