Las causas ancestrales de las guerras
Artículo basado en el libro: "Vacas, Cerdos, Guerras y Brujas" de Marvin Harris.
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Las guerras acontecidas en la actualidad o en el pasado reciente muestran una causa común, la económica. Ya sea para controlar rutas comerciales, recursos naturales, mano de obra barata o mercados de masas, las guerras mayoritariamente suelen tener este objetivo último, por lo tanto, muestran un equilibrio racional de ganancias y pérdidas. Esto esconde una lógica, y es que con el desarrollo militar actual, una aniquilación mutua entre dos grandes potencias con armamento nuclear es muy posible, pero siguiendo este equilibrio racional de ganancias y pérdidas es muy poco probable. La creencia de que el hombre es belicoso y agresivo, por lo que emprende guerras por causas irracionales e inescrutables, es a día de hoy un mito. Sin embargo, estos motivos irracionales predominan para explicar las guerras primitivas, lo cual también es una falsedad, y a continuación desmontaremos el origen de esa leyenda.
Los pueblos primitivos de los que a día de hoy sobreviven algunos de sus miembros, emprenden guerras porque carecen de soluciones alternativas para algunos problemas. El principal de estos, reside en que el grupo sobrepase la capacidad de sustentación del hábitat en el que viven; es decir, debido a un incremento en la población, la cantidad de nutrientes que puede aportar el ecosistema, deja de ser suficiente. Al mismo tiempo, ese exceso de extracción de recursos del medio, conlleva a una degradación del ambiente agravando aún más el problema. Como solución a esta situación, el grupo trata de expandir sus “dominios”, haciendo incursiones sobre territorios ya ocupados, desencadenando los enfrentamientos que provocan las guerras. Por lo tanto, las guerras primitivas no muestran motivos irracionales o instintivos, solo son mecanismos de interrupción que permiten mantener las poblaciones en un estado de equilibrio ecológico.


La consecuencia que cabría esperar de estas guerras, reside en una reducción de la población de ambos contendientes, y por lo tanto, una disminución de la presión sobre los recursos del medio ambiente, pero la historia ha demostrado que el mecanismo de adaptación ecológica que representa la guerra no actúa de esta forma. Un ejemplo claro lo podemos observar en el caso de Vietnam y su guerra con EE.UU., en donde a pesar de la intensidad de la guerra y los bombardeos desmedidos, la población vietnamita no paro de crecer durante la confrontación. Además, aunque la tendencia actual está sufriendo ligeros cambios, la mayoría de los participantes en las guerras suelen ser hombres, los cuales carecen completamente de valor en cuanto al potencial reproductivo de un grupo (una mujer y cien hombres solo podrían tener un hijo en un año, mientras que un hombre y cien mujeres podrían tener cien hijos).
Entonces, ¿cuáles son las consecuencias que originan las guerras primitivas como mecanismos de adaptación ecológica? Los efectos principales son dos: el primero se basa en el abandono o traslado del grupo derrotado, lo cual origina que el grupo vencedor disponga de una mayor proporción del ecosistema para abastecerse, no superando así la capacidad de sustentación del hábitat. El grupo derrotado, por el contrario, suele trasladarse a otro entorno deshabitado (generalmente menos productivo que el original) pero que tampoco ha sufrido las presiones de una población desmesurada, o bien se trasladan a regiones con grupos aliados, en cuyo caso, volvería a iniciarse el problema y sería necesaria una nueva guerra para atajarlo. Por lo tanto esta deslocalización de los grupos solo evita el problema de la capacidad de sustentación de forma temporal, por lo que será necesario un medio que limite de forma real el aumento poblacional, lo cual nos lleva a la segunda consecuencia antes mencionada, una consecuencia macabra y atroz desde la moral occidental: el infanticidio femenino.


En muchas sociedades primitivas, la guerra es una forma eficaz de control demográfico, ya que se favorece la crianza de niños en vez de niñas, con la intención de poseer una fuerza militar de mayor número que el vecino, permitiendo así conservar sus tierras al grupo. Atendiendo a un estudio demográfico de más de 600 sociedades primitivas, se observó que existía un desequilibrio permanente a favor de los niños en edades infantiles y juveniles, concretamente, la proporción media es de 150:100 llegando a observar poblaciones en las que el número de niños duplica al de niñas. Sin embargo, en la edad adulta la proporción permanece igualada, indicando una mayor tasa de mortalidad entre los hombres, probablemente debida a su mayoritaria participación en las guerras. Pero, ¿cómo se explica la situación inversa en la población infantil? Como ya se ha mencionado, mediante el infanticidio femenino, muchas sociedades primitivas ahogan a sus niñas, las abandonan en el bosque, o lo que es más común, muestran un comportamiento negligente en el cuidado de las niñas en comparación con los niños. Sin embargo, de existir alguna discriminación en el cuidado de alguno de los géneros, esa debería recaer sobre los hombres, ya que en lo que reproducción se refiere, son superfluos, mientras que las mujeres son mucho mas valiosas desde el punto de vista biológico. Pero ocurre lo contrario, ya que la única actividad humana en la que el hombre muestra un mejor papel, es la guerra que requiere armas de mano (guerra primitiva). Al tener un desarrollo muscular más notorio, pueden lanzar, arrojar o golpear de forma más contundente y con mayor fuerza. Por lo tanto, la guerra invierte el valor que aportan hombres y mujeres a la supervivencia del grupo, limitando la cría de hembras y maximizando la de varones, y esto es lo que hace que la guerra sea un mecanismo óptimo de control demográfico y no las muertes en combate.
Aun así, ¿no sería más recomendable que estas sociedades primitivas hubieran utilizado alguna técnica de control de natalidad? Lamentablemente la respuesta es no, ya que hasta la invención del condón en el siglo XVIII, no existía ningún método anticonceptivo seguro y eficaz. ¿Y el aborto? A pesar de que existan sociedades primitivas que conocen diversos brebajes venenosos que provoquen el aborto, o técnicas como la de envolver a la embrazada en una tela que actúe como faja; estos métodos presentan el problema de que provocan la muerte de la madre tan a menudo como la del embrión. Por lo tanto, a pesar de lo depravado e incivilizado que parezca, sin anticonceptivos eficaces y abortos seguros, se trata de los pocos mecanismos que permiten a las sociedades primitivas establecer un control demográfico; es decir, la guerra es el precio pagado por estas sociedades por criar hijos cuando no pueden permitirse el lujo de criar hijas.
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