La edad de la Tierra: Religión vs Ciencia
Artículo basado en el libro: "El enigma de los dinosaurios" de J. N. Wilford.
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¿Cuál es la edad de la vida en la Tierra?, puede que no recuerdes la cifra, incluso puede que ni siquiera recuerdes una aproximación (aunque te lo enseñaron en las clases de geología del instituto), pero estoy convencido que de decir una respuesta, dirías una basada en millones o miles de millones de años. Lo cierto es que el origen de la vida se ha estimado entre 3.500 y 3.800 millones de años, pero esto no se determinó hasta hace poco tiempo. Este dato era completamente ignorado a comienzos del siglo XIX, lo cual tiene lógica ya que no se tenían las herramientas necesarias para su estimación. Sin embargo, la creencia de esa época distaba enormemente de la cifra real, entre otras cosas, debido a que la principal referencia “científica” para esta estimación se encontraba en el libro de ficción más editado de la historia, la Biblia. Según este libro, Dios creó la Tierra, al hombre y todas las demás especies animales en el año 4004 antes de Cristo. La velocidad de desarrollo tecnológico de la civilización humana en base a este jocoso dato es impresionante. Como todos los lectores espero que sepáis (tanto creyentes como ateos), Dios no creó ni la Tierra, ni al hombre, ni mucho menos todas las especies animales, ya que estas se han desarrollado mediante el proceso de evolución en base a la selección natural. Para poder desmentir el dato bíblico, no fue necesario desarrollar técnicas de datación como la del Carbono 14 (no permite estimar la edad de un dinosaurio) u otros isótopos más adecuados para el proceso, sino que bastaba con que los científicos de la época observasen.
A principios del siglo XIX, la mayor parte de los científicos eran incapaces de concebir una idea del tiempo en una escala tan amplia, puede que aceptase la teoría de la extinción propuesta por Cuvier (con esto ya se desmentía la fecha bíblica) o podían quedar fascinados ante el descubrimiento de innumerables fósiles, pero no podían entender su edad, ya que todavía necesitaban descubrir el tiempo. Cuvier, padre de la anatomía comparada, estimó la edad de los fósiles descubiertos en cientos de miles de años. No obstante, y a pesar de encontrarnos en la época de la ilustración con una mentalidad abierta, la mayoría de investigadores no aceptaba las suposiciones de Cuvier, y creían fervientemente en los datos bíblicos (6.000 años), que por otra parte, ni siquiera aparecían en la Biblia. Ussher, un devoto arzobispo irlandes del siglo XVII, y creyente de que la Biblia era una representación histórica exacta, estimó la fecha arriba mencionada en base a las sucesivas generaciones de patriarcas y reyes que aparecen en el antiguo testamento. Posteriormente, Lutero, el artífice de la reforma protestante, reafirmó la fecha de Ussher. Aceptasen o no estas falsas suposiciones, los científicos de la época estaban obligados a adaptar sus observaciones de la naturaleza a esta fecha. Incluso el gran Linneo, padre de la taxonomía moderna, afirmó que le gustaría creer que la Tierra era más vieja, pero que las sagradas escrituras no permitían algo así. Sin embargo, otros investigadores no fueron tan precavidos, como el caso de Leclerc (siglo XVII), que estimó que el tiempo necesario para que una esfera (si una esfera, la concepción de la Tierra plana es una imbecilidad actual) en estado de fusión del tamaño de la Tierra se solidificara, serían necesarios como mínimo 75.000 años. Por no hablar de que en ese mismo siglo, el monumental Immanuel Kant, otorgó a la Tierra una edad de varios millones de años. Y Kant era un referente para cualquier intelectual de la época.


Ilustración del arzobispo irlandés James Ussher (1581-1656) (Fuente: Muy Interesante)
La necesidad de un periodo de tiempo superior para la edad de la Tierra, junto con la teoría de catástrofes periódicas (que llevarían a extinciones) propuesta por Cuvier, llevó a que uno de sus discípulos promulgase la teoría de que la Tierra había tenido varios comienzos (varios Génesis) tras cada catástrofe, siendo la última el gran diluvio de Noe. Sin embargo, Dios solo habría comunicado el último génesis a Moisés, debido a que el resto no estaba relacionado con el ser humano. Todas estas controversias en torno a lo que mostraba la naturaleza, y lo que mostraba la Biblia, provocó que el afamado reverendo William Paley publicase el libro “Teología natural” en donde trataba de explicar aspectos naturales (como la edad de la Tierra) desde el punto de vista Teológico. Este libro comenzaba con la famosa analogía del reloj, en donde si te encuentras un reloj en el campo, necesariamente todos sus finos y precisos mecanismos habrán debido de ser armados por un relojero. Por lo tanto, todos los animales (Incluido el ser humano) con su multitud de órganos y aparatos, han debido de tener un creador. Este argumento fue contraatacado por Voltaire, que indicó burlescamente que como todo está hecho con un propósito, y todas las cosas son necesarias para ese propósito; las narices están para las gafas, y por eso llevamos gafas, porque tenemos nariz (También Richard Dawkins desmontó este argumento en el libro El relojero ciego). A pesar de que uno de los padres de la ilustración (Voltaire) se riera de los argumentos de Paley, su libro encantó y convenció a Darwin mientras estudiaba. Más tarde, Darwin rectificaría y corregiría sus creencias. Concretamente, en su viaje a bordo del Beagle, el joven Darwin comenzó a dejar de lado su bagaje intelectual mientras leía un libro de uno de los padres de la geología, Charles Lyell. Mediante este libro, sin abandonar la creencia en Dios, Darwin empezó a abandonar la idea del ingeniero creacionista de Paley, y empezó a aceptar que la Tierra tenía una edad muy superior a lo que decía la Biblia.
El mismo año en el que nació Charles Lyell, murió otro de los padres de la geología moderna, aunque él no lo supo mientras vivió. Se trata del polifacético James Hutton. Vivió a lo largo del siglo XVII y se desmarcó rápidamente de las explicaciones sobrenaturales que los intelectuales de la época ofrecían para determinar el proceso de formación de la Tierra. Hutton dedujo que todas las rocas presentes en la Tierra provienen de rocas más antiguas y los paisajes de entonces eran generados a través de un cambio gradual. Por lo tanto, concluyó que no había necesidad de justificaciones sobrenaturales para explicar la superficie de la Tierra, lo único que se necesitaba era tiempo. Bajo esta premisa, Hutton argumentó que la edad de la Tierra debería de ser muy, pero que muy, superior a la indicada por las sagradas escrituras. Esta teoría gradualista, fue duramente criticada en los años de Hutton, pero Lyell la convirtió en la ortodoxia geológica de su época. Además, fue el libro de Lyell en el que se plantean estos cambios graduales, el libro que Darwin se llevó en el Beagle, y el libro que le hizo abandonar su ceguera religiosa y aceptar que pequeños cambios graduales, durante un periodo muy prolongado de tiempo, son capaces de alterar el paisaje de nuestra Tierra. Este libro estableció el germen de la teoría de la evolución en el cerebro del joven Darwin.
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