Cómo Adam Smith (y no Marx) vaticinó la desaparición de la clase capitalista

Artículo basado en el libro: "Miradas sobre desigualdad: De la revolución francesa al final de la guerra fría" de Branko Milanovic.

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Adam Smith, fue un filósofo y economista, y para mucha gente representa el padre de la economía moderna, sino directamente el padre del capitalismo (liberalismo). El autor de La riqueza de las naciones, ha sido, es y será utilizado como uno de los principales baluartes bajo el que se defiende la ideología capitalista y neoliberal, en donde el estado no debería dedicarse a nada más que a la administración de justicia y seguridad. Sin embargo, muchos de estos neoliberales no conocen a su ídolo, y muchos menos sus pensamientos, ya que la mayoría de ellos no habrá leído el citado libro (a no ser que se dediquen profesionalmente a la economía, que no a los negocios) ni ningún otro escrito por esta mente preclara.

La riqueza de las naciones representa para muchos la biblia de la economía, pero a aparte de mostrar la tan reiterada ley de la oferta y la demanda (que carece de valor si los demandantes son imbéciles), también fue pionero en la teoría del desarrollo, así como en la clasificación de las sociedades en avanzadas, estacionarias o que pierden riqueza. Pero el principal problema al que se enfrentó Smith en la redacción de este libro, radica en encontrar la combinación adecuada entre la iniciativa individual y las políticas gubernamentales, la búsqueda de equilibrio óptimo entre capital y trabajo. Concretamente, Smith comienza su tratado mostrando una convicción de que todos deseamos la riqueza como medio para mejorar nuestras vidas, “El medio a través del cual la mayoría de la gente aspira a mejorar su condición es el aumento de su fortuna”. La forma mediante la que las personas maximizan su riqueza, es mediante la libertad natural que les permita satisfacer sus pasiones, por lo que existe una coincidencia entre la libertad humana y el crecimiento económico. A raíz de estas posturas, se suele creer (erróneamente) que Adam se opone a cualquier interferencia del gobierno en asuntos económicos. Sin embargo, Smith cita numerosos casos en los que la intervención gubernamental no es solo posible, sino necesaria: en asuntos de seguridad nacional, en la protección de la industria incipiente, en la prevención de los monopolios, en la limitación de la explotación laboral, en la introducción de regulaciones financieras, en la promulgación de políticas anticompetitivas y un largo etcétera. En bases a estas medidas intervencionistas, Smith fue un fiel detractor de las compañías mercantiles que gobernaban las antiguas colonias, porque los intereses de estas organizaciones, no solo se oponían, sino que eran diametralmente opuestos a los intereses de los ciudadanos de las colonias. No se si el lector es capaz de observar la analogía entre esta situación y los intereses contrapuestos de las empresas y sus trabajadores, pero la semejanza es evidente.

Para la elaboración de su obra magna (La riqueza de las naciones), publicada en 1776, Smith empleó las tablas sociales que Masie había compilado para el año 1759. En estas tablas, se observan los porcentajes de la población que pertenecen a cada clase, así como sus ingresos anuales. Para simplificar la información, serán consideradas únicamente 3 clases: los obreros, los capitalistas y los terratenientes, clasificación realizada en base a mediante que tipo de factor de producción empleaba cada clase para obtener sus rentas. Los obreros percibían sus rentas de su fuerza de trabajo; los capitalistas, de su capital mobiliario (bonos, acciones, depósitos bancarios, dinero…) y los terratenientes, percibían estas rentas de su capital inmobiliario (inmuebles, terrenos…). A pesar de que las diferentes clases pudiesen percibir sus rentas de varias fuentes, las principales fuentes de renta de cada grupo son las mencionadas. En base a las tabas de Masie, Smith observó que la razón entre la renta per cápita de los terratenientes y de los capitalistas era de 3 a 1, la razón entre capitalistas y obreros de 10 a 1, y por lo tanto, la razón de renta per cápita entre terratenientes y obreros sería de 30 a 1. Como la posición de cada individuo dentro de cada clase estaba determinada por cuál de los 3 tipos de factores de producción empleaban para percibir su renta (trabajo, capital inmobiliario y capital mobiliario), las posibilidades de que un terrateniente fuese pobre y un obrero fuese rico, eran mínimas.

Smith, al igual que Marx, creía que la desigualdad de una sociedad no debía medirse en base a la distribución interpersonal de la renta, sino en base a la distribución funcional de la misma. Es decir, cómo se distribuyen los ingresos totales de una economía, en base a los principales factores de producción, trabajo y capital (inmobiliario y mobiliario). Por lo tanto, una sociedad será considerada desigual, siempre que las rentas percibidas por cada fuerza de producción sean desiguales. Si el trabajo (salarios y prestaciones sociales del gobierno) permiten obtener una menor renta que el capital mobiliario (intereses, dividendos, beneficios empresariales…) e inmobiliario (alquiler de propiedades y tierras), entonces la sociedad será desigual. Me preguntó que opinaría Smith sobre la desigualdad en el capitalismo neoliberal actual, pero seguro que su opinión sorprendería a muchos. Nuestro economista (de nuevo al igual que Marx) creía que las clases funcionales (obreros, terratenientes y capitalistas) no mostraban una distribución aleatoria de individuos, sino que existía una clara jerarquía en la que los terratenientes y la aristocracia se situaba en la cúspide, los capitalistas industriales y financieros estarían situados en medio, y los obreros (como no) aparecerían más abajo. Además, Smith (por tercera vez al igual que Marx), no creía en que existiese una superposición de ingresos entre las diferentes clases; es decir, afirmaba que todos los individuos de una clase superior, tendrían una renta más elevada que cualquier individuo de una clase inferior. Por lo tanto, Smith era muy consciente de que la desigualdad de una sociedad, dependía fundamentalmente de las clases y de la distribución funcional de la renta. Pues ya estaría, si queremos una sociedad igualitaria, habrá que abolir las clases; ah no, eso es marxismo, y el marxismo es caca.

Marx, influido por Smith, convirtió la sociedad tripartita de éste (obreros, terratenientes y capitalistas) en una estructura binaria donde los terratenientes (la aristocracia) había desaparecido y solo quedaban los obreros y los capitalistas. Bueno, en realidad no fue Marx, sino la revolución francesa (y otros movimientos de liberación) la que acabó (por desgracia no completamente) con la nobleza y los poseedores de tierras por ley divina. Sin embargo, como veremos más adelante, la clase capitalista estaba condenada a la desaparición (dicho por Smith por mucho que duela). Adam, también introdujo una idea radical para el momento, basada en que la riqueza de un país, es indistinguible de las condicione de vida de su clase más numerosa, los obreros; abandonando de de esta forma la antigua idea de Quesnay, que afirmaba que la prosperidad de una nación dependía de la riqueza de su clase dirigente. Por lo tanto, para Smith, la prosperidad de la clase trabajadora era buena en sí misma, y no como medio para no caer en la trampa del subconsumo (si la clase más numerosa no tiene riqueza, no podrá consumir tantos bienes como una economía próspera requiere) como defendían los fisiócratas. En Smith se observa por primera vez en la historia de la economía política la idea de que lo importante es el bienestar del grupo más numeroso: “El alto precio del trabajo (Salarios altos) debe considerarse no sólo como una prueba de la prosperidad general de la sociedad que puede permitirse pagar bien a todos aquellos a los que emplea; debe considerarse como lo que constituye la esencia misma de la riqueza pública o como aquello en lo que consiste propiamente la prosperidad pública” (suena un poco a socialismo ¿no?). Del mismo modo, aludiendo de nuevo a la obra magna de nuestro protagonista, se puede observar como Smith critica abiertamente a los ricos, a cómo han obtenido su riqueza y a cómo la utilizan para enriquecerse y empoderarse aún más. Esto puede observarse en una afirmación realizada en este libro en la que indica con sarcasmo: “La reciente decisión de los cuáqueros de Pennsylvania de liberar a todo sus esclavos negros induce a pensar que no pueden ser muchos”. A su vez, afirma la falta de validez ética de la jerarquía de clases, en cuanto a que los ingresos de los ricos generalmente se han adquirido de forma injusta. Por mucho que sorprenda al profano, estas ideas son de Smith y no de Marx. Concretamente, en su obra, nuestro economista alude a que los ingresos elevados de los ricos suelen ser el producto de colusión, monopolio, saque, uso de influencia política… “Es raro que se unan personas de un mismo negocio, aunque sea para divertirse y distraerse, y que la conversación no termine en una conspiración contra el público o en alguna estratagema para subir los precios…”, “Se dice que en una isla holandesa de las especias queman todos aquellos frutos que una estación fértil produce por encima de lo que ellas estiman vender en Europa con un beneficio suficiente […] Los holandeses han reducido la población de varias de las Molucas (islas de Indonesia) prácticamente al número suficiente para proporcionar provisiones frescas […]”. Es decir, la búsqueda de beneficios económicos ha llevado a los colonizadores holandeses no solo a oprimir a la población local, sino a matarla, para obtener un número óptimo de trabajadores empleados en la producción de especias y para servir a los extranjeros; valientes hijos de…

Atendiendo a la radical idea (hoy en día es sentido común) de que la prosperidad de una nación, depende de la prosperidad de su clase más numerosa, Smith pone el ejemplo de España y Portugal, en donde las reducidas clases dirigentes exhiben una enorme riqueza, mientras que el resto de la población es pobre. En contraposición, tendríamos a los Países Bajos, que muchos consideraban la nación más próspera de la época gracias a sus salarios altos y sus intereses bajos. Según Smith, los salarios altos y los tipos de interés bajos, son las características más deseables de cualquier sociedad que desee avanzar económicamente, “Pero al revés de la renta y los salarios, la tasa de beneficio no aumenta con la prosperidad, ni cae con la depresión de la sociedad. Por el contrario, es naturalmente baja en los países ricos y alta en los pobres, y siempre es máxima en las sociedades que se precipitan más rápido hacia la ruina”, entendiendo tasa de beneficios, como la tasa de rentabilidad de un capital mobiliario determinado, principal fuente de renta de la clase capitalista. No es solo que los intereses altos sean típicos de sociedades estancadas, sino que los tipos de interés (el precio del dinero) bajos, dificultan que la gente viva de rentas sin trabajar, “En un país que adquiere la plenitud de sus riquezas, donde en cada rama específica de la economía se invierte la máxima cantidad de capital posible [...] la tasa de interés [...] será tan baja, que solo los muy ricos podrá vivir del interés de su dinero”. Del mismo modo que las sociedades más avanzadas tienen tipos de interés más bajos y salarios más altos, reduciendo la desigualdad interpersonal, podemos observar la teoría implícita de la distribución de Smith, en la que se afirma que la desigualdad entre capitalistas y trabajadores se reduce a medida que la economía se desarrolla. También es necesario mencionar el tercer factor de producción al que hace referencia Smith, la tierra y sus rendimientos. En una sociedad próspera, a medida que los individuos demandan un mayor número de bienes, (además de los necesarios para la subsistencia) que se cultivan o extraen de la tierra (algodón o minerales), haciendo que el precio de la tierra suba, y que los intereses de los terratenientes se alineen con los de los trabajadores y con los de la sociedad en general. Gracias a Dios, a Yahvé, a Alá o cualquier otra divinidad ficticia inventada por la cultura humana, la clase terrateniente se encuentra en vías de extinción, y la falsa creencia de que la propiedad de la tierra es un derecho divino, no representa más que un eco del pasado (menos para Israel que se aferra a esta idea como una lapa). Por lo tanto, en la actualidad la sociedad tripartita de Smith, ha desaparecido para dar lugar a la sociedad binaria de Marx (trabajadores y capitalistas) en la cual, ambas clases muestran intereses contrapuestos, y esto según Smith desembocará en la desaparición de la clase capitalista.

Como ya se ha mencionado, Smith opinaba que unos mayores ingresos de los trabajadores y unas tasas de beneficio bajas, son indispensables para que una sociedad alcance la prosperidad económica; es decir, los intereses de los trabajadores están alineados con los intereses de la sociedad. Por ello, Smith mostraba muy poca confianza en los capitalistas, y en los intentos por influir en la política económica. En las sociedades más avanzadas, como existe una mayor abundancia de capital, la competencia entre capitalistas aumenta y se hace más dura, esto genera que los tipos de interés y las tasas de beneficio decaigan, originando que los capitalistas obtengan una menor rentabilidad de su capital mobiliario, y obligándolos a buscar otra fuente de renta como es el trabajo. Como los capitalistas son los grandes perjudicados del desarrollo económico, se convierten en una clase de cuyas recomendaciones sobre política económica es mejor desconfiar, según Smith, debido a que los trabajadores no están capacitados para defender de forma convincente aquellas políticas que les benefician, principalmente a causa de la incultura y la holgazanería. Los capitalistas por el contrario, son muy hábiles en cuanto a convencer a políticos y promocionar sus intereses, y para ello disponen de diversas herramientas, como los sobornos por una licitación o mediante las puertas giratorias. Además, como sus intereses están contrapuestos con los de la sociedad, no son de fiar, “Cualquier propuesta de una nueva ley o regulación comercial que provenga de esta categoría de personas (los capitalistas) debe ser siempre considerada con la máxima precaución y nunca debe de ser adoptada sino después de una investigación prolongada y cuidadosa, desarrollada no solo con la atención más escrupulosa, sino también con el máximo recelo. Porque provendrá de una clase de hombres cuyos intereses nunca coinciden exactamente con los de la sociedad, que tienen generalmente un interés en engañar incluso oprimir a la comunidad, y que de hecho le han engañado y oprimido en numerosas oportunidades”. Des esta forma, quedan mencionadas las diversas opiniones que muestra nuestro economista respecto a los capitalistas y su futuro, y si Adam Smith es el padre del capitalismo, santa mierda de padre.

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