El Ozono y nuestra salud

Artículo basado en el libro: "El clima está en nuestras manos: Historia del calentamiento global" de Tim Flannery.

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Varias generaciones de niños han crecido bajo la premisa de que el protector solar era de vital importancia debido a la presencia de agujeros en la capa de ozono, pero ¿qué es este gas y por qué es tan importante para la salud de nuestra piel? En primer lugar, debemos tener en cuenta que el gas que respiramos y nos mantiene vivos, el oxígeno, está constituido por dos átomos de este elemento (ningún átomo salvo los de los gases nobles es estable por sí solo), pero las moléculas de oxígeno (O2) que se encuentran en la parte alta de la estratosfera (10-15 km) pueden descomponerse (a dos átomos de oxígeno individuales) al absorber radiaciones ultravioleta (UV) de alta energía. Luego, los átomos aislados, al ser inestables reaccionan con el oxígeno molecular (O2) creando la molécula de ozono (O3). Las moléculas de O3 son de por sí inestables y están continuamente perdiendo su átomo adicional, pero como la luz solar sigue creando O3 la concentración del mismo se mantiene constante en unas 10 ppm (1 de cada 100.000 moléculas de nuestra atmósfera).

¿Cuál es su función respecto a la vida en la Tierra? Bien, su función es de vital importancia, ya que nos protege del 95% de la radiación UV proveniente del sol, que es capaz de penetrar en nuestras células, rompiendo las cadenas de ADN y originando mutaciones que pueden provocar un cáncer. Una vez comprendida la importancia del O3, observemos cuál fue la evolución de su destrucción. En 1928 varios químicos de la empresa DuPont crearon los clorofluorocarbonos (CFC) para su uso en refrigeración, en fabricación de atomizadores (como los presentes en colonias y desodorantes) y en aires acondicionados. Debido a su elevada estabilidad (no reaccionan con otros compuestos) se consideraron inocuos para el medio ambiente, pero fue esta cualidad de estabilidad la que hizo que permanecieran durante mayor tiempo en la atmósfera, y por lo tanto provocaran aún más daño. El cloro de los CFC es lo que resulta destructivo para el ozono, un único átomo puede provocar la descomposición de 100.000 moléculas de O3, y su efecto se maximiza a temperaturas bajas, por eso es que el agujero de la capa de ozono apareció inicialmente en el Polo Sur. Por ello, la gente que vive al sur de los 40º de latitud (cerca del Polo Sur) ha sufrido un espectacular aumento de la incidencia de cáncer de piel, como es el caso de Punta Arenas (Chile), la población más meridional del planeta (53º latitud sur), donde el cáncer de piel ha aumentado un 66%. Para que luego haya gente insinúe que tomar el sol sin protector, no está relacionado con el melanoma.

No solo del cáncer de piel, nos protege la capa de ozono, ya que la radiación UV también provoca problemas oculares (a nosotros y a cualquier organismos con ojos,) al impactar contra las lentes presentes en el ojo, es decir, el cristalino, lo va volviendo más opaco. Esto ha generado un aumento de la incidencia de cataratas, que se producen en un 20% debido a la opacidad del cristalino causada por las radiaciones UV. También nos afecta de formas indirectas, ya que el exceso de radiación, provoca disminución de la producción de las cosechas o una reducción en la población de varios peces, como las anchoas y las caballas.

Por los efectos mencionados, investigadores de la década de los setenta, empezaron a prever la catástrofe que se avecinaba. Sin embargo, no tenían pruebas concluyentes que relacionasen los CFC con la destrucción de la capa de ozono. Las primeras imágenes a color del agujero alarmaron a la población, y ésta exigió la prohibición de los CFC a los políticos. Empresas como DuPont y otros fabricantes de CFC, anticipando el problema, realizaron campañas de relaciones públicas con la intención de desacreditar a los investigadores. Aun así, la opinión pública no se calmó y continuó con las protestas, originando que en 1987 varios países firmaron el protocolo de Montreal, donde se comprometían a reducir de manera progresiva las sustancias químicas perjudiciales como los CFC.

Hoy en día, la gente no sabe la importancia vital que tuvo este protocolo, ya que de no haberse aprobado, se pronostica que para 2050 las latitudes medias del hemisferio norte (donde viven la mayoría de seres humanos) tendrían un 50% menos de protección frente a la radiación UV, mientras que en el sur esa reducción hubiera sido del 70%. Estos datos indican que los índices de cataratas y cáncer de piel se hubieran disparado en estas regiones. Por lo tanto, el protocolo de Montreal, muestra una de las pocas, sino la única, victoria de la sociedad frente al cambio climático; no como sus hermanos pequeños y sin apenas influencia: El protocolo de Kyoto (1997) y El Acuerdo de París (2015).

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