Bacterias y Felicidad

Artículos basados en el libro: "Fantasmas del cerebro y otras historias de la ciencia de la mente" de José Ramón Alonso.

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Si te paras a pensar en cuál ha sido el mayor avance de la medicina a lo largo de la historia humana, puede que te vengan a la mente múltiples invenciones y descubrimientos como la vacuna o los antibióticos; sin embargo, las respuesta es mucho más sencilla, se trata simple y llanamente de la limpieza. Concretamente, la higiene de los hogares, de los hospitales, de las manos de los sanitarios y de sus instrumentos médicos, es la responsable del espectacular aumento de esperanza de vida que ha presenciado nuestra especie a lo largo del siglo XX. Como ejemplo, se puede observar la esperanza de vida en España, que pasó de 34,8 años en 1900 (es tan reducida debido a la elevada tasa de mortalidad infantil) a 83,1 años en 2014. Este parámetro casi se ha triplicado en apenas 100 años. Por ello, el siglo XX se convirtió en el siglo de la higiene, en donde la esterilidad en medicina y las técnicas contras los microorganismos (antibióticos, sulfamidas…) se volvieron norma. Esto, no obstante, puede acarrear ciertos riesgos ya que el número de casos de algunas enfermedades ha aumentado en los últimos años, precisamente por que vivimos en ambientes demasiado higiénicos. Varias de estas enfermedades tienen que ver con un funcionamiento defectuoso del sistema inmunitario; bien por que nuestro sistema inmune detecta que nuestro propio organismo (o alguna de sus partes) nos es ajeno (enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple), o bien por que este sistema desencadena una serie de reacciones exageradas, ante agentes no patógenos (las alergias o reacciones de hipersensibilidad). Este mal funcionamiento de nuestro sistema inmunitario, puede estar relacionado con un mal entrenamiento del mismo, ya que al crecer en ambientes prácticamente estériles, nuestra relación con los microorganismos del entorno y nuestra capacidad de hacer frentes a algunos de ellos (los patógenos), se ven mermadas por una falta de “entrenamiento”. Además, como seguro que ya sabes, nuestro cuerpo es un sistema compuesto por miles de organismos diferentes, y las bacterias son prácticamente ubicuas en nuestro cuerpo. Estas bacterias no son patógenas, sino que muestran relaciones de simbiosis con nosotros, y realizan funciones que nosotros no podemos hacer. El ejemplo más característico es la flora intestinal, que digiere aquellas moléculas que no somos capaces de digerir. Bien, pues esta microbiota lleva cientos de miles de años con nosotros, pero en las últimas décadas, con el empleo abusivo de antibióticos y una higiene desmedida, estamos acabando con ellas. La idea es que el contacto de nuestro cuerpo con microorganismos (las bacterias del suelo por ejemplo) y sustancias naturales, entrena a nuestro sistema inmunitario para atacar a las bacterias patógenas o moléculas dañinas y no actuar ante las inofensivas, como las que aparecen en los granos de polen.

Que nuestro sistema inmune está cada vez menos entrenado, es un hecho y hay datos que los respaldan. Las enfermedades autoinmunes y los problemas alérgicos, son mucho más frecuentes en países desarrollados que en países en vías de desarrollo (con unas medidas de higiene menos estrictas). Pero no solo nos deberían preocupar las enfermedades autoinmunes y las alergias, ya que también se ha demostrado que los microorganismos del entorno en el desarrollo temprano, regulan los niveles de serotonina (llamada molécula de la felicidad) en el cerebro, ¿ser sucios nos hace más felices? No es tan sencillo. La serotonina, es un neurotransmisor que interviene en la regulación de las emociones, el ánimo, el sueño, el apetito y otras funciones cognitivas. Niveles reducidos de este neurotransmisor están relacionados con la depresión, la ansiedad, la esquizofrenia, el trastorno de estrés postraumático, el TOC (o Trastorno Obsesivo-Compulsivo) e incluso con las primeras etapas del enamoramiento. De hecho, existen investigaciones que determinan que bioquímicamente el TOC y las primeras etapas del enamoramiento, son indistinguibles; investigación que les valió el premio Ig Nobel (parodia del premio Nobel) a sus desarrolladores. Por ello, esta idea ha generado nuevos tratamientos médicos enfocados en aumentar la microbiota de nuestro organismo, aunque no han sido suficientemente probados. Estos tratamientos van desde los inóculos de alimentos probióticos (en ocasiones no tienen ningún efecto), hasta infectar de forma consciente a los pacientes con parásitos intestinales (tricocéfalos) para tratar la enfermedad de Crohn, o infecciones con anquilostomas (otro nemátodo como los tricocéfalos) para tratar otras enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple o la psoriasis. Aun así, como veremos a continuación, esta hipótesis de la higiene puede ir un paso más allá.

Estudios recientes, han demostrado que el contacto con una bacteria del suelo (Mycobacterium vaccae) puede ayudar a luchar contra la depresión nerviosa. También los trasplantes fecales, para alterar la microbiota del individuo trasplantado, han sido postulados como método para tratar esta afección. Hasta hace unos 50 años, la depresión no presentaba ningún tipo de tratamiento farmacológico, pero en 1974, un estudio de la farmacéutica Ely Lilly, demostró que estaba causada por un desequilibrio químico cerebral, por un mal funcionamiento de una población de neuronas. Estas neuronas, forman parte del sistema serotonérgico (producen, almacenan y liberan serotonina como neurotransmisor) y gracias su estudio, la depresión ya no es un síntoma de una debilidad moral o una personalidad pesimista, es una verdadera enfermedad cerebral y, por lo tanto, puede ser tratada. Como se ha dicho, la depresión se basa en niveles bajos de serotonina, en un región concreta del cerebro. De hecho, en personas que mueren con depresión (normalmente por suicidio) se ha comprobado que estos niveles está claramente afectados. Volviendo a nuestra bacteria de la felicidad (Mycobacterium vaccae), se ha demostrado con pacientes de cáncer de pulmón tratados con inyecciones de estas bacterias muertas, que estos pacientes mejoraban su calidad de vida, sintiendo menos dolor y menos náuseas. Es más, parece que la inyección de estas bacterias en ratones, activa las neuronas serotonérgicas (productoras de serotonina), al igual que medicamentos antidepresivos como el Prozac. Así que ya sabes, parafraseando el famoso libro de Lou Marinoff, más bacterias y menos Prozac. Un investigador de la universidad de Bristol (Christopher Lowry), realizó una hipótesis de lo que podía estar sucediendo con esta bacteria. Este investigador postuló que la bacteria activaba el sistema inmunitario, que a su vez produce citoquinas, las cuales actúan sobre receptores en los nervios sensoriales, aumentando la actividad de estos. De hecho, se demostró que el aumento de las citoquinas en ratones inyectados con Mycobacterium vaccae, y al mirar el cerebro de estos ratones inyectados, se determinó que las neuronas serotonérgicas eran más activas que en los ratones control (sin la inyección de Mycobacterium vaccae). Aun así, puede que esta activación no ayude a tratar la depresión y la ansiedad, por lo que Christopher y su equipo, hicieron pruebas a los ratones para medir su respuesta al estrés.

Un método típico para medir la respuesta al estrés de los ratones, es introducirlos en un recipiente con agua del cual no puedan escapar. Aun así, el ratón desesperadamente intenta escapar de su celda particular, hasta que llega un momento en el que, agotado, se deja flotar pasivamente. En función de cuánto tiempo permanezcan los ratones nadando sin “tirar la toalla” y perder la esperanza, se determinará su respuesta al estrés. Bien, pues en el experimento de Lowry, los ratones control, permanecieron una media de 2,5 minutos, mientras que los ratones inyectados con la bacteria, nadaron de media 4 minutos. Este aumento en la natación activa, también había sido observado en ratones tratados con antidepresivos. Los resultados no engañaban, la inyección de Mycobacterium vaccae mostraban exactamente los mismos efectos que los fármacos antidepresivos como el Prozac. Todo esto parece indicar que la inhalación de esta bacteria, puede conseguir un estado de alegría, lo que también justificaría la pasión que muestra mucha gente por la jardinería, la horticultura o por el campo en general, ya que no debemos olvidar que esta bacteria se encuentra en los suelos. Por ello, hay gente que ante una tarea tan tediosa como arrancar las malas hierbas de un huerto, muestra una relajación y una paz típica de la meditación. Del mismo modo, un paseo por el campo, un baño en un río, o ingerir vegetales cultivados por ti mismo, puede mostrar beneficios similares.

Cuando miramos por la televisión o en las noticias imágenes de países del Tercer Mundo, no suelen sorprender sus sonrisas. A pesar de no tener prácticamente nada (en lo material) parecen alegres; mientras en occidente, sepultados bajo el lujo y los excesos, la gente parece crispada, abatida y triste. ¿Cómo es posible que esta gente rodeada de miseria sea felices? Quizá la respuesta sea el contacto con la tierra y con Mycobacterium vaccae.

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