El pastor de camellos que cambió la geopolítica mundial (o la historia de la expansión del islam)

Artículo basado en el libro: "Historias Absurdas del Mundo" de Ad Absurdum.

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A principios del siglo VII, la dinastía Tang se hacía con el poder inaugurando una nueva etapa de esplendor en China, los merovingios trataban de imponer su hegemonía en Europa occidental, los imperios sasánida y bizantino pugnaban por mantener su dominio en Oriente Próximo y los mayas llevaban su cultura a su máximo apogeo en Centroamérica. En estos mismos años, en Arabia, un rincón del planeta aparentemente ajeno a todo, un joven y pobre huérfano recorría a diario el desierto guiando caravanas de comerciantes sin saber que en pocos años cambiaría la geopolítica mundial para siempre.

La península arábiga era por entonces (y sigue siendo) un enorme desierto donde los árabes vivían de la ganadería y del comercio. Se organizaban socialmente en tribus divididas entre las que eran habituales las luchas por cuestiones económicas y territoriales, y éstas, a su vez, se dividían en clanes. Aunque no existía una religión uniforme, se observaban dos tendencias bien diferenciadas: mientras que en el norte se rendía culto sobre todo a manantiales, montañas, árboles y animales (una fe enlazada con las creencias mesopotámicas); en el sur la religión se enfocaba sobre todo en las estrellas, vinculada a creencias de origen babilónico y sumerio. En esa misma época, en ambos territorios iba aumentando la influencia judía y cristiana. Es en este contexto de diversidad religiosa donde nace nuestro protagonista, Abū al-Qāsim Muhammad ibn Abd Allāh ibn Abd al-Muttalib ibn Hāšim al-Qurayšī (570-632), al que por comodidad nos referiremos como Mahoma, una hispanización de Muhammad. Mahoma nació en el año 570 en el seno de la tribu de los Quraysíes, de gran influencia en Arabia ya que dominaban la ciudad de La Meca y estaban encargados de la protección de la Kaaba, uno de los santuarios más importantes de los árabes y centro de peregrinación donde se veneraban ídolos, entre los que destacaban una gran piedra negra caída del cielo (literalmente ya que es un meteorito). En torno a este centro de peregrinación, los Quraysíes habían creado una red comercial muy exitosa.

Las tribus eran muy amplias y no se limitaban a relaciones de parentesco, lo que permitía que algunos miembros de los Quraysh fueran hombres ricos y poderosos, mientras que otros, como los de la familia de Mahoma, eran pobres. El padre de Mahoma murió antes de que este naciera y su madre murió cuando tenía 6 años, dejándolo tan solo con 5 camellos y bajo la protección de su tío y su abuelo. Mahoma, desde pequeño, tuvo que realizar diversos trabajos como el de pastor de cabras y camellos y el de comerciante, lo que le permitió viajar a tierras lejanas como Siria, entrando en contacto con diversas culturas. ¡Alerta! El resto de la historia que se va a narrar a continuación no proviene de narraciones históricas, sino de la Sira, una biografía que se fue construyendo a lo largo del tiempo, cuya primera versión se elaboró más de 100 años después de la muerte de Mahoma, y que ha llegado a nosotros a través de la edición que años después hizo otra persona. Otra fuente de información de la vida de Mahoma proviene de los hadices, transmisiones orales de sus discípulos, testimonios dudosos y poco fiables. Si conoces el juego del teléfono escacharrado, entenderás que gran parte de la información está distorsionada, sino directamente inventada. De hecho, gran cantidad de los episodios de la vida de Mahoma se asemejan sospechosamente a las biografías de otros personajes de religiones y culturas distintas.

Kaaba, dentro de la Gran Mezquita de La Meca (Fuente: Wikipedia)

Volviendo a la vida de Mahoma, tras realizar trabajos como pastor y comerciante, a sus 25 años empezó una relación con una auténtica Sugar Mommy, Jadiya, una rica viuda que necesitaba a alguien para guiar las caravanas de camellos a través del desierto. Tras un tiempo a su servicio, Mahoma se casó con ella dando un auténtico braguetazo y un giro inesperado a su vida. Con el tiempo, Mahoma empezó a codearse con ricos mercaderes llegados de otros lugares del mundo, con lo que entró en contacto con otras religiones y otras culturas. De esta forma, Mahoma se introdujo a los relatos de judíos y cristianos que adoraban a un único dios todopoderoso. Al alcanzar los 40 años de edad, empezó a vivir experiencias místicas en sus retiros para meditar y orar en una colina, donde escuchó una voz que le decía que era el mensajero de Dios, y le ordenaba “lee”. Mahoma, que hasta entonces había sido analfabeto, de pronto sabía leer. Aunque lo más probables es que hubiera aprendido a leer y a escribir con esa mejor vida que le había proporcionado Jadiya. Aunque te parezca increíble, lo cierto es que en esa época, el consumo de opio todavía no se había extendido en la región. Años después, Mahoma “tuvo” experiencia mística al encontrarse con el Arcángel Gabriel que se le apareció para aclararle que se le había encomendado la misión de promover el culto a un único Dios. Aunque el propio Mahoma fue escéptico al principio con sus visiones, en poco tiempo aceptó que Dios le había escogido a él como su mensajero en la Tierra. Gracias al apoyo de amigos y familiares como su esposa Jadiya o su primo Alí, empezó a crear una comunidad de culto a Alá (Dios en árabe), un dios único y omnipotente. Este culto monoteista violentó a varios miembros de su tribu, y la mayoor parte de los Quraysíes no aceptó la propuesta de Mahoma, con el buen grado que lo habían hecho sus parientes y amigos. Tan solo uno, un rico comerciante llamado Abu Bakr, apoyó ciegamente al nuevo profeta.

Con el paso del tiempo, Mahoma fue ganando seguidores, pero sobre todo enemigos. Llegó un momento en el que su propia tribu lo consideró un peligro para la Kaaba y La Meca, con lo que le retiraron su protección y prohibieron cualquier tipo de ayuda o relación con él y sus familiares. Esta situación de tensión se agravó con la muerte de sus principales apoyos, su mujer Jadiya y su tío. Cuando las ideas de Mahoma llegaron a otras ciudades como Yatrib, dominadas por tribus judías, la predicación del nuevo profeta no les pareció tan extraña y la acogieron con gusto. Algunas de estas ciudades y tribus eran casualmente enemigas de La Meca y los Quraysíes, por lo que su propia tribu lo acusó de traición y ordenó su asesinato. Ya conoces el dicho, nadie es profeta en su tierra. Como las cosas para Mahoma y sus seguidores, los muslim, se habían complicado, estos abandonaron La Meca en el año 622, y emprendieron la huida a Yatrib, que a partir de entonces se conocería como Medina. Esta huída recibió el nombre de Hégira y marca el inicio del calendario musumán.

La nueva doctrina religiosa de Mahoma recibió el nombre de islam, que quiere decir algo así como sumisión o entrega a Dios, promoviendo la idea de la predestinación e invitando a sus seguidores a a entregarse a la voluntad divina. Aun así no era nada nuevo, ya que sus bases eran compartidas con el judaísmo y el cristianismo con los que comparte el Antiguo Testamento. El propio Mahoma resumió su doctrina en 5 pilares básicos:

  • Shahada: la profesión de fe, no hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta.

  • Salat: la obligación de orar al menos 5 veces al día.

  • Zakat: la limosna a los necesitados.

  • Sawn: hacer ayuno durante el mes de Ramadán.

  • Hayy: peregrinación al menos una vez en la vida (siempre que sea posible) a La Meca.

A nada que te pares a pensar un poco, ninguno de estos pilares es original: la oración claro está que la predicaban la mayoría de religiones, la limosna aparece en otras muchas y la peregrinación a La Meca ya hemos visto que existía mucho antes de que naciera Mahoma. Incluso otras costumbres religiosas que aparecen en el Corán son en realidad costumbres árabes previas: no comer cerdo, no jugar a juegos de azar, o incluso el papel secundario de la mujer respecto al hombre, ya eran características de la Arabia preislámica, así que Mahoma tan solo convirtió viejas costumbres en las normas de su nueva doctrina. De hecho, aunque a veces ignoramos las grandes influencias de otras religiones en el islam, estas influencias son muy palpables hoy en día entre los musulmanes. Solo hay que ver la mayoría de nombres musulmanes que son de origen semítico (como el hebreo de los judíos): Ibrahim viene de Abraham, Musa de Moisés, Yusuf de José, Ayyub de Job, Yahya de Juan, Sulayman de Salomón, Ishaq de Isaac y Yaqub de Jacob. Si el islam no es más que una amalgama de otras religiones monoteístas (cristianismo y judaísmo) y costumbre árabes, ¿Cómo es posible que tuviera tanto éxito y diese forma a una enorme cultura y civilización? Pues porque el islam no va tanto de religión sino de la política asociada a este movimiento.

Arabia no era una tierra especialmente interesante para el resto de imperios de la época; sin embargo, todos trataban de influir en la región. Por ejemplo, en el sur, el reino africano de Aksum se había preocupado por mantener controlada la zona actual de Yemen, para proteger las rutas comerciales entre África y Asia. En el norte, el imperio bizantino introdujo agentes entre las tribus árabes para buscar apoyo en su conflicto con el imperio sasánida por el control de Oriente Próximo. En mitad de todo ello, los árabes estaban muy lejos de ser una sociedad cohesionada con una cultura y objetivos comunes. Los conflictos internos entre tribus eran la norma y ahí es donde Mahoma jugó un papel crucial. Con el islam se creo una infraestructura para una entidad política propia en Arabia que pusiera fin a esas luchas internas y actuase frente a los agentes externos. Mahoma se convirtió en una especie de líder político y religioso de una comunidad musulmana (la umma) cada vez más numerosa. Se produjeron varios enfrentamientos entre los musulmanes y los habitantes de La Meca hasta que, en el año 630, el profeta entró en La Meca sin apenas resistencia, se convirtió en el amo de la ciudad y la transformó en el nuevo centro religioso de la fe musulmana. Vació de ídolos la Kaaba, dejando tan solo la piedra negra y algunas pinturas que representaban a la Virgen María y a Jesús. Comenzaba una nueva época en la que Mahoma estaba llamado a convertirse en el señor de Arabia. Y así hubiera ocurrido de no ser porque, poco más de un año después, el profeta murió.

Imagen actual de Medina, Arabia Saudí (Fuente: Ganasdemundo)

Durante los últimos años de su vida, Mahoma se dedicó a unificar las tribus árabes bajo el amparo del islamm. Algunas fueron sometidas mediante la fuerza, las judías acabaron expulsadas, a otras las atrajo con acuerdos económicos y otras con matrimonios de conveniencia, llegando a casarse el propio Mahoma con más de 10 mujeres. Y eso que en el Corán se prohíbe el matrimonio con más de 4, pero ya sabes, haz lo que digo pero no lo que hago. A la muerte de Mahoma, en el 632, la religión musulmana ya era practicada desde Yemen por el sur, hasta determinadas zonas de Siria y Palestina por el norte, y los conflictos internos empezaron a desaparecer bajo el liderazgo del profeta. Sin embargo, como Mahoma no asumió ningún título de rey ni nada parecido, la cuestión de su sucesión se convirtió en un tema peliagudo.

Aquí es donde nace una de las mayores fracturas del islam que llega hasta nuestros días. Mahoma no había designado sucesor alguno, de forma que muchos musulmanes consideraron que en ese momento debía dirigir la comunidad alguien que hubiera formado parte del círculo más fiel al profeta desde el inicio de su predicación. Los partidarios de esta opción recibieron el nombre de suníes. Frente a ellos se encontraban los chiíes, una minoría de partidarios de una sucesión basada en los vínculos de sangre con el profeta. A Mahoma sólo le había sobrevivido su hija Fátima, pero ya sabes, los musulmanes nunca habrían aceptado a una mujer como líder religioso, por lo que los chiíes propusieron como su líder a su marido Alí, el primo de Mahoma que te mencioné anteriormente. Todo queda en familia. Esta fractura sigue vigente a día de hoy y la mayoría de los musulmanes actuales (90%) son suníes, mientras que los chiíes representan algo más del 9%. Finalmente se impuso la propuesta suní, y se designó a Abu Bakr, aquel mercader que siguió a Mahoma desde sus inicios, como máxima autoridad política y religiosa de los musulmanes, que a partir de entonces recibiría el título de califa. En esos momentos comenzaría un periodo de la historia islámica conocido como Califato Ortodoxo. Este periodo se prolongó entre los años 632 y 661 y en él se sucedieron 4 califas.

La primera tarea de Abu Bakr fue poner fin a la rebelión que se había sucedido tras la muerte de Mahoma. Una vez doblegadas todas las tribus, el califa se lanzó a la conquista de territorios al norte de Arabia en manos de los bizantinos, y se hizo con el control de ciudades tan importantes como Jerusalén o Damasco. Durante el mandato del segundo califa, Umar, se acabó de conquistar Palestina y Siria, y se abrió un nuevo frente en el este, contra los sasánidas. En poco tiempo, los musulmanes se hicieron con la capital del imperio, Ctesifonte, mientras el emperador huía. Luego, Umar siguió humillando a los bizantinos haciéndose con Egipto. Sin embargo, Umar no pudo saborear su éxito, ya que 10 años después de llegar al poder, fue asesinado por un esclavo mientras rezaba. La putada de tener gente esclavizada es que ningún esclavo dudaría en asestar una puñalada por la espalda a su amo. El siguiente califa fue Uthmán, quien ensanchó el Imperio islámico conquistando Irán, algunas regiones de Afganistán y Armenia, pero pronto dejó sus ambiciones expansionistas para hacer frente a las rebeliones internas. Precisamente fueron estas amenazas internas las que pondrían fin a su mandato, ya que Uthmán también fue asesinado.

Expansión musulmana en tiempos de Mahoma (I), Abu Bakr (II), Umar (III) y Uthmán (IV) (Fuente: Junta de Andalucía)

Por fin llegó el momento de los chiíes, y su candidato Alí, primo-yerno de Mahoma, fue nombrado califa. Sin embargo, los movimientos de oposición interna crecieron durante su mandato, y entre todos los opositores destacó Muawiya, el gobernador de Damasco, que acusó a Alí de estar detrás del asesinato de Uthmán. El cuarto califa fue perdiendo apoyos y, adivina, también fue asesinado. Pero los chiíes que ya habían tocado el poder, decidieron designar como califa a un hijo de Alí, que también estaba emparentado con Mahoma. No obstante, los suníes se impusieron y aplicaron su principio de nombrar a una persona con relevancia en la comunidad musulmana, eligiendo a Muawiya, el enemigo de Alí, como nuevo califa. Con este nombramiento tocaba a su fin el Califato Ortodoxo, ya que Muawiya reformó el imperio que pasó a trasladar su capital a Damasco y estableció un sistema de sucesión por el cual el poder quedaría dentro de su familia, los Omeya. Imagínate la cara que se les quedó a los suníes que estaban en contra de la sucesión por vínculos de sangre con Mahoma, y va el Muawiya y establece una sucesión basada en vínculos de sangre consigo mismo. De esta forma, se dio inicio al Califato omeya (661-750).

Durante el califato Omeya, el Imperio islámico alcanzó su máxima extensión territorial, desde la península ibérica por el oeste, al valle del Indo (Pakistán y la India) por el este.; desde el Cáucaso por el norte, al desierto del Sahara por el sur. Un cambio a escala planetaria que convirtió al islam en protagonista y condicinante de las historias de Asia, África y Europa. ¿Cómo fue posible que una comunidad seminómada del desierto con una religión recién nacida se convirtiese en uno de los mayores Imperios del momento? En primer lugar, la labor de Mahoma y sus seguidores acabó con las luchas internas en Arabia, cohesionando a una gran cantidad de tribus disgregadas. En segundo lugar, con las conquistas bélicas, muchos árabes emigraron a otros lugares, lo que motivó a otros a participar en las campañas militares y, de paso, alivió la presión demográfica sobre una región tan desprovista de recursos como es el desierto. En tercer lugar, los musulmanes supieron aprovechar las tensiones entre los dos grandes imperios de la zona, los bizantinos y los sasánidas, aprovechando el descontento de las poblaciones atrapadas entre ambos bandos. Además, los musulmanes abandonaron sus esfuerzos proselitistas (esfuerzos para convertir a otras personas en una religión o ideología) llevando a cabo campañas de aceptación de otros cultos en los territorio conquistados a cambio de un módico precio, en especial los dimmíes, practicantes de otras religiones abrahámicas como los cristianos y los judíos. Sin embargo, premiaron la conversión al islam a través de suculentas ofertas que iban desde mejor el estatus político a desgravación de impuestos. La nueva religión tenía unas ofertas de lanzamiento para nuevos suscriptores muy tentadoras.

Territorio musulmán durante el califato Omeya (Fuente: Lecciones de historia)

Puede que no te hayas fijado en lo vertiginoso de la expansión del islam, pero en el 732, cuando hacía tan solo 100 años de la muerte de Mahoma, los musulmanes ya estaban batallando con los francos al otro lado de los Pirineos, y tras ellos, todo el territorio hasta Damasco estaba bajo su control ¡En tan solo 100 años! Esta influencia hizo que el árabe, como lengua sagrada, lo hablen hoy en día más de 300 millones de personas. Su economía basada en un sistema monetario unificado en el dinar y el dirham se sigue empleando en muchos países, pero, de nuevo, esto no es nada original, ya que el dinar encuentra sus orígenes en el denario romano y el dirham en el dracma griego. Y es que al igual que su religión, su cultura no es original, sino que surgió de la unión entre elementos árabes y de todos los pueblos sometidos: bizantinos, egipcios, persas, indios e incluso visigodos. Por ejemplo, si juntas los arcos de herradura de los visigodos, las cúpulas de los bizantinos y las lujosas decoraciones de los persas, obtienes un arquitectura que a día de hoy se cataloga como claramente islámica. Y así con muchas otras cosas. Además, el Imperio Islámico sirvió como puente entre Asia, África y Europa. Cuestiones tan básicas como el número 0, el papel, el álgebra, la pasta, el ajedrez o los cítricos, surgidos en Asia y llegaron a Europa a través de territorios islamizados.

Con el fin del Califato Omeya, los siguientes actores políticos irían fragmentando el imperio, surgiendo otros califatos más pequeños y sufriendo las invasiones de otros pueblos como los turcos que acabaron por adoptar también la cultura islámica. Sin embargo, nunca se repitió la experiencia de que un imperio unificase a todos los musulmanes bajo un mismo poder. Pero su religión ha seguido ganando adeptos, extendiéndose en la actualidad desde Marruecos hasta Indonesia y suponiendo sus creyentes más de una quinta parte de la población mundial, por encima de los 1.500 millones de personas, cifra que no para de aumentar cada día que pasa y todo gracias a un pobre huérfano que guiaba caravanas de camellos en el desierto.

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