Cómo una campesina china se convirtió en la matriarca del tráfico humano

Artículo basado en el libro: "Cabeza de serpiente: Una epopeya oscura en Chinatown" de Patrick Radden Keefe.

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Esta es la historia de Chen Chui Ping, popularmente conocida entre sus allegados como la Hermana Ping, y como se convirtió en lo que los chinos llaman shetou o “cabeza de serpiente”, una especie de agente de inmigración que se encarga de cobrar grandes sumas por trasladar de contrabando a persona desde China a otros países. La Hermana Ping, en apariencia, no era más que la tendera de un bazar de Chinatown y una encargada del restaurante que había en el sótano de su tienda. Sin embargo, en la sombra, la Hermana Ping se había convertido en una de las cabezas de serpiente más fiables y de mayor éxito del mundo. Era conocida desde Europa hasta Sudamérica, pasando por Estados Unidos, y su nombre era una garantía de traslados ilícitos y seguros del punto A al punto B. Un Cadillac de contrabando global de seres humanos. Veamos su historia.

Para ponernos en situación, veamos un poco de contexto de la emigración de personas chinas. Nadie sabe con precisión cuántos miembros de etnia china viven fuera de China, pero se estima que son entre 40 y 50 millones o más. Aunque ya existían algunos comerciales chinos en EE.UU. de forma previa, el hito que comenzó con la migración de millones de chinos al país norteamericano, fue la fiebre del oro iniciada a mediados del siglo XIX. En este tiempo, debido a las guerras del Opio con Gran Bretaña, el país asiático pasaba por un periodo turbulento. EE.UU. era un país muy despoblado en esos tiempos(23 millones de personas), por ello muchos jóvenes chinos empezaron a abandonar su pueblos natales y comenzar una nueva vida en el “país de las oportunidades”. En 1848 (año en el que comenzó oficialmente la fiebre del oro) 2.000 chinos viajaron a Estados Unidos, 4 años más tarde, tan solo a través del puerto de San Francisco, más de 20.000 chinos entraron en el país. A pesar de estas cifras desorbitadas, la mayoría de inmigrantes chinos procedían de un rincón considerablemente pequeño de China, una región al oeste de la ribera del río de las Perlas en torno a la ciudad de Cantón. En 1867, el 70% de todos los mineros de oro al oeste de las Rocosas, eran chinos. Para este tiempo, se empezó a construir el ferrocarril transcontinental que conecta ambas costas, y la mayoría de los obreros que construyeron ese colosal proyecto, también eran chinos. La necesidad de mano de obra china era tal, que el contratista jefe de Central Pacific (empresa encargada de la construcción) empezó a mandar reclutadores a las inmediaciones de Cantón. En esta faraónica obra, más de un millar de obreros chinos murieron, y se enviaron de regreso a China más de 9 toneladas de huesos humanos. La demanda de mano de obra china era tan grande, que en San Francisco empezaron a surgir negocios de “agencias de viajes” (muchas controladas por las triadas) que se encargaban del transporte de chinos a Norteamérica. Algunas operaban sin solicitar dinero en efectivo, sencillamente recibirían una parte de los ingresos de los trabajadores una vez que llegaran a su destino.

Una vez que el ferrocarril se había construido y el oro superficial fácilmente asequible se había recogido, los chinos empezaron a dedicarse a trabajos serviles por todo el Oeste, ya que estaban dispuestos a aceptar cualquier empleo por muy mísero que fuera el sueldo. Debido a la depresión generada tras la guerra de secesión, los sindicatos comenzaron a ver a los chinos con malos ojos, y ese resentimiento se transformó en violencia. “En San Francisco, unos muchachos han apedreado hasta la muerte a un chino inofensivo. Aunque una gran multitud fue testigo del vergonzoso comportamiento, no intervino nadie” escribió Mark Twain en 1872. Este odio acérrimo hacia los chinos, se tipificó en la Ley de Exclusión de Chinos de 1882, una ley que limitaba la inmigración China y excluía de la ciudadanía a los que ya vivían en el país, la primera de esta clase en la historia de EE.UU., un país creado por inmigrantes. Los chinos que se quedaron se vieron obligados (por su seguridad) a retirarse de la competencia económica y ceñirse a dos actividades, la restauración y la lavandería. Para 1920, más de la mitad de chinos que habitaban EE.UU., se dedicaban a una de estas dos profesiones. Aunque la Ley de Exclusión, frenó el aumento de la población China en Estados Unidos, el ataque de Japón a Pearl Harbor, hizo que Roosevelt buscara apoyo chino contra el enemigo común, y la Ley de Exclusión fue abolida en 1943.

La Hermana Ping, nació en 1949, 10 meses antes de que Mao instaurase la República Popular China. Se crió en un pueblo de la provincia de Fujian, un precario asentamiento campesino. Cuando era pequeña, tras salir de la escuela, la Hermana Ping se encargaba de cortar leña, cuidar la pequeña huerta, criar a los cerdos y a los conejos... Cuando apenas contaba con 10 años, el Gran Salto Adelante de Mao, reestructuró el campesinado de China, con el resultado de la mayor hambruna documentada en la historia. Esas terribles condiciones, forjaron en la Hermana Ping un obsesivo instinto de supervivencia y una feroz convicción sobre la importancia del trabajo duro. Durante la Revolución Cultural de Mao, escuelas y universidades cerraron para potenciar el campesinado y los alumnos eran instigados para enfrentarse a sus profesores. A pesar de que la Hermana Ping no estaba interesada en la política, su liderazgo nato la hizo apuntarse a la Guardia Roja, aunque no hay constancia de sus actividades durante estos años. En esa época, Mao ya sentía recelo de Fujian, ya que era una de las regiones de China más volcadas al exterior (patria de comerciantes y contrabandistas) y solo el estrecho la separaba de Taiwán. Este carácter “internacional” de los habitantes de la región de Fujian, hizo que muchos de ellos emigraran haciendo que a día de hoy, el 80% de los chinos que viven en Filipinas o el 55% de los que viven en Indonesia, tengan raíces fujianensas. Desde esta provincia china partió la segunda gran oleada de chinos hacia Estados Unidos en las décadas de los 80 y los 90. Aunque parezca raro que una gran parte de los inmigrantes de un país pertenezcan a una pequeña región de su país de origen, lo cierto es que no es una excepción sino la regla. Unos cuantos pioneros se aventuran a un país en busca de prosperidad, una vez asentados empiezan a traer a su familia cercana, luego a la familia extendida, luego a los amigos y habitantes del pueblo… De esta manera, se consigue que un gran porcentaje de la inmigración, provenga de pequeñas regiones del país de origen. Además, este modelo solo funciona si la comunidad de origen está muy unida, y aquí es donde entra en juego la tradicional devoción fujianesa por la familia, como atestigua una expresión de la región: “Uno trae a diez. Diez traen a cien”. Por otro lado, el espíritu aventurero y emprendedor de la región de Fujian, hace que los fujianeses triunfen allá donde van. En el año 2000, más de la mitad de multimillonarios asiáticos de ascendencia china tenían raíces en Fujian.

La Hermana Ping estuvo entre ese grupo de pioneros fujianeses que se asentaron en Nueva York, pero fue su padre el primero en emigrar en la tripulación de una barco mercante. Las relaciones entre Washington y Pekín en esa época eran complejas, y no se podía seguir un proceso legal para solicitar la entrada, por no hablar de que abandonar China estaba prohibido. Solo marineros y polizones eran capaces de arribar a los ajetreados puertos de Los Ángeles o Nueva York, donde desaparecían entre trabajadores portuarios y estibadores. Luego se dirigían a un barrio chino en el que se hablase mandarín o cantonés, y buscaban un lugar donde alojarse y un trabajo remunerado, lavando platos en restaurantes o como empleados en una lavandería. El padre de la Hermana Ping, hizo esto mismo, y trabajó durante una década como friegaplatos. Al cabo de un tiempo, algún despiste hizo que las autoridades se percataran de su estatus ilegal, y lo deportaron del país. En ese momento, el padre de la Hermana Ping entró en el negocio del contrabando de personas.

Fotografía de la Hermana Ping

Con la muerte de Mao (1976), Deng Xiaoping inició en China un proceso de apertura económica hacia el mundo exterior para experimentar la economía de mercado. Para ello, se establecieron varias zonas económicas especiales, en las que se permitía la apertura al comercio exterior y tenían ciertos incentivos fiscales. Varias de las ciudades escogidas, se encontraban en la provincia de Fujian. De esta forma, la provincia sufrió un inesperado crecimiento económico, pero, ¿por qué abandonar una provincia justo cuando empieza a llegar la prosperidad? Lo cierto es que los demógrafos encargados de estudiar la migración, señalan que la pobreza absoluta no es la razón principal para abandonar un país, es la “privación relativa” la que impulsa la inmigración. Es decir, cuando existe una disparidad de ingresos, y al vecino le va mejor que a tí, es cuando buscas opciones fuera de tu región. Como muchos pueblos de la provincia de Fujian, se basan tradicionalmente en la pesca o la agricultura, varios de sus habitantes se sintieron desplazados con la apertura al comercio, con lo que Estados Unidos empezó a tener un atractivo irresistible. Gracias a las historias que le había contado su padre, la Hermana Ping tenía una fuerte creencia en Norteamérica. Tenía 28 años y ya era madre. Se había casado un joven del pueblo vecino llamado Cheung Yick Tak. Cuando su hija contaba con tan solo un año, toda la familia se trasladó a Hong Kong, que con una economía de libre mercado y una administración británica, resultaba muy atractivo para todo Fujianes que quisiera abandonar la vida rural. Una vez instalados abrieron un bazar en el que vendían ropa, calculadoras y telas baratas. Como en la ciudad los fujianeses estaban en cierto modo marginados, la Hermana Ping atendió a esta comunidad expatriada cosechando un gran éxito. Gracias al trabajo duro y a la prosperidad del bazar, la familia pudo abrir una fábrica en Shenzhen unos años después. Pero todo este éxito no era suficiente para la Hermana Ping, ya que estaba deseando irse a Estados Unidos. Como la costumbre dictaba que los primeros en emigrar fueran los hombres, Yick Tak se enroló en un barco de Hong Kong con destino EE.UU., para una vez allí, desertar y buscar trabajo. Sin embargo, tuvo la mala suerte de ser detenido y deportado años después. Cuando Yick Tak volvió a Hong Kong, le contó a su esposa como era aquello, y ésta deseosa de realizar el viaje, se dirigió al consulado y solicitó el visado estadounidense para trabajar como empleada doméstica, labor que nunca desempeñó.

Aunque la Hermana Ping llegará a ser conocida como la personificación de la inmigración ilegal, lo cierto es que cuando llegó a Estados Unidos, tenía el derecho legal de hacerlo. Gracias a la enorme comunidad de etnia china que había en Nueva York (en Chinatown), los fujianese tendían a ir a esta ciudad ya que en ella podían encontrar empleo, asesoría legal o gente que hablase su dialecto. Cuando en 1982 la Hermana Ping se instaló en Nueva York, solo pasó un año hasta que la familia al completo se estableciera en la ciudad. Una vez instalados, arrendaron un pequeño local donde abrieron el bazar Tak Shun que se puede traducir como “de fiar”, una de las características que mantendría en su negocio de inmigración ilegal. Por lo general, el centro de Chinatown está más dirigido a los turistas que la comunidad de chinos inmigrantes; sin embargo, la marginada comunidad fujianesa comenzó a crear una especie de barrio en la frontera este de chinatown (una especie de gueto dentro de otro gueto), donde los locales no estaban dirigidos a los turistas, sino a l comunidad china que vivía en el barrio. La inmigración de Fujianeses en Nueva York era tal, que podías alquilar una cama por 90 dólares al mes, si cedías tu cama a otros inquilinos durante 16 horas al día. La comunidad era tan grande, que comenzaron a abrir agencias de colocación que establecían la relación entre los empresarios neoyorquinos que deseaban mano de obr barata y los inmigrantes fujianeses que buscaban cualquier trabajo. Como la mayoría de fujianeses carecía de dinero e incluso debían una cuantiosa suma a los cabezas de serpiente que les habían traído, aceptaban cualquier empleo que les ofrecieran. Aun así, los emigrantes no paraban de llegar. En 1960 la comunidad china en EE.UU., era de 236.000; mientras que para 1990, esa cifra ascendió a los 1,6 millones, y buena parte de este incremento procedía de Fujian, para cuya mayoría, la primera parada en el país era Nueva York. Como muchos de estos inmigrantes ilegales todavía debían dinero a las cabezas de serpiente, empezaron a ser conocidos como los “hombres de los 18.000 dólares", la tarifa habitual que cobraba un cabeza de serpiente medio en los años 80. Pero como un friegaplatos en Nueva York, ganaba en un mes, lo mismo que un campesino de Fujian en un año, los inmigrantes seguían acudiendo en masa a la ciudad. Además, como un niño nacido en suelo norteamericano es un ciudadano norteamericano, al margen del estatus legal de sus padres, muchos de los fujianeses inmigrantes empezaron a tener hijos. El trabajo les dejaba poco tiempo para la crianza, por lo que muchos de los hijos (con ciudadanía norteamericana) eran enviados de vuelta a China para ser cuidados por sus abuelos.

Cuando los fujianeses tenían un día libre en sus agotadores trabajos, acudían al bazar Tak Shun, para recibir consejos y asesoramiento. De esta forma, la Hermana Ping acumuló una gran cantidad de contactos. Así comenzó a realizar múltiples favores (como préstamos en efectivo) a los miembros de la comunidad fujianesa. Hacía 3 viajes al año a Hong Kong para comprar mercancía, y solía aprovechar para traer de vuelta a los niños nacidos en EE.UU. que habían regresado a China para que los cuidaran sus abuelos, y lo hacía sin cobrar nada a los padres “sin papeles” del barrio. Esta actitud provocó que la Hermana Ping se granjera un gran respeto dentro de la comunidad, fue en estos años cuando se ganó la reputación de que podía trasladar gente. El método era sencillo, si eras un fujianés que deseaba emigrar a Estados Unidos, tenías que abonar 2.000 dólares a alguno de los contactos (en ocasiones su propia familia) de la Hermana Ping en China, y si conseguías llegar, deberías abonar otros 16.000 dólares. Sin embargo, el viaje no era tan sencillo ya que en muy pocas ocasiones se realizaba sin escala. Por ejemplo, como en Guatemala había miles de chinos que habían ido a trabajar en las plantaciones de América Central y el Caribe, una de las escalas más empleadas era este país centroamericano. La mayoría de fujianeses que emigraban mediante este método, eran campesinos y llevaban ropas de campesino, por ello, los contactos de la Hermana Ping en China, solían comprarles trajes al estilo occidental y hacerles un lavado de imagen para que se hicieran pasar por viajeros internacionales. Una vez en Guatemala, tras un periodo variable de tiempo (incluso meses), los inmigrantes eran trasladados por vía terrestre hasta Tijuana. Posteriormente, estas personas eran trasladadas en fondos falsos de furgonetas hasta Los Ángeles, donde se reunían con la Hermana Ping para coger un avión a Nueva York. Una vez instalados en apartamentos alquilados por la Hermana Ping, los inmigrantes eran recluidos allí, hasta que la familia pagase el resto de la tarifa. Aunque existían varios cabezas de serpiente que obligaban a los “trasladados” a trabajar para pagar su deuda, la Hermana Ping no operaba de ese modo, debido a los problemas logísticos que acarrea (los inmigrantes podían desaparecer y recaudar los 18.000 dólares podía llevar mucho tiempo). Cuando los pasajeros llegaban a Nueva York, tenían entre 36 y 72 horas para saldar su deuda. Esto resultaría algo muy complejo para cualquier otra comunidad étnica, pero los lazos comunitarios y la cohesión de los chinos en Norteamérica, permitían recaudar esta cifra pidiendo pequeños préstamos a familiares y amigos. Por lo tanto, estos inmigrantes no necesitaban trabajar para pagar sus deudas a los cabezas de serpiente, sino que tenían que trabajar para liquidar la deuda con sus familiares. Aunque el trato que ofrecía la Hermana Ping a sus “clientes” parezca inhumano, lo cierto es que una vez asentados en Nueva York, recibían muchas atenciones por su parte, como buscarles empleo o darles asesoramiento legal. Por ello, muchos de los fujianeses ilegales acudían al bazar Tak Shun simplemente para charlar con la Hermana Ping. Existía un vínculo singular entre los cabezas de serpiente y sus clientes.

Uno de los problemas a los que se enfrentaba estos fujianeses migrantes, era que no tenían forma de enviar dinero a casa. No tenían cuentas corrientes, la Western Union (empresa global de servicios financieros) cobraba comisiones desorbitadas y el Banco de China era famoso por su lentitud. La Hermana Ping, ávida emprendedora, vio una oportunidad de negocio, y empezó a ofrecer un servicio suplementario en su bazar. El dinero en efectivo que los fujianeses ganaban con el sudor de su frente (normalmente trabajaban en negro) era entregado a la Hermana Ping, y esta se encargaba de que un repartidor proporcionase esa misma cantidad (menos una reducida comisión del 3%) a los familiares en China, entregando el dinero en dólares y no en yuanes (como hacia el Banco de China) para evitar el cambio de divisas desfavorable. La genialidad de este sistema, es que el dinero en sí no cambia de lugar. La Hermana Ping, paga el dinero a los familiares gracias a su cuenta crediticia en Hong Kong, mientras que si los familiares residentes en China querían enviar el dinero para pagar la deuda del “trasladado”, la Hermana Ping lo abonaba de sus reservas en Nueva York. El único problema era hacer cuadrar las cuentas, pero si existía alguna disparidad entre las reservas monetarias de ambas ciudades, bastaba con enviar un maletín lleno de dinero de un lugar a otro. “Si mando dinero a casa a través del banco, tiene que ser dinero cotizado, o dinero que pueda ver la luz del día. Con ella, no hay necesidad de identificación. Lo único que hace falta es la dirección y el nombre, y al cabo de 2 o 3 días el dinero llega allí” Estas son las palabras de uno de los clientes de la Hermana Ping que había contratado sus servicios como cabeza de serpiente. Como las comisiones eran tan bajas, el Banco de China estaba perdiendo tantas transacciones que empezó a publicar anuncios en chino en periódicos de Nueva York, para recordar que el uso de bancos clandestinos era ilegal. No sirvió de nada. En 1990, la inversión de capital extranjero en la provincia de Fujian ascendía a 379 millones de dólares, 5 años después, gracias al negocio de la Hermana Ping, esta cifra era de 4.100 millones.

Con los honorarios de cabeza de serpiente y las comisiones del 3% que ganaba con las transacciones monetarias, la Hermana Ping se hizo muy rica, y el bazar se quedó pequeño para la familia. Se mudaron a un edificio de 5 plantas que adquirieron por 3 millones de dólares (o eso se rumorea), y para más inri, se situaba en frente de su principal rival, la sucursal del Banco de China en Nueva York. En la planta baja abrieron una versión más grande del bazar y en el sótano, un nuevo restaurante especializado en la comida fujianesa. Además, la familia de la Hermana Ping, abrió una Agencia de Viajes y Comercio, una Sociedad Inmobiliaria, una pollería que vendía pollos y patos vivos a restaurantes, un salón de juegos recreativos, y una empresa de importación exportación en Hong Kong; por no hablar de seguían dirigiendo la fábrica de ropa de Shenzhen. Como en Chinatown las transacciones inmobiliarias a menudo se realizaban en metálico, nadie estaba al tanto de los inmuebles que poseía la familia. Esta gran riqueza acumulada, fue empleada en una pequeña proporción para financiar la figura de la Hermana Ping en Fujian como filántropa. Su eficacia como contrabandista era tal, que cuando los vecinos de un pueblo de Fujian se enteraban de que un pariente había llegado a salvo a Estados Unidos, enarbolaban banderas rojas delante de la casa de la familia, invitando a los cabezas de serpiente a un banquete comunitario y tirando petardos como celebración.

Esta es, a grandes rasgos, la historia del ascenso de la Hermana Ping como una de las mayores contrabandistas (o traficantes) de seres humanos del mundo. Sí tendemos al último párrafo, puede parecer que se trata de una persona afable que ofrece un servicio muy solicitado a quien desee recibirlo, pero lo cierto es que muchos de los clientes de la Hermana Ping, sufrieron penurias inimaginables en su travesía hacia el “país de las oportunidades”. Aun así, esas historias sobre estos terribles viajes, la dejaremos para otro artículo.

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