Las brujas y la verdad sobre sus escobas

Artículo basado en el libro: "Vacas, Cerdos, Guerras y Brujas" de Marvin Harris.

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Al hablar de la Inquisición, a todos nos viene a la mente una misma imagen, la quema de brujas. Puede que a los más curiosos también les surjan personajes como el inquisidor Torquemada, o procesos concretos como los juicios de Salem; sin embargo, todos estamos de acuerdo en el aspecto común: las brujas. Entre los siglos XV y XVII solo en Europa, más de 500.000 mujeres fueron declaradas culpables por brujería y condenadas a muerte. ¿Sus crímenes? haber pactado con el diablo, viajes volando en escoba, reuniones ilegales en aquelarres, copulación con íncubos (diablos masculinos) o con súcubos (diablos femeninos) entre otros. También sufrieron acusaciones de carácter más local, como matar al ganado del vecino o secuestrar y comer a sus niños, pero en este artículo nos centraremos en el aspecto de volar.

A pesar de existir múltiples “confesiones”, tanto de terceros como propias, lo cierto es que ambas carecen de fiabilidad. Las primeras, podrían ser falsas acusaciones de vecinos que buscaban el interés propio, y las segundas eran arrancadas con algunos de los peores instrumentos de tortura que ha inventado el ser humano, por lo que se trataba más de confesiones de quemadores de brujas, que de brujas quemadas.

Si atendemos a Europa, el concepto de “Brujas que vuelan” varió enormemente a lo largo de la historia. Sobre el año 1000, se prohibió la creencia de que las brujas volaban; mientras que después de 1480, lo que se prohibió fue no creer en estos vuelos. Este radical cambio, se debe a que la inquisición no se inició como un proceso para el exterminio de brujas por su estrecha relación con el diablo, sino que comenzó como mecanismo para mantener la hegemonía de la Iglesia católica en todo Europa, manteniendo su monopolio sobre los diezmos y otros impuestos. La Iglesia autorizó por primera vez la tortura, no para ir contra las brujas, sino contra miembros de nuevas organizaciones eclesiásticas consideradas “ilícitas” como los albigenses o los valdenses. Es decir, la Iglesia creó un poder paramilitar (la inquisición) para combatir la herejía de las corrientes religiosas desviadas de la ortodoxia. Los miembros de estas nuevas religiones, se organizaban en células separadas, con reuniones clandestinas (como aquelarres), de forma que los inquisidores solicitaron el permiso de poder aplicar la tortura, con la intención de detectar a los cómplices de los herejes que capturaban. Mientras este tipo de inquisición se iba desarrollando, la leyenda sobre las brujas fue empeorando hasta que llegó un punto en el que incluso superó a las herejías, ya que realizaban reuniones blasfemas (igual que los herejes) pero con actos más repugnantes, y con el peligro de su capacidad de volar. Por ello, en 1448, se autorizó una bula papal que permitía a la inquisición emplear su poder para exterminar a las brujas. La inquisición tal y como la conocemos estaba en marcha, y tanto católicos como protestantes ya tenían excusa para comenzar su matanza, pero ¿qué hay de las brujas y su capacidad de volar?

A parte de una escoba que le permite volar, si visualizamos mentalmente una bruja, por lo general, nos la imaginamos a lado de un caldero, una olla o un recipiente similar sobre el que vierte sustancia extravagantes con las que hacer un enigmático ungüento o pócima. Lo cierto es que son múltiples las evidencias de este tipo de pociones, en las que suelen repetirse las cualidades de aceitoso y verdoso. Concretamente Andrés Laguna, un médico del siglo XVI, describe cómo descubrió un tarro perteneciente a una bruja “lleno hasta la mitad de un cierto ungüento verde… con el que se untaban; cuyo olor era tan fuerte y repugnante que se mostró que estaba compuesto de hierbas frías y soporíferas en grado sumo, que son la cicuta, la hierba mora, el beleño y la mandrágora” Plantas con componentes psicotrópicos que en determinadas concentraciones pueden provocar la muerte. El médico realizó un experimento en el que untó a la mujer de un verdugo de la cabeza los pies con el ungüento, que provocó “ella se quedo dormida de repente con un sueño tan profundo, con sus ojos abiertos como un conejo, que no podía imaginar cómo despertarla” La mujer, pasó 36 horas dormida hasta que consiguieron despertarla, momento en el que se levantó y se quejó diciendo “¿Por qué me despiertas en este momento tan inoportuno? estaba rodeada de todos los placeres y deleites del mundo” y dirigiéndose a su marido allí presente, le dijo “bribón, sabes que te he puesto los cuernos, y con un amante más joven y mejor que tu”. Otras evidencias, muestran que todos los sujetos que se sometían a este experimento, quedaban profundamente dormidos, y al despertar indicaban que habían estado en un largo y placentero viaje. Del mismo modo, otros indicios, muestran que estos ungüentos era aplicados sobre la frente, sobre partes vellosas del cuerpo (como debajo de los brazos) o aplicadas sobre un palo (que sería la escoba de la bruja) y posteriormente, puesto este bastón entre las piernas, como si lo estuviese cabalgando. Esta aplicaciones tópicas, originarían que parte de los componentes psicotrópicos de las plantas fuesen absorbidos por la piel (o por las mucosas de la vagina en el caso del palo) y causasen ese supuesto “viaje” y esa sensación de “volar”.

El principal componente activo de estas plantas es la atropina, presente en la belladona, la mandrágora o el beleño. Es un compuesto absorbible a través de la piel, y era utilizado para combatir dolores musculares. Experimentadores modernos, han replicado los ungüentos de las brujas, con la intención de observar sus efectos; sufriendo en estos procesos sueños de más de 24 en los que un investigador afirmó “viajes excitantes, danzas frenéticas y otras aventuras misteriosas de este tipo, relacionadas con orgías medievales” otro experimentador tras inhalar vapores de beleño indicó: “sensación loca de que mis pies se volvían más ligeros, se dilataban y se desprendían de mi cuerpo… al mismo tiempo experimenté una sensación embriagadora de volar”. De este modo, queda resuelto el misterio sobre las escobas y los ungüentos de las brujas, ya que cualquiera sería capaz de “volar” y “viajar” si emplea la droga adecuada.

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