El orgasmo clitorídeo

Articulo basado en el libro: "Brontosaurus y la nalga del ministro" de Stephen Jay Gould.

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Desde los comienzos de la historia de la sexualidad, el orgasmo femenino ha supuesto una incógnita en términos evolutivos. La utilidad o funcionalidad del orgasmo masculino es evidente, ya que al alcanzarlo se produce la eyaculación, y en caso de coito, la inseminación que permitirá la procreación. Pero, ¿qué funcionalidad muestra el orgasmo femenino?, sobre todo teniendo en cuenta que en muchas relaciones sexuales (que pueden acabar en procreación) la mujer no alcanza el orgasmo.

Como la inmensa mayoría de lectores sabrá, el lugar principal para la estimulación hasta el orgasmo en una mujer, es el clítoris. Para analizar el orgasmo femenino citaremos datos de los estudios más leídos sobre el tema hasta la fecha* (aclaración al final del artículo). El informe Kinsey (1953), el libro de Masters y Johnson (1966) y el informe Hite (1976). En el primer informe mencionado, se realiza un estudio genital que determina que el clítoris está tan abundantemente inervado como el pene, por lo que tendrá la misma capacidad de excitación; mientras que las paredes de la vagina, por el contrario, están desprovistas de nervios terminales del tacto, y son bastante insensibles. Sobre los datos de masturbación femenina presentados en este informe, se determina que el 84% de las mujeres encuestadas (8.000) que se han masturbado alguna vez, lo hacen mediante estimulación de los labios vaginales o el clítoris. Por otro lado, en la encuesta de masturbación del informe Hite realizada sobre 3.0000 mujeres, el 79% afirmaba que lo hacía mediante estimulación directa del clítoris, frente al 1,5% que lo hacía empleando la penetración vaginal con sus dedos o algún otro utensilio. Este mismo informe indica que la frecuencia del orgasmo femenino en el coito, es tan sólo del 30%, y que solo se suele alcanzar con penetración y estimulación simultánea del clítoris. El libro de Masters y Johnson concluye que los orgasmos femeninos son idénticos en su fisiología y clitoirídeos en su origen. A partir de estos datos, Hite concluyó que el coito nunca nació para estimular a las mujeres hasta el orgasmo, y que las técnicas de la masturbación y las caricias son más eficientes para alcanzarlo que el propio coito. Es decir, el orgasmo femenino no representa un mecanismo evolutivo que gratifique a las mujeres para promover la procreación. Por lo tanto, como en el desarrollo embrionario temprano, el clítoris y el pene son prácticamente indistinguibles (la acción de la testosterona en hombres es lo que agranda el pene), las terminaciones nerviosas serán las mismas, y el orgasmo femenino no es más que un subproducto de la utilidad del orgasmo masculino; lo mismo que ocurre con los pezones masculinos, que no son más que un subproducto de la utilidad de los pezones femeninos. Sin embargo, el caso que nos atañe (el del clítoris y no el de los pezones) sufre mayor controversia, ¿por qué?

La respuesta a esa pregunta puede ser multifactorial. Por una parte, puede que se deba a la simple aunque notoria vanidad masculina, ya que los hombre no pueden soportar que el orgasmo femenino no surja exclusivamente de los esfuerzos que ellos realizan durante el coito. Pero las causas van más allá, ya que el orgasmo femenino es una paradoja, no sólo para las tradiciones darwinistas, sino por el sesgo de utilidad presente en todas las teorías de la evolución basadas en la funcionalidad (tanto la de Lamarck como la de Darwin). Es decir, según estas teorías funcionalistas, la evolución surge por un éxito reproductor diferencial, y por ello, el placer sexual debe surgir por evolución como un estímulo para la procreación; sin embargo, como se ha indicado, el coito per se no promueve el orgasmo en las mujeres, mientras que en los hombres ese orgasmo se obtiene mediante la eyaculación, lo cual sí que representa un estímulo para la procreación. Esto es, en los hombres el placer máximo está ligado a una mayor posibilidad de engendrar descendientes, mientras que en las mujeres no; pero, ¿cómo puede ser que en las mujeres el placer sexual esté tan desligado de su funcionalidad? Simplemente porque el orgasmo femenino no representa ninguna adaptación evolutiva.

Aun así, existen diversas hipótesis sobre que el orgasmo femenino sí que representa una adaptación, como es el caso de aquellos científicos que defienden que el orgasmo femenino serviría para mejorar y mantener los lazos de pareja, ya que reciben placer a través de las relaciones sexuales. Dicho de otra forma, el orgasmo femenino hace más fácil a la hembra ser satisfecha por un único hombre al producir lazos emocionales más fuertes, en parte gracias a la liberación de oxitocina, hormona comúnmente conocida como la hormona del apego y que también se libera en grandes cantidades en el parto. Esta especulación sobre la supuesta adaptación evolutiva que representa el orgasmo femenino, se fundamenta en que la capacidad para que las hembras tengan un orgasmo, es exclusivamente humana. Pero la experimentación ha demostrado que mientras que las mayoría de hembras de mamíferos no experimenta un orgasmo durante la cópula, la estimulación prolongada del clítoris ya sea en la naturaleza, o artificialmente en el laboratorio, es capaz de producir el orgasmo en las hembras de una gran cantidad de mamíferos. Otra hipótesis, radica en que la disociación entre orgasmo y coito, es una adaptación para un comportamiento promiscuo de las mujeres, con la intención de asegurarse el apoyo de varios machos para evitar que estos causen daño a su descendencia. De esta forma, se evitan casos como el que ocurre en los leones, entre los cuales cuando un nuevo macho aparece en un grupo, puede matar a los hijos de una leona (infanticidio) con el objetivo de que esta vuelva a entrar en celo y así poder procrear. Aun así, ¿Cuál es el problema de que no se trate de un rasgo adaptativo?, ¿por qué una explicación basada en la no adaptación es un desastre?

En el caso de los pezones masculinos, es obvia su inutilidad, y por ende su explicación no adaptativa. Es más, resulta fascinante ya que explica un factor de importancia sobre el desarrollo estructural de un organismo, además de contradecir un falso supuesto que daña la biología evolutiva, sobre la necesidad de adaptación para explicar el desarrollo de las estructuras biológicas. Es posible que la causa que mueve a diversos investigadores a evitar la disociación entre orgasmo y coito, se base en que resulta degradante para la sexualidad femenina. Sin embargo, no es más que una evidencia de la anatomía humana, resultado de que los dos sexos sean variaciones en una pauta de desarrollo común. Por otro lado, sí que existe una hipótesis que tuvo efectos perniciosos sobre millones de mujeres, basada en la falsa suposición de que el orgasmo clitorídeo es un orgasmo infantil que no puede representar el comportamiento natural de una hembra madura. Y esta hipótesis tiene nombre y apellido: Sigmund Freud, concretamente, la teoría de la transferencia del orgasmo clitorídeo al orgasmo vaginal.

Freud indica en sus libros que en las niñas, la principal zona erógena está situada en el clítoris, en lo cual tiene toda la razón, el problema reside en la supuesta transformación que ocurre en la pubertad y define la sexualidad de la mujer madura. Freud defiende que tras la pubertad, la excitación del clítoris solo sirve para transmitir la excitación a las zonas adyacentes (la vagina) y que existe una transferencia entre ambas zonas erógenas. Estas afirmaciones tuvieron gran calado cuando las teorías del psicoanalista austriaco permeaban por todos los poros de la cultura europea. Además, originó la frustración de millones de mujeres que leían en revistas y “manuales matrimoniales” esta transición biológicamente imposible de alcanzar, por no hablar de que denominaba frígidas a aquellas mujeres que no eran capaces de realizar la transferencia, y que era causada por la supuesta mayor incidencia de las neurosis e histerias que afectaban a las mujeres. Aun así, como ya se ha mencionado anteriormente, las paredes vaginales, al tener una muy menor sensibilidad que el clítoris, no pueden generar el orgasmo, y no existe ninguna evidencia sobre que la vagina sea la única fuente o incluso la principal en la excitación sexual de ninguna hembra. Esto echa por tierra la teoría Freudiana sobre la transferencia.

En definitiva, no debemos tener una concepción funcionalista o adaptacionista sobre la anatomía de nuestros cuerpos, ya que es muy restrictiva y frecuentemente falsa. El caso del orgasmo clitorídeo, es un claro ejemplo de ello, ya que como se ha visto en este artículo, no muestra evidencias de ser un rasgo adaptativo, sino que su explicación fundamental, se centra en la homología entre el clítoris y el pene; por mucho que haya gente a la que le moleste.

*Este artículo se basa en el libro citado que fue publicado en el año 1991, por lo tanto los estudios referenciados son los más leídos sobre el orgasmo femenino hasta esa fecha, no hasta la fecha actual.

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