¿Cuál puede ser la próxima pandemia?

Artículo basado en el libro: "A bordo de tu curiosidad: Un viaje por las preguntas y los retos de la ciencia actual" de Carlos Briones.

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Aunque el COVID-19 nos pillase a todos desprevenidos y sin ninguna clase de protocolo de actuación, lo cierto es que la historia humana es indisoluble de la historia de las epidemias y las pandemias. Es imposible calcular de forma exacta el número de poblaciones arrasadas por enfermedades a lo largo de nuestra historia; sin embargo, existen registros de los últimos 2.500 años. Entre las primeras podemos encontrar la plaga de Atenas, probablemente causada por fiebre tifoidea (causada por la bacteria Salmonella enterica), durante la guerra del Peloponeso (431-404 a.C.). Otra de las epidemias más antiguas de la que tenemos registro sería la peste antoniana, probablemente causada por el virus de la viruela, que asoló Roma entre el 165 y 180 d.C.; o la peste de Justiniano, causada por la bacteria Yersinia pestis, que afectó al Imperio bizantio y sus alrededor durante 18 devastadoras olas sucedidas del 541 al 750 de nuestra era. Los tratados y los libros también nos hablan de las epidemias de tifus que acompañaron a las campañas militares de las Cruzadas, o la Peste Negra, que comenzó en Asia y se expandió con rapidez por Europa a partir del siglo XIV. En conjunto, cientos de millones de personas murieron tras ser infectadas por patógenos invisibles para nuestros ojos.

Desde principios del siglo XX, las principales pandemias han sido de gripe, producidas por diferentes serotipos del virus de la influenza A. Estos serotipos se nombran en función de las variantes de las proteínas de sus superficie: la hemaglutinina (H) y la neuraminidasa (N); por ello todas se denominan como gripe HN y el número correspondiente de la variante de estas proteínas. La primera fue la erróneamente conocida como “gripe española”, y digo erróneamente ya que en realidad comenzó en Kansas (EE.UU.). Como la mayoría de países inmersos en la Primera Guerra Mundial no podían declarar que estaban sufriendo una pandemia, ya que sería un signo de debilidad, solo en España se declararon casos durante las fases iniciales. Esta gripe fue causada por el serotipo H1N1 y produjo más de 50 millones de muertos en tan solo 2 años. A esta le siguieron las gripes de 1957 (H2N2), la de 1968 (H2N2), la “gripe rusa” de 1977 (H1N1) y la más reciente de 2009 (H1N1).

La pandemia del COVID-19, causada por el coronavirus SARS-CoV-2, es la última que nos ha afectado hasta ahora. De origen natural y zoonótico (salto de una especie animal a la nuestra), por mucho que les cueste creer a los “conspiranoicos”, causó unos 7 millones de muertes en todo el mundo, aunque otras estimaciones elevan esta cifra hasta los 15, e incluso 21 millones de muertos. Una vez superada esta crisis global, surge una pregunta lógica: ¿sufriremos nuevas pandemias? Lamentablemente, la respuesta es por su puesto, y puede que algunas sean más mortíferas que la última que hemos sufrido. Puede que te preguntes cómo es posible semejante afirmación si la ciencia y la medicina cada vez están más desarrolladas, y es una pregunta lógica. En primer lugar, la evolución es un proceso continuo que no se detiene nunca, existe una ingente cantidad de virus, bacterias, hongos y parásitos que en estos momentos se están replicando y mutando en todos los lugares de nuestro planeta. En segundo lugar, el riesgo de pandemia ha aumentado considerablemente por el enorme crecimiento de la población humana, con una presión sobre ecosistemas salvajes en los que nunca deberíamos haber entrado.

Si es solo cuestión de tiempo, ¿podemos aventurar cuál será la próxima pandemia? Resulta imposible de responder, pero muy probablemente la próxima pandemia no sea causada por un coronavirus, ya que a nivel global, nuestro sistema inmunitario se ha fortalecido enormemente por las sucesivas infecciones y las campañas de vacunación. Aun así, tenemos múltiples candidatos, como las fiebres hemorrágicas que originan brotes en diferentes partes de África. Por ejemplo, en febrero de 2023 se declaró en Guinea Ecuatorial un brote del virus de Marburgo, emparentado con el virus del ébola. Aun así, con los datos que disponemos, lo más probable es que la próxima pandemia (al igual que muchas de las anteriores) sea de gripe, aunque podría estar causada por una variante muy distinta de las anteriores. Al final de la década de los 90 se detectó un virus de la influenza A de tropismos “aviar” (que infecta aves) con serotipo H5N1 más contagioso y letal que los de otras gripes aviares. A partir de un reservorio “silencioso” de aves acuáticas (gaviotas, patos, pingüinos…) se han producido cada vez más brotes en las aves de corral (gallinas, pavos, ocas…) y, para 2005, más de 400 especies de aves se habían visto afectadas causando la muerte (u obligando al sacrificio) a más de 500 millones de animales. Pero algo más trágico está ocurriendo, ya que estos virus están empezando a infectar mamíferos: hasta 30 especies salvajes (focas, nutrias, zorros, pumas…), otras criadas en granja (visones y zorros árticos) y ciertos animales domésticos (gatos). Estamos presenciando los “saltos de hospedador” a tiempo real, lo que a pesar de resucitar útil desde un punto de vista científico, también resulta muy preocupante. Durante la década de 2020, este virus se ha diversificado aún más y está conquistando territorios tan hostiles como la Antártida. Por no hablar de que está perdiendo su estacionalidad, pudiendo expandirse en cualquier época del año.

Este virus ya puede infectarnos: desde los primeros casos declarados en Hong Kong en 1997 hasta finales de 2023 se han descrito 880 transmisiones de aves a humanos en 23 países, con una enorme tasa de mortalidad: en torno al 52% de los infectados, frente al 2% del SARS-CoV-2. Afortunadamente, semejante letalidad va en contra de su transmisibilidad, ya que si el patógeno mata de forma muy eficaz a su hospedador, es menos probable que se transmita al siguiente. Por esta razón, las autoridades sanitarias todavía no ven una inminente pandemia de este virus de la gripe H5N1. Pero las previsiones a medio o corto plazo son muy complejas de realizar, por lo que no deberíamos bajar la guardia y, por supuesto, debemos mantener la inversión en ciencia y sanidad, nuestras dos únicas herramientas para sobrevivir ante las amenazas que nos acechan.

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