Exámenes, exámenes y más exámenes.
Artículo basado en el libro: "Escuelas creativas: La revolución que está transformando la educación" de Ken Robinson y Lou Aronica.
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Cuando hablamos de educación, uno de los temas que más controversia generan son los exámenes, en especial los exámenes normalizados o estandarizados. Todo el mundo conoce alguna historia cercana sobre los estragos que este tipo de evaluaciones genera sobre los alumnos, madres-padres y docentes. El exceso de presión, las preocupaciones o las frustraciones no son más que algunos de los muchos sentimientos que despiertan este tipo de exámenes, ¿pero a qué nos referimos cuando hablamos de exámenes estandarizados?
Los exámenes estandarizados o normalizados, son un tipo de prueba de evaluación, la cual ha sido diseñada con instrucciones, contenidos y formato uniformes para todos sus participantes. Por lo general, suelen estar diseñados por entes independientes a las instituciones educativas en las que se educan los alumnos (aunque pueden participar en su diseño) y se suelen hacer a nivel regional o nacional, pero casi nunca a nivel local. Los más conocidos son las pruebas de admisión universitaria muy presentes en la mayoría de países. Algunos ejemplos son el SAT estadounidense, la EBAU española o el Gaokao chino, este último uno de los más exigentes. Sin embargo, existen multitud de pruebas estandarizadas como las que se realizan a nivel mundial (lógicamente no participan todas las naciones) para evaluar las habilidades de los alumnos de diferentes países. Entre ellos destaca el informe PISA, PIRLS, TIMSS o el TERCE. Algunos de ellos están dirigidos a la medición de habilidades concretas como el PIRLS (lectura) y otros se centran en regiones concretas en vez de a nivel global, como el TERCE (para América Latina y el Caribe). Además de estos, también encontramos otros a nivel nacional, que no están relacionados con la universidad, pero que pueden afectar a la promoción de los alumnos al siguiente curso.
El principal problema que acarrean estas evaluaciones radica en que la preparación para las pruebas cercena el proceso educativo, ya que está totalmente desligado del aprendizaje. En estas preparaciones, que pueden oscilar desde un mes hasta un curso completo, se trata de maximizar el rendimiento de los alumnos al realizar las pruebas. Da igual el proceso de aprendizaje, la comprensión de conceptos o el disfrute del alumno en su educación; lo que importa es que obtengan la mayor nota posible, para dejar el colegio, localidad o país en una buena posición. El proceso educativo está supeditado a los contenidos estandarizados que propone el examen, y cualquier información ajena a estos contenidos se considerará superflua. En vez de utilizar los exámenes como instrumentos para medir el nivel de conocimientos que han adquirido los alumnos, estos son empleados como faro que ilumina lo que se debe aprender y lo que no, algo que carece completamente de sentido.


Lo peor de todo, es que este tipo de pruebas están organizadas y promovidas por los gobiernos y sus leyes educativas. En EE.UU., por ejemplo, para que un colegio reciba financiación federal, sus alumnos si quieren obtener el graduado escolar, deberán realizar 14 exámenes estandarizados, y en todos ellos deberán aprobar con una nota superior al nivel básico. Es cierto que algunas de estas pruebas pueden tener utilidad y resultar beneficiosas como las pruebas de admisión universitaria que determinan que alumnos acceden a qué carreras (aunque con dinero puedes acceder a cualquiera). No obstante, el resto de exámenes estandarizados, al representar tanta importancia (de ellos depende la financiación), provoca una presión en enseñar únicamente las materias de las que los alumnos se examinan, que suelen ser lectura, matemáticas y ciencias, las tres áreas evaluadas en el más afamado de todos, el informe PISA. De este modo, el resto de asignaturas quedan excluidas del foco, perdiendo peso en cuanto a carga lectiva y reduciendo la importancia de estas asignaturas desde la perspectiva del alumno. Es decir, la escuela se convierte en un centro preparador de exámenes, en donde la forma en la que se evalúa una asignatura, condiciona la forma de enseñarla.
Diversas investigaciones han demostrado que los intentos de las administraciones educativas por normalizar el plan de estudios y homogeneizar los métodos de enseñanza, repercuten negativamente en los alumnos. Por un lado, las destrezas de los alumnos de países menos desarrollados pueden venderse por mucho menos dinero. Es decir, si se les exige a todos los niños dominar los mismos conocimientos, aquellos que su tiempo valga menos (por pertenecer a un país subdesarrollado) serán mucho más competitivos. Las personas pobres y hambrientas en países en vías de desarrollo, están dispuestas a trabajar por mucho menos dinero que en los países desarrollados, por ello los países desarrollados deben ofrecer algo cualitativamente distinto, con intención de que se establezca una competencia adecuada en todo el mundo. Por otro lado, el secuestro del tiempo que requiere la preparación y realización de este tipo de exámenes, disminuye las oportunidades de enseñar a los niños aspectos vitales tales como, la creatividad, el espíritu crítico, la capacidad de emprendimiento… aspectos que les permitirán desenvolverse en la imprevisibilidad de su futuro.
Finalmente, cabe destacar que como la financiación de las escuelas y la evaluación de los profesores dependen de las notas obtenidas en estos exámenes, los centros educativos suelen prestar una mayor atención a aquellos alumnos que están próximos al punto de corte, con la esperanza de que pasen al grupo de aprobados y así obtener mayor financiación y una mejor evaluación docente. Esto tampoco resulta a priori negativo, el problema es que la atención de un profesor es limitada, por lo que sí se centra exclusivamente en los alumnos cercanos al punto de corte, los alumnos situados por encima o por debajo de este nivel, quedan desatendidos, impidiendo una mayor progresión de los alumnos más brillantes, así como promoviendo una marginación respecto a los alumnos con menores capacidades. Se ha llegado a observar repetidamente la actuación de padres y madres que solicitan un diagnóstico de problemas de atención y la correspondiente medicación, ya que ello conlleva a que sus hijos dispongan de mayor tiempo en la realización de estos exámenes estandarizados. Para algunos padres, el trastorno de déficit de atención (TDA) con hiperactividad (TDAH), que tantos problemas ha causado a numerosas familias, se ha convertido en una enfermedad estratégica; tócate los…
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