¿Cómo la vida pasó del mar a la tierra?
Artículo basado en el libro: "El huevo de dinosaurio y otras historias científicas sobre evolución " de Jorge Bolívar.
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Las aves vuelan por el cielo, los reptiles reptan por la tierra y los peces nadan por el mar. Hasta aquí, ningún problema, son afirmaciones sencillas y verdaderas; el problema es que la biodiversidad animal es inmensa y estas generalizaciones rebosan excepciones por sus cuatro costados. Todos conocemos al avestruz, un ave que no vuela sino que corre, o a las tortugas marinas, reptiles que nadan mucho más de lo que reptan, incluso seguro que has oído alguna vez sobre peces que andan. Estos últimos, puede que te resulten más desconocidos, y no malinterpretes mis palabras, no disponen de pies o patas que les permitan caminar, son peces; sin embargo, sí que existen géneros de peces que son capaces de desplazarse en el medio terrestre gracias a sus aletas., incluso algunos, han desarrollado mecanismos para aguantar mayor tiempo fuera del agua. Este es el caso de la perca trepadora (Anabas testudineus), que en realidad no es una perca, y ha modificado su branquias para poder almacenar agua y así respirar fuera de ella, permitiéndole realizar hazañas como subir a un árbol (por eso lo de trepadora). Aun así, no te debería sorprender la existencia de peces que caminan o trepan; al fin y al cabo, la vida surgió en los mares, y la mayoría de animales que conoces viven en tierra.


Es ampliamente aceptado entre los biólogos, que las primeras especies en aventurarse en tierra firme no fueron los peces, sino crustáceos como las cochinillas, coloquialmente conocidas como bichos bola. Y de las migraciones de estas primitivas cochinillas y especies similares, derivan la mayoría de crustáceos, moluscos y artrópodos (insectos, arácnidos, miriápodos y crustáceos) terrestres de hoy en día. Pero el árbol evolutivo de los vertebrados terrestres (como las aves, los reptiles o mamíferos como nosotros) no proviene de la rama de estas cochinillas prehistóricas, sino de los peces pulmonados. Estos peces, consiguieron respirar oxígeno del aire, fortalecieron su esqueleto para soportar su propio peso y transformaron sus aletas en patas. Bueno, ellos en si no hicieron ninguna de estas proezas, fue la evolución por selección natural la que lo llevó a cabo el arduo trabajo. Algunos escépticos creacionistas que se tragan la farsa de Adán y Eva, argumentarán que no existen fósiles de tales especies, pero lo cierto es que sí que existen. Por no hablar de que estos fósiles no son necesarios, ya que existen especies actuales que están realizando esta transición, como el caso de los dipnoi, cuyo nombre significa literalmente doble respiración. Estos peces son capaces de respirar mediante sus pulmones o mediante sus branquias, por lo que pueden ser acuáticos y terrestres. Existen en multitud de continentes, pero uno de los más característicos es el Neoceratodus forsteri, que para un profano en la materia, le costaría determinar si se trata de un anfibio o un pez. Pero si estos escépticos antievolucionistas, no les convence nuestro dipnoi actual, siempre podremos mostrarles esos fósiles supuestamente inexistentes, que representan los eslabones de la transición del agua a la tierra. El más representativo de ellos, descubierto hace no mucho (2004), es el Tiktaalik roseae que vivió hace 385 millones de años. Al igual que los dipnoi, el Tiktaalik poseía tanto pulmones como branquias, pero además, mostraba articulaciones funcionales en sus extremidades delanteras, como pueden ser hombros, codos y muñecas, además de un cráneo unido a la cabeza por un cuello (animal más antiguo registrado que posee esta articulación), permitiéndole girar la cabeza sin tener que mover todo el cuerpo. Esto debería contentar a los negacionistas de la evolución (no se me ocurre una negación más irracional), pero si quieren pruebas más allá de los fósiles, atendamos a los genes.
Hace un poco más de una década (2012), un grupo de investigadores halló uno de los genes implicados en la transformación de aletas en patas, el gen Hox D13, que cuando se activa, produce el crecimiento óseo de las extremidades. Este gen está presente (con una expresión muy reducida) en muchos peces de hoy, pero para mejorar su funcionamiento, los investigadores cogieron embriones de peces cebra y les insertaron más copias de este gen en su genoma. Los resultados no producían dudas, los embriones mostraron mayor cantidad de tejido óseo, produciendo huesos precursores de muñecas y dedos, ausentes en sus compañeros sin modificar (organismos control). En cuanto al incongruente juicio sobre si la vida surgió del mar, no tengo nada más que añadir señoría.
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