El auge del autoritarismo en Polonia
Artículo basado en el libro: "El ocaso de la democracia: La seducción del autoritarismo" de Anne Applebaum.
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Nochevieja de 1999, en Chobielin una pequeña localidad del noroeste de Polonia, en una casa a medio restaurar propiedad de la familia Sikorski se está celebrando el fin del milenio. Los anfitriones, Radek Sikorski, para entonces viceministro de Exteriores de un Gobierno polaco de centroderecha, y Anne Applebaum, una periodista de diferentes medios británicos y estadounidenses (y autora del libro en el que se basa este artículo), han congregado a un centenar de personas entre las que aparecen varios periodistas de Londres y Moscú o jóvenes diplomáticos que trabajaban en Varsovia, pero la mayoría eran polacos amigos de la familia (jóvenes funcionarios y periodistas entre otros). La ideología mayoritaria en este variopinto grupo era bastante homogénea, lo que podría calificarse como una derecha conservadora en lo social pero liberal en lo económico y con ciertos tintes anticomunistas. Aun así, la mayoría creía en la democracia, en el Estado de derecho, en la separación de poderes y en una Polonia integrada en la Europa moderna. Eso era lo que significaba ser de derechas en el país eslavo de 1990. Sin servicio de catering, la fiesta fue una agradable velada con comida preparada por la familia y el lanzamiento de fuegos artificiales a medianoche. El festejo transcurrió sin altercados salvo una serie de disparos al aire propiciados por una de las invitadas más extravagantes en estado de euforia. Aunque la fiesta estuvo impregnada de optimismo y camaradería, y pareciese que todos estaban en el mismo “equipo”, dos décadas después, muchos de los integrantes de esta fiesta cambiarían de calle al encontrarse entre ellos. ¿El motivo? El auge del autoritarismo y la extrema derecha en Polonia.
A día de hoy, Polonia es una de las sociedades más polarizadas de toda Europa, en la que se ha generado una profunda escisión dentro de la antigua derecha polaca. Pero esto no está ocurriendo solo en Polonia, sino que algo similar ocurre con la antigua derecha húngara, la derecha española, la derecha francesa, la derecha italiana y con ciertas diferencias en la derecha británica y estadounidense. Mientras que una de las alas de esta separación sigue representando una centro derecha proeuropea, favorable al Estado de derecho, a la separación de poderes y al libre mercado (afines a democristianos europeos, partidos liberales de Francia y Países Bajos y parte del Partido Republicano estadounidense), la otra ala de los participantes en el festejo, se ha alejado bastante (eufemismo) de estas posturas, y apoya al partido nacionalista Ley y Justicia, conocido por sus siglas PiS. El propio partido también se ha alejado de las posturas que defendía cuando estuvo al frente del Gobierno polaco entre 2005 y 2007, y cuando ejerció la presidencia (en Polonia no significa lo mismo) entre 2005 y 2010. En los siguientes años en donde el partido estuvo apartado del poder, tanto los líderes del grupo, como muchos de sus partidarios y promotores, fueron radicalizando sus ideas hacia unas opiniones xenófobas y paranoicas. Cuando Ley y Justicia ganó las elecciones en 2015 por una ligera mayoría, el nuevo Gobierno violó la constitución para nombrar nuevos jueces del Tribunal Constitucional sin respetar el procedimiento debido. Luego, violó de nuevo la constitución para influir en el Tribunal Supremo, redactando una ley que castigaba a los jueces cuyos veredictos fueran en contra de las políticas del gobierno (¿Separación de poderes? ¿Para qué?). Volviendo a violar la constitución (le cogieron el gustillo), PiS asumió el control de la emisora pública estatal, despidiendo a varios populares y experimentados presentadores y reporteros, y sustituyéndolos (con todo el descaro) por personajes de la extrema derecha de los medios digitales. De esta forma, los nuevos vasallos de Libertad y Justicia difundieron la propaganda del partido con toda una serie de fake news y mentiras fácilmente refutables que, por supuesto, eran financiadas por los contribuyentes.


Una vez en el poder, Ley y Justicia despidió a miles de funcionarios y los sustituyó por familiares de los políticos, adeptos del partido y familiares de estos últimos, en una cadena de enchufes interminable. Varios generales del ejército, cuya formación costó decenas de miles de dólares de las arcas públicas, fueron igualmente destituidos por ineptos sin experiencia, pero eso sí, incondicionalmente fieles al partido. También destruyeron las instituciones culturales como El Museo Nacional, que perdió a su excelente e internacionalmente conocido director, para reemplazarlo por un académico sin experiencia en museos, cuya primera decisión fue desmantelar la exposición de arte moderno y contemporáneo (menudo máquina). El director del Museo de la Historia de los Judíos Polacos (con tan solo 2 años de existencia) fue suspendido sin explicación alguna.
A pesar de que el partido había obtenido un porcentaje de votos que le permitía gobernar, no tenía ni de lejos la potestad para modificar la constitución, por lo que para cambiar el foco de sus actividades inconstitucionales, el PiS abandonó los argumentos políticos para centrar el debate en enemigos existenciales. El primero de ellos era un viejo conocido, tras más de dos décadas de reconciliación entre polacos y judíos, el gobierno apareció internacionalmente como marcadamente antisemita, al aprobar una ley que restringía el debate público sobre el Holocausto (madre mía…). Sin embargo, en poco tiempo se vio obligado a cambiar la ley por las presiones estadounidenses. Aun así, esta iniciativa tuvo mucho apoyo de la base ideológica del partido: periodistas, escritores y pensadores, que afirmaban que había fuerzas antipolacas que conspiraban para culpar a Polonia, y no a Alemania, de lo de Auschwitz. Del mismo modo, más tarde, el PiS también se involucró en una disputa con el Gobierno israelí, empleada tanto para atraer a los nacionalistas de Ley y Justicia, como a los nacionalistas de Benjamin Netanyahu en Israel. También existían nuevos enemigos. Como atacar a los inmigrantes islámicos era complejo (apenas hay inmigrantes musulmanes en Polonia), el PiS decidió centrar su ira en los homosexuales. Un semanario nacional (Gazeta Polska) imprimió unas pegatinas que decían: “Zona libre de LGTB”, para que los votantes de Ley y Justicia las pegaran en las puertas de sus casas. En 2019, en las vísperas de las siguientes elecciones en las que la coalición liderada por PiS volvió a ganar, la televisión pública emitió un documental titulado “Invasión” en el que se describe el “plan LGTB” secreto para socavar Polonia. Los muy imbéciles tuvieron la desfachatez de llamarlo “documental”. La Iglesia católica polaca, que siempre había sido una institución neutral, empezó a promover temas similares. Esto se puede ver en un discurso del actual arzobispo de Cracovia (título antes ostentado por el muy querido papa Juan Pablo II), en el que calificaba a los homosexuales como una “plaga” que venía con la bandera arcoíris para sustituir a la “plaga roja” del comunismo. Lógicamente este discurso fue borrado de YouTube por los moderadores en poco tiempo, argumentando que constituía una incitación al odio. Aun viendo la homosexualidad como un pecado (no se que razones motivan esa visión), ¿no se supone que: “...todo pecado y blasfemia se les perdonará a los hombres…” (Mateo 12:32)? En fin, la hipocresía de la Iglesia.


Toda esta secuencia de radicalización generó que muchos de los integrantes de la fiesta arriba mencionada (que no es más que una pequeña muestra representativa de Polonia), ni siquiera se dirijan la palabra a día de hoy. Esto es algo lógico, ya que por ejemplo, la extravagante mujer que celebró el fin de año con disparos al aire, a día de hoy se dedica a hacer el troll en internet a tiempo completo, promoviendo teorías conspiratorias virulentamente antisemitas, como tuitear que la responsabilidad del Holocausto fue de los judíos ¿Quién coño querría hablar con una mujer así? Sin embargo, este meme viviente no es más que una amplificadora de los mensajes de la derecha alternativa (Alt-right) estadounidense. Pero esta radical separación ideológica, no solo ocurre entre amigos y compañeros de trabajo, sino que también se puede observar en las familias. Es muy difícil ser un homófobo y tener una buena relación con tu hijo gay.
Esta misma escisión dentro de la población polaca, se está viviendo en muchos de los países de Europa, por no decir en todo occidente. Pero lo peor de todo es que esta transformación se está generando sin la crisis económica del crack del 29 que permitió el auge del fascismos italiano y alemán, o la crisis de 2008 que a pesar de ser grave, había retornado el crecimiento económico, al menos hasta el coronavirus. Además, muchas de las personas que son los verdaderos artífices de estas ideologías, nunca han vivido ni vivirán estas situaciones de crisis. Ninguno de ellos va a perder su empleo por culpa de los trabajadores migrantes, ninguno de ellos pertenece a una clase marginal o empobrecida, ninguno de ellos vive en las poblaciones devastadas por los opioides. De hecho, estos generadores de opinión nunca coinciden con los estereotipos empleados para describir a los votantes de Trump, aunque son los encargados de crear sus discursos, su propaganda y, en muchas ocasiones, los propios estereotipos. Pero, ¿qué es lo que ha provocado esta transformación?, ¿cómo han cambiado tanto estas personas en las últimas dos décadas?, ¿es que siempre habían sido autoritarios y de extrema derecha? No existe una explicación única, y bajo determinadas condiciones, cualquier sociedad es capaz de darle la espalda a la democracia, y si atendemos a la historia, podemos prever que todas lo harán.
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