El Doctor Frankenstein y el perro de Pávlov
Artículo basado en el libro: "Eso no estaba en mi libro de historia de la psicología" de José T. Boyano.
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Cuando hablamos de psicólogos famosos, a todos nos viene a la mente un mismo nombre: Sigmund Freud, pero todos nos equivocamos, ya que Freud no era psicólogo, sino médico, más concretamente neurólogo. Si el encuestado tiene ciertas nociones o intereses por la psicología, es probable que mencione a otros afamados estudiosos de la mente como Jung, Skinner o Watson, pero lo más probable es que también conozca a Pávlov (aunque era fisiólogo), con sus perros y sus campanas. En este artículo abordaremos la vida de este intelectual, así como la dudosa ética de sus experimentos.
Iván Pávlov nació en Rusia en 1849, y a pesar de comenzar los estudios de teología, acabó dejándolo para empezar medicina y química. En 1904 fue galardonado con el premio Nobel de fisiología y medicina por sus investigaciones, en las que utilizaba perros operados. Inicialmente, desarrolló sus experimentos con la intención de estudiar la función digestiva; sin embargo, pronto se percató de que esas mismas investigaciones le permitirían estudiar la mente animal. Gracias a ello, se convirtió en una figura prestigiosa en el campo de la psicología y colocó los primeros ladrillos sobre los que se cimentaría la escuela conductista estadounidense (con Skinner y compañía) al desarrollar el condicionamiento clásico. Esta historia es más o menos conocida por cualquiera que tenga unas mínimas nociones sobre Pávlov; no obstante, es más tenebrosa de lo que parece si nos centramos en los animales que posibilitaron la historia: los perros de Pávlov como Druzhok, el perro que se convirtió en un laboratorio viviente.


Iván Pávlov
Antes de continuar con la historia de nuestro cánido, observemos unas nociones básicas sobre el experimento de Pávlov. Los perros, al igual que el ser humano, si van a introducir comida en su boca, comienzan a producir saliva a través de sus glándulas salivares, para realizar una pre-digestión y facilitar el paso del bolo alimenticio. Pávlov se percató de que no era necesario que la comida entrase en la boca para provocar esta salivación, simplemente al verla y olerla, se desencadenaba el proceso. Es más, la mera presencia del experimentador que le proporcionaba la comida, era suficiente para provocar la salivación. De esto, Pávlov dedujo que la respuesta se desencadenaba en base a un estímulo que no tenía por qué ser la propia comida en sí, sino cualquier estímulo que estuviese asociado a ella. Para tratar de estudiar su hipótesis empezó a utilizar una campana (en realidad era un metrónomo) como estímulo neutro e inmediatamente después, le proporcionaba comida al perro. De esta forma, el animal asociará el estímulo neutro que no desencadenaba respuesta con el estímulo incondicionado (comida) que si desencadena la respuesta de salivación. Tras repetir el proceso varias veces, el perro comenzaba a salivar simplemente al escuchar la campana, sin la necesidad de que hubiese comida cerca. Ahora sí, vamos con Druzhok.
Para empezar, si crees que la medición de la saliva se realizaba poniendo un cubo debajo del hocico del perro y midiendo la cantidad que le caía de la boca, estás muy equivocado. Para poder medir la cantidad de saliva, era necesario aplicar una fisura en la quijada (mandíbula) del perro, cerca del conducto de la glándula salivar, luego se le introducía una cánula (tubo) por la abertura y se recogían los fluidos vertidos por ella. Es decir, solo para hacer las mediciones de la saliva, era necesaria una cirugía, y no sería la única que practicarían los cirujanos del laboratorio de Pávlov. El perro, Druzhok, tuvo cierta fama ya que sobrevivió a una cirugía en la que habían perecido más de una veintena de perros. Pávlov, aparte de realizar las mediciones de la saliva, también estaba interesado en observar los jugos gástricos que son secretados por el estómago (recordemos que originalmente quería estudiar la función digestiva). El procedimiento para poder medir estos fluidos, se basaba en una cirugía en la que el estómago se dividía en dos partes; la más grande era la que funcionaba con normalidad, mientras que la otra, formaba una pequeña bolsa artificial, conocida como saco de Pávlov. En esta bolsa, es donde se almacenarían las secreciones gástricas sin ser contaminadas por los restos de comida. Un largo tubo que salía del animal permitía recoger las secreciones; para evitar que estos jugos (de carácter ácido) quemasen los tejidos del animal, por ello era imprescindible que las suturas se realizasen con la mayor precisión posible.


Druzhok con su cánula de saliva. Conservado en museo de Pávlov en San Petersburgo
A continuación, los perros debían someterse a una segunda operación, para poder asegurar que la comida no influía en las secreciones del estómago. La cirugía era relativamente sencilla pero también macabra: la extirpación del esófago, para asegurar que el origen de las secreciones eran factores psíquicos. El procedimiento se basa en abrir el cuello al animal y cortar el esófago, dejando la abertura al aire. De esta forma, al ponerle un bol de comida al animal, tras ingerirla, ésta no llegaba al estómago, ya que salía por la apertura y caía en el bol de nuevo. Además, era necesario que Druzhok se recuperará completamente tras las intervenciones de forma que tuviera sus conexiones nerviosas intactas y se pudieran obtener conclusiones significativas. Por suerte, o por falta de ella, Druzhok sobrevivió y se convirtió en un lucrativo laboratorio viviente para Pávlov.
Si bien es cierto que Pávlov fue la mente pensante detrás de estos experimentos, Druzhok fue la mente que se estudió, y no obtuvo ningún reconocimiento por ello. Dudo que ninguno de los lectores conozca su nombre, ni siquiera aparece su nombre de pila entre todos los escritos de Pávlov. Tal vez, en vez de denominar a este experimento como el perro de Pavlov, deberíamos llamarlo como el experimento de Druzhok y el humano.
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