Ketamina y Depresión. Un "Viaje"
Artículo basado en el libro: "10 Viajes: La nueva realidad de las drogas psicodélicas" de Andy Mitchell.
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En los últimos años, las drogas psicodélicas (LSD, Ketamina, Ayahuasca…) han sufrido un “renacimiento científico” y están siendo ampliamente estudiadas como tratamientos potenciales para diferentes trastornos psiquiátricos. Estas drogas están siendo estudiadas para tratar enfermedades mentales tan variadas como la depresión resistente, el trastorno por estrés postraumático (TEPT), el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) o diversas adicciones. En 2021, instituciones de alto prestigio como la Universidad Johns Hopkins demostraron mejoras significativas en pacientes con depresión resistente mediante el uso de Psilocibina (o DMT) en tan solo 1 o 2 sesiones. En 2023, la FDA (Administración de Aliento y Medicamentos de Estados Unidos), encargada de regular la producción de fármacos, consideró el uso de MDMA como una “terapia innovadora” para tratar el trastorno por estrés postraumático y, actualmente, esta droga se encuentra en proceso de aprobación para el tratamiento de TEPT. Esto no son más que 2 de los múltiples casos en los que los investigadores están empleando estas drogas psicodélicas como tratamiento psiquiátrico. En vista de este auge, el autor del libro en el que se basa este artículo, el neuropsicólogo Andy Mitchell, decidió realizar “10 viajes” (de ahí el título del libro) probando varias de estas drogas para comprobar en primera persona sus efectos. En este artículo, veremos cómo fue uno de sus “viajes”, empleando una droga que la FDA aprobó en 2019 para tratar la depresión resistente: la ketamina.
Andy iba a recibir una “superdosis” de ketamina por vía intravenosa mientras se escaneaba el cerebro en una máquina de resonancia magnética funcional de 3 teslas (la intensidad del campo magnético). La ketamina es comúnmente conocida como un tranquilizante para caballos, aunque también se emplea en seres humanos y otros animales, y en algunos países puede emplearse sin receta como antiinflamatorio para aliviar los dolores, como neuroprotector, o como anestésico para cirugías y cuidados intensivos. El estudio se iba a llevar a cabo en el Centro de Investigación del Imperial College, un referente internacional. Tras una entrevista preliminar de 2 horas en la que se evaluó el historial psicológico, educativo, sentimental y de consumo de drogas del paciente, se realizó una segunda entrevista clínica formal de varias horas con un consultor psiquiátrico. Uno de los primeros objetivos del estudio se basó en “Detectar la sinaptogénesis inducida por la ketamina y el aprendizaje motor usando el rastreador UCB-J en un paradigma TEP-IRMf integrado”. La sinaptogénesis es el proceso por el que se forman nuevas sinapsis entre las neuronas del cerebro, un concepto muy relacionado con la neuroplasticidad, y que representa la capacidad del cerebro de moldearse y establecer nuevas conexiones durante la vida adulta. Es esencial para aprender nuevas habilidades y crear nuevos recuerdos. Las nuevas experiencias quedan registradas en el cerebro por medio de la generación de espinas dendríticas que brotan, como si de un árbol se tratara (el proceso se denomina arborización) de un extremo de la neurona, la dendrita; es decir, estos recuerdos se graban gracias al aumento de conexiones entre las neuronas. De hecho, la neuroplasticidad lleva en boga en el mundo de la neurología y la psiquiatría desde hace años, y esto se ha visto reflejado en los discursos de motivadores, coaches y entrenadores que emplean palabras cómo recablear o hackear el cerebro para lograr una autotransformación. Sin embargo, en la neurología clínica, la neuroplasticidad muestra un enfoque distinto. En este ámbito, la neuroplasticidad se ve como un mecanismo de reparación o compensación tras una lesión devastadora. Sus efectos se observan claramente en las resonancias cerebrales tomadas en distintos momentos posteriores a una lesión traumática, aunque los mecanismos mediante los que actúa siguen siendo algo inciertos.


Escáner de TEP-IRMf (Tomografía por Emisión de Positrones con Imagen de Resonancia Magnética Funcional) empleado en el experimento.
En la depresión, las conexiones entre las regiones relacionadas con el procesamiento cognitivo, emocional y de la memoria parecen ser más débiles, y la capacidad del cerebro para formar nuevas conexiones en estas regiones también parece reducirse. Este es el motivo por el que la ketamina está siendo estudiada como inductor de la sinaptogénesis, o lo que es lo mismo, potenciador de la neuroplasticidad. La “falta de sentido”, las valoraciones negativas sobre uno mismo y la rigidez mental, síntomas característicos de la depresión, están relacionadas con una región concreta del cerebro conocida como red neuronal por defecto. Esta región situada en el mesencéfalo se asocia con la divagación mental, la evocación del pasado y la planificación del futuro; es decir, pensamientos autorreferenciales que exigen ser pensados. De hecho, una gran cantidad de los estudios de neuroimagen sobre la depresión realizados hasta el momento están basados en detectar la activación que sufre esta red tras recibir un tratamiento psicodélico. Pero el estudio en el que iba a participar Andy quería llevar las cosas un poco más allá, ya que combinó las imágenes por resonancia magnética funcional (IRMf) que muestran la ubicación exacta de las regiones activadas del cerebro, con la tomografía por emisión de positrones (TEP), que permiten registrar los cambios de activación de las neuronas en función del tiempo. Es decir, la intención era observar la sinaptogénesis a lo largo del tiempo.
Existe una cantidad creciente de evidencias que sugieren que la acción antidepresiva de la ketamina puede deberse al potenciamiento temporal de la neuroplasticidad en determinadas áreas cerebrales. Aun así, estas “crecientes evidencias” son más fruto de la inferencia que de la observación directa. Las únicas otras evidencias se basan en estudios con animales, como las ratas, en las que se ha observado un crecimiento de las espinas dendríticas tras el tratamiento con ketamina. Pero, como es lógico, en estudios de psiquiatría no podemos extrapolar a la ligera las observaciones en experimentos con ratas. No es posible diagnosticar una depresión (ni ninguna otra afección mental) a una rata por mucho que se pase la vida encerrada en una jaula. Esta falta de evidencias directas, dice mucho de los pioneros que son estos tratamientos psicodélicos. Sin embargo, el estudio en el que iba a participar Andy utilizaba tecnología de vanguardia (IRMf y TEP). Además, la evaluación de la FDA de una variante de la ketamina como una “terapia innovadora” para revertir los síntomas de una depresión aguda, provocó una carrera entre farmacéuticas para conseguir comercializar productos basados en la ketamina. En 2013, la farmacéutica Janssen utilizó la esketamina (una variante de la ketamina) con un mecanismo de administración específico (aerosol nasal) para conseguir una patente. Tras la obtención de la protección por patente Janssen empezó a comercializar su producto para depresiones resistentes a tratamiento con el nombre comercial “Spravato”. Sin embargo, Janssen se topó con problemas de carácter económico, ya que tuvo fijar el precio en 6.785 dólares por mes de tratamiento, con dos dosis a la semana. El coste de producción y la falta de evidencias dificultan mucho una defensa económica ante las autoridades sanitarias.


Producto basado en ketamina comercializado por Janssen como "Spravato" (Fuente: OCU)
Volviendo al “viaje” que iba a sufrir Andy en el estudio, los investigadores del Imperial College habían contratado a diseñadores y compositores para maximizar el potencial del escenario y “movilizar positivamente” la experiencia psicodélica. Algo extraño ya que ninguno de los investigadores había probado la ketamina, por lo que Andy no recibió ninguna clase de información formal sobre lo que podía esperar de su experiencia con una superdosis de la misma. Por este motivo, Andy recurrió a investigadores “clandestinos” que le pudiesen proporcionar información en primera persona sobre la experiencia con ketamina. Una de ellas era Panda (su nombre real) que había trabajado durante años organizando ensayos con MDMA para la Asociación Multidisciplinaria para los Estudios Psicodélicos (MAPS por sus siglas en inglés). “La ketamina es un videojuego donde hay muchos niveles: quince, incluso veinte, según se incremente ligeramente la dosis” le comento Panda a Andy. Uno de los niveles favoritos de Panda era lo que ella llamaba “pelo”; en donde el campo de visión del consumidor se ve enteramente cubierto de pelaje de animal. Las sillas, los ordenadores, las caras: todas las cosas se agitan como un campo de trigo cuando se sopla encima, y al tacto son suaves como un gatito. También estaba el “nivel catarata de cristal”, donde el mundo entero se percibe a través de un velo de agua congelada; todo desprende destellos de diamante y da la impresión de estar cayendo o fluyendo sin llegar a moverse realmente. Pero para Andy, todos estos niveles se ajustaban a la actitud de Panda, y temió que los niveles de su experiencia fueran radicalmente distintos. No obstante, Panda lo tranquilizó, ya que, según ella, se trataban de progresiones psicofísicas fijas. Todos los consumidores seguían un mismo mapa o recorrido al margen de sus preferencias o creencias.
Por suerte o por desgracia para Andy, debido a la intervención de un nuevo actor privado en la investigación, uno de los criterios para seleccionar a los individuos de estudio se basó en seleccionar a aquellos “psicodélicamente vírgenes”; es decir, que no hubiesen probado nunca una sustancia psicodélica. Andy ya había tenido experiencias con la Ayahuasca, por lo que fue descartado como sujeto de estudio. No obstante, gracias a un conocido investigador de la Universidad de Greenwich, Andy logró ser recomendado para otro ensayo. Pero, de nuevo, se volvió a topar con otro criterio de selección. Esta nueva investigación se centraba en el uso de psicodélicos para el tratamiento de la depresión, y como Andy no estaba suficientemente deprimido para cumplir los requisitos, fue descartado de nuevo. Mientras tanto, la mayoría de las investigaciones de este tipo no alcanzan el patrón oro de las investigaciones médicas: el grado de ensayo doble ciego, en donde ni los participantes ni los investigadores conocen quién está recibiendo el tratamiento y quién el placebo. Esto se debe principalmente a una razón económica, ya que organizar este tipo de estudios requiere gran cantidad de sujetos de estudio. Además, es muy complejo (o imposible) que los sujetos no sepan que están alucinando, por lo que la distinción entre placebo y tratamiento se puede descifrar con facilidad. Andy trató sin éxito de unirse a otros ensayos con ketamina, pero en ninguno de ellos cumplía los requisitos exigidos. Por ello, decidió alejarse de la legalidad e iniciar su viaje en el mundo de la clandestinidad.


Estructura química de la ketamina (Fuente: Wikipedia)
Gracias a un contacto de la hija de un amigo, Andy consiguió la ketamina suficiente para una superdosis. Ya no tendría acceso a la tecnología de vanguardia de la que iba a disponer en los ensayos clínicos, pero por lo menos podría “disfrutar” de la experiencia. El precio: 30 libras, una cifra muy inferior al tratamiento que ofrecía Janssen. La hija de su compañero actuaría como “trip-sitter” o cuidadora de viaje. Un sábado, pasadas las 10 de la mañana, en la cocina de su amigo, Andy esnifó el primero de los 3 montículos blancos de ketamina con un billete de 10 libras. Varios meses después, Andy afirmó que su experiencia con la superdosis de ketamina no fue el inicio asombroso que esperaba en su odisea psicodélica global. El viaje fue breve y decepcionante. Durante la experiencia, Andy habló demasiado, al igual que bajo los efectos de la cocaína, solo que de una forma más torpe y estúpida. Sin embargo, hubo un par de cosas que sobresalieron en su confusión. Tomar psicodélicos es como levantar la tapa del cerebro: te permite observar una parte de la mecánica de la conciencia (lenguaje, sensación, percepción…) desde un ángulo no familiar. La ketamina le ofreció un vistazo breve y distorsionado del funcionamiento de su mente. A Andy también le afectó el libro que estaba leyendo cuando tuvo la experiencia, la autobiografía de la Premio Nobel Annie Ernaux. En el libro, Ernaux habla de cómo las innovaciones tecnológicas cada vez más aceleradas hacen que los recuerdos sean imposibles de erradicar. Las redes sociales se aseguran de que los recuerdos vivan para siempre, eliminando la profundidad del tiempo y dejándolos suspendidos en un presente infinito. El secretismo de épocas pasadas es el pilar de la privacidad personal, y éste ha desaparecido para siempre. Por ello necesitamos nuevas formas de secretismo, nuevas formas de cobijarnos. ¿Podrían los psicodélicos cumplir esa función?
Durante su experiencia, Andy se sentía solo, como fuera del tiempo. Debido a los modernos electrodomésticos presentes en la cocina de su amigo (Un freidora de aire digital, una máquina de café controlada con el teléfono móvil…) Andy sufrió una aguda y sobrecogedora nostalgia de su cocina de cuando era niño. Sin embargo, Andy no percibió los “niveles de videojuego” que le había previsto Panda salvo una excepción. Tras esnifar la última raya, Andy se pasó más de una hora en el baño intentando mear sin éxito y observando el agua de la cisterna caer incesantemente. Un vórtice de remolinos que no paraba de girar. Andy comprobó que su mente se había quedado congelada, reciclada por las corrientes eternas de agua; el famoso nivel “cataratas de cristal”. Sin embargo, su experiencia con la ketamina le pareció poco profunda, una extrañeza privada que que le sirvió para aislarse de la extrañeza del mundo. Algo muy opuesto a la “conectividad” aumentada de la que hablaban muchos de los ensayos clínicos. Pero la mañana siguiente detectó rastros de sinaptogénesis: no necesitaba su taza de café que bebía escrupulosamente todas las mañanas, ni sintió la necesidad de consultar los fichajes del equipo de fútbol que lo apasionaba: el Arsenal. La idea de mirar el móvil antes de salir de la cama se convirtió en lo que realmente era: un ejercicio de glotonería e impotencia al mismo tiempo. Aquella sensación se repitió al día siguiente y el día de después. Luego los viejos hábitos volvieron a surgir de nuevo y tomaron las riendas; después de 3 días de una libertad líquida y plástica, esta volvió a endurecerse como el cemento una vez más.
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