El muro de Berlín y la guerra de Irak

Artículo basado en el libro: "La venganza de la geografía: como la geografía cambia el destino de las naciones" de Robert D. Kaplan.

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Cuando hablamos de geografía, podemos estar hablando de dos cosas muy diferentes. Por un lado, está la geografía física (con mucho de geología), que se encarga del estudio de los procesos naturales y características físicas de la Tierra, para lo que requiere del apoyo de otras ramas de la ciencia como la topografía, la climatología, la hidrología y un largo etcétera que la convierten en un ámbito multidisciplinar apasionante. Por otro lado, está el hermano feo de la familia, la geografía política. Esta ciencia social (la otra rama es una ciencia natural), se encarga del estudio de la división política del mundo, así como de las formas en las que se administran las naciones (demografía, formas de gobierno, geopolítica…). Es decir, uno de sus principales nichos de investigación son las fronteras, y ¿hay algo más arbitrario que una frontera?, la respuesta es sí, obviamente hay muchísimas cosas más subjetivas que las fronteras, como cualquier opinión sobre cualquier cosa. Aun así, resulta curioso, sino ridículo, que una ciencia se encargue de estudiar algo subjetivo, carece de sentido ¿no?, ¿Cuándo perdió el sentido la geografía? Las posibles respuestas son muchas y muy variadas, pero aquí va una; con la caída del muro de Berlín.

Francis Fukuyama (economista político estadounidense), unos meses antes de la caída del muro de Berlín, dando gala de unos poderes premonitorios asombrosos, publicó un artículo titulado “El fin de la historia” (posteriormente publicado como uno de sus ensayos más influyentes), en el que proclamaba que, aunque siguiera habiendo guerras, la historia, en un sentido hegeliano, había llegado a su fin. Es decir, la dialéctica entre fuerzas opuestas que actuaba como motor de la historia, había concluido. Las democracias liberales capitalistas habían zanjado el debate sobre qué forma de gobierno era mejor. La hegemonía mundial ya no estaba en disputa, solo quedaba un bloque de los dos que iniciaron la guerra fría, y la globalización amenazaba con extender su ideología por todo el mundo. Los países empezaron a creer que bajo las banderas de la “democracia” y el “libre mercado”, el bloque hegemónico vencedor traería libertad y prosperidad para sus habitantes. Se tenía tanta ilusión en ese supuesto “fin de la historia” que incluso se creía en que África, el continente más pobre y con las fronteras más artificiales (solo hay que ver un mapa para observar que están hechas con regla y sin respeto), sucumbiría a las revoluciones democráticas. Como si la caída de la Unión Soviética tuviera un significado profundo para naciones situadas a miles de kilómetros. Aun así, lo cierto es que las democracias llegaron a África, pero no sin presentar una ardua batalla, en la que los fantasmas de la anarquía (en muchos países de África occidental) y la crueldad desmedida (Ruanda) se instalaron durante largo tiempo.

La caída del muro, creó una nueva Europa, la Europa Central, que trataba de abandonar la antigua terminología referida al bloque occidental y el bloque del este. Esta Europa central se convirtió más en un ideal que en una realidad geográfica. Se volvió una especie de evocación romántica y apasionada de los generosos vinos y las hermosas cafeterías vienesas, donde se hablaba sobre el último cuadro de Klimt, la música de Mahler o las teorías de Freud. La Europa central no representó más que la reconversión de la geografía de la guerra fría, un anuncio con patas para demostrar los beneficios y progresos del liberalismo capitalista. Sin embargo, años después estalló una guerra étnica en Yugoslavia, y Europa Central pasó de representar la unión, a representar la división. Aun así, muy hábilmente, se empezaron a considerar los Balcanes como una región de Oriente Próximo y no de la Europa Central refundada y maravillosa, demostrando que los malabares con la geografía eran la especialidad de los líderes de opinión de la época. Al considerar la Europa Central no sólo como un norte geográfico, sino también como un norte moral, muchos de sus intelectuales consideraron que ni los Balcanes ni África, debían ser abandonados al subdesarrollo y a la barbarie. La caída del muro debía contagiar el ideal de la Europa Central a todo el mundo. No obstante, esta idea exaltada, saca a la palestra una problema incómodo, sencillamente, que Europa Central no es una realidad en un mapa físico. Es un fallo geográfico fundamental en el que se contraponen los intereses oceánicos de la Europa marítima, con los intereses continentales del corazón continental euroasiático. Esta última región ha resultado ser una zona de elevado interés a lo largo de la historia del siglo XX en Europa. Por una lado, ambas guerras mundiales pivotaban en torno a la posible dominación que Alemania estableciese al este del corazón continental euroasiático; mientras que la guerra fría se basaba en la posible dominación que la URSS realizará al oeste de esta región. Lo mismo ocurrió con las dos Alemanias, mientras la occidental era más comercial, industrializada y tenía mayores intereses en la Europa marítima (mar del Norte y océano Atlántico), Alemania oriental, como antigua Prusia, tenía unos intereses expansionistas hacía el este, hacia el corazón continental. Es por estas razones que reputados geógrafos, han afirmado que la zona limítrofe de Alemania Oriental y Occidental, es una de las más antiguas de la historia, y la misma que separaba a las tribus francas y eslavas en la Edad Media. Es decir, por raro que parezca, existía poca artificialidad en la frontera que delimitaba el muro de Berlín, pero sobre todo, las dos Alemanias. Además, algunos geógrafos afirmaban que esta frontera debía ser restablecida para poder estabilizar la lucha entre la Europa marítima y el corazón continental. Por esta razón algunos intelectuales se opusieron a la reunificación de Alemania, ya que se restablecería la antigua potencia provocando un desequilibrio en la balanza. ¿Hacia dónde se posicionaría la antigua Alemania? Da igual si se posicionaba junto a la Europa marítima (Reino Unido y Francia) como si lo hacía con el corazón continental (Rusia), en ambos casos desajustaría el equilibrio.

Como supongo que tienes un mínimo de noción de historia reciente, sabrás que Alemania, finalmente se posicionó con la Europa marítima y la Unión Europea. Por esta razón, al tener a Europa Central como norte y guía, la conquista de la democracia se dirigió al sur. Primero a Bosnia, luego a Kosovo, continuando hasta Bagdad. Y aunque una pequeña parte de la población se opuso a la intervención en Bosnia, esa proporción se incrementó considerablemente cuando hubo que posicionarse en torno a la intervención en Irak. Las intervenciones militares tardías, pero efectivas, en Bosnia (1995) y en Kosovo (1999) por parte de la OTAN (en especial EE.UU.) tuvieron cierta oposición inicial, pero se utilizó la analogía con Vietnam para justificarlo. Sin embargo, pronto se resolvieron ambos conflictos, con pocas bajas, lo que permitió a los yankees exhortar la maldición de Vietnam que tanto pesaba sobre sus hombros. Los terribles soldados imperialistas de la guerra de Vietnam, se convirtieron en adalides del humanismo, ya que luchaban contra el genocidio. Pero un genocidio blanco, que resulta de mayor interés, ya que en el genocidio ruandés (1994) donde murieron más de 1 millón de personas en 3 semanas, no decidieron intervenir. Aun así, las imaginarias fronteras de la Europa Central no parecían tener límites y unos años después, tras los sorprendentes resultados recabados por EE.UU. y la OTAN en Bosnia y Kosovo, se llevó a cabo la invasión de Irak (2003). Como todos sabemos, la falsa justificación de esta invasión, se basaba en las ficticias armas de destrucción masiva que supuestamente poseía el país. Nadie habló de la defensa de los intereses y la expansión territorial de Israel, ni tampoco se habló de los réditos (tanto económicos como de influencias) que había proporcionado las campañas en Bosnia y Kosovo. De esta forma es como la Europa Central, aliada con los norteamericanos, han conseguido que sus ideales se hayan tratado de imponer a través de guerras democratizadoras en medio mundo, y para sorpresa de nadie, el mundo sigue en guerra.

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