¿Cuánta verdad hay en lo que nos cuenta la Biblia?
Artículo basado en el libro: "Ateísmo para principiantes: Por qué no necesitamos a Dios en nuestra vida" de Richard Dawkins.
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Como supongo que sabrás, el libro más editado en la historia humana es la Biblia. El texto sagrado del cristianismo, lleva prácticamente 2.000 años siendo el libro de cabecera de millones de individuos a lo largo del mundo. Pero, ¿qué hay de realidad en este texto?, ¿Cómo sabemos que cualquier acontecimiento de la historia ocurrió realmente? Lo cierto es que la veracidad de la historia sigue siendo un tema controvertido para sucesos que ocurrieron hace muy poco, imagínate las discusiones que se establecen en torno a textos escritos hace 2.000 o 3.000 años. ¿Cómo sabemos que Julio César existió? Sencillamente, porque muchos arqueólogos hallaron reliquias que lo demuestran, o porque existen documentos escritos cuando César estaba vivo que confirman su existencia. En la Biblia, más allá de las leyendas y mitos típicos del Antiguo Testamento (Incluso los más acérrimos teólogos dudan acerca de su veracidad), el Nuevo Testamento también deja muchos cabos sueltos. En primer lugar, a diferencia de Julio César, las historia del Nuevo Testamento han sido escritas varias décadas (incluso siglos) después de que todos los testigos estuvieran muertos, razón más que suficiente para dudar sobre estos acontecimientos. En segundo lugar, estos sucesos fueron en su inicio transmitidos oralmente, lo que con mucha probabilidad distorsionó el mensaje original. Como dijo Winston Churchill: “La historia será muy generosa conmigo, puesto que tengo la intención de escribirla”. En este artículo, analizaremos cómo muchas de las historias del Nuevo Testamento sobre Jesús, plantean ciertos problemas.
En el popular juego de niños conocido como “teléfono escacharrado”, en el que una serie de personas dispuestas en fila se van transmitiendo un mensaje de uno a otro, hasta que el último de la fila lo revela, generando carcajadas entre el resto, debido a la distorsión del mensaje original. En este juego, no solo las palabras se modifican conforme avanza el mensaje, sino que la propia historia inicial puede sufrir cambios. Antes de la invención de la escritura, la única forma de aprender historia era mediante la transmisión oral, con todas las distorsiones que se generaban al estilo del teléfono escacharrado. Por ello, la fiabilidad de estas historias es muy dudosa, ya que con cada generación los sucesos se volvían cada vez más confusos. Esto genera que la historia real se pierda en un mar de leyendas y mitos falsos. Por esta razón, es muy complejo dilucidar si alguna vez existió una persona real detrás del legendario héroe griego Aquiles, cuya vida fue narrada por Homero en La Ilíada. Aunque no sabemos cuando Homero escribió estas historias, lo más probable es que fueran distorsionadas a medida que se iban contando una y otra vez, de una generación a la siguiente. Ni siquiera podemos saber si originalmente se trató de una historia real que se fue distorsionando hasta convertirse en mito, o un mito que se fue distorsionando hasta convertirse en “verdad”. Esto mismo ocurre con las historias del Antiguo Testamento, no existe razón alguna para creer más en estas historias que en las de Homero. Las del Nuevo Testamento, por el contrario, relatan sucesos más recientes, habiendo más posibilidades de comprobar si son verdaderas o no. Pero, ¿cuánto sabemos realmente acerca de Jesús?


Como los evangelios son el primer libro del Nuevo Testamento, se podría pensar que se escribieron primero, pero la verdad es que el libro más antiguo del Nuevo Testamento aparece cerca del final: las cartas de San Pablo. Desgraciadamente, en estas cartas, que al ser las más antiguas deberían ser las menos distorsionadas, no nos cuentan prácticamente nada acerca de la vida de Jesús. Aunque hablen de su muerte y resurrección, ninguna de estas puede considerarse historia como tal. Esto es lo que hace a los historiadores dudar sobre la información de Jesús, ¿no es un poco extraño que Pablo, que quería que la gente adorase a Jesús, no dijera prácticamente nada de lo que dijo o hizo realmente? Por otro lado, también resulta muy extraño que más allá de los evangelios, no exista prácticamente mención alguna sobre Jesús en el resto de libros. Josefo (37 d.C. - 100 d.C.), un historiador judío que fue aproximadamente coetáneo de Jesús cuenta la siguiente:
Más o menos en esta época vivió Jesús, un hombre sabio, si es que debemos llamarlo hombre. Ya que realizó milagros sorprendentes y fue maestro para las personas que aceptaron la verdad con alegría. Atrajo a muchos judíos y a muchos griegos. Era el Mesías. Y cuando, bajo la acusación de aquellos que son los más notables entre nosotros, Pilato lo condenó a morir en la cruz, aquellos que primero lo amaron no le abandonaron. Pasados 3 días se les apareció vivo, habiendo los profetas de Dios predicho todo esto y otras mil maravillas sobre él. Y, hasta el día de hoy, la tribu de los cristianos, llamados así por él, aún no ha desaparecido.
Puede que este pasaje resulte una evidencia de la existencia de Jesús y sus milagros, pero la mayoría de historiadores sospechan que se trata de una falsificación, introducida más adelante por un escritor cristiano. Las sospechas recaen sobre la frase “Era el Mesías”. En la tradición judía, la palabra Mesías era el nombre del prometido rey o líder militar judío que nacería para triunfar sobre los enemigos de su pueblo. La palabra “Cristo” es simplemente la traducción del griego de la palabra “Mesías”, pero para un judío devoto como Josefo, Jesús no se parecería en nada a un líder militar, más bien todo lo contrario. Su mensaje de paz, no es el que esperaría de un soldado, y lejos de liderar a los judíos contra los opresores romanos, Jesús acepto mansamente su condena. La caracterización de Jesús como Mesías, sería para Josefo ir en contra de la educación que recibió; y de serlo, lo habría proclamado a los cuatro vientos lleno de alegría, no le hubiera dedicado unas pocas frases. Otro historiador que mencionó a Jesús, sería el romano Tácito (54-120 d.C.), cuyos escritos son más fiables ya que no tendría nada bueno que decir de los cristianos; y sin embargo, muchos historiadores sospechan que los escritos de Tácito acerca de Jesús son falsos. Aun así la mayoría de los expertos creen que hay más evidencias a favor de la existencia de Jesús que en su contra.
Si creyéramos que los cuatro evangelios son históricamente verídicos, daríamos por supuesta la existencia de Jesús, y hasta hace muy poco, nadie dudaba de ellos. Pero en los siglos XIX y XX se realizaron numerosos estudios de la manos de expertos (mayoritariamente alemanes), que ponen en entredicho los evangelios. ¿Quién escribió los evangelios? ¿Y cuándo? Aunque la mayoría de la gente cree que el evangelio de Mateo, fue escrito por Mateo, el recaudador de impuestos e íntimo amigo de Jesús; o que el evangelio de Juan, fue escrito por Juan conocido como el “discípulo querido” de Jesús; o que el evangelio de Marcos, fue escrito por el joven compañero y principal discípulo de Jesús (Pedro); o que el de Lucas, fue escrito por el médico amigo Pablo, nadie tiene la más remota idea de quienes escribieron los evangelios. No existe ninguna prueba convincente en ninguno de los cuatro casos. Los cristianos posteriores pusieron nombre a las portada de cada evangelio, algo más atractivo que nombrarlos como evangelio 1, evangelio 2… Hoy en día, ningún estudioso del tema (ateo o creyente) cree que los evangelios fueron escritos por testigos presenciales de la vida de Jesús. Incluso existe un consenso que afirma que el de Marcos (el más antiguo de los 4) fue escrito unos 40 años después de la muerte del Mesías y su supuesta resurrección. La mayoría de las historias presentes en los evangelios de Lucas y de Mateo, no son más que una mezcla entre el evangelio de Marcos y un documento griego conocido como “Q”. Durante décadas las historias sobre Jesús fueron contadas de boca a boca (con las distorsiones del teléfono escacharrado) hasta que finalmente, con un relato muy modificado por el tiempo, se escribieron los 4 textos.


“Una mentira se puede propagar por medio mundo, mientras la verdad todavía se está poniendo los zapatos” Esta es una oración de Mark Twain sobre la verdad, y lo cierto es que tiene una vigencia muy marcada hoy en día. El atentado del 11-S, que fue hace algo más de 20 años, fue documentado masivamente por muchos testigos, y cada minuto de lo acontecido ha sido muy discutido. Sin embargo, no todo el mundo está de acuerdo, como atestiguan las leyendas y teorías conspiranoicas que proliferan por Internet. Si un suceso acontecido tan recientemente, suscita esas distorsiones y dudas, ¿qué nos hace pensar que con lo acontecido en la vida de Jesús no haya ocurrido lo mismo?, ¿qué se hubiera dicho del 11-S de no existir cámaras y periódicos, y de no haberse escrito nada sobre él hasta cuarenta años después? Las posibilidades son infinitas.
Aunque los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, sean los únicos evangelios del canon oficial, existen otros muchos escritos más o menos en la misma época. Este canon no se estableció hasta el año 382 d.C. en la conferencia de líderes religiosos llamada el Concilio de Roma. Aunque poco después de esta reunión, Constantino el Grande se convirtiera al cristianismo, tras la legalización del mismo en el imperio romano, si nos hubieran educado en esa época, nos hubieran enseñado a adorar a Júpiter, Minerva, Apolo y el resto de dioses romanos. Mucho después, el cristianismo se propagó por Sudamérica (un continente muy devoto actualmente) gracias a la acción del imperio portugués (en Brasil) y el español (en el resto del continente). Lo mismo ocurre con el islam en el Norte de África y Oriente medio, donde fu impuesto por la conquista militar. Continuando con los evangelios apócrifos (no pertenecen al canon oficial), una de las principales razones de que fueran descartados se basó en que eran heréticos; es decir, contradecían las creencias ortodoxas de los miembros del Concilio. Como creo que esto es así, y este evangelio lo contradice, queda eliminado; algo así se plantearían los líderes religiosos del año 382. En realidad, los 4 evangelios se seleccionaron más por la redacción poética, que por la veracidad histórica. Ireneo, un historiador temprano del cristianismo, y recordado como uno de los “Padres de la Iglesia”, vivió 200 años antes del Concilio de Roma, y estaba convencido de que los evangelios debían ser 4, como las esquinas de la Tierra, o los 4 vientos. También afirmó que debían ser 4 porque en el libro de las Revelaciones del Antiguo Testamento, menciona que el trono de Dios es soportado por 4 criaturas con 4 rostros. Como el 4 aparece por todas partes, este debe de ser el número oficial de evangelios, ni uno más ni uno menos. Un método muy fiable por parte de Ireneo. Además, como detalle gracioso, las Revelaciones no fueron cánon oficial hasta más adelante. En este libro también aparecen falsos mitos como la “Batalla del Armagedón”, la batalla de destrucción total que muchos cristianos ansían ya que después de ella, se dará la “Segunda Venida” de Jesús. Estas leyendas han trascendido especialmente en EE.UU. donde la creencia del Arrebatamiento (los elegidos serán trasladados al cielo mientras los no elegidos quedaran abandonados), han proporcionado ideas de negocio como páginas web, que se encargaría de cuidar de tu gato o perro, en el caso de que, sin previo aviso, usted sea absorbido al cielo.
Como ya he mencionado, la existencia de un lapso de tiempo entre la muerte de Jesús y la escritura de los evangelios, nos da razones para dudar de su fiabilidad. También aparecen una serie de contradicciones, por ejemplo, aunque los 4 estén de acuerdo en que el número de discípulos de Jesús sea 12, hay contradicciones a la hora de decir quienes fueron. Por otro lado, Marcos y Lucas siguen dos líneas de antepasados completamente distintas para trazar la genealogía de José, hasta el rey David. También hay discrepancias entre los hechos históricos de la época y los evangelios, como el caso de los deberes que debían desempeñar los legisladores romanos. O el caso de la concepción de Jesús, que para Mateo fue a José a quien se le apareció un ángel en sueños, para decirle que la virgen María estaba embarazada de Dios; mientras que para Lucas, el ángel se le apareció directamente a María. Esto nos lleva al siguiente problema: los posibles errores en las sucesivas traducciones de la Biblia. Aunque Jesús debió de hablar en arameo (lengua semítica relacionada con el hebreo), los libros del Nuevo Testamento, fueron escritos originalmente en griego. Por ejemplo, Mateo, para citar la palabra “virgen” empleo "almah", que en hebreo significa “virgen”, pero también puede significar “mujer joven”. De esta forma, un simple error de traducción pudo haber originado el afamado mito de la Santísima Virgen María.


También podemos encontrar un gran afán por parte de los evangelistas (en especial Lucas) por que se vieran cumplidad las profecías presentes en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, Miqueas un profeta del Antiguo Testamento, predijo que el Mesías judío nacería en Belén, y por ello los evangelios de Lucas y Mateo, coinciden en afirmar este dato para cumplir con la profecía. El evangelio de Juan, más sensato, da por hecho que Jesús nació en Nazaret, donde vivían sus padres. Marcos omite pasajes de este nacimiento. Como Mateo y Lucas querían que se cumpliese la profecía de Miqueas, se apresuraron a encontrar formas que cambiaran el lugar de nacimiento de Nazaret a Belén. Sin embargo, para su desgracia y la de la veracidad del relato bíblico, lo hicieron de formas diferentes y contradictorias. Lucas cuenta la historia de un impuesto del emperador Romano Augusto, que venía acompañado de un censo, pero los historiadores romanos, afirman que no existió ningún censo romano en esas épocas, aunque omitamos este detalle. Para poder realizar el censo, todas las personas tendrían que ir a su propia ciudad, y la de José, según Lucas, era Belén, ¿por qué? porque descendía por línea paterna del rey David, y David era de Belén. Aun así, parece un poco ilógico que David, antepasado número 41 de José (41 generaciones) naciese en la misma ciudad que José. ¿Tus tatarabuelos nacieron en la misma ciudad que tú? muy probablemente no, imagínate si te remontas 41 generaciones atrás. Mateo hace cumplir la profecía de Miqueas de forma distinta, ya que supuso que Belén era la ciudad natal de María y José, y por ello Jesús nació allí. Pero, ¿por qué luego la familia vivió en Nazaret? Para ello, Mateo echó mano del rey Herodes, quien enterándose del nacimiento de Jesús en Belén, y temeroso de que el “Rey de los judíos” lo destronase, ordenó el asesinato de todos los niños varones de Belén, obligando, lógicamente, a José y María a abandonar la ciudad. Además, el traslado a Nazaret, permitiría el cumplimiento de otra profecía “Será llamado nazareno”. Buen doblete de profecías que se apuntó Mateo con la historia de Herodes, especialmente, debido a que no existe ninguna evidencia histórica de esta historia.
Volviendo al tema de los evangelios apócrifos, podemos encontrar más de 50 que podrían haber sido canon junto a los de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Principalmente, debido a que al igual que los oficiales, se escribieron los dos primeros siglos después de Cristo. Los más destacados podrían ser los evangelios de Pedro, el de Felipe, el de María Magdalena o el de Judas Iscariote. En muchos de ellos, resultan obvias las razones por las que fueron descartados, como es el caso del evangelio de Judas Iscariote. Judas traicionó a Jesús, entregándolo a las autoridades, quienes le arrestaron, le juzgaron y le ejecutaron. Según el evangelio de Mateo, debido a su avaricia, ya que la traición le procuró 30 monedas de plata. Pero puede que esta historia no representa más que el ansia de Mateo por ver cumplida alguna profecía. El historiador bíblico Bart Ehram recuerda que al profeta Zacarías (capítulo 11 versículo 12), le pagaron 30 monedas de plata. De hecho, en este pasaje, se afirma que el Señor le dijo a Zacarías: “Entrégaselas al alfarero”. Del mismo modo, en el evangelio de Mateo, se narra como Judas arrepentido cogió sus 30 monedas de plata y se las entregó a los sacerdotes y ancianos del santuario, tras lo cual se ahorcó. Los jefes de los sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: “La ley no permite echar esto al tesoro, porque es precio de sangre”, de modo que compraron un terreno conocido como el Campo del Alfarero. Curiosa coincidencia sobre todo viniendo de Mateo, que al igual que los otros 4 evangelios, mostraba una obsesión por el cumplimiento de las profecías. Además, Mateo remató la jugada con el cumplimiento de otra profecía, en esta ocasión la del profeta Jeremías. Mateo indica en su evangelio: “Así se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías: “Tomaron las 30 monedas de plata, el precio que el pueblo de Israel le había fijado, y con ellas compraron el campo del alfarero, como me ordenó el señor”. En 1978, se descubrió el evangelio de Judas, del que se tenían noticias, por haber sido condenado por los Padres de la Iglesia, pero se creía que se había perdido en la historia. Con pruebas de datación por carbono se estimó que fue escrito en el año 280 d.C. (60 años arriba o abajo). El texto se encontraba escrito en copto (antigua lengua egipcia) pero se cree que fue traducido de un texto más antiguo en griego, con una antigüedad aproximada a la de los evangelios oficiales. También al igual que los 4 evangelios oficiales, fue escrita por una persona diferente a la que le da el título (Obviamente no lo escribió Judas). En él se cuenta la historia de como Judas traicionó a Jesús, pero desde el punto de vista del primero. Resulta curiosa la ausencia de culpa por parte de Judas, y sugiere que fue el único discípulo que entendió de verdad la misión de Jesús. El arresto y asesinato del Mesías, formaba parte del plan de Dios para que pudiese perdonar los pecados de la humanidad.


Otro de los evangelios descartados por el Concilio de Roma fue el evangelio de la infancia de Mateo, que narra increíbles historias sobre la infancia de Jesús (periodo de vida prácticamente ausente en el canon oficial). En estas narraciones, se habla de Jesús como un niño travieso que no dudaba en mostrar sus poderes mágicos, como en el caso en el que a orillas de un arroyo, convirtió barro en 12 gorriones. También cuenta como un día un niño se tropezó con Jesús, y éste enfadado le dijo: “No llegarás mucho más lejos en tu camino”. Esa misma noche, el niño murió. Comprensiblemente, los padres del niño se quejaron a José, y Jesús de inmediato los dejó ciegos. Aunque no todo lo que relata este evangelio sobre la niñez del Mesías es malo. En una ocasión, cuando un compañero de juegos se cayó de un tejado y se mató, Jesús le resucitó. Nadie cree que estos episodios mágicos de la infancia de Jesús fueran reales, pero ¿por qué la gente cree los inverosímiles milagros descritos en los evangelios oficiales? Convertir el agua en vino, caminar sobre las aguas y alzarse entre los muertos, si que son aceptados con cierto consenso por los creyentes. ¿Qué hechizos era capaz de hacer y cuáles no?, ¿la gente se hubiera creído el milagro de los gorriones de haber aparecido en los evangelios oficiales? Parece que existe un doble rasero en la creencia de lo que Jesús podía y no podía hacer. Esto también podemos observarlo en el pasaje en el que Mateo cuenta como cuando Jesús muere en la cruz, la cortina del templo de Jerusalén se rasgó por la mitad, las tumbas se abrieron y los muertos caminaron por las calles. Entonces, el hecho de que Jesús resucitara no sería algo inusual. ¿Se creen esto los cristianos? Y si no se lo creen, ¿por qué no? Es tan lícita la creencia en este pasaje como la creencia en la resurrección de Cristo. ¿Cómo deciden los creyentes en que creer y en que no?
Muchos historiadores creen que Jesús existió, pero esto no es decir mucho, ya que Jesús, no es más que la forma romana del nombre hebreo Joshua o Yeshua, un nombre muy común en la época, y casualmente muy abundante entre los predicadores. Por ello, no es para nada descabellado afirmar que existió un predicador de nombre Joshua. Lo que es mucho más dudoso, es que convirtiera el agua en vino (o el barro en gorriones), que caminara sobre las aguas (o que matara a un niño por tropezarse con él) o que naciera de una virgen. El gran astrónomo Carl Sagan dijo una vez: “Afirmaciones extraordinarias, requieren evidencias extraordinarias”. La afirmación de que un predicador llamado Jesús existiera, no es nada extraordinaria, y sus pruebas, aunque débiles, son proporcionales a la afirmación. Sin embargo, que este predicador naciera de una virgen o caminara sobre las aguas, sí que son afirmaciones extraordinarias, pero sus evidencias no. En definitiva, muy pocos historiadores serios dudan de la existencia del Jesús histórico, pero un número aún menor cree en la existencia del Jesús bíblico que obraba milagros. Si en el Nuevo Testamento de la Biblia, con su “reciente” proximidad temporal, demuestra estar lleno de tergiversaciones y cabos sueltos, ¿Cuántas mentiras y mitos serán nardos en el Antiguo Testamento? La respuesta a esta pregunta la dejaremos para otro artículo, y por lo tanto, para otro libro.
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