El argumento del techo de cristal es una mierda

Artículo basado en el libro: "Manifiesto de un feminismo para el 99%" de Cincia Arruzza, Tithi Bhattacharya y Nancy Fraser.

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Desde hace unos años, el debate sobre el feminismo ha representado un hervidero de opiniones de la más diversa índole en todos los medios de comunicación (especialmente en las redes sociales). En torno a la posición feminista se han generado diversas corrientes como la del feminismo liberal, que podría resumirse (muy resumidamente) con las palabras anunciadas por la directora de operaciones de Facebook en 2018: “Estaríamos mucho mejor si la mitad de todos los países y compañías estuvieran dirigidas por mujeres y la mitad de todos los hogares estuvieran gobernados por hombres”. Aunque parezca un mensaje bonito, estas palabras esconden veneno. Sherly Sandberg (la directora en cuestión) trata al feminismo como una criada del capitalismo. Busca un mundo en donde la tarea de gestionar la explotación y la alienación muestre una cuota de género. ¿Es mejor que sea una mujer la que reviente un sindicato o deje de pagar las horas extra? Yo no veo ninguna mejora con ello. Es lo que se conoce como la dominación de la igualdad de oportunidades, en donde tanto hombres como mujeres deberían tener las mismas posibilidades de convertirse en explotadores. Esto se puede observar con el tan reiterado argumento del “Techo de cristal”, donde se exige la presencia de mujeres en los cuerpos directivos de las grandes empresas, como si la presencia de un minoría adinerada de mujeres en las clases dominantes fuese a influir de verdad en el feminismo o en el resto de mujeres. No tiene que haber una equidad en el número de mujeres y hombres de las clases dominantes, no tiene que haber clases dominantes y punto. Es necesario una reformulación del feminismo desde un enfoque anticapitalista que permita mejorar la situación de todas las mujeres y no solo de unas pocas privilegiadas.

Esta falta de enfoque anticapitalista dentro del feminismo es lo que provocó el fracaso electoral de Hilary Clinton en las elecciones de EE.UU. en 2016. Hillary no logró entusiasmar a sus votantes, precisamente por la desconexión existente entre el ascenso de una mujer a los altos cargos, y el ascenso del nivel de vida de la inmensa mayoría. Esto ejemplifica cómo es necesario abandonar un feminismo corporativo, por uno que acuda a las huelgas, como el reciente movimiento huelguista iniciado en 2016 por más de 100.000 mujeres en Polonia oponiéndose a la prohibición del aborto. Posteriormente, este se convirtió en un movimiento transnacional cuando el 8 marzo de 2017 se organizó una huelga secundada en decenas de países. De este modo, dejando las cursilerías despolitizadas de regalar flores y felicitar a las mujeres el 8 de marzo, ese día se reavivaron las raíces históricas del feminismo socialista y de la clase trabajadora. De esta manera, si esta huelga se extiende más allá del trabajo asalariado, hasta las áreas del trabajo doméstico, el sexo o las sonrisas, se podrá hacer visible el papel indispensable que desempeña el trabajo no remunerado y de género en la sociedad capitalista. Al poner de manifiesto la unidad entre “lugar de trabajo” y “vida privada” se rechaza limitar la lucha a uno de los dos ámbitos. Además, al redefinir lo que se entiende por “trabajo” se rechaza la infravaloración estructural que el capitalismo hace sobre el trabajo de las mujeres (remunerado o no).

Sin embargo, los medios de comunicación continúan equiparando feminismo con feminismo liberal, enfocando los problemas sobre la dominación de las igualdad de oportunidades y la rotura del “techo de cristal”. Esto no hace más que proponer una igualdad centrada en el mercado que encaje con el dominante entusiasmo empresarial por la “diversidad”.El feminismo liberal condena la discriminación y defiende la libertad de elección, pero condena, e incluso niega, las condiciones socioeconómicas necesarias para que esa libertad y empoderamiento alcancen a la mayoría. Por no hablar de que al fomentar la ascensión de un grupo muy reducido de mujeres privilegiadas, las principales beneficiarias son aquellas que ya tenían ventajas socioeconómicas. Mientras que unas pocas rompen el techo de cristal, todas las demás se quedan varadas en el sótano, relegadas a limpiar los cristales rotos. Por lo general, este feminismo liberal permite que mujeres alcancen cargos directivos, ya que contratan a mujeres migrantes mal pagadas para que realicen los cuidados y el trabajo doméstico, subcontratando la opresión. Además, este feminismo también promueve las corrientes de la cultura neoliberal sobre el romanticismo del progreso individual, confundiendo el feminismo con el ascenso de la mujer individual. Por ello, muchas y muchos influencers de las redes sociales defienden el feminismo, no para liberar a la mayoría, sino por autopromoción. El feminismo neoliberal puede resultar muy peligroso, al ser una coartada para el neoliberalismo y al permitir que las fuerzas que apoyan al capital global se presentan como “progresistas”. Esto hace que a día de hoy lo antisistema sea la extrema derecha, vivir para creer.

En el manifiesto en el que se basa este artículo, no apoya este feminismo liberal, sino su antagonista, un feminismo antineoliberal y anticapitalista. No hay ningún interés en romper techos de cristal y dejar que la gran mayoría limpie los vidrios rotos. Antes de celebrar que directoras generales ocupen despachos lujosos con buenas vistas, deberíamos deshacernos de ellas y de sus despachos.

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