El inicio del debacle del Estado venezolano
Artículo basado en el libro: "Autocracia S.A. Los dictadores que quieren gobernar el mundo" de Anne Applebaum.
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Esta es la historia de cómo el poder y el ansia de preservarlo pueden corromper a cualquiera. Es una historia real sobre cómo los altos estándares éticos que suelen representar las chispas que encienden las revoluciones pueden quedar en papel mojado por la corrupción que genera el poder. La desmedida avaricia que gobierna la mente de la mayoría se incrementa exponencialmente cuanto mayores son sus botines y fortunas. Esta es la historia de cómo la República Bolivariana de Venezuela se convirtió en el estado fallido y corrupto que hoy conocemos.
El presidente Hugo Chávez llegó al poder en 1998. A pesar de que en ese momento Venezuela era una de los países más ricos de América Latina y una de las democracias más sólidas de la región, como muchos otros estados petroleros, Venezuela era nepotista y corrupta. Sin embargo, cuando el precio del petróleo cayó en en los años noventa, las corruptelas del gobierno enfadaron mucho a los ciudadanos. Chávez, un teniente coronel del ejército que había dado un golpe de Estado fallido en 1992, detectó ese enfado y lo empleó en su campaña electoral. Cuando salió de la cárcel, ganó las elecciones presentándose contra la corrupta República de Venezuela, y prometió crear una República Bolivariana de Venezuela más honrada. En sus inicios, Chávez trató de trasladar los cuantiosos beneficios del petróleo al pueblo. Con la nacionalización de PDVSA (la actual empresa estatal petrolera), los ingresos de las arcas públicas se incrementaron y gran parte de ellos se dedicaron a programas sociales. Bajo el gobierno de Chávez, la pobreza en Venezuela pasó del 49% (1998) al 27% (2011) según datos del CEPAL, la población con acceso a agua potable pasó del 80% al 95%, con la “Misión Robinso”, más de 1,5 millones de venezolanos aprendieron a leer y a escribir (según la UNESCO), en colaboración con Cuba, más de 10.000 clínicas fueron establecidas en las zonas urbanas marginales y rurales, más de 500.000 viviendas fueron construidas para familias de bajos ingresos (según datos oficiales del gobierno) y la desnutrición infantil pasó de un 7,7% (1999) a un 2,9% (2011) según los datos de organismos internacionales. Si atendemos a estos datos, podría parecer que Chávez fue el presidente que se merecía el pueblo venezolano, pero no es oro todo lo que reluce.


El presidente Hugo Chávez (Fuente: Wikipedia)
A un tiempo de ganar las elecciones, el nuevo presidente venezolano se reunió con el jefe de la policía interna, Jesús Urdaneta. Ambos se conocieron cuando eran jóvenes cabos en el ejército, y ambos fueron a la cárcel por el golpe de Estado fallido de 1992. Urdaneta fue a ver a Chávez porque tenía pruebas de que el nuevo Gobierno también había empezado a incurrir en prácticas corruptas. Informó al presidente de que varios altos cargos de su Gobierno estaban inflando las facturas de los contratos públicos, incluído el contrato para la impresión de la nueva constitución. Según explicó años después, Urdaneta instó a Chávez a poner fin a ese proceder. Si se negaba, dijo, ese comportamiento corrupto se generalizaría. Aunque Chávez lo escuchó, no hizo nada. Unas semanas después, de forma imprevista, el presidente pidió la dimisión de su amigo Urdaneta, y el Tribunal Supremo de Venezuela bloqueó cualquier intentó de investigar la corrupción. Cómo Urdaneta predijo, la élite gobernante captó el mensaje: “Si eres leal, puedes robar”. Chávez tomó una decisión y aceptó la cleptocracia. El presidente apostó a que los funcionarios corruptos serían más manejables que los honestos, y acertó. Por dinero baila el mono.
En los años siguientes, los compañeros de Chávez apoyaron la campaña del presidente para eliminar todo tipo de rendición de cuentas y transparencia, ya que esto le permitiría mantenerse en el poder. Las instituciones democráticas (la prensa, los tribunales, la administración pública…) se fueron debilitando y sus partidarios le siguieron la corriente en ese aspecto. Los empleados del Estado adoptaron la práctica de la omertá: mantener la boca cerrada (y sus bolsillos abiertos), y como todo el mundo infringía la ley, nadie quería hablar de ello. Durante los 14 años que Chávez estuvo en el poder, Venezuela se embolsó casi 800.000 millones de dólares en ingresos por exportaciones de petróleo. Gran parte de este dinero se empleó para financiar planes estatales de prestaciones sociales (consiguiendo los logros arriba mencionados), pero otra parte acabó en cuentas bancarias de todo el mundo. Un ejemplo es el caso de varios altos cargos de PDVSA que habían estado ocultando millones de dólares robados en el banco portugués Espírito Santo. Otros tantos millones también fueron ocultados por los altos funcionarios en bancos suizos (que raro que aparezca Suiza en un caso de corrupción) y de Andorra. Transparencia Venezuela, una organización sin ánimo de lucro, ha documentado 127 casos de corrupción relacionados con PDVSA. Sin embargo, el dinero del petróleo no fue la única fuente de ingresos ilícita. Apareció un nuevo método de corrupción, la manipulación de los tipos de cambio.
El Gobierno estableció un cambio oficial de bolívares a dólares (y otras divisas extranjeras) para bienes de primera necesidad, estudiantes en el extranjero y otros sectores prioritarios. Sin embargo, este tipo de cambio estaba muy alejado de la realidad. Pronto, muchos jóvenes estudiantes empezaron a falsificar matrículas y a exagerar los costes de estudio y manutención para aprovecharse del cambio favorable de bolívares a dólares, y luego vendían los dólares al cambio real generando cuantiosos beneficios. Esto generó un pequeño boom de venezolanos en academias de inglés de Dublín y sus alrededores, con los tipos de cambio artificiales establecidos por el Gobierno, estos “viajes académicos” se volvieron muy rentables. En el país, los dólares baratos podían cambiarse en el mercado negro por muchos más bolívares de los que habían costado inicialmente. Un periodista lo llamó “democratización de la corrupción”. Al mismo tiempo, aparecieron grandes defraudadores que solicitaban cientos de millones de dólares al cambio artificial para importar suministros médicos, equipos de telecomunicaciones, ordenadores y otros bienes prioritarios (valientes hijos de…). Si Venezuela necesitaba importar algo, alguien se encargaba de generar la documentación falsa y efectuar discretos sobornos para obtener acceso a la moneda barata. Lógicamente, esto generó unas pérdidas mil millonarias para el Estado venezolano, lo cual se hizo visible en Caracas (la capital) donde hay multitud de edificios de pisos nuevos vacíos, cuya existencia se debe a un efecto secundario de este blanqueo de dinero masivo.


Caracas capital de Venezuela
El declive comenzó cuando en 2002-2003, Chávez sumió al sector petrolero en el caos al despedir a 19.000 trabajadores en huelga y sustituirlos por partidarios al régimen. Cuando los precios del petróleo bajaron y la primera administración de Trump impuso sanciones a PDVSA (luego defiende el libre mercado…) la estrepitosa caída se aceleró. Al mismo tiempo, los fraudes del tipo de cambio hicieron que Venezuela sufriera una escasez de gran cantidad de productos. Miles de millones de fondos estatales se habían volatilizado sin dejar rastro y la hiperinflación se aceleró. La corrupción se había generalizado y sustituyó a la democracia.
¿Cómo puede sobrevivir un Estado cleptócrata cuando le imponen sanciones económicas internacionales? Pues necesita nuevas vías de financiación, como el narcotráfico, la explotación ilegal de minas, la extorsión, el secuestro o el contrabando de gasolina. Generales, exministros y funcionarios venezolanos han sido sospechosos de tráfico de cocaína e incluso condenados. Los secuestros continúan siendo un peligro conocido a día de hoy en el trayecto del aeropuerto al centro de Caracas. Sin embargo, los países sancionados tienden a ser socios comerciales, con lo que Venezuela dispone de otras vías para financiarse. Con empresas que no solo no les molesta la corrupción, sino que están encantadas de fomentarla, el juego de la cleptocracia se hace más fácil. Cuando muchas empresas extranjeras abandonaron Venezuela debido a la inestabilidad y el riesgo, una serie de compañías rusas acudieron para ocupar su lugar. Rosneft, Gazprom, Lukoil y TNK-BP (un consorcio ruso-británico) invirtieron dinero en el petróleo, la agricultura y el sector manufacturero venezolanos. Las exportaciones de cereales rusos subvencionados a Venezuela aumentaron y sustituyeron a los cereales que antes llegaban desde EE.UU. y Canadá. Gasolina, armas y equipación militar empezaron a llegar desde Rusia. Cómo las instituciones internacionales no estaban dispuestas a prestar dinero a Venezuela, China dio un paso al frente para ocupar su lugar. Al principio se lo prestó sin condiciones pero en 2014, los chinos se dieron cuenta de que podrían no recuperar los casi 30.000 millones de dólares prestados, por lo que los inversores chinos empezaron a pedir cambios en las políticas de estado. Varios funcionarios chinos mantuvieron conversaciones clandestinas con la oposición venezolana, pero eso no les impidió vender a Maduro sistemas de vigilancia y equipos antidisturbios (cañones de agua, pistolas de gas lacrimógeno…). Del mismo modo, Venezuela, eludiendo las sanciones de UE, exporta oro a Turquía y recibe alimentos a cambio. Pero ninguno de estos países tiene una relación tan estrecha con Venezuela como la de Irán. Ambos países tienen muy poco en común (salvo su antiamericanismo), pero a su vez, ambos han sido totalmente marginados por la comunidad internacional, por lo que su vínculo se refuerza con el agravio compartido. Desde el año 2000, los iraníes compran oro venezolano y envían gasolina, alimentos y expertos en diversos ámbitos como el refinamiento de petróleo.
Aunque la ayuda de Irán por sí sola habría mejorado mucho la situación del régimen venezolano, si le sumamos la ayuda de China, Rusia, Cuba o Turquía, podemos dar una explicación a que el impopular Gobierno de Maduro se haya mantenido a flote estos últimos años. ¿Qué es lo que tienen en común estos países? Sencillamente que todos ellos son enemigos tanto comerciales como militares de EE.UU. Las sanciones económicas y el fin de las relaciones comerciales puede sumir a un país en la ruina, y EE.UU. junto con su perrito faldero (la Unión Europea) se han dedicado a imponer este tipo de sanciones a diestro y siniestro por todo el globo. Así que debemos tener cuidado cuando calificamos de maldad absoluta a estos países, ya que ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos.
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