La inequidad asesina
Artículo basado en el libro: "La desigualdad mata" de Göran Therborn.
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Si te pregunto por la palabra desigualdad, ¿qué es lo primero que se te viene a la mente? Lo más probable es que tu respuesta esté relacionada con una desigualdad de renta o de poder adquisitivo, es decir, de dinero. ¿Pero realmente es el dinero el único factor de desigualdad?, ¿o sólo es la punta del iceberg? En realidad, cuando hablamos de desigualdad, lo normal es centrarse en el ámbito económico, pero la disparidad no solo afecta a la billetera, sino que afecta a la salud, a la esperanza de vida o a la probabilidad de muerte. Sintetizando, la desigualdad mata, y en este artículo veremos algunos aspectos de esta terrible pandemia desde una perspectiva más multidisciplinar, y no solo centrada en lo económico.
En el anterior párrafo he mencionado que la desigualdad mata, y no es ninguna hipérbole; entre los años 1990 y 2008 la esperanza de vida de los estadounidenses blancos sin título universitario se redujo en 3 años, mientras que entre las mujeres sin educación superior lo hizo en 5 años, ¿no se supone que la esperanza de vida en países desarrollados no estaba haciendo más que crecer? pues ya ves que no, y eso que estamos hablando de la población blanca estadounidense, en el caso de la afroamericana es incluso inferior, aunque la brecha interracial se ha reducido en los últimos años (a lo largo de todo el siglo XX no hizo más que aumentar). Como es bien sabido, una de las principales fuentes de desigualdad es un sistema capitalista y ultraneoliberal, que no contempla bajo ningún concepto ninguna clase de distribución de recursos. Por ello, el retorno al capitalismo de la antigua URSS, no trajo más que un aumento de la desigualdad y un empobrecimiento masivo (de la mayoría) por mucho que lo nieguen los anticomunistas y macartistas de turno.


En Rusia, el coeficiente de Gini de desigualdad de renta, se elevó desde 27 a 46 en el periodo entre 1990 y 1993, justo después de la disolución de la URSS y la caída del muro de Berlín. En Ucrania (otra ex-república socialista soviética, aunque cueste creerlo con la guerra Ruso-ucraniana) ese índice se duplicó variando de 25 hasta 51 en el periodo 1992-2001. Pero no solo habló de desigualdad de renta, la tasa de muertes de hombres rusos mayores de 16 años, aumentó un 49%, si comparamos los años 1988-1989 y 1993-1994; entre las mujeres este ascenso “solo” fue del 24%. De hecho se calculan 4 millones de muertes adicionales como consecuencia del retorno al capitalismo. Se trata de un periodo comparable (aunque más leve) a la colectivización estalinista, pero en caso de esta última, las muertes fueron causadas por las confiscaciones, las hambrunas y las deportaciones; mientras que en el retorno al capitalismo las causas fueron el desempleo general y la degradación y empobrecimiento masivo de la mayoría de la población. En 2009 la esperanza de vida de un Ruso era inferior en varios años a la de un Ruso en 1990, independientemente de su edad, género o educación. Sin embargo, otros datos de antiguas repúblicas soviéticas, demuestran cómo la desigualdad educativa, tiene un efecto directo sobre la vida. En Letonia y en Estonia, en la década de los 90 se originó un espectacular aumento de la mortalidad entre las personas con educación secundaria o inferior, a la par que disminuyó la mortalidad de la población con estudios superiores. Este sería el patrón dominante al final del siglo XX en la mayoría de países europeos, donde se daba un estancamiento de la duración de vida de los pobres y faltos de educación, mientras que se ampliaba el horizonte de vida de los demás. Pero no solo la falta de educación es un factor que acorta la vida, ya que entre 1988-2007 se dispararon las muertes prematuras entre los desempleados y personas que vivían solas en todo Europa. El desempleo puede resultar tan nocivo para la salud como el alcohol o el tabaco, e incluso las mujeres casadas con desempleados acaban antes en la tumba que las otras mujeres casadas. Atendiendo a estos datos, en 2008 (con la crisis de las hipotecas), debido a la megalomanía y avaricia de unos pocos cientos de banqueros, decenas de millones de personas acabaron en el paro, ¿cuántos de ellos sufrirán o han sufrido una muerte prematura como indican las estadísticas? ¿Miles? ¿Decenas de miles? El tribunal de la Haya dicta condenas por crímenes contra la humanidad en casos con un número mucho más reducido de víctimas. Sin embargo, el número de los responsables del desastre financiero que pisaron la cárcel, no llega a la veintena.
Esta desigualdad también afecta a los niños, aunque la tasa de mortalidad infantil (muertes de niños menores de 1 año) no hace más que reducirse con cada año que pasa (una de las mayores victorias de la modernidad), la muerte infantil en el África subsahariana mantiene números muy elevados. 1 de cada 9 niños de esta región (11,11%) muere antes de cumplir los 5 años de vida. Es más, dentro de esta región, en los países con más pobreza (y desigualdad) como Chad o Angola, esta escalofriante cifra asciende a 1 de cada 6 niños (16,66%) que mueren antes de celebrar su quinto cumpleaños. Estas cifras resultan más abrumadoras aun cuando observamos que en países más ricos como Japón, solo 3 de cada 1.000 niños (0,3%) sufre ese fatídico destino. Es decir, si comparamos las cifras, en los países pobres mueren 60 veces más niños menores de 5 años que en los países ricos. Dejando a un lado a los niños, si hablamos de la población en general, ahí va un último y escalofriante dato para concluir este triste artículo: en 2010, la diferencia en la esperanza de vida entre los habitantes de Sierra Leona y Japón, era de 46 años de vida. Para que se entienda mejor, cuando el japonés medio no había alcanzado la mitad de su vida, el sierraleonés medio ya estaba muerto. Para que luego digan que la desigualdad no existe.
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