Dios, moralidad y primates
Artículo basado en el libro: "El bonobo y los 10 mandamientos: En busca de la ética entre los primates" de Frans de Waal.
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¿De dónde viene la bondad?, ¿y la solidaridad? ¿y la generosidad? Cuando tratamos de responder estas preguntas, por lo general, siempre llegamos a la misma conclusión; de la moralidad. Ahora bien, cuando tratamos de discernir el origen de la moral; el debate se intensifica. Concretamente, existen dos posturas desde los inicios de la cultura: una que propone que la moral nos es impuesta desde el exterior (bien por los convencionalismos socio-culturales, bien por un ente inmaterial ajeno a la realidad que denominaremos Dios), y la otra que propone que la moral nace de nuestro interior (bien por que se trata de algo innato de la especie humana, bien por que Dios nos creó como seres morales). En ambos casos, la moralidad parece ser exclusivamente humana, ¿pero qué hay de cierto en esto?
Si crees que los seres humanos son los únicos capaces de practicar actos morales, o comprender el concepto de justicia, estás muy equivocado. Ya se demostró hace años, incluso está presente en el ideario colectivo de los más curiosos, que los monos comprenden la desigualdad y siente aversión hacía ella. Esto se observó en un famoso experimento en el que a dos primates se les recompensaba con una rodaja de pepino por realizar alguna tarea. Hasta aquí todo bien, sin embargo, en un momento determinado, el experimentador decide premiar a uno de los primates con una uva en vez de con el pepino. El otro primate, al percibir la desigualdad de recompensa por la misma tarea, se pone nervioso, tira el pepino al suelo (rechazando el premio) y se declara en huelga dejando de realizar las tareas que se le asignan. El mismo experimento se ha replicado en otros animales como el perro, obteniendo las mismas respuestas. Este sentimiento de aversión a la desigualdad en varias especies animales, tiene implicaciones en la moral humana.
Según la mayoría de filósofos, las verdades morales, son imposiciones razonadas. Aunque no intervenga ninguna divinidad, sigue siendo un proceso descendente en el que primero se formulan los principios, y luego se imponen sobre el comportamiento humano. Sin embargo, como dijo David Hume, la razón es esclava de las pasiones, y por lo general, nuestra conducta está regida por nuestros sentimientos e intuiciones morales, más que por principios razonados. Imagina el estrés que puede generar evaluar cada uno de nuestros actos según una lógica descendente basada en una serie de principios inquebrantables. Es algo inviable ya que decisiones sencillas se convertirían en complejos dilemas. No es la reflexión racional la que desarrolla nuestra moralidad, sino el impulso de la herencia recibida como animales sociales que somos. Así mismo, tampoco es lógico clasificar a los primates superiores como “seres morales”, aunque posean esos impulsos de sociabilidad, están muy lejos de poder discutir acerca de la pena de muerte, o si una orientación sexual es moralmente incorrecta. Estos debates, algunos con mayor profundidad (el primero) otros meras estupideces (el segundo) son exclusivamente humanos. Además, prácticamente no hay evidencias de que los animales juzguen la corrección de aquellos actos que no les afectan, y esto no es poseer una moral; las emociones morales van más allá y tiene que ver con una concepción abstracta y desinteresada del bien y del mal. Y esta perspectiva es exclusivamente humana, ya que buscamos estándares universales para poder discernir entre el bien y el mal, mediante un sistema de control y castigo.


Aquí es donde aparece la religión, que crea un ente inmaterial y omnipresente para establecer un control sobre el sistema de moralidad, instaurando una serie de recompensas (la vida eterna en el paraíso) y castigos (el infierno) que lo sostengan. Debido a que nuestra psique muestra una querencia por el premio y el castigo, como demuestra el conductismo, y una insaciable necesidad de elogios y riquezas, como demostró Adam Smith, el sistema planteado por la religión, funciona a la perfección. Se ha demostrado que bastan un par de ojos de papel pegados en una pared, para que tengamos una mejor conducta; imagina la capacidad que puede llegar a tener un ojo que todo lo ve y todo lo juzga.
En los últimos años el ateísmo ha vivido un auge considerable gracias a figuras como Christopher Hitchens o Richard Dawkins, que se hacen llamar brillantes, indicando una menor inteligencia que los creyentes. Estos neoateos, promueven la confianza en la ciencia y la necesidad de una ética basada en una visión naturalista. No obstante, la ciencia, a diferencia de la religión, no discute sobre el sentido de la vida, ni de cómo hay que vivirla. Es decir, aunque la ciencia nos ayude a comprender la moralidad, no es capaz de proporcionar consejos morales. La mayoría de acérrimos ateos, no pueden desprenderse de las actitudes de la cristiandad. Es más, todo lo que la humanidad ha conseguido (hasta hace relativamente poco) lo ha realizado junto con la religión, no separado de ella. Por lo tanto, no podemos especular acerca de una moral sin religión, para ello necesitaríamos una cultura humana completamente ajena a la religión, y esto, aún no se ha observado. Incluso el desarrollo de la ciencia en sus orígenes carecía de la racionalidad de hoy en día. No hay que olvidar que la ciencia moderna surgió a partir de la alquimia que mezclaba el ocultismo y la charlatanería a partes iguales, y no fue hasta el desarrollo del método científico basado en el empirismo y la autocorrección, cuando comenzó a surgir la ciencia verdadera.
Volviendo a los primates, ellos no muestran este tipo de problemas (carecen de religión y ciencia) pero al igual que nosotros, aspiran a la creación de una clase de sociedad y suelen perseguir valores similares a los nuestros. Concretamente, se ha visto a hembras de bonobo tirar del brazo a machos enemistados para que se reconcilien tras una pelea, o se ha observado cómo los machos de alto rango ejercen de jueces imparciales en las disputas de la comunidad. Es decir se han documentado indicios de una preocupación por la comunidad, los cuales pueden representar los cimientos de una moralidad primigenia, previa a la humanidad y sin ninguna necesidad de Dios. Aun así, es necesario tener cuidado al tratar de sustituir el papel de Dios con la ciencia, no olvidemos, que basándose en ella y tergiversándola, se llevaron a cabo algunas de las mayores atrocidades modernas cometidas por el ser humano, como el genocidio eugenésico practicado por los nazis, o las investigaciones sobre la sífilis con pacientes afroamericanos realizada en Tuskegee, por otros no tan nazis, pero igual de imbéciles. Además, como ya he mencionado, la ciencia es incapaz de crear valores morales, por mucho que sepa acerca de cómo y porqué surgieron. Es algo similar a un crítico gastronómico, que a pesar de poseer los más profundos conocimientos sobre los alimentos y las técnicas de preparación, nunca va a ser un verdadero chef, ya que es incapaz de crear.
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