El origen de la supremacía masculina y el complejo de Edipo
Artículo basado en el libro: "Caníbales y Reyes" de Marvin Harris.
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Aunque haya gente que crea que la supremacía masculina ha permanecido tanto tiempo en la sociedad, que debería ser una superioridad natural; se trata de una falacia similar a la de indicar que la guerra es algo natural. Ninguna de las dos es natural, y como veremos en este artículo, no son más que mecanismos de respuesta evolutiva ante las presiones reproductoras y ecológicas. En las sociedades del nivel de bandas y aldeas, la práctica de la guerra es la responsable de la presencia de una serie de instituciones favorecedoras de la supremacía masculina. Es decir, estas instituciones, surgieron como consecuencia de la guerra, del monopolio masculino de las armas y del sexo que fomentan las personalidades masculinas agresivas. Para comprender bien este proceso de suprematismo masculino, será necesario que analicemos las diversas formas de organización social en base al género.
Atendiendo al Atlas de Etnografía de George P. Murdock, que estudia 1.179 sociedades, se observa como dentro de esos grupos humanos es cinco veces más numerosa la patrilinealidad que la matrilinealidad. Es decir, que es 5 veces más frecuente que los hijos de una pareja, sean considerados del grupo de filiación del padre (familia o tribu), en vez del de la madre (hoy en día lo que nos queda de patrilinealidad sería que el hijo presente primero el apellido del padre). Además, sólo en un tercio de las sociedades matrilineales, los hijos casados permanecen con la madre (matrilocalidad); en otro tercio, los hijos casados residen con los hermanos de la madre, proceso que se indica como avunculocalidad, en donde a pesar de ser una sociedad matrilineal, son los hermanos de la madre los que controlan a los hijos y la propiedad del grupo familiar. El caso contrario, donde una sociedad patrilineal los hijos casados residen con las hermanas del padre, se conoce como amitalocalidad, pero no ha sido registrado en ninguna sociedad.
En cuanto a los diferentes matrimonios, también se observa un favorecimiento claro del hombre. Por ejemplo, la poliginia (un marido varias esposas) tiene una frecuencia 100 veces superior a la poliandria (una mujer varios maridos). El primero, se trata de la mejor forma de utilizar el sexo y a las mujeres como “recompensas” de la conducta “masculina” agresiva. Mientras que la poliandria, favorece maridos serviles que serían la recompensa por una feminidad feroz y competitiva. Sin embargo, un conflicto entre estos dos grupos, favorece al primero gracias a la presencia de hombres robustos y agresivos, explicando así esa mayor frecuencia entre las distintas sociedades. Del mismo modo, cuando se establecen matrimonios en diversas comunidades, es típico que la familia del novio, proporcione objetos de valor a la familia de la novia, para compensar la pérdida de sus servicios reproductivos, conocido como “precio de la novia” (no confundir con la dote que es entregada por la familia de la novia al novio, con objeto de facilitar el mantenimiento del matrimonio y la descendencia, así como establecer alianzas políticas). No obstante, el término “precio del novio” solo ha sido registrado en una sociedad, mostrando de nuevo la disparidad que privilegia al hombre.


Otras diferencias que privilegian al hombre se pueden observar en sociedades a nivel de bandas o aldeas, en las que el jefe tribal, así como los líderes religiosos (como los chamanes) suelen ser hombres, con raras excepciones en los que aparecen mujeres. Del mismo modo, mientras la sangre de la menstruación es considerada como impura y contaminante, el semen del hombre se emplea en rituales para mejorar la salud y el bienestar. Otra de las diferencias que favorecen al hombre, es la división de trabajo, ya que las mujeres siempre se les encarga tareas más pesadas como moler, recolectar, desherbar, recoger agua y trasladar a los hijos de un lado a otro. Mientras que los hombres se encargan de tareas de mayor intensidad física, como la guerra o la caza, que suelen ser más breves y por lo tanto más ligeras.
La teoría del autor del libro, reside en que todas estas asimetrías se generan como consecuencia de la guerra y del monopolio masculino de las armas. Bajo esta premisa, una comunidad, debería centrarse en torno a un grupo de hombres que batallarían en las guerras de forma óptima y emplearían a las mujeres como recursos de intercambio, explicando así la patrilinealidad, la patrilocalidad y el “precio de la novia”. Mientras que el empleo de las mujeres como recompensa de la agresividad masculina, desarrollaría la poliginia. Aun así, existen varias sociedades muy combativas que tienen tendencias nulas a la supremacía masculina, como los iroqueses, que a pesar de ser muy beligerantes, son matrilineales, matrilocales y no pagan el “precio de la novia”. De hecho, es bastante común la asociación de la matrilinealidad con un feroz militarismo, pero sin olvidar que la matrilinealidad tan solo esta presente en el 15% de las sociedades. Esto resulta contradictorio, ya que si la guerra ha impulsado el desarrollo de la patrilinealidad y patrilocalidad, ¿Cómo es posible que también haya desarrollado la matrilinealidad y la matrilocalidad? La respuesta es sencilla, porque hay dos tipos de guerra.
En las sociedades matrilineales, por lo general, se realiza lo que se conoce como “guerra externa”, es decir, una guerra basada en incursiones en territorios lejanos contra individuos de otros grupos que muestran un idioma y una cultura diferentes. Mientras que la guerra practicada entre las sociedades patrilineales se conoce como “guerra interna” ya que son guerras entre pequeños grupos perteneciente a aldeas cercanas que hablan el mismo idioma y comparten costumbres. La “guerra externa” y la matrilinealidad se asocian debido a que en este caso los hombres (los que participan en las guerras) al casarse se mueven entre las diferentes aldeas (debido a la matrilocalidad), de forma que establecen nuevos vínculos con otros hombres de otros grupos, y se favorece el desarrollo de la paz y la cooperación entre comunidades, así como una organización militar para combatir a enemigos comunes. Sin embargo, no todas las sociedades que practican la guerra externa son sociedades matrilineales y matrilocales, un ejemplo característico son los conocidos masái de África, que son patrilineales y patrilocales y desarrollan la “guerra externa”. Aun así esto se puede justificar ya que se trata de sociedades basadas en el pastoreo, las cuales tienen una actitud militarista expansionista, con la intención de buscar nuevos territorios para alimentar a su ganado.


De esta forma, se puede observar como el matriarcado seguirá estando excluido mientras los hombres monopolicen las técnicas y la tecnología de la violencia física y la guerra. Por eso, dentro de las sociedades matrilineales, es muy común la avunculocalidad, ya que los hombres se niegan a que sean las mujeres las que se encargan del reparto de la propiedad familiar, mientras que la amitalocalidad ni siquiera existe. También explica por qué el “precio del novio” a penas está presente en comparación con el “precio de la novia”, o porque la poliandria no es tan numerosa en las sociedades matrilineales, como la poliginia en las patrilineales, aunque esto también se debe a que el sexo es empleado como recompensa al valor masculino. Aun así la matrilinealidad si puede mostrar algunos signos de moderación en cuanto a la supremacía masculina. Un caso concreto radicaría en el trato del marido a la mujer, ya que al estar en casa de la familia de la mujer, es normal que esté la trate con respeto, por ejemplo las mujeres iroquesas se ofenden terriblemente si son golpeadas por sus maridos, pudiendo llegar a suicidarse para vengarse de lo malos tratos. Sin embargo, aunque estas actitudes muestran un comportamiento más humano y racional por parte de los hombres, no es indicio de que hombres y mujeres sean tratados igual. Lo importante es que ninguna mujer iroquesa golpearía a su marido ya que su venganza no se asemejaría en nada al suicidio. Por lo tanto, hay que concluir que la matrilinealidad, no es lo mismo que supremacía femenina, aunque si modera o reduce la supremacía masculina en comparación con la mayoría de sociedades patrilineales y patrilocales.
Además de lo mencionado, existe otra razón por la cual la guerra influye de forma notoria en los papeles sexuales, y se basa en que las teorías modernas (el libro es de 1977) sobre los papeles sexuales, emanan de psicólogos y psiquiatras freudianos. Estos profesionales cometieron un error al invertir la causalidad, pensando que la guerra debería ser la consecuencia de la masculinidad agresiva, en vez de suponer que esa agresividad es consecuencia de la guerra, idea que ha penetrado profundamente en la cultura popular. Freud propuso que la agresividad era una manifestación de la frustración de los instintos sexuales de los hombres, es decir, la sublimación de la frustración sexual. Concretamente, establece que el hombre debe competir con el padre por el dominio sexual (o atención) de una misma mujer (la madre), entregándose a la fantasía de acabar con su rival; esto es a lo que Freud denominó como complejo de Edipo. Este conflicto se resuelve cuando el niño dirige esa agresividad hacia actividades socialmente “constructivas” como podría ser la guerra. Es decir, la guerra no es más que un acto de sublimación de la agresividad contra el padre. En el caso de las niñas, estas también muestran una sexualidad inicial dirigida a la madre, pero en la fase fálica hace el descubrimiento de que carece de pene. En ese momento la niña responsabiliza a su madre por la castración, y traslada su amor hacia su padre, ya que éste posee el órgano del que ha sido despojada. Sin embargo, este amor hacia su padre y hacia otros hombres, se mezcla con la envidia, ya que poseen el órgano que ella ansía. De esta forma, mientras que los niños deben resolver su complejo de Edipo por medio de la hostilidad o agresividad contra otros, las niñas, deben aprender a compensar la falta de pene, aceptando un papel subordinada y teniendo hijos que simbólicamente representan el órgano perdido. Esta es a grandes rasgos la teoría del complejo de Edipo de Freud.


Sigmund Freud padre del psicoanálisis
Esta teoría puede sonar a cuento fantástico , pero lo cierto es que la investigación antropológica ha demostrado que existen pautas de comportamiento edípicas, al menos representadas por una hostilidad entre una generación de hombres y la generación más joven, así como por una envidia del pene entre las mujeres (aunque también existen investigaciones que lo desmienten). No obstante, la flecha causal arriba mencionada fue invertida por Freud, y ahí radica el error de sus postulados. No es la naturaleza humana la que genera este tipo de comportamientos, sino la cultura humana. En una cultura con supremacía masculina, es normal que surjan temores a la castración y envidia del pene entre las mujeres, debido a su posición de inferioridad dentro de la jerarquía de la comunidad. Esto se debe entre otros factores, a una educación de las niñas para que sean recompensas pasivas de la actuación masculina, el predominio de la poliginia, el sesgo patrilineal, los deportes masculinos competitivos, los duros rituales de pubertad que solo sufren los varones, la impureza ritual de las menstruaciones, el “precio de la novia” y otras muchas instituciones centradas en el hombre y que excluyen o degradan a la mujer.
De todo esto podemos concluir que el complejo de Edipo no es la causa de la guerra, sino que la guerra es la causa del complejo de Edipo. Aunque parezca una paradoja como el caso del huevo y la gallina, es cierto que existen argumentos científicos que rechazan las ideas freudianas. En primer lugar, si partimos del complejo de Edipo, no se puede explicar las variaciones en la intensidad y el alcance de las guerras, ¿por qué algunos grupos son más beligerantes que otros?, ¿por qué existe la guerra externa y la interna? Tampoco se puede explicar partiendo del complejo de Edipo, la creación de la cultura, la intensificación y expansión de las culturas centradas en el hombre, el agotamiento de recursos o la creación del estado. Pero si partimos de la presión reproductora, de la intensificación y agotamiento de recursos… si que podemos explicar las variaciones que muestra la guerra. Y a partir de estas variaciones, sí que podremos explicar o comprender las variaciones de la organización familiar, las jerarquías sexuales, los papeles sexuales, y en última instancia el complejo de Edipo.
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