Crítica al nacionalismo y a la unidad nacional
Artículo basado en el libro: "El nacionalismo como fuente de beneficios" de Rudolf Rocker.
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Si nos preguntamos por el origen del concepto de Estado en su versión actual, no es necesario retroceder significativamente en la historia para encontrarlo, ya que se sitúa al inicio de la edad moderna. Fue el Jacobinismo de la revolución francesa, el que creó este concepto de Estado, junto con la representación abstracta de la nación. Desde ese momento, el concepto de “unidad nacional” se convirtió en un mantra que cualquier partido político burgués que se precie (incluidos los actuales) repetiría hasta el hartazgo. Esa ”unidad nacional” comenzó a desarrollarse desde ese momento, hasta adquirir la simbología cultural y popular que ostenta hoy en día.
En la actualidad, lo contrario al nacionalismo es tachado de anticultural, o incluso como un delito en contra el espíritu de la nación, en la mayoría de los países del mundo. Aun así, existen estados en los que la población se encuentra ideológicamente dividida, originando que unos defiendan el nacionalismo, mientras que otros lo atacan. No obstante, en estos casos excepcionales suelen surgir nacionalismo regionales en vez de estatales, entre aquellos que atacan al nacionalismo imperante (generalmente debido a varias culturas englobadas dentro de un Estado como en el caso de España). Por lo tanto, podemos concluir que el nacionalismo es algo muy frecuente en la psique del individuo actual, y en realidad no representa más que una fábula que mantiene hechizadas las almas de estos individuos.
Si atendemos a los grandes periodos de la cultura de la humanidad, nos daremos cuenta de que en ninguno de ellos imperaba el nacionalismo. Si pensamos en el caso de cultura más grande de la humanidad (desde una perspectiva occidental), a todos, o la mayoría, nos viene a la mente un mismo país en las orillas del mar Egeo: Grecia. En la antigua cultura griega, no existía nada similar a un estado o a un nacionalismo griego, sino que su política se organizaba en tornos una serie de ciudades estado o Polis griegas. No existía la unidad política y su sistema político estaba desmenuzado; sin embargo, fue uno de los periodos culturales más prolíficos de la historia. Otro de los grandes períodos culturales de la historia humana recae en el renacimiento, donde en Italia (y en menor medida en el resto de Europa) antes de la unificación de Garibaldi, transcurría la época de las grandes ciudades libres, época de nuevo caracterizada por el desmenuzamiento nacional y político, así como por el resurgimiento de una cultura clásica que prevalece hasta nuestros días. Lastimosamente, tras este periodo, el Estado moderno y su “unidad nacional” se impusieron sobre esta gran cultura, desmenuzándola por completo y permitiendo el paso a una época de violencia y barbarie que asoló Europa.


Un ejemplo de esto se puede observar en Alemania, donde las mayores representaciones de la grandeza espiritual y cultural humana, se encuentran en este desmenuzamiento nacional. La literatura de Goethe y de Schiller, la filosofía de Kant y Feuerbach, y el mayor legado de música clásica de la historia, pertenecen al tiempo previo de la instauración del Estado nacional unificado, después del cual se observó un notable deterioro de la cultura. Lo mismo, a diferentes niveles, ocurrió en España, Italia o Rusia, repitiendo el fenómeno histórico de decadencia cultural tras el establecimiento de la nación.
Un Estado nacional unitario, no es más que el principio de poder de las clases poseedoras aplicado en formas estatales, representa la victoria de la homogeneidad ante la diversidad de las vidas de los pueblos, un adiestramiento intelectual que impide el desarrollo del carácter, o simplificado en una frase, la violación de la libertad por la pura violencia estatal. Parafraseando al anarquista francés Proudhon: “La unidad nacional no es otra cosa que una forma de explotación burguesa, bajo la protección de la burguesía. De ahí el placer del burgués en la unidad nacional”.
El nacionalismo, a pesar de emplear medios revolucionarios, es en el fondo de su esencia reaccionario y anticultural. Esto hace referencia tanto a los movimientos nacionalistas de los grandes Estados, como a los nacionalismos de los pueblos oprimidos. El objetivo de los movimientos nacionalistas (en su mayoría) en los países o pueblos que son sometidos a una dominación extranjera, no está dirigido para promover la libertad y acabar con la dominación; sino que busca dominar bajo su propia bandera.
En este artículo (atendiendo a lo que el autor del libro referenciado opina) no se defiende el internacionalismo, sino un nacionalismo, exigiendo el libre derecho de decisión a cada comunidad y a cada pueblo, por eso rechazamos la idea de un Estado nacional unitario. Se promueve un federalismo que permita la libre asociación de grupos humanos, aspirando a una unidad cultural; unidad que conecta y enlaza comunidades, no la unidad que desconecta y violenta a unos grupos contra otros. Pero a la vez, una unidad que asegure a los pueblos la interdependencia cultural y política. No hay que olvidar que nacer en un determinado país no es más que un hecho al azar, por lo que carece de sentido y motivo justificado sentirse orgulloso por ello. Además, al sentirte orgulloso o afligido por el país en el que has nacido, solo abonas el caldo de cultivo para las construcciones artificiales de los teóricos raciales, y de los nacionalista que infantilmente creen en pueblos elegidos y pueblos inferiores. Del mismo modo, también es un hecho aleatorio que culturas muy antiguas y pueblos se hayan instaurado en regiones en las que por casualidad existe una gran abundancia de recursos naturales. Y al ser una casualidad, no puede otorgar a los hombres de ese territorio el derecho a instaurar monopolios que generen la dependencia económica de otros países. Por ello, será necesario establecer acuerdos comerciales para el aprovechamiento de esos recursos, que garanticen el acceso a ellos para todos los pueblos. Estas son algunas de las principales razones por las que las fronteras y los estados están triturando la cultura de nuestras sociedades, por ello no debemos olvidarnos de que solo somos seres humanos, sin nación ni bandera.
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