La mayor expedición del ser humano antes del Apolo 11

Artículo basado en el libro: "Historia de las grandes expediciones científicas" de Enrique José Díaz León.

6 min read

Cuando hablamos de exploradores, a todos nos vienen a la memoria nombres como Elcano y Magallanes, quienes completaron la primera circunnavegación del globo (solo Elcano ya que Magallanes murió en Filipinas antes de completar la vuelta); Alexander von Humboldt, quien realizó exploraciones científicas por todo América Latina; o el Doctor Livingston, misionero que exploró la geografía del continente Africano. Pero estas exploraciones pueden considerarse excursiones de colegio si las comparamos con la exploración del territorio más desconocido para el hombre, el fondo de los océanos. Aunque ha habido muchas expediciones por las tierras (o aguas) inhóspitas de los fondos abisales, la cierto es que una de ellas ostenta el primer puesto sin discusión, estoy hablando de la Expedición Challenger.

La expedición de la corbeta (buque de guerra similar a la fragata pero más pequeña) Challenger se realizó bajo el mandato de una de las monarcas más poderosas de los últimos siglos, la reina Victoria I (1837-1901) en cuyo reinado Gran Bretaña pasó a ser la primera potencia mundial gracias a la Revolución Industrial. En el contexto histórico, el reino anglosajón había salido victorioso de las guerras napoleónicas, convirtiéndose en rey de los mares y del comercio. Bajo el reinado de esta monarca, la democracia comenzó a convertirse en algo real, ya que 5 años antes de su ascenso al trono, solo los poseedores de las rentas más elevadas podían votar. Sin embargo, una reforma política suprimió una serie de privilegios de la nobleza e incorporó a la palestra pública a sectores surgidos de la Revolución Industrial como las clases medias y el proletariado. Es en este momento cuando se forman los dos grandes partidos que sustentaban el bipartidismo inglés, el partido Liberal y el Conservador. Así mismo, en 1836 nació la Asociación Londinense de Trabajadores, en la que se empezó a solicitar el sufragio universal masculino. Gracias al auge de la industria, el reinado de Victoria I se caracterizó por una prosperidad económica, en donde eclosionó el librecambismo y la supresión de los aranceles, para establecer una regulación del mercado basado en la libre competencia. La entrada en tromba del capitalismo permitió la acumulación de capital por parte de la burguesía, imprescindible para la industrialización (debido a un aumento de la inversión). Sin embargo, esta época de opulencia y grandes logros, no consiguió evitar las grandes desigualdades sociales. En cuanto a la educación, se crearon nuevas universidades y se reformaron las antiguas como Oxford y Cambridge, además de una notable intervención pública con leyes que obligaban a la escolarización a niños menores de 13 años. En este contexto, las clases altas y las clases medias adineradas, empezaron a culturizarse y a mostrar una gran admiración y pasión por las ciencias, es aquí donde nace el proyecto de la expedición Challenger.

Corbeta HMS Challenger (Fuente: Wikipedia)

Para la sociedad victoriana de la época, la aventura del Challenger despertó la curiosidad y el orgullo, al igual que en 1969 lo hizo la misión Apolo 11 a la luna, con los estadounidenses. La propuesta era excitante: un viaje por todos los mares del mundo, y la Royal Society fue la encargada de llevarla a cabo. Una de las principales preguntas que trataría de solventar esta expedición fue: ¿hay vida en los océanos a grandes profundidades donde las grandes presiones, el frío o la falta de luz la hacen muy difícil? Charles Wyville Thomson, catedrático de historia natural de la universidad de Edimburgo, fue el encargado de convencer al almirantazgo y a la Royal Society del proyecto, de forma que le prestaran la corbeta Challenger, al igual que habían hecho con el Beagle y Darwin. Además, el proyecto también mostraba el objetivo comercial de inspeccionar el fondo marino para poder proyectar cables submarinos de comunicación transoceánica. Para ello, era necesario investigar las condiciones físicas de las profundidades (temperatura, densidad, luz…), determinar la composición química de agua a diferentes profundidades, determinar el carácter físico y químico de los depósitos de los fondos y averiguar la distribución de la vida orgánica en función de la profundidad.

En la corbeta Challenger, al mando de George Nares, los cañones fueron sustituidos por instrumentos químicos, se dotó a la nave de laboratorios y sistemas de dragado y redes de arrastre. Una tripulación con 23 oficiales, 240 marineros y 6 científicos se encargaría de llevar a cabo las misiones encomendadas. Durante la actividad científica, se recogieron muestras de todo tipo a diferentes profundidades, se midió la temperatura densidad y composición química de muchísimas muestras de agua. Para el sondeo del fondo marino, se empleó un rudimentario método en el que un peso atado a una soga se hacía descender hasta el fondo. La soga mostraba una serie de banderines para determinar la profundidad, y para observar cuando el peso tocaba el fondo, ya que los banderines comenzaban a desaparecer más lentamente. El peso, normalmente de unos 200 kg, podía tardar más de 40 minutos en alcanzar un fondo de 5 km. Gracias a los datos recabados (junto los de expediciones anteriores) se consiguió trazar los primeros mapas del fondo marino y solo han sido corregidos recientemente gracias al uso del sónar y la cartografía submarina de precisión. Pero la expedición no solo buscaba responder preguntas sobre geografía y geología, sino que se emplearon las redes de arrastre para capturar animales grandes a diferentes profundidades, y el sistema de dragado para recoger muestras del fondo marino que atrapaban pequeños organismos. Aunque utilizaron muchos de los más avanzados instrumentos de medición de la época, otros fueron muy rudimentarios, como la medición de las corrientes. Para esta labor, únicamente amarraron un tronco a una cuerda y lo dejaron flotar atado al Challenger. Los científicos solo anotaban la orientación del tronco y medían la longitud de la cuerda que habían tenido que alargar en ese periodo; dividiendo la longitud de la cuerda entre el tiempo transcurrido, podían determinar la velocidad de la corriente de superficie. Simple pero efectivo. Lo mismo hicieron para corrientes de profundidad, para lo cual solo tenían que lastrar el tronco (añadirle peso para que no flotará).

La ruta de la expedición Challenger (1872-1876)

El trabajo realizado por el Challenger se puede resumir en que recorrieron 115.000 km muestreando todo los océanos (salvo el Índico) con 360 sondeos, 283 muestras de agua, 133 operaciones de dragado y 151 operaciones de arrastre. El resultado de este esfuerzo, se resume en 560 cajas de muestras y miles de botes con animales preservados en alcohol. El viaje duró algo más de 3 años (1972-1976) y sorprendentemente solo murieron 10 hombres de la tripulación (sorprendentemente para aquella época). Los resultados de las investigaciones permitieron identificar 4.717 especies animales desconocidas (ahí es nada), así como una cartografía de cierta precisión del fondo marino. El Challenger (bueno sus tripulantes) fue el encargado de descubrir la famosa fosa de las Marianas y diversas corrientes de circulación oceánica, desconocidas hasta ese momento. Además, se demostró que la diferencia de la salinidad y temperatura, eran el motor de estas corrientes que regulan el clima de nuestro planeta. Por último, no solo realizó descubrimientos marinos, ya que muchas de las islas por las que pasó el Challenger eran desconocidas para los europeos y, de esas remotas islas, también se muestrearon especies vegetales y animales. Toda esta información recopilada de esta monumental expedición, fue recogida en los Informes Challenger, y por sorprendente que parezca, a día de hoy, más de 150 años después, los científicos siguen consultando estos datos para sus investigaciones, ¡Acojonante!

Artículo basado en: