Cómo unos mosquitos le dieron la independencia a EE.UU. y unificaron Gran Bretaña
Artículo basado en el libro: "Ser Humano: Cómo nuestra biología ha modificado la historia universal" de Lewis Dartnell.
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¿Para que mierda sirve un mosquito?, seguro que te has hecho alguna vez esta pregunta, o al menos, se la has escuchado a algún familiar o amigo tras una ardua noche de combate con este molesto insecto. Sin embargo, si atendiste a las clases de biología del instituto, sabrás que todos los organismos desempeñan algún papel en el ecosistema en el que viven, y por lo tanto, todos los organismos sirven para algo. El único ser vivo que ha adquirido una independencia casi total de su medio y literalmente no aporta más que perjuicios a su ecosistema, es el ser humano. Pero no nos vayamos por las ramas. En este artículo los protagonistas no somos nosotros, sino los mosquitos, y cómo éstos y los patógenos que transmiten han modificado la historia humana para generar el mundo que hoy conocemos.
En primer lugar, hablaremos de una importante etapa de la unificación de Gran Bretaña, en concreto, como se originó la anexión de Escocia a Inglaterra. En el siglo XVII, el país de las Highlands se encontraba en un mal momento. Su economía se basaba casi por completo en la agricultura y una serie de malas cosechas provocaron varias hambrunas. Aunque en esta época Escocia e Inglaterra eran gobernadas por el mismo monarca, el primero se mantenía fuertemente independiente de su poderoso vecino del sur. Bajo la situación de crisis, y para evitar verse forzado a una unión desfavorable con Inglaterra, los escoceses empezaron a suspirar por poseer un pedazo del pastel que representaba el Nuevo Mundo, junto con los cuantiosos beneficios que aportaban esas tierras lejanas. Aunque sus anteriores esfuerzos por establecer colonias en América (Nueva Escocia, Nueva Jersey Oriental y Carolina del Sur) no habían dado frutos, Escocia aún albergaba esperanzas de poder fundar una colonia en los territorios de ultramar. Por ello, un financiero escocés decidió ensanchar los horizontes de Escocia, creando una colonia en Panamá, que representaría un punto estratégico para el comercio marítimo. De hecho, su idea sería llevada a cabo en el pasado reciente. La iniciativa se basaba en crear un paso marítimo a través del estrecho de 80 km que une el Mar Caribe con el Océano Pacífico. Con esta empresa, se reduciría el tiempo que se tarda en llegar a Oriente, y por ende, los gastos asociados al transporte de mercancías. Estoy hablando del canal de Panamá, cuyo control proporcionaría a los escoceses unos ingresos considerables, gracias a los aranceles que cobrarían por el paso de las mercancías y las personas.


Canal de Panamá
Para llevar a cabo el proyecto colonial se creó la Compañía Escocesa para el Comercio a África y las Indias, desarrollada con la intención de competir con la Compañía de las Indias Orientales de Inglaterra. Pronto, consiguieron las inversiones de los más variados ciudadanos escoceses (desde diputados hasta agricultores) y en 1698, zarpó el primer barco con 1.200 colonos. Cuando llegaron, fundaron la colonia de Nueva Caledonia, con Nueva Edimburgo como capital. Manteniendo una relación pacífica con la población indígena, la nueva colonia no tardó en prosperar. Sin embargo, pronto llegaron los problemas. Para empezar, se percataron de que tierra adentro, el relieve era demasiado abrupto para poder excavar, pero el verdadero problema radicaba en que los colonos empezaron a padecer las enfermedades que abundaban en la región. Casi 200 años antes (1502), los tripulantes de la cuarta y última expedición de Colón sufrieron incontables picaduras de nuestro insecto protagonista, hasta tal punto, que la zona quedó bautizada como la Costa de los Mosquitos. Los escoceses llegaron en plena temporada de mosquitos y no tardaron en sucumbir a la malaria y la fiebre amarilla.
La malaria es la enfermedad que más tiempo lleva entre nosotros, y probablemente sea la que más muertes ha causado. La infección se caracteriza por fuertes escalofríos y temblores incontrolables, seguidos de fiebres altas y sudoración profusa, cuadro que se repite cada pocos días. El mosquito no es el que desencadena la enfermedad, sino que actúa como vector para transmitir un parásito unicelular (un plasmodio) que se propaga a través de la picadura del insecto. Esta enfermedad es originaria de África, por lo que probablemente llegaría al continente americano a través de los primeros esclavos transportados en barco por los primeros colonos. Por otro lado, la fiebre amarilla es una enfermedad vírica que también muestra un origen africano, pero se extendió por todo el continente americano durante los siglos XVI y XVII. La enfermedad muestra unos síntomas como la fiebre, dolores musculares y cefaleas, que en los casos más graves, desarrolla una daño hepático y renal con altas tasas de mortalidad. Las insuficiencias hepáticas que suelen causar ictericia (piel, ojos y mucosas de tono amarillento debido a niveles altos de bilirrubina en sangre), y ésta es la responsable de darle nombre a la enfermedad. En caso de una recuperación completa, se adquiere inmunidad de por vida.
Los colonos de Nueva Caledonia sufrieron un doble ataque por parte de estas enfermedades transmitidas por mosquitos, provocando que su población se redujera a la mitad. Los supervivientes, atormentados por las penurias, decidieron abandonar la colonia, pero la enfermedad les siguió atacando en el viaje, y de los 1.200 escoceses que partieron, sólo 300 regresaron. Como en aquella época no había Internet, ni teléfono, ni nada que se les pareciera, las malas noticias no llegaron a tiempo Escocia, y un nuevo barco con provisiones y otros 300 colonos zarpó hacia las tierras de la enfermedad, donde se encontraron con una ciudad fantasma. Posteriormente, como todavía no habían recibido novedades, una nueva flota de barcos envió a otros 1.200 colonos. De estas nuevas oleadas de colonos, menos de un centenar regresaron a casa. La titánica y muy cara empresa había fracasado, más del 80% de los escoceses migrantes murieron por causa de la malaria o la fiebre amarilla. El sueño de unir los océanos Pacífico y Atlántico a través del canal de Panamá, tuvo que esperar dos siglos más para materializarse. Los ingentes fondos empleados por Escocia para el proyecto colonial, supusieron un enorme varapalo para las arcas públicas del país. De hecho, Escocia quedó al borde la ruina económica. Inglaterra, haciendo leña del árbol caído, prometió compensar a los accionistas de la Compañía Escocesa y eliminar las restricciones al comercio (aranceles) que mantenía con Escocia. A cambio solo pidieron una cosa, que el país renunciara a su soberanía. 6 años después del fracaso de Nueva Caledonia, bajo la situación de extrema crisis económica, el parlamento escoces cedió, y así nació Gran Bretaña, como consecuencia de las enfermedades transmitidas por unos pequeños insectos en la otra punta del mundo.


Atendiendo al título de este artículo, se puede concluir que este no fue el único hito histórico en el que participaron los mosquitos y sus patógenos; éstos también tomaron parte en uno de los acontecimientos más relevantes de la era moderna, la independencia de los Estados Unidos de América. Si atendiste a las clases de historia del instituto, me imagino que recordarás que el episodio de la independencia estadounidense comenzó con la Revolución de las 13 colonias, debido a las crecientes tensiones generadas entre los colonos que debían pagar impuestos a la Corona Británica, pero carecían de representación en el parlamento. En 1774, las 13 colonias formaron el Congreso Continental para coordinar la resistencia al dominio británico. La Guerra de Independencia de EE.UU. comenzó la siguiente primavera. Esta contienda fue muy asimétrica, ya que el ejército de la Corona Británica era uno de los mejor adiestrados y mejor equipados del mundo, mientras que el grueso del Ejército Continental, no eran más que milicias de civiles autodidactas. Por ello, en las primeras etapas del conflicto los británicos consiguieron imponerse en numerosas batallas, y capturaron rápidamente los principales puertos coloniales de Boston y Nueva York. De hecho, los colonos no consiguieron su primera victoria hasta 2 años y medio después de iniciar la guerra, en la batalla de Saratoga (octubre de 1777). Este triunfo demostró que existían posibilidades de que los colonos ganaran la guerra, lo que animó a los franceses y españoles a unirse a su bando, tanto con el aporte de soldados (Francia) como de provisiones y armas (España). Cuando gracias a esta colaboración, el combate en el norte se estancó, los británicos decidieron cambiar de estrategia, y en 1778, pusieron en marcha una nueva táctica en el sur del país, en las colonias fundadas más recientemente (Georgia y las Carolinas). Sin embargo, estas regiones subtropicales estaban infestadas de mosquitos, y por ende, de malaria y fiebre amarilla. A pesar de ello, en esa época ya se conocían algunos medicamentos que podían tratar o prevenir la infección, como el caso de corteza del árbol de la quina, que contiene el principio activo quinina, compuesto tóxico para el plasmodio unicelular que causa la enfermedad. Por desgracia para los británicos se trataba de un bien escaso.
Cuando se declaró la guerra, George Washington, comandante del Ejército Continental, urgió al Congreso para que comprará la mayor cantidad posible de quinina, mientras que los británicos andaban muy cortos del vital medicamento. Como por aquel entonces la quina sólo crecía en lo alto de los Andes peruanos, controlado por los españoles, el acceso que los británicos tenían a este compuesto era muy escaso. Por no hablar de que los españoles cortaron el suministro por completo al unirse a la contienda. Además, los ingleses emplearon sus reducidos suministros para las tropas de la India, donde debían mantener el orden de tan lucrativa colonia. Esto provocó que durante la campaña del sur los soldados británicos se vieran asediados por las picaduras y la malaria. Aunque el Ejército Continental no era inmune a la enfermedad, como había convivido con las cepas locales, la padecían con menor gravedad. Esto provocó que una gran multitud de soldados británicos no estuviesen capacitados para la guerra, y en abril de 1781, la mitad de estos hombres no eran aptos para el combate. El Ejército Británico depuso las armas en octubre de ese mismo año. Esta rendición supuso el fin de la guerra, y EE.UU. consiguió su tan ansiada independencia, gracias en gran parte, a la colaboración no esperada de este insecto tan molesto.
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