El rey emérito de España, petrodólares y una transición trucada

Artículo basado en el libro: "La avaricia en la historia de España: Un repaso por los escándalos de corrupción más célebres de nuestro país desde el siglo XIX hasta hoy" de Juan Eslava Galán.

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Por surrealista que resulte, parece ser que el príncipe Juan Carlos pasó estrecheces económicas durante la dictadura de Franco. “¿Sabes lo que gano?” le confesó una vez al íntimo amigo de la familia Jaime Peñafiel, “Setenta y cinco mil pesetas. Y con eso lo tengo que pagar todo… ¡incluso las llamadas telefónicas que la princesa hace a Atenas para hablar con sus padres me las fiscalizan!” contestó solemne a su pregunta retórica. Una vez fallecido Franco y con Juan Carlos en el trono, con la intención de incrementar sus ingresos, escribió una carta al Sha de Persia (un megalómano enriquecido por el petróleo), ya que había acudido a su suntuosa coronación. La carta reza lo siguiente:

22 de junio de 1977

Mi querido hermano:

Para empezar, quisiera decirte cuán inmensamente agradecido estoy por que hayas enviado a tu sobrino, el príncipe Shahram, a verme, facilitando así una respuesta rápida a mi petición en un momento difícil para mi país. Me gustaría a continuación informarte de la situación política en España y del desarrollo de la campaña de los partidos políticos, antes, durante y después de las elecciones. Cuarenta años de un régimen totalmente personal han hecho muchas cosas que son buenas para el país, pero al mismo tiempo dejaron a España con muy deficientes estructuras políticas, tanto como para suponer un enorme riesgo para el fortalecimiento de la monarquía. Después de los seis primeros meses de Gobierno de Arias, que yo estuve igualmente obligado a heredar, en julio de 1976 designé a un hombre más joven, con menos compromisos, a quien yo conocía bien y que gozaba de mi plena confianza: Adolfo Suárez. Desde aquel momento prometí solemnemente seguir el camino de la democracia, esforzándome siempre en ir un paso por delante de los acontecimientos a fin de prevenir una situación como la de Portugal, que podría resultar aún más nefasta en este país mío. La legalización de diversos partidos políticos les permitió participar libremente en la campaña electoral, elaborar su estrategia y emplear todos los medios de comunicación para su propaganda y la presentación de la imagen de sus líderes, al tiempo que se aseguraron un sólido soporte financiero. La derecha, asistida por la banca de España; el socialismo, por Willy Brandt, Venezuela y otros países socialistas europeos; los comunistas, por sus medios habituales. Entretanto, el presidente Suárez, a quien yo confié firmemente la responsabilidad del Gobierno, pudo participar en la campaña electoral solo en los últimos ocho días, privado de las ventajas y oportunidades que expliqué ya anteriormente y de las que se pudieron beneficiar los otros partidos políticos. A pesar de todo, solo, y con una organización apenas formada, financiado por préstamos a corto plazo de ciertos particulares, logró asegurar una victoria total y decisiva. Al mismo tiempo, sin embargo, el Partido Socialista obtuvo un porcentaje de votos más alto de lo esperado, lo que supone una seria amenaza para la seguridad del país y para la estabilidad de la monarquía, ya que fuentes fidedignas me han informado de que su partido es marxista. Cierta parte del electorado no es consciente de ello y los votan en la creencia de que con el socialismo España recibirá ayuda de algunos grandes países europeos, como Alemania, o en su defecto de países como Venezuela, para la reactivación de la economía española. Por esa razón es imperativo que Adolfo Suárez reestructure y consolide la coalición política centrista, creando un partido político que sirva de soporte a la monarquía y a la estabilidad de España. Para lograrlo, el presidente Suárez claramente necesita más que nunca cualquier ayuda posible, ya sea de sus compañeros o de países amigos que buscan preservar la civilización occidental y las monarquías establecidas. Por esta razón, mi querido hermano, me tomo la libertad de pedir tu apoyo en nombre del partido político del presidente Suárez, ahora en difícil coyuntura; las elecciones municipales se celebrarán dentro de seis meses y será ahí más que nada donde pondremos nuestro futuro en la balanza. Por eso me tomo la libertad, con todos mis respetos, de someter a tu generosa consideración la posibilidad de conceder diez millones de dólares como tu contribución personal al fortalecimiento de la monarquía española. En caso de que mi petición merezca tu aprobación, me tomo la libertad de recomendar la visita a Teherán de mi amigo personal Alexis Mardas, que tomará nota de tus instrucciones. Con todo mi respeto y amistad.

Tu hermano,

JUAN CARLOS

¿Qué creéis que buscaba con más ahínco el rey Juan Carlos, la seguridad del país o la estabilidad de la monarquía? La duda ofende. Lo cierto es que a día de hoy no se sabe si esa cuantiosa cifra de 10 millones de dólares llegó a los bolsillos del rey, aunque tampoco sabemos si Juan Carlos envió cartas similares a los distintos mandatarios de los petroestados.

Trasladémonos a continuación dos años atrás en el tiempo y a la otra punta del mundo, 1975 en el despacho oval de la Casa Blanca. El presidente Ford escucha a su secretario de estado Kissinger: “Franco agoniza en España y surge con fuerza el marxismo. Tenemos allí varias bases militares que son imprescindibles para la defensa ante la Unión Soviética.”, “Vamos a tutelar el camino de España a la democracia para asegurarnos que seguirá en la órbita de Estado Unidos.” Típico de los yanquis, democratizando el mundo para velar por sus intereses. La comisión se denominó Gran Hermano (que no falten las risas) y en ella se acordó: “1. Proteger al rey Juan Carlos aunque sea el heredero designado por Franco. Una monarquía siempre será más estable que una república (tócate los pies). 2. Financiar el tránsito de España de la dictadura a la democracia. 3. Domesticar los partido de izquierdas especialmente al socialista, más joven y manejable”. Sin embargo, esta comisión necesitaba inversiones económicas que los estadounidenses no estaban dispuestos a prestar. Al final se acordó que los dólares los prestarían sus aliados árabes, concretamente, Arabía Saudí. Los americanos tuvieron que acudir a uno de sus protegidos, la familia Saúd, que da nombre al país (manda huevos que en pleno siglo XXI haya un país con el nombre de una familia), y que aportó millones de petrodólares para financiar sindicatos, partidos y la familia del Rey.

Arabia Saudí fue antaño una tierra árida que sólo proporcionaba camellos y dátiles, pero en 1938, se encontraron enormes yacimientos de petróleo de buena calidad. Este país con unas finanzas indisolubles de las de la familia Saúd, se ha desarrollado bajo sus propias leyes, ignorando derechos humanos y bajo el paraguas de Estados Unidos. Datos del CESID, muestran que Arabia Saudí realizó una transferencia de 36 millones de dólares a fondo perdido para la transición, y un crédito a Juan Carlos de 50 millones de dólares a interés 0, aunque el montante total que debía devolver en 1995, ascendía a 100 millones (¿de dónde saldrían?). De esta forma comenzó la incalculable fortuna del rey emérito de España, de setenta y cinco mil pesetas a 50 millones, nada mal Juancar. Posteriormente, el insaciable bolsillo del rey creció de manera desmedida gracias a las comisiones que adquirió (y probablemente siga haciendo) de las compras de petróleo que el estado español hacía a la casa Saúd. Todo ello, siempre bajo la tutela del amigo íntimo del rey y administrador privado Manuel Prado y Colón de Carvajal respectivamente.

Como los intereses de los estadounidenses pasaban por desestabilizar la izquierda española, nada mejor que el tío Sam acoja bajo su ala al domesticable Partido Socialista (PSOE). Cuando se realizaban redadas antirojos, se decía: “A Felipe González no lo toquéis.” Además, como existía cierto pavor hacia la figura de Santiago Carrillo y su influencia, así como la del Partido Comunista, los estadounidenses trataron de atraer al líder comunista: “Tienes ya sesenta años y muchos tiros dados: se te pasó la edad de liderar revoluciones. Arrímate al pesebre, hombre, y déjate de exilios y de criar mala sangre”. A lo que Santiago aceptó con satisfacción. Volviendo a las finanzas del corrupto rey, atendamos a las palabras de Roberto Centeno, un consejero delegado de Campsa (empresa española de distribución y comercialización de productos petrolíferos):

En 1979 y como consecuencia de la crisis de los ayatolás en Irán, España estuvo durante muchos meses bordeando el desabastecimiento de petróleo. Yo era consejero delegado de Campsa, que como monopolio de petróleos, dependía de Hacienda, por lo que el vicepresidente Fernando Abril me nombró responsable de garantizar nuestro abastecimiento, dándome carta blanca para buscar suministros adicionales donde fuera. El entonces embajador de España en Kuwait, Fernando Schwartz, un embajador de los de verdad, no como la chusma nombrada a dedo que hoy nos representa, me dijo que tenía una gran amistad con la familia Al-Sabah reinante en Kuwait, y que podría conseguirnos petróleo adicional. Volé inmediatamente a Kuwait y, gracias a este gran embajador que hacía su trabajo, pude contratar un primer cargamento de ciento cincuenta mil toneladas. Al volver tenía varias llamadas de mi jefe, Fernández Ordoñez, pidiendo que fuera a verle de inmediato. Fui encantado, pensando en una efusiva felicitación. Nada más lejos. Al llegar a su despacho de la calle de Alcalá, Fernández Ordóñez se puso en pie, levantó los brazos al cielo y me dijo: «La que has liado, Roberto, me vas a buscar la ruina». Me quedé atónito, «¿pero de qué me hablas, si acabo de contratar un cargamento en Kuwait que nos garantiza el abastecimiento dos o tres semanas?». «Mira —me dijo—, ha estado aquí Manolo Prado —senador, diplomático y administrador privado del rey Juan Carlos durante dos décadas—, que se ha enterado que estabas en Kuwait y me ha montado un pollo que no puedes imaginar, me ha dicho que Arabia Saudí y los Emiratos son exclusivamente suyos y nadie más que él puede negociar ni un barril, así que ni se te ocurra volver a hacer nada parecido.» Mi sorpresa se tornó en ira, así que, con la confianza y el cariño que siempre tuve por Fernández Ordóñez, le dije: «No tengo ni idea quién es ese tío, pero el responsable de garantizar los suministros soy yo y no ese tal Manolo, que ni siquiera sé quién es». Entonces fue Fernández Ordóñez quien se quedó atónito: «Pero vamos a ver, Roberto, ¿tú en qué mundo vives?, ¿es que no sabes a quién representa Manolo Prado?». Realmente no lo sabía y resultaba que la altísima instancia a la que representaba tenía el monopolio de nuestros suministros extras durante la crisis. Y, por cierto, nadie hablaba de precios: Hacienda pagaba por el petróleo lo que ponía en la factura, sin entrar en averiguación alguna, y menos cometer la ordinariez de decir que se podía comprar más barato cuando el conseguidor era Prado. Así que, cuando se conoce la realidad de primera mano y se ve a la clase política corrupta y cortesana deshacerse en elogios al rey como el otro día en la farsa que llaman Parlamento, a uno le dan ganas de marcharse de España.

España estuvo pagando durante años comisiones millonarias por un petróleo de vete tú a saber qué precio al rey Juan Carlos, a lo que me pregunto, ¿Quién coño le puso el apodo de campechano? Estos millones de euros obtenidos de comisiones ilegales fueron escondidos en bancos del extranjero con una escrupulosa política sobre el secreto bancario. El dinero volvía al circuito legal mediante pequeñas cantidades de efectivo, nunca mediante una transferencia que dejase rastro. Corinna Larsen (afamada amante del rey) declaró al comisario Villarejo: “Desde la base de Torrejón, el dinero llega a la Zarzuela, donde tenía una máquina de contar billetes: yo le he visto contando dinero con mis propios ojos…” En otras ocasiones el dinero escondido en Suiza (que raro Suiza implicada en un escándalo financiero) era transferido a cuentas en Andorra e introducido en España por carretera. Incluso era directamente traído desde el país alpino en vuelos privados que empleaban el aeropuerto de Torrejón. Menudo mafias el Juancar. En 2012, el periódico The New York Times, coincidió con la lista Forbes al estimar la fortuna del rey emérito de España en 2.000 millones de dólares, toma meritocracia por vena. Además no hay que olvidar que esto solo representa el dinero que ganó con sus chanchullos, no los regalos que distintos mandatarios de los petroestados (entre otros) le hicieron. Como olvidar el mítico barco Fortuna del rey español. Primero fue un modesto velero regalo de la reina Sofía, el segundo se renombró tras una reforma que unos amigos del rey costearon por un valor de 60.000 euros. El tercero, un impresionante yate de 30 metros de eslora, obsequio del rey Fahd (Arabia Saudí), que en poco tiempo se quedó pequeño, y tuvo que ser sustituido por otro de más de 40 metros de eslora y un valor de más de 20 millones de euros. Fue un regalo de un grupo de empresarios del sector turístico de Mallorca, y cuando se quedó obsoleto y se donó al Patrimonio nacional, volvió a las manos de sus compradores, un negocio redondo. Como habéis visto, el rey Juan Carlos fue un eminente monarca, que con un arduo trabajo y el sudor de su frente, consiguió convertir ese modesto salario de 75.000 pesetas en una fortuna multimillonaria; y para nada fue un putero corrupto como dicen las malas lenguas.

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