Foxconn: La fábrica de los suicios

Artículo basado en el libro: "La máquina es tu amo y señor" de Yang, Jenny Chan, Xu Lizhi, Li Fei y Zhang Xiaoquio.

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En la época actual, una gran mayoría de la población mundial (obviamente hay numerosas excepciones) posee un smartphone, y esto es una afirmación innegable. De hecho, tanto monjes budistas como habitantes de poblados de la India que viven en chabolas sin electricidad, son poseedores de este artilugio. Principalmente porque se trata de una herramienta con una multitud de posibilidades que te permite desarrollar una gran variedad de funciones. Aun así, parece que hay gente a quien le gusta coleccionar estos aparatos y que adquieren cada nueva versión tan pronto como ésta entra en el mercado. No es algo actual y ya Marx acuñó el término para ello: “el fetichismo de las mercancías”. ¿Tu iPhone funciona perfectamente pero no puedes resistirte a comprar el nuevo modelo? Si la respuesta es afirmativa siento decirte que me pareces un capullo integral, un imbécil de campeonato. No tanto por el excesivo consumo de materias primas que generas (y su correspondiente contaminación) adquiriendo un nuevo artículo para sustituir a otro que es prácticamente idéntico (salvo alguna estúpida actualización) y que muestra un pleno funcionamiento. Más bien se trata de que estás alimentando una insaciable cadena de consumo en cuyas entrañas existen millones de personas explotadas laboralmente, trabajando en fábricas con peores condiciones que los antiguos esclavos o que los trabajadores de las primeras fábricas tras la revolución industrial. Es deleznable que muestres un comportamiento tan nocivo, tanto para la sociedad, como para el medio ambiente (luego en casa seguro que separas tus residuos valiente hipócrita). Pero no quiero sermonear a nadie, aunque ya lo haya hecho, la intención de este artículo (como la del resto en este periódico) no es denunciar, ni difamar, ni manipular ni tergiversar (como en el resto de periódicos), la función es informar. Por ello me dispongo a enseñarte las pésimas condiciones laborales que sufren los empleados de una de las mayores empresas contratistas del mundo, un gigante encargado del ensamblaje y fabricación de una gran variedad de piezas de aparatos de corporaciones como Apple (proporciona los iPhone y iPad ya ensamblados), Microsoft, IBM, Samsung, Amazon, HP, Dell y Sony entre otros, te presento al diablo empresarial, al belcebú corporativo, Foxconn.

Trabajadores en las líneas de ensamblaje de Foconn (Fuente: BBC)

Foxconn representa una de las empresas de mayor importancia dentro de la cadena global de proveedores que opera en China. Con 1,4 millones de trabajadores, representa la mayor empresa privada china en cuanto a empleados y la tercera en el mundo (al menos a la escritura del libro referenciado, 2015). Desde su fundación ha representado un modelo de éxito dentro del mercado empresarial chino hasta que en 2010, una ola de suicidios entre los trabajadores de sus fábricas puso en tela de juicio su funcionamiento y dirigió el foco mediático mundial a sus perversos regímenes de contratación. La mayoría de los trabajadores fabriles muestran dos características comunes, suelen tener entre 17 y 25 años, y la mayoría de ellos proviene del interior de China, región devastada por la pobreza cuyos jóvenes (gracias a los medios de comunicación y las redes sociales) ansían cambiar su modo de vida rural, al de las grandes urbes y megaciudades chinas. Con la intención de cumplir sus sueños de modernidad, muchos de estos jóvenes criados en el campo se mudan a algunas de estas megaciudades para trabajar en las fábricas de producción y ensamblaje de productos electrónicos. A primer a vista, Foxconn ofrece una gran cantidad de condiciones que permiten cumplir esos sueños: posee residencias para sus trabajadores (la mayoría no pueden costearse un piso debido a la pobreza de sus familias), comedores de la empresa, supermercados, un periódico propio en el que aparecen noticias, artículos y poemas de los empleados y un largo etcétera que convierten a esta factoría en un lugar envidiable de ensueño. Es más, el propio manual otorgado a los nuevos trabajadores reza lo siguiente. “Corre hacia tus sueños más preciados, persigue una vida magnífica. En Foxconn puedes expandir tu conocimiento y acumular experiencia. Tus sueños abarcan desde aquí hasta el mañana” Parece más la publicidad de un complejo vacacional que la bienvenida a la fábrica de los horrores. Lo que no te dicen los panfletos publicitarios de Foxconn es que esas residencias tiene habitaciones de 10 metros cuadrados para 8 personas en donde la intimidad es inexistente, no disponen de agua potable, las ventanas están cubiertas de redes antisuicidio que cada día te recuerdan el fatal destino que han sufrido muchos de tus compañeros; sus comederos no ofrecen más que una insípida e insuficiente (nutricionalmente hablando) comida, y en su periódico, no se publican más que poemas cargados de tristeza y resignación que muestran las sufridas existencias de quienes los escriben. Aun así, que una empresa maquille las condiciones laborales de su contratación, como si mierda cubierta de purpurina se tratase, no es algo tan extraño, sobre todo el mundo fabril chino. Son sus macabras políticas laborales las que te dejan atónito.

En las fábricas de Foxconn, las jornadas laborales son de media de unas 60 horas semanales ya que las horas extraordinarias son obligatorias, y la remuneración percibida no llega a los 500 euros mensuales. Tanto al inicio como al finalizar el turno, se deben realizar reuniones no remuneradas y obligatorias. Las pausas para ir al baño son cronometradas. No te puedes levantar de tu puesto sin antes solicitar un permiso a tu asistente. No está permitido hablar con el resto de tus compañeros, regla que tienen tan interiorizada que apenas hablan entre ellos en los descansos, momento en el que sí está permitida la conversación. El nivel de productividad es muy elevado y las exigencias para alcanzar las cuotas son esclavistas, un trabajador alegaba lo siguiente: “Cogía una placa base de la cinta transportadora, escaneaba el logo, la colocaba en una bolsa antiestática, le pegaba una etiqueta y la colocaba en la cinta, todo ello en 10 segundos”, y esta tarea debía ser repetida miles de veces al día. Si no logras los objetivos marcados o te retrasas unos minutos en ello, no se te permitía tu descanso correspondiente. En caso de cometer un error en tu desempeño, los castigos impuestos se basan en humillaciones públicas en las que los encargados te gritan e insultan (muchos de los trabajadores llegan al llanto en esta situación), eso si tienes suerte, de lo contrario te obligan a posicionarte en la postura de firmas durante horas. Castigos basados en la disciplina militar que el CEO (Terry Gou) de la empresa rescató de su pasada experiencia en el ejército. De hecho, los muros de las fábricas muestran una serie de citas del manda más como pueden ser: “Crecimiento, tu nombre es sufrimiento” o “Un entorno duro es algo bueno”. Continuando con la plétora de sinsentidos convertidos en leyes dentro de las fábricas: no puedes introducir nada metálica en tu puesto de trabajo (lógicamente un móvil tampoco), y en caso de que tu ropa contenga algo metálico, se te arrancará. Todos los empleados trabajan en rotación de turnos diurno y nocturnos, lo cual puede resultar algo típico en una fábrica que opera 24 horas al día, lo espeluznante es que estos turnos son gestionados de tal modo que los compañeros de habitación de las residencias no puedan coincidir, y si lo hacen es durante un breve lapso de tiempo, ya que además se realizan reasignaciones aleatorias de habitación constantemente; todo para evitar la formación de lazos de amistad entre los empleados, evitando así posibles focos de insubordinación o huelga. El trabajador debe pagar por todas las etapas en el proceso de contratación incluidas las revisiones médicas, algo sardónico teniendo en cuenta que los cánceres, las enfermedades respiratorias y las neurológicas se cuentan por miles debido a la continua exposición al polvo de aluminio y diversos disolventes tóxicos. Las condiciones laborales de estas fábricas siguen en una interminable lista de barbaridades inhumanas.

Fábrica de Foxconn con redes antisuicidio

El fundador y director general de este infierno en la Tierra, Terry Gou, es un multimillonario taiwanés que encarna a la perfección al empresario cruel de la novela de Dickens, el señor Scrooge. Este personaje carente de moral, también ha escrito un libro lleno de máximas empresariales que adornan las paredes de las fábricas (como las mencionadas previamente) entre las que destaca “Un dirigente debe tener el coraje de ser un dictador por el bien común”. Es decir, no es parezca un cruel dictador, es que se lo cree de verdad y se autojustifica alegando que es por el bien común. Querría concluir este artículo con un poema de uno de los trabajadores fallecidos por suicidio que representa fielmente el sentimiento de abatimiento que expresan estas personas, cuya única culpa es tratar de labrarse un mejor futuro. Su título, “Habitación alquilada”, en honor a los dantescos cubículos en los que se desarrollaba su amarga existencia.

En un espacio de apenas 10 metros, abarrotado, húmedo, sin ápice de sol, como, duermo, defeco, pienso, tengo tos, mareos, senilidad, enfermo. Bajo esta luz amarillenta parezco idiota, me río nervioso, ando de aquí allá, tarareo, escribo, leo y cada vez que cierro la puerta o abro la ventana parezco un muerto que cierra su ataúd, o lo abre con tiento.

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