Así se revienta una manifestación en Kazajistán
Artículo basado en el libro: "Dinero Sucio: El poder real de la cleptocracia en el mundo" de Tom Burgis.
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Esta es la historia de Roza Tuletáyeva, una mujer que cuando estaba cerca de la cincuentena, recibió uno de los castigos más desoladores y humillantes que ha experimentado el ser humano moderno. Roza, aunque nació en Kazajistán, fue criada en Turkmenistán y allí estudió mecánica de fluidos. Pronto, se recicló como maestra y repartió su tiempo entre su labor docente y el cuidado de tres hijos que había tenido con un marido inútil con el que se había casado demasiado joven. Con la disolución de la URSS, Roza se trasladó a la ciudad natal de su madre kazaja, Zhanaozen, era una ciudad de más de 100.000 habitantes, pero antes de que los soviéticos comenzaron a bombear petróleo desde debajo del mar Caspio, no era más que un poblado con unos cuantos ermitaños. Sin embargo, tanto la construcción como el mantenimiento de las instalaciones de perforación y bombeo, requieren de manos hábiles, y estas manos, a su vez, necesitaban una ciudad que las albergase y alimentase, Zhanaozen.
La rama local de la empresa petrolera kazaja (OMG o OzenMunaiGaz) ostentaba un control tan absoluto de esta ciudad, que en la plaza mayor, a lado de la alcaldía, poseía un hotel para dignatarios e invitados. Esta empresa, con sus 9.000 empleados (en 2010), era la encargada de extraer gas y petróleo del desierto por valor de unos 4.000 millones de dólares, y está bajo el control de Timur Kulibáyev y su esposa, hija del presidente del país (vaya casualidad) Nursultán Nazarbáyev. La pareja, posee una fortuna de unos 1.300 millones (cada uno), que de forma conjunta superan la de Malcolm Glazer (propietario del Manchester United) u Opra Winfrey. Aunque Roza había trabajado en un pequeño comercio local a su llegada a Zhanaozen, la crisis postcapitalista que había sufrido el país, la obligó a cerrar su negocio, y probar suerte en OMG, en un puesto de mantenimiento de las plantas del desierto. Un trabajo duro, pero no era ese su principal inconveniente con la empresa petrolera. Siendo francos, en esa época OMG era una casa de putas (ignoro si sigue siéndolo) en la que los jefes de menor rango trataban a los operarios como esclavos. Testigo de ello son algunas de las tareas que les encomendaban a los supuestos encargados de mantenimiento. Una de ellas, era encargarse de la limpieza y desparasitación de una de las muchas mansiones del presidente Nazarbáyev cada vez que éste quería usarla. Con esta estúpida labor comenzó la época subversiva de Roza, quien se negó a desarrollar el citado trabajo y animó a sus compañeros a hacer los mismo (aunque el primer año de trabajo sí que participó en la limpieza). Pero esto no representa más que una minucia en comparación a cómo se organizaba el burdel conocido como OMG. En la era postsoviética, los funcionarios estatales, ya no gozaban de los privilegios de los que disfrutaban antaño, y para mantener sus nivel de vida, se valieron de las más rocambolescas artimañas. Para empezar, los trabajadores de OMG se dieron cuenta de que su salario real, era cercano a la mitad de lo que sus jefes ponían en los formularios presentados a tesorería; el resto, ya puedes imaginar en manos de quien acababan. Además, los operarios que deseasen entrar a trabajar a OMG, debían proporcionar un sueldo de 3 meses a los directores de Recursos Humanos para poder hacerlo. Pagar por trabajar, muy lógico todo. El dinero es el único río que siempre fluye hacia arriba


Bajo la inadmisible situación arriba mencionada, miles de trabajadores de OMG decidieron ponerse en huelga (como cualquiera con dos dedos de frente haría) en diciembre de 2011. Prácticamente de forma inmediata, la huelga fue declarada ilegal y el Tribunal de Ciudadanía, alegó que los trámites para la huelga no se habían realizado como establecía el convenio laboral. Aun así, en lugar de acobardarse, varios operarios (entre ellos Roza) subieron la apuesta e iniciaron una huelga de hambre. Las protestas se instalaron en la plaza mayor de la ciudad más cercana a las oficinas de OMG, Zhanaozen. Durante varios meses de un verano sofocante y un invierno con temperaturas bajo cero, los trabajadores de OMG en huelga (en su mayoría) protestaron sin descanso. La plaza contaba con un autobús repleto de miembros del KNB (el KGB kazajo) que vigilaban minuciosamente cada paso de los huelguistas. Los medios de comunicación, fieles al presidente Nazarbáyev, no dieron cobertura a los sucesos, pero los días pasaban y cuando los periodistas internacionales (como la BBC o Al Jazeera) empezaron a interesarse por la huelga, vieron en Roza una líder enérgica a la que concebir una entrevista tras la cual afirmó: “Tanto hablar. Algún día me castigarán por esto”, y vaya si lo hicieron.
La mañana del día de la Independencia de Kazajistán, había un ambiente festivo, en el que los profesores acudían con sus alumnos a la plaza mayor, y un escenario amenizaba con música. En la plaza había más de un centenar de huelguistas, ataviados con el uniforme de la compañía, una chaqueta mitad roja mitad azul con el logo de OMG en el pecho y una notable decoloración a causa del poderoso sol del desierto. Sin embargo, esa mañana había algo distinto, decenas de supuestos trabajadores de OMG de caras desconocidas para sus compañeros, y con chaquetas impolutas y de colores relucientes. Con motivo de la fiesta de la independencia, una serie de yurtas (tiendas de campaña empleadas por los nómadas) cocinaban deliciosas manjares que ofrecían al público. Pero algo raro ocurría, las yurtas nunca se instalan sobre suelo asfaltado, esa mañana, en cambio, estaban en mitad de la plaza. Cuando Roza notablemente descontenta se dirigió a ellos, (hay recordar que muchos huelguistas estaban en huelga de hambre y eso no era más que una provocación) varios bajaron la mirada avergonzados y comenzaron a recoger sus yurtas. Sin embargo, la policía intervino y prohibió a los comerciantes que se movieran (típica potestad de la policía). Fue hacia el final de la mañana cuando estalló la refriega, un grupo de unos 30 hombres (casualmente todos con las chaquetas de OMG nuevas) asaltaron el escenario y destrozaron el equipo de sonido, derribando las yurtas y acabando con la decoración festiva. Se provocaron una serie de incendios que comenzaron a devorar la alcaldía y el hotel de OMG. Ante semejante caos, varios de los trabajadores de OMG (los reales no la escoria) trataron de evitar la propagación del fuego en ambos edificios, y aunque la mayoría de la gente abandonó la plaza, ellos permanecerán al pie del cañón. La policía no tardó en llegar, algo que no sorprendió a los huelguistas, ni siquiera los primeros tiros de lo que supusieron pelotas de goma les alteraron, no eran conscientes de lo que les venía encima. Pronto toda la plaza se dio cuenta de que no estaban empleando balas de goma, sino munición real; un joven se tapaba su ojo ensangrentado, otro que había recibido un disparó en la mandíbula se desplomó antes de poder pedir auxilio a sus compañeros, un grupo de mujeres lloraba la muerte de una niña cuya cabeza había sido atravesada por una bala, el infierno se había desatado. En el hospital de Zhanaozen, la sangre cubría las paredes y los suelos.


Al principio, Roza no creía lo que estaba sucediendo, era capaz de escuchar los disparos, pero su razón se negaba a creer lo que veían sus ojos, hasta que en un momento un joven la llamó diciendo que un huelguista había muerto, ¿Cómo que había muerto? Las ambulancias comenzaron a desfilar por la plaza, nuestra protagonista tuvo que proteger a una paramédica para que pudiese atender a los heridos, y en el momento menos inesperado, alguien la agarró por la espalda y la metió en el interior de un coche. Se trataba de su hijo, la trasladó a la vivienda de su hermana y, cuando fue a salir del coche, sus pies no se movieron. Tuvo que avanzar a gatas, en ese momento, se dio cuenta de que se había meado encima.
En Zhanaozen se declaró el estado de emergencia. Las líneas telefónicas se cortaron y se bloqueó Internet en buena parte del país. La Fiscalía General anunció que por lo menos 12 personas habían perdido la vida en la plaza junto a otras dos que perecieron a causa de las heridas recibidas. Varios días después, Roza se ilusionó al saber que el presidente en persona había visitado Zhanaozen. Aunque se dirigió a los directivos y no a los huelguistas, las palabras de Nazarbáyev consolaron a nuestra protagonista, pobre, no sabía que lo peor estaba aún por llegar. “Las exigencias de los empleados estaban, en general, justificadas. Aunque los empleados violaran la disciplina laboral, los empleadores no deberían haber olvidado que esos eran nuestros conciudadanos. No vinieron de la luna. Deberían haberlos escuchado y, en la medida de lo posible, apoyado. Por desgracia no se hizo” declaró el presidente, e incluso aceptó que los disturbios habían sido originados por infiltrados. Como Roza había visto en la televisión que una comisión había venido desde Astana para desentrañar la verdad, el 27 de diciembre se presentó donde creía que se llevaría a cabo esa comisión, la Fiscalía Municipal. Aunque inicialmente se negaron a permitirle el acceso, en poco tiempo un apuesto joven la invitó a subir a un autobús, ¿el destino?, su peor pesadilla, las oficinas del KNB.
En las oficinas del servicio secreto kazajo (KNB), Roza fue trasladada a una sala de interrogatorios, en donde pidió un abogado, pero no apareció ninguno. El funcionario del KNB encargado del interrogatorio comenzó la conversación: “Estás acabada. Tú quemaste las yurtas. Instalamos 22 yurtas y tú las quemaste. Te voy a quemar la casa igual que esas yurtas. Tienes una hija de catorce años que va a la escuela número 7. La voy a matar. Y mataré a tus parientes. Ahora ya estás acabada”. Olé, olé y olé la hospitalidad de los funcionarios kazajos es inmejorable. A pesar de que tras una serie de comentarios y amenazas sobre su precipitado final, la KNB soltó a Roza, pero por poco tiempo, ya que al de unos días volvieron para arrestarla. Roza, junto a sus compañeros huelguistas, fue trasladada a un viejo edificio conocido como “el taller”, donde les desnudaron y les obligaron a permanecer durante horas en posición de cuclillas dentro de agua insoportablemente fría. Les pegaron con porras y les dijeron que si contaban algo de aquello les matarían. Un joven huelguista al que desnudaron y una vez en el suelo, marcharon sobre él, pisándole la cabeza y pateándole hasta reventar su intestino, en unos días había muerto (lo habían asesinado vaya). En los interrogatorios en los que los interrogados no sabían muy bien qué respuesta buscaban sus captores, empleaban el método de la bolsa de plástico, en el que te ahogan hasta casi matarte, y justo instantes antes de la asfixia mortal, retiran la bolsa, para continuar de nuevo antes de que te recuperaras. La sodomía con barras metálicas y porras era el pan de cada día para los cuerpos de los interrogados, por no hablar de que Roza, en su condición de mujer, fue violada violentamente en múltiples ocasiones. No solo se centraban en el maltrato físico, sino que también empleaban el psicológico, y amenazaban con traer a la hija de Roza “Confiesa, o la traeremos aquí. La traeremos aquí y la desnudaremos. La desnudaremos y una panda de hombres la violará. La violarán y tú derramarás lágrimas de sangre” Aunque Roza hubiese hecho cualquier cosa por su hija, no sabía realmente lo que querían sus captores. No conocía la respuesta correcta que acabase con aquel tormento.


Cuando llegó el juicio, el tribunal de Aktau (capital de la región) era demasiado pequeño para albergar a los 37 acusados, por lo que el juicio se llevó a cabo en el centro juvenil municipal. Los acusados se distribuyeron en 4 grupos: 12 acusados de participar en disturbios; 11, de unirse a una huelga ilegal; 6, de aprovecharse de la situación para saquear negocios cercanos; y 8 (entre los que estaba Roza), de delitos más graves por ser los organizadores de los altercados. El juicio se inició cuando Roza llevaba 3 meses detenida. 3 meses de vejaciones y torturas como la privación del sueño, los golpes sin aviso previo con garrafas de agua o arena, compartir celdas con prisioneros enfermos y contagiosos… El extremismo fue tal que Roza declaró: “Yo no sabía que se podía destruir la personalidad de alguien hasta tal extremo, humillarla tanto”. De hecho, ante semejante calvario, Roza decidió quitarse la vida en su celda, por suerte, en el último momento rectifico, por miedo a las represalias que podría llegar a tener su compañera de celda. Los abogados de los huelguistas, sabían perfectamente el desenlace del juicio. Más de 100 abogados rechazaron el caso por miedo a las represalias del gobierno, y la abogada que los representó, sólo aceptó cuando Roza consiguió convencerla de que no era una agente secreta del KNB. Durante el juicio, el juez se mostró ostensiblemente nervioso (obviamente su fallo podía tener represalias de parte del gobierno) y dio instrucciones a la fiscalía para que investigara las torturas policiales que los acusados habían atestiguado. Para sorpresa de nadie, los fiscales encargados de la investigación, no encontraron ninguna evidencia de tortura. Las pruebas contra Roza recogidas en 19 carpetas (yo solo hubiera escrito “organizar una huelga legítima”) afirmaban que ella era la líder de la revuelta y que estaba dispuesta a emplear la violencia. El juicio concluyó el 4 de junio de 2012, y en veredicto del mismo, 21 de los procesados fueron puestos en libertad mediante amnistías, y a los 13 restantes se les aplicaron penas de prisión mínimas de 3 años, donde los castigos más severos se reservaron para aquello huelguistas que habían osado hablar con la prensa. Dos de ellos (habían dado ruedas de prensa en Polonia y en Moscú) a 4 y 6 años; Roza sufrió la peor condena (sino la había recibido ya), 7 años de prisión.
Estos sucesos son el pan de cada día para el pueblo kazajo, que gobernado a medias por Nazarbáyev (y su familia) y a medias por cleptócratas y oligarcas que hicieron fortuna con el desmantelamiento del imperio soviético (con ayuda de bancos suizos entre otras instituciones financieras), sufre las terribles decisiones y represalias tomadas por este grupo de seres inhumanos. Espero, Dios lo quiera, que nos abandonen pronto.
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