El colesterol: Un enemigo inventado

Artículo basado en el libro: "El engaño del colesterol: La verdadera historia de un enemigo inventado" de Juan Bola.

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En los últimos años, una de las moléculas más demonizadas por los profesionales de la salud y de la nutrición ha sido el colesterol. Su peligro como causante de un engrosamiento y pérdida de elasticidad de las arterias mediante la formación de una placa de grasa (aterosclerosis) es una evidencia científica; sin embargo, las plaquetas y los glóbulos rojos también tiene la capacidad de apelotonarse y formar un trombo que provoque un infarto o ictus, ¿por qué no son igual de vilipendiadas? Obviamente los glóbulos rojos y las plaquetas no son objeto de crítica ya que son nuestras propias células, pero lo mismo podríamos decir del colesterol, una molécula indispensable para la vida y esencial para integridad estructural de nuestras membranas celulares. Aun así, cuando observamos una analítica, mostramos una perspectiva “colesterol-céntrica” en la que los valores de esta molécula se vuelven los más importantes, como si el colesterol fuera la única cifra que controla toda nuestra salud. Al observar niveles de colesterol superiores a 200 mg/dl, saltan todas las alarmas, aunque los niveles fisiológicos normales varían en una horquilla de 150-350 mg/dl. ¿Padece el mundo una epidemia de hipercolesterolemia? Lo cierto es que no, ya que muchos adultos con niveles de colesterol saludables, muestran valores superiores a la mítica y redonda cifra de 200 mg/dl. Las medicaciones hipolipemiantes para bajar el colesterol, ya sean las estatinas, los inhibidores de la reabsorción a nivel intestinal como la ezetimiba, o los inyectables como los nuevos inhibidores de PCSK9 (que bajan el colesterol malo o LDL de 90 a 30 mg/dl), constituyen el mayor ingreso de la industria farmacéutica de las últimas décadas, y no tiene pinta de que vaya a cambiar en los próximos años.

Los jóvenes médicos de las facultades de medicina están siendo adoctrinados para ejercer una medicina fármaco-centrista. Las clases de la carrera de medicina dedican el primer minuto de cada hora docente a explicar que los hábitos saludables son el pilar para evitar enfermedades, y luego dedican los siguientes 59 minutos a describir con sumo detalle los diferentes fármacos para combatir cada enfermedad. Pensamos que todo se cura con fármacos y que el cuerpo humano es una máquina imperfecta que requiere de docenas de medicamentos para funcionar con normalidad. Sin embargo, nuestro cuerpo es un producto de miles de millones de años de evolución que tiene más fiabilidad científica que los estudios epidemiológicos observacionales financiados por las farmacéuticas que culpan al colesterol. Aunque los estudios afirman que un fármaco proporciona una reducción del 1% del riesgo de infarto, no nos cuentan que los pacientes tratados con la pastilla del colesterol padecen durante años efectos secundarios como dolores musculares, pérdida de memoria, depresión, ideas suicidas, pérdida de fuerza, pérdida de líbido, mayor incidencia de cáncer, resistencia a la insulina y diabetes. Cuando alteramos una vía metabólica con un fármaco, alteramos a su vez otras vías metabólicas. ¿Cómo es posible que las enfermedades modernas, que han aumentado en los últimos 50-70 años (como los infartos o el ictus), puedan estar relacionadas con alimentos milenarios como el huevo, la mantequilla, la carne o el pescado? Curiosamente, y por sorprendente que parezca, cuando tratamos de reducir el colesterol con el uso de margarina o aceites vegetales poliinsaturados, aumenta la mortalidad cardiovascular. También se ha observado en un estudio que solo las personas octogenarias con niveles de colesterol superior a 200 mg/dl, llegaban luego a los 100 años de edad.

Estructura química del colesterol

El colesterol es el precursor de todas las hormonas esteroideas que nos permiten vivir y reproducirnos. Forma las membranas de todas las células, haciéndolas a la vez resistentes y flexibles. Forma la mielina que recubre las neuronas de nuestro cerebro. Forma la vitamina D. Forma los jugos biliares para que podamos absorber las grasas de nuestra dieta. Sin embargo, los médicos cada vez se asustan más al observar a una persona delgada y deportista, que sigue una dieta baja en carbohidratos con verduras, frutas, huevos, carne, pescado y lácteos enteros (eliminando los ultraprocesados, los azúcares simples y las harinas refinadas), con una baja tensión arterial, bajísimos niveles de triglicéridos pero con unos niveles de colesterol malo (LDL) por encima de 200 mg/dl. Pero lo cierto es que niveles de triglicéridos bajos combinados con niveles de HDL y LDL altos, indica un modelo energético que tira de ácidos grasos como combustible en lugar de tirar de azúcares. Esto refleja un metabolismo flexible no dependiente de la glucosa, sino de los ácidos grasos y los cuerpos cetónicos, los dos combustibles que más prefiere nuestro corazón. Aun así, nuestra mirada miope se sigue centrando exclusivamente en los niveles de colesterol LDL, como si la salud de todas las vías metabólicas se pudiese reducir a un solo valor de la analítica.

Para continuar con el artículo, hablemos un poco del colesterol malo (LDL) y el colesterol bueno (HDL), ¿Por qué uno es bueno y el otro malo? El colesterol LDL (o lipoproteínas de baja densidad) se considera malo por que se encuentra en las placas de ateroma que taponan nuestras arterias, pero estas placas están compuestas por plaquetas, glóbulos rojos, fibrinógeno, fibrina, colágeno, elastina, linfocitos, monocitos, macrófagos, calcio, lipoproteína A y una cantidad mínima de colesterol no esterificado, es decir, libre, que no es el colesterol que va unido a las lipoproteínas (colesterol esterificado) y proviene de la ruptura de las membranas de los glóbulos rojos. Por otro lado, las lipoproteínas de alta densidad (HDL) se consideran el colesterol bueno porque ayuda a eliminar el colesterol de las arterias transportándolo de regreso al hígado para su excreción. Es lo que se conoce como transporte inverso de colesterol, reduce la acumulación de placas en las arterias y reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares, como la aterosclerosis. Bien, una vez entendido de forma somera el funcionamiento de esta satanizada molécula, veamos quienes han sido los responsables de esta satanización, que como me imagino que habrás deducido, son las farmacéuticas responsables de la producción de medicamentos contra el colesterol como las estatinas.

Estructura de una lipoproteína (Fuente: Oushia)

Desde el inicio de la comercialización de las estatinas en la década de los años setenta, las farmacéuticas responsables de su producción se han encargado de convencer a la población de que tener el colesterol por encima de las horquillas recomendables (que ellos mismos establecen) es un factor de riesgo cardiovascular grave. Se estima que en 2016, más de 200 millones de personas estaban consumiendo estatinas diariamente. Lo más probable es que un porcentaje elevado de estas personas no necesitase las estatinas y mediante una modificación de sus hábitos podrían mejorar drásticamente su salud cardiovascular sin necesidad de tomar ningún medicamento. En 2019, las ventas globales de estatinas superaban los 25.000 millones de dólares, normal que las farmacéuticas se preocuparan por demonizar al colesterol, se trata de uno de los negocios más rentables del mundo. Conforme el consumo de estatinas ha ido aumentando, el valor superior de la horquilla recomendado ha ido reduciéndose, provocando una retroalimentación entre ambos hechos. En 1990, los niveles de colesterol altos estaban por encima de 290 mg/dl, en 1994, estos bajaron a 270 mg/dl. En ese periodo de tiempo, los consumidores estadounidenses de estatinas pasaron de 11 millones a 30 millones. Se trata de un beneficio económico muy suculento por bajar artificialmente unos simples estándares. Imagínate los beneficios de hoy en día que los niveles de colesterol alto se sitúan por encima de 200 mg/dl. De hecho, en el comité de expertos encargados de reducir estos estándares, 8 de los 9 integrantes mostraban conflictos de intereses. Se considera que hay un conflicto de interés cuando el experto que participa cobra más de 10.000 dólares al año de una farmacéutica o tiene acciones en alguna por valor de 40.000 dólares. El presidente del comité, el que debería ser el más imparcial, tenía vinculaciones consideradas conflicto de interés con 10 compañías farmacéuticas diferentes. ¿Es posible que hubiera cierto interés en bajar las horquillas de colesterol para que se consumieran más estatinas? La duda ofende.

Ahora veamos algunos datos curiosos en cuanto a los valores medios de colesterol en adultos a lo largo de las últimas décadas. Por ejemplo, en un estudio en la comarca de Osona (Cataluña) compararon los niveles de colesterol sérico (libre) de 10.435 pacientes en 2001, con los de 14.360 pacientes en 2006 y 17.681 paciente en 2018. En 2001, el 56% de los hombres y el 58% de las mujeres tenían niveles de colesterol por encima de 200 mg/dl. Con el miedo al colesterol y el uso masivo de estatinas, en 2018, el 53% de las mujeres y el 41% de los hombres mostraban niveles superiores a los 200 mg/dl. ¿Es posible que tanta gente estuviera enferma? Probablemente no. El uso masivo de estatinas ha bajado considerablemente los niveles de colesterol en humanos, que unido a una reducción continua de las horquillas de los niveles altos de colesterol recomendable, nos está haciendo creer que niveles de colesterol total cada vez más bajos son necesarios para tener una buena salud. Sin embargo, el ser humano nunca en la historia evolutiva reciente ha mostrado unos niveles de colesterol tan bajos, y todo para engordar los bolsillos de las farmacéuticas que se dedican al negocio de las estatinas y otros medicamentos hipolipemiantes.

Estudio de comparación de los niveles de colesterol sérico en los años 2001, 2006 y 2018 (Fuente: Rosanas J.D. et al. "Evolución 2001-2018 de los niveles de colesterol sérico en una población de Cataluña" Atención Primaria Práctica 3, 1 (2021) p. 100080)

El proyecto “Healthy People 2010” fue una iniciativa del gobierno de EE.UU. desarrollada con el objetivo de “mejorar la salud y el bienestar de la población estadounidense” para 2010. Fue lanzada en el año 2000 y sirvió como guía para las políticas de salud pública y las intervenciones a nivel nacional, estatal y local. Además, sirvió como ejemplo para el resto de países occidentalizados. Algunos de los objetivos de este proyecto son los siguientes: 1) Reducir los niveles de colesterol total en la población. 2) Aumentar la proporción de adultos con los niveles de colesterol LDL dentro de los rangos recomendados. 3) Reducir la proporción de adultos con los niveles de colesterol total elevados. 4) Proporcionar el conocimiento público sobre la relación entre el colesterol y las enfermedades cardiovasculares. 5) Aumentar el acceso a la detección y el tratamiento del colesterol alto. 6) Reducir las disparidades de salud relacionadas con el colesterol y las enfermedades cardiovasculares entre diferentes grupos demográficos y poblaciones. Podría decirse que básicamente el “Healthy People 2010” fue una estrategia para demonizar el colesterol y aumentar el consumo de estatinas, lo que ha generado que los niveles actuales de colesterol sean más bajos de lo que por evolución y fisiología necesitamos. El doctor Walter Hartenbach, un médico cirujano fallecido en 2012 y que trabajó como profesor en la Universidad Ludwig-Maximilians de Munich, expuso que tener el colesterol por debajo de a 200 mg/dl, era comprar papeletas para tener numerosos problemas fisiológicos. En su libro sobre esta satanizada molécula afirma que casi toda la población adulta del mundo (entre el 80% y el 90%) muestra valores por encima de 250 mg/dl y presentan una notable vitalidad. Es obvio que definir cuál es el valor “óptimo” de colesterol en humanos es una tarea compleja, ya que cada persona tiene sus circunstancias individuales que condicionan su sistema lipídico. No obstante, sí que podemos concluir que hasta la llegada de las estatinas, el valor medio del colesterol en adultos estaba por encima de los 200 mg/dl. De hecho, en un estudio de cohorte prospectivo (estudio de un grupo a lo largo de un periodo de tiempo) sobre el colesterol total y mortalidad en 12,8 millones de adultos, se determinó que los niveles de colesterol total asociados con la mortalidad más baja eran de 210 a 249 mg/dl.

En las últimas décadas, la mayoría de personas que se hace análisis con recurrencia son personas con un estado metabólico defectuoso (enfermedades cardiovasculares, diabetes, hipertensión…) cuyos niveles de colesterol a menudo los médicos tratan de mantener a raya por debajo de 200 mg/dl, y en muchas situaciones incluso descienden el LDL-C hasta 50 mg/dl. Por lo tanto, las medidas de colesterol sérico medio actuales están altamente influenciadas por el miedo al colesterol infundido por las farmacéuticas e instaurado como un dogma. Además, es necesario reseñar que los valores de una analítica pueden oscilar en gran medida, como en el caso de un paciente del autor en el que se basa este libro (Juan Bola), que se realizó 2 analíticas (una en la Seguridad Social y otra en un laboratorio privado) con media hora de diferencia. Los resultados en la S.S. en cuanto al colesterol total fueron de 266 mg/dl; mientras que la analítica del laboratorio privado mostraba unos valores de colesterol total de 307 mg/dl. ¿Cómo es posible que algo tan variable y difícil de medir con exactitud pueda ser un predictor de riesgo cardiovascular por sí solo?

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