Canibalismo y vacas locas
Artículo basado en el libro: "Virus: ni vivos ni muertos" de José Antonio López.
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Todos hemos oído o leído sobre canibalismo, ya sea como medida de supervivencia extrema, en el caso del equipo de rugby uruguayo cuyo avión se estrelló en los Andes en 1972; o como ritual de una ceremonia de alguna tribu perdida en el Amazonas o en alguna isla del océano pacífico. Como ejemplo de este último caso, podemos encontrar la tribu Fore de Papúa Nueva Guinea, que practica un ritual en el que los seres queridos de un individuo, se alimentan de su corazón y su cerebro cuando este fallece. En cuanto al corazón, no suele ocurrir ningún perjuicio tras su ingesta, sin embargo, el cerebro es otro cantar. El problema que podían sufrir los integrantes de la tribu Fore, tras la ingesta del cerebro de su ser querido, es que en ocasiones no solo ingerían el “alma” de la persona fallecida (objetivo del ritual), sino que también ingerían su tragedia. Con tragedia me estoy refiriendo a las proteínas infecciosas que están presentes en el cerebro de algunas personas que padecen una enfermedad mortal neurodegenerativa, conocida como kuru. Sí has leído bien, una proteína infecciosa, ni un protozoo, ni una bacteria, ni siquiera un virus, ¡una proteína! Este tipo de proteínas son conocidas como prion (proviene de la contracción en inglés de las palabras proteína infecciosa) y será el concepto que vertebra la temática de este artículo.
Para comprender de forma eficiente lo que en este artículo se va a exponer, primero es necesario aclarar lo que es una proteína. Las proteínas son una de las principales biomoléculas de nuestro cuerpo (y de cualquier otro organismo vivo), y las que se encargan de realizar la mayoría de funciones a nivel celular. En cuanto a composición, no son más que cadenas de aminoácidos (existen 20 diferentes en nuestras proteínas), las cuales en función de los grupos funcionales que poseen, generan una estructura tridimensional concreta con una función específica. Al proceso en el que la proteína adquiere su estructura se le conoce como plegamiento. De hecho, la información que albergamos en nuestro ADN es directamente empleada para la síntesis de estas biomoléculas. A pesar de que se han escrito miles de páginas sobre estas irremplazables biomoléculas (y se siguen escribiendo), con los conceptos expuestos servirá para comprender el artículo, y sino, haber atendido en las clases de biología del instituto. Bien, continuemos con la historia.


Estructura tridimensional de un prion
El neurólogo Stanley Pruniser, fue el primer científico en acuñar el término prion, y a pesar de que tuvo que superar enormes dificultades para convencer a la comunidad científica sobre su idea de una proteína patogénica, al final los consiguió, por lo que fue laureado con el Premio Nobel en 1997. El prion, es una proteína normal, que sin cambiar su composición de aminoácidos, sufre una alteración en su estructura (en su forma de plegarse) que la hace resistente al calor y a las proteasas (proteínas encargadas de descomponer otras proteínas). Por ello, en ocasiones algunas de nuestras proteínas pueden convertirse en priones por un mal plegamiento, y desencadenar enfermedades como Creutzfeldt-Jakob, afección que provoca un rápido deterioro mental y motriz, y que representaría la versión humana del mal de las vacas locas. Estos priones pueden transmitirse de un animal a otro a través de la alimentación, y originar la transformación de proteínas sanas del animal en nuevos priones, generando enfermedades conocidas como encefalopatías espongiformes transmisibles (EET), siendo la más conocida la bovina, coloquialmente conocido como mal de las vacas locas. Aun así, esta es la más conocida ya que fue la primera en estudiarse y la que generó problemas en la salud humana debido al consumo bovino en nuestras mesas. Pero la que en realidad originó el mal de las vacas locas fue la enfermedad conocida como Scrapie. Esta patología denominada tembladera ovina, muestra una etiología similar a la del mal de las vacas locas, pero en vez de en vacas, en ovejas (encefalopatía espongiforme ovina en vez de bovina). Estas ovejas, se emplearon para producir pienso para la alimentación de las vacas, de forma que estas últimas ingirieron el prion y desencadenó la conocida enfermedad.
Como ya se ha mencionado, un prion patogénico puede infectar a otro sano, a través de la alimentación (entre otras formas) lo que permite saltar de una especie a otra. Aun así, el prion patógeno requiere un periodo de adaptación para poder infectar al prion sano endógeno (del organismo infectado), pero no siempre consigue adaptarse, por lo que investigar sus mecanismos de adaptación representa una vía muy interesante para evitar estos saltos entre especies, y es una de las principales líneas de investigación en la actualidad.
Por lo tanto, la próxima vez que vayas a comer carne de algún animal o de otro ser humano, si te ves envuelto en una tragedia como la de la película “La sociedad de la nieve”, sería recomendable que evitarás el consumo del cerebro. Aunque a decir verdad, los priones pueden encontrarse en otros tejidos del sistema nervioso central como la médula espinal, así que si desconoces el origen del hueso que vas a usar para preparar un caldito, mejor evítalo.
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