El comerciante de petróleo que cambió el rumbo de la guerra civil libia

Artículo basado en el libro: "El mundo está en venta: La cara oculta del negocio de las materias primas" de Javier Blas y Jack Farchy.

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A principios de 2011, en Bengasi, Libia, las fuerzas armadas que se habían rebelado contra los 42 años de dictadura del coronel Muamar Gadafi acaban de hacerse con el control de la ciudad. Toda la región está sumida en una ola de levantamientos populares a la que más tarde se le dio el nombre de Primavera Árabe. Mientras tanto, Ian Taylor, consejero delegado de Vitol (la empresa comercializadora de petróleo más grande del mundo), desciende sobre Bengasi en un pequeño avión privado custodiado por un dron de la OTAN. Aunque durante 4 décadas como comerciante de petróleo había viajado a muchos lugares conflictivos, desde Caracas hasta Teherán, el viaje a Libia en plena guerra civil era una nueva experiencia para él. Las fuerzas rebeldes habían constituido su propio Gobierno, pero su caótico ejército estaba inmerso en un gran problema: se estaban quedando sin combustible. Las refinerías de petróleo habían dejado de funcionar debido a la guerra, y al país solo llegaba un goteo de combustible a través de cientos de camiones provenientes de Egipto. Taylor era uno de los responsables de que una mediana empresa como Vitol se hubiera convertido en el gigante del comercio mundial que es ahora, una empresa que movía cada día una cantidad de petróleo suficientes para abastecer a Alemania, Francia, España el Reino Unido e Italia juntos, ¡Cada día! Si alguien iba a correr el riesgo de abastecer a un ejército rebelde en medio de una guerra civil, ese era él.

Cuando unas semanas antes había surgido la posibilidad de abastecer al ejército rebelde libio, Taylor no dudó. Vitol había recibido una llamada del Gobierno de Catar, un pequeño estado del Golfo Pérsico, rico en gas, que se había convertido en el apoyo político y financiero de los rebeldes libios. Catar actuaba como intermediario entre los rebeldes y los Gobiernos occidentales, y les proporcionaba armas y dinero. Sin embargo, comprar petroleros llenos de combustible y dirigirlos a un país en guerra, era algo que escapaba del control de Catar, pero no al de Vitol. No obstante, existía un problema, los rebeldes no tenían el dinero suficiente para pagar a Vitol, así que la empresa decidió cobrar sus servicios en especie; es decir, en forma de crudo extraído de los pocos yacimientos petrolíferos que controlaban los rebeldes. Intercambiar un producto por otro no era nada nuevo para Vitol, sobre todo cuando lidiaba con clientes con problemas de liquidez. De hecho, había varias empresas dispuestas a comerciar con los rebeldes libios, pero Vitol era la más agresiva. No solo estaba dispuesta a enviar el combustible, sino también a hacerlo a crédito, prestándoles dinero a los rebeldes libios. Además, la empresa tenía otra ventaja: sus conexiones políticas en Londres y Washington. Taylor era uno de los principales donantes del Partido Conservador británico, en el poder en ese momento. Es más, solo unos meses después sería invitado, junto a otros financieros, a una cena con el primer ministro en el número 10 de Downing Street. En el Reino Unido, una “célula petrolera” encubierta trabajaba en el Ministerio de Relaciones Exteriores para evitar que las fuerzas de Gadafi obtuvieran combustible o lo vendieran en el extranjero. Desde Washington se levantaron las sanciones para que las empresas estadounidenses pudieran comprar el petróleo libio de Vitol. Pero que los gobiernos de Reino Unido y EE.UU. apoyaran la misión de Vitol, no significaba que estuvieran dispuestos a intervenir abiertamente en el conflicto bélico.

Muamar Gadafi, militar y político libio que gobernó el país durante 42 años (1969-2011) (Fuente: Wikipedia)

Había una alta probabilidad de que Gadafi activara las defensas antiaéreas, por lo que un aterrizaje convencional era demasiado peligroso. En el avión privado solo estaba Taylor junto a dos guardaespaldas contratados por la compañía para la ocasión, y Chris Bake, un neozelandés que dirigía las operaciones de Vitol en Oriente Medio. Bengasi era una ciudad inestable y sin ley a solo unos cientos de kilómetros de la línea de frente de un conflicto que se seguía librando. Hombres y niños con rifles de asalto Kaláshnikov atados a la espalda circulaban por las calles polvorientas. Sin embargo, antes de la guerra, Bengasi había sido el centro de la industria petrolera en Libia. Las mayores reservas de petróleo ubicadas en extensiones de áridos desiertos deshabitados, se encontraban más cerca de Bengasi que de Trípoli, la capital, aún bajo el control de Gadafi. La mayoría de estos yacimientos habían sido abandonados con el avance de los combates en el país, y los geólogos e ingenieros petroleros se reunían por las noches en la plaza principal de Bengasi para discutir la difícil situación de la nación. Fue allí donde Taylor y Bake se reunieron con Nuri Berruien, un veterano ingeniero petrolero que dirigía la rama rebelde de la Compañía Nacional de Petróleo de Libia, y era el encargado de cerrar el trato que podría salvar la revolución. Por suerte para Taylor y Vitol, el hombre que estaba al otro lado de uno de los acuerdos más arriesgados de la compañía, no era un loco cegado por la guerra, sino un profesional de la industria petrolera. “Corrimos un riesgo, pero era un riesgo razonable” afirmó Taylor.

De forma inmediata, la intervención de Vitol transformó el equilibrio de poder de la guerra. En los extensos y vacíos desiertos del norte de África, el suministro de combustible había sido siempre un factor determinante para la victoria. De hecho, durante la Segunda Guerra Mundial, fue aquí donde el general nazi Erwin Rommel, conocido como el Zorro del Desierto, cayó derrotado junto a su ejército por la falta de combustible. Sin embargo, gracias a Vitol, el ejército rebelde de Libia no correría el mismo destino que Rommel. A pesar del apoyo aéreo de la OTAN y de la financiación de Catar, los rebeldes no conseguían avanzar más allá de lo que era su bastión, el entorno cercana a Bengasi. Por ello, el objetivo estratégico era apoderarse de las ciudades petroleras más al oeste (Marsa El Brega, Ras Lanuf y Es Sider) en las que los leales Gadafi todavía controlaban el acceso a las enormes riquezas petroleras de Libia. Tras las primeras entregas por parte de Vitol, Marsa El Brega cayó en manos de los rebeldes el 17 de julio de 2011. Semanas después, un mismo destino correrían Ras Lanuf y Es Sider, y desde allí se hicieron con el control de los yacimientos petroleros. Para finales de octubre, los leales a Gadafi se encontraban aislados en una pequeña zona al oeste de Sirte. Un día, un grupo de combatientes rebeldes sorprendió al convoy de Gadafi huyendo en busca de refugio. Lo sacaron a rastras y lo mataron a golpes, un espantoso momento de triunfo que fue grabado desde un móvil y retransmitido por todo el mundo. Sin embargo, para Vitol la victoria estaba todavía muy lejos.

Poco después de que Taylor cerrase el trato en Bengasi, el acuerdo, que en principio debía ser secreto, se hizo público. A modo de respuesta, las fuerzas de Gadafi enviaron una avanzadilla a través del desierto para volar el acueducto de Sair-Tobruk, que unía los yacimiento de petróleo custodiados por los rebeldes con una terminal de exportación en la costa mediterránea, el lugar en el que Vitol había planeado recibir el petróleo que aceptaba como pago. “Ese fue el final de sus exportaciones de crudo durante un tiempo” comentó Bake con tristeza. Ahora Taylor se enfrentaba a un dilema, Vitol ya no podía cobrar en especie y cada entrega de combustible representaba un riesgo financiero. Si Taylor seguía suministrando petróleo, estaría apostando su empresa a que los rebeldes ganarían la guerra. Sin embargo, debía arriesgarse, si cortaba el suministro a los libios, sus socios de Catar, que durante mucho tiempo habían representado una fuente muy lucrativa para Vitol, se sentirían decepcionados. Además, Gadafi tenía miles de millones de dólares bloqueados en cuentas bancarias occidentales, por lo que si la guerra acababa mal para Vitol, los amigos de Taylor en los Gobiernos occidentales se aseguraría de que los pagos a la empresa se realizaran con esos activos bloqueados. De hecho, en septiembre de 2011 se desbloquearon 300 millones de dólares de estas cuentas para pagar a Vitol.

Durante los meses siguientes, los petroleros de Vitol enviaron un cargamento tras otro. Las descargas se iniciaban a la noche y debían concluir antes del amanecer. En muchas ocasiones, los operarios de los petroleros estaban tan cerca del conflicto que eran capaces de escuchar los disparos desde el barco. Durante 5 meses, Vitol envió 30 cargamentos de gasolina, diésel, fuel y gas licuado de petróleo hacia Libia. En un momento dado, cuando todos esperaban que la guerra concluyera y se reiniciara el suministro de petróleo libio, el Gobierno rebelde le debía a Vitol más de 1.000 millones de dólares, una cifra lo suficientemente grande para amenazar la seguridad financiera de la compañía. Por no hablar de que hubieran tenido serios problemas para recuperar su inversión si la guerra la hubiese ganado el otro bando “Fue una trato, para ser honestos, que fue mucho más allá de lo que debería haber ido. Podría haber salido muy, muy mal” comentó Taylor a posteriori.

Es imposible decir cómo habría acabado la guerra civil libia si Vitol no hubiera decidido suministrar combustible a los rebeldes, o si no hubiera seguido haciéndolo incluso cuando no podían pagarle. ¿Habría ocupado otro comerciante de materias primas el lugar de Vitol? ¿Habría encontrado el Gobierno de Catar otro modo de conseguir combustible para los rebeldes? Nunca se sabrá, pero hay algo que no se puede negar: sin los mil millones de dólares en combustible recibidos en un momento de imperiosa necesidad para los rebeldes libios, su derrota hubiera sido aplastante. No era la primera vez que un comerciante de petróleo tenía un papel determinante en la historia de Oriente Medio, y no sería la última. Para Libia, por desgracia, la historia no tuvo un final feliz. En los años posteriores al vuelo de Taylor a Bengasi, el país pasó de un conflicto a otro. La muerte de Gadafi no puso fin a los combates. Los señores de la guerra del país continuaron con una encarnizada batalla por controlar los yacimientos de petróleo, y para 2014, Libia se sumió en una segunda guerra civil que no concluyó hasta 2020. Además, la muerte de Gadafi tuvo una gran repercusión negativa y desestabilizadora en toda la región, ya que el arsenal del ejército libio fue saqueado y trasladado a países cercanos en los que se seguían librando conflictos. Entre ellas, Siria, donde el Estado Islámico consiguió una gran financiación armamentística de su lucha. Con los cadáveres acumulados en Libia y los efectos de la guerra civil extendiéndose por todo Oriente Medio, Taylor llegó a dudar de sus negocios. “Es difícil decir si lo hicimos bien. Estuve pensando en Libia el otro día y me invadió una sensación muy desagradable. Es algo que quizá no tendríamos que haber hecho.” comentó Taylor en una entrevista en 2019, mientras todavía se libraba la segunda guerra civil libia.

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