La ultraderecha europea contra la energía eólica

Artículo basado en el libro: "Piel blanca, Combustible negro: Los peligros del fascismo fósil" de Andreas Malm.

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El cambio climático es una realidad ineludible avalada por décadas de investigaciones científicas. La quema descontrolada de combustibles fósiles, principal fuente de gases de efecto invernadero, ha llevado al planeta a una crisis ambiental sin precedentes. Como respuesta, las energías renovables, encabezadas por la solar y la eólica, han emergido como soluciones indispensables para reducir estas emisiones y mitigar el impacto climático. Sin embargo, en los últimos años, la energía eólica ha enfrentado un rechazo inesperado y creciente desde una corriente del espectro político: la ultraderecha. Este artículo analiza cómo se ha gestado este repudio y las razones detrás de esta postura ideológica, que no deja de ganar fuerza en la política global.

En la década de 2010 se vio como se agudizaba la inquietud de la extrema derecha ante el viento como fuente de energía. Por ejemplo, el político británico Roger Helmer, conocido por su afiliación al UKIP (UK Independence Party), con un fuerte carácter negacionista respecto al cambio climático, admitió que no le gustaban las grandes centrales solares, pero “sobre todo detesto las turbinas eólicas, porque son símbolo de un despilfarro monstruoso y sin sentido y de inútil corrección política”. Su partido no solo rechaza esta fuente energética, sino que se enorgullece de ser la vanguardia de la resistencia a la energía eólica en Inglaterra. Otro caso es el de la afamada Marine Le Pen, que literalmente heredó el partido político de su padre (Reagrupamiento nacional o RN) y cuenta con cada vez más franceses entre sus filas. A Le Pen, aunque no le parezca mal la energía solar o el biogás (solo faltaba…) exigió una moratoria inmediata para la construcción de nuevas turbinas eólicas, que según sus palabras “son espantosas y no funcionan”, “son costosas y monstruosas”, “son una contaminación visual y auditiva” y “son un desastre para el medio ambiente”. En Dinamarca, la patria del viento, el Partido Popular Danés anunció en 2018 que a partir de ese momento se opondría a la construcción de parques eólicos en tierra y solo aceptaría los situados en el mar. De hecho, gracias a su influencia, acordaron con el Gobierno la reducción del número de turbinas eólicas terrestres, de las actuales 4.300 a 1.850, para el año 2030. Es decir, en los próximos años, los daneses deberán retirar más de la mitad de las turbinas ya existentes en un caso excepcional de desmantelamiento de infraestructuras relacionadas con las energías renovables. Alternativa por Alemania (AfD), el partido liderado por Alice Weidel, ha estado intentando conseguir el mismo cambio de rumbo en su país. El partido afirma que esta “supuesta energía renovable” no lo es en realidad: es poco fiable, inadecuada, costosa y directamente un horror, ya que las turbinas “destruyen la imagen de nuestro paisajes culturales y ponen en riesgo mortal a las aves”. Obviamente, las aves les importan una mierda.

Otro país europeo con un gran potencial para la producción de energía eólica gracias a sus montañas y estepas, es Hungría. En 2016, el despacho del primer ministro Viktor Orbán anunció que “el viento solo sopla por las tardes” (con un par de huevos) y emitió una serie de restricciones: no se permitía la construcción de turbinas eólicas en una radio de 12 km de cualquier edificación existente, de 40 km de cualquier radar y de 15 km de bases aéreas militares y, si existiese algún terreno que cumple estas exigencias (son muy pocos), los vecinos situados en un radio de 1 km tendrían que dar su aprobación al proyecto. Ese mismo año (2016), cuando el ultraderechista PS (Partido de los Finlandeses) participaba en el Gobierno de coalición, se suspendieron las subvenciones a la energía eólica en Finlandia, principalmente debido a los grupos de presión agrarios y de explotación forestal cercanos al partido. Una de sus estrategias se basó en presentar en una rueda de prensa a un señor que se lamentaba por el dolor causado por el sonido de las turbinas que el PS atribuía a “ultrasonidos indetectables” (buena parida). Por si este sinsentido no fuera poco, el partido también afirmó que un 10% de los finlandeses corrían el riesgo de contraer un repertorio de enfermedades a causa de las turbinas, ¿que evidencias científicas avalan esta afirmación? Ninguna. Puestos a inventar estupideces, el PS también declaró que la fauna corría peligro ya que las turbinas “Hacen que los murciélagos revienten por dentro”.

¿A qué venía un ensañamiento semejante? Las turbinas eólicas han sido siempre uno de los símbolos más visibles de las medidas de mitigación del cambio climático de un gobierno, incluso si se trataba solo para aparentar. La mayoría de los que se oponen a estas medidas, ven a las turbinas como estandartes que representan la idea de que algún día las energías renovables podrán tomar el testigo de los combustibles fósiles. Pero existe otra oscura dimensión de este rechazo, y es que las turbinas pueden asemejarse a los minaretes de las mezquitas, y para sorpresa de nadie, los mismos que rechazan las turbinas eólicas, también rechazan a los inmigrantes musulmanes. “Los migrantes son como las turbinas eólicas: todo el mundo está de acuerdo con ellas, pero nadie las quiere en su patio trasero” explicó Marine Le Pen hace unos años, entendiendo “todo el mundo” como la extrema derecha. Estos partidos ultraderechistas luchan en ambos frentes como si de uno solo se tratase. Por ejemplo, el PVV (Partido por la Libertad) de los Países Bajos, cuando en 2021 presentó los 11 pasos para la “desislamización” y recuperación de la nación neerlandesa, el séptimo paso se basaba en el fin de la inversión pública en energía eólica, muy lógico todo. En Suecia, el SD (Demócratas de Suecia) a la par que trataba de frustrar la construcción de lugares de culto por parte de la comunidad musulmana, también encabezó (con menos éxito) la pugna por detener la expansión de los parques eólicos de la zona.

Está claro que estos ataques contra la energía eólica por parte de los cada vez más abundantes partidos de extrema derecha europeos, no son más que una actitud reaccionaria ante la supuesta “invasión” de las turbinas que mina su estatus de privilegiados. ¿Tú que opinas?, ¿crees que podemos prescindir de la energía eólica para la tan ansiada transición energética que demanda nuestra Tierra?, ¿o es que nos estamos volviendo completamente imbéciles?

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