¿Las redes sociales son más perjudiciales para las chicas que para los chicos?
Artículo basado en el libro: "La generación ansiosa: Por qué las redes sociales están causando una epidemia de enfermedades mentales entre nuestros jóvenes" de Jonathan Haidt.
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Supón que es el año 2012, tienes una hija y en las Navidades de su décimo cumpleaños decides regalarle un iPad. Eres muy consciente de los peligros de Internet y las redes sociales, por lo que solo le permites usarla para una aplicación en línea que permite crear animales de peluches en una inofensiva versión virtual. Al año siguiente, los compañeros de escuela de tu hija se burlan de ella por emplear una aplicación tan infantil y le animan a abrir una cuenta de Instagram. En casa las pantallas están terminalmente prohibidas en los dormitorios, por lo que tu hija comparte con su hermano el ordenador del salón. No les permites usar Instagram y otras redes sociales, pero pronto descubren métodos para sortear tus prohibiciones. Tu hija se abre una cuenta en Instagram diciendo que tiene 13 años cuando en realidad tiene 11, pero la borra cada vez que la usa por lo que no te enteras de nada. Al cabo de un tiempo, sus compañeros de colegio le comentan cómo esconder la aplicación bajo un icono de una calculadora. Tu hija, al principio, se muestra entusiasmada con la red social y, en 2013, escribe en su diario: “En Instagram llego a los 127 seguidores. ¡Bien! Digámoslo así: si ya estaba contenta y emocionada con 10 seguidores, entonces esto es ¡¡¡¡INCREÍBLE!!!!”. Sin embargo, en pocos meses su salud mental se desmorona y empieza a mostrar síntomas de depresión. Al de 5 meses de abrir su cuenta hace un dibujo en donde se muestra a sí misma diciendo comentarios como: “Estúpida, inútil, fea, matate, muere zorra, retrasada, nadie te quiere, que te mueras, gorda, bicho raro, friki, idiota…” En tan solo 6 meses, el algoritmo de Instagram había pasado de mostrarle información sobre cómo mantenerse en forma, a consejos dietéticos, para al final enseñarle publicaciones que hacían directamente apología a la anorexia. En un par de años, tu hija tiene que ser hospitalizada con anorexia y depresión, dos enfermedades con las que va a tener que combatir durante toda su adolescencia. ¿Triste verdad?, pues esta no es más que una de las miles de historias reales sobre enfermedades mentales y redes sociales que abarrotan los hogares con niños y niñas de hoy en día. Además, como veremos en este artículo, las chicas son más susceptibles de sufrir los perjuicios de estas aplicaciones.
No es de extrañar que haya comenzado este artículo en el año 2012, ya que al siguiente año, cuando el cambio de los teléfonos básicos a los smartphone se generalizó, las consultas psiquiátricas de países anglosajones como EE.UU. e Inglaterra empezaron a llenarse sobre todo de chicas. Pero, ¿por qué de chicas? Lo cierto es que el empleo de redes sociales como Instagram en el que la gente hace publicaciones (normalmente sobre sí mismos) y después espera a que otros las juzguen y las comenten, genera una comparación social cuyos efectos son más perjudiciales en las chicas. Este dato se puede observar en estudios que correlacionan el tiempo de uso de redes sociales, con la salud mental de sus consumidores. Aunque conforme aumentan las horas diarias del uso de redes sociales, también aumentan los casos de depresión tanto entre los chicos, como entre las chicas, en el caso de estas últimas el aumento es mucho más marcado. El gráfico mostrado se hizo en el Millenium Cohort Study, en el que se hizo un seguimiento a alrededor de 19.000 niños y niñas nacidos en torno al año 2000.


Relación entre el porcentaje de depresiones entre adolescentes frente a el uso medio diario de redes sociales (Fuente: Milleniu Cohort Study)
Mientras que en el caso de los chicos la curva solo nos habla de la relación entre un consumo intensivo (más de 2 horas diarias) y las enfermedades mentales, entre las chicas la relación es mayor y más constante. Es decir, cuanto más tiempo pasa una adolescente en las redes sociales, más probable es que esta se deprimida. Entre los casos más extremos, un consumo abusivo (5 horas o más al día) y un consumo nulo, la probabilidad de depresión es tres veces superior en el primer grupo. Podría existir una correlación inversa, en el que las chicas que están deprimidas tienden a emplear más las redes sociales, pero diferentes estudios han demostrado cómo el uso de redes sociales afecta directamente a nuestra mente. Por ejemplo, en un estudio en el que a un grupo se le solicitó que dejarán de usar sus redes durante 3 semanas, mientras que al grupo control no se le exigió nada se observó: “El grupo de uso limitado mostró reducciones significativas de la soledad y la depresión a lo largo de las 3 semanas en comparación con el grupo control”. Otro estudio realizado sobre estudiantes universitarias demostró que la manipulación y edición de las fotos que compartían por Instagram, generaba un peor autoconcepto de si mismas, en comparación a cuando publicaban fotos naturales. Mediante estas, y otras muchas investigaciones se ha demostrado que las redes sociales y la enfermedades mentales como la depresión y la ansiedad, no están meramente correlacionadas, sino que existe una relación de causalidad.
Por desgracia para nosotros, pero sobre todo para nuestros jóvenes, las redes sociales no solo afectan al individuo, sino que también afectan al grupo. A medida que en la década de 2010 el uso de los smartphone y las redes sociales creció, los estudiantes hablaban mucho menos entre ellos en clase y en los descansos, lo cual es lógico ya que empezaron a pasar mucho más tiempo absortos en sus pantallas. Por ello, esta pérdida de contacto social no solo afectaba a quienes consumían las redes sociales, sino también a aquellos que no las empleaban. Los estudios verdaderamente necesarios tienen que darse entre grupos de mayor tamaño (como un colegio completo) por que si en un estudio te solicitan que dejes de usar las redes sociales, pero tu grupo social las continúa empleando, entonces te sentirás aislado socialmente. Por suerte, en el inicio de la historia de estas aplicaciones, sí se pudieron realizar estudios semejantes. Por ejemplo, en el caso de Facebook, cuando se empezó a extender su uso, esta red social se empleaba en algunas universidades y en otras no, ¿se produjo algún cambio en la salud mental de los estudiantes de las diversas universidades? Sí, en las universidades donde se empleaba Facebook la salud mental empeoró, y sobre todo entre las mujeres. El estudio del caso afirma que en ese periodo aumentaron los casos de depresiones y las solicitudes de servicios psicológicos en general. En otro estudio en España en el que se compararon las regiones a las que primero llegaba la fibra óptica (Internet de alta velocidad), con las que todavía no presentaban ese servicio, concluyó lo siguiente: “La llegada de Internet de alta velocidad aumentó el uso adictivo de internet y redujo significativamente el tiempo dedicado a dormir, hacer los deberes escolares y socializar con la familia y los amigos. Ellas son, de nuevo, las más afectadas por estos efectos”. Demostrando de nuevo la causalidad entre las redes sociales y la salud mental. Sin embargo, esto sigue sin responder a la pregunta: ¿Por qué las redes sociales hacen más daño a las chicas que a los chicos?


La primera causa que explica este suceso se centra en que las chicas emplean durante más tiempo las redes sociales. En la década de los 2010, el uso que daban las adolescentes y los adolescentes a su tiempo on line era muy diferente. Mientras que los chicos pasan más tiempo viendo videos en YouTube o en aplicaciones de texto como Reddit y, sobre todo, jugando a videojuegos, las chicas se convirtieron en usuarias más intensivas de plataformas enfocadas en los visual, como las aplicaciones de Instagram, Snapchat o Pinterest. Esto puede no decir nada por sí solo, pero si lo juntamos con los resultados de un estudio de 2017 sobre el uso de redes, la información se entiende de forma clara. En esta investigación, los y las adolescentes debían puntuar las diferentes aplicaciones en función de su efecto sobre la ansiedad, la soledad, el autoconcepto o el sueño, siendo Instagram (más empleada por las chicas) la que peor calificación obtuvo, mientras que YouTube (más empleada por chicos) fue la más positivamente valorada. Además, las aplicaciones orientadas a lo visual empleaban el modelo de Facebook en el que se trata de maximizar el tiempo que los usuarios permanece on line para aumentar la extracción de datos de los mismos. De esta forma, en 2015, en EE.UU. 1 de cada 7 chicas estudiantes pasaba una media de 40 horas semanales usando redes sociales, una jornada laboral a tiempo completo, mientras también eran estudiantes a tiempo completo. Las chicas pasaban (y pasan) más tiempo en las peores redes sociales para la salud mental, así que aun suponiendo una idéntica psicología entre ambos géneros, las adolescentes serían las peor paradas.
Aunque las mujeres y los hombres sean esencialmente idénticos en lo psicológico, existen algunas diferencias que se manifiestan entre todas las culturas y épocas. Una de ellas se basa en la distinción entre agencia y comunión. La agencia se considera el intento de expandir el yo, e implica cualidades como eficiencia, competencia y asertividad. La comunión surge del intento de integrar el yo en unidad social, e implica cualidades como la benevolencia, la cooperatividad o la empatía. Por lo general, estas dos motivaciones aparecen entremezcladas en la mayoría de trayectorias vitales, en especial, en el momento de desarrollar una identidad. Hace tiempo que los investigadores descubrieron que los niños y los hombres se inclinan más por la agencia, mientras que las mujeres se inclinan más por la comunión. Sin embargo, que estas diferencias hayan disminuido con el tiempo evidencian que son el resultado de factores culturales. Pero estas inclinaciones diferenciales, representadas a través de patrones de juego distintos, también se pueden observar en otros primates, lo cual indica la participación de un factor biológico. Aun así, aquí no importan los orígenes de estas diferencias, lo que importa es que las tecnológicas son conscientes de ellas, y las utilizan para enganchar a su público principal. Aunque las redes sociales se vanagloria de “conectar” a las personas y parecen satisfacer las necesidades de comunión, en la mayoría de casos las frustran.
Las empresas de las redes sociales son capaces de explotar esa necesidad de comunión de varias formas diferentes. En primer lugar, podemos encontrar la comparación social visual, cuyos extendidos efectos han sido muy estudiados por los psicólogos. Algunos profesionales de la mente dicen que las personas somos “máquinas de comprar”, y establecen el término de "sociómetro" de nuestro cerebro, encargado de evaluar continuamente nuestra posición en la jerarquía social. Si los valores son bajos, se dispara la aguja de la ansiedad para modificar nuestro comportamiento y que los valores se restablezcan. Los y las adolescentes, al dejar de ser niños y sufrir una serie de cambios acelerados tanto físicos como psicológicos, son especialmente vulnerables a las inseguridades sobre su cuerpo. La mayoría de adolescentes se preocupan por el aspecto de su cuerpo, en especial si empiezan a sentir atracción por alguien. Sin embargo, esta preocupación es más notoria en las chicas, ya que por siglos patriarcado, su estatus social suele estar más ligado a su belleza y atractivo sexual. En décadas pasadas, las chicas que veían a modelos internacionales cuyas imágenes habían sido retocadas mil y una veces, no tendían a compararse con ellas al ser personas completamente desconocidas. Pero con la llegada de las redes sociales, las adolescentes empezaron a compararse con las publicaciones y los reels editados con Photoshop que sus compañeras de instituto subían a Instagram. Los filtros comenzaron a ser muy empleados y las ediciones de los posts empezaron a mostrar cánones de belleza inalcanzables. Entonces, los sociómetros de las chicas empezaron a caer en picado. La mayoría se situaba a sí mismas por debajo de la media, y se disparó una alarma de enfermedades mentales entre las adolescentes de todo el mundo. Las aplicaciones de retoque permiten a las chicas lucir una piel perfecta, unos labios carnosos y una cintura más fina, pero todas tienen algo en común, no muestran la realidad. Esta caída en los valores de los "sociómetros" de todos los adolescentes (pero sobre todo de las chicas) se puede observar en el siguiente gráfico, donde el valor del sociómetro se cuantificó mediante la respuesta a la pregunta: “¿Cuál es tu grado de satisfacción contigo mismo/a?” de adolescentes estadounidenses de los cursos 8.º, 10.º y 12.º., y se observa su evolución a lo largo de los años.


Evolución del porcentaje de adolescentes estadounidenses que declararon sentirse satisfechos consigo mismos (Fuente: Monitoring the Future)
Además, las chicas son más susceptibles al perfeccionismo socialmente prescrito, por el que una persona siente el deber de cumplir las expectativas de la sociedad, mientras que el perfeccionismo autoorientado, o la necesidad de cumplir nuestros propios niveles de exigencia, no muestra distinción entre sexos. El perfeccionismo (cualquiera de los dos) aumenta nuestra ansiedad debido a la vergüenza que sentimos al fracasar en público. Pero con el perfeccionismo socialmente prescrito, existe el peligro de que la valía personal de cada uno dependa directamente de la cantidad de likes.
La segunda razón que determina un mayor nivel perjudicial en el uso de redes sociales por parte de mujeres en comparación con hombres, se basa en que la agresividad de las chicas es relacional. Si atendemos a los datos de amenazas físicas y violencia, el hecho de que los hombres son más agresivos que las mujeres es innegable, y no hay más que ver la preferencia de los chicos por películas sobre deportes, combates, guerras y violencia (apelando a las motivaciones de agencia). Sin embargo, las chicas con unas inclinaciones por la comunión, emplean su agresividad atacando las relaciones. Se trata de una agresión indirecta basada en dañar la reputación o las relaciones de la otra persona, y las chicas, sólo en la etapa de paso de la niñez a la adolescencia, puntúan más alto en este tipo de agresión en comparación con los chicos. Sí a esto le sumamos que la llegada de las redes sociales reveló un descenso en el acoso cara a cara, pero un aumento en el acoso on line (sobre todo entre las chicas), el mayor prejuicio sobre las mujeres es evidente. En el periodo de 2011 a 2019, 1 de cada 10 chicos sufrió algún tipo de ciberacoso, mientras que entre las chicas, la estadística era de 1 de cada 5. Desde la década de 2010, la llegada de las redes sociales ha permitido un aumento en las agresiones relacionales por la competencia por el estatus, y esto ha perjudicado más a las chicas que a los chicos.


La tercera razón por la que los innumerables daños de las redes sociales son más efectivos con las mujeres que con los hombres, la podemos encontrar en que las primeras suelen mostrar mayor facilidad para hablar de sus emociones y trastornos. De nuevo, lo más probable es que esta diferencia entre sexos sea de origen cultural, pero este debate no es lo que nos atañe en estos momentos. Para poder entender cómo este factor tiene la influencia que tiene, es necesario comprender las conclusiones a las que llegaron el sociólogo Christakis y el politólogo Fowler. Mediante sus estudios, estos dos investigadores llegaron a la conclusión de que la felicidad tiende a surgir por grupos. No es que las personas felices se busquen entre ellos, sino que, cuando una persona es feliz, existen más probabilidades de que sus amigos también lo sean. Incluso influyen los amigos de los amigos, la felicidad parece contagiosa. Por desgracia, la depresión también se propaga como un virus por nuestras mentes, y las redes sociales parecen ser un vector idóneo para la transmisión de esta enfermedad. Además, en las investigaciones se demostró como la depresión es mucho más contagiosa que la felicidad, y que las mujeres son más susceptibles de contagiarse de la misma. Un estudio revela que cuando una mujer se deprime, la probabilidad de que se depriman sus amigos (hombres o mujeres) aumenta en un 142%, mientras que si es un hombre el que se deprime, el efecto sobre las depresiones de sus amigos no es medible. Muy probablemente, esta diferencia se sustente en que las mujeres muestran mayor tendencia a expresar sus emociones, mientras que los hombres son más propensos a silenciar sus sentimientos. Esto vuelve a explicar la epidemia de enfermedades mentales a la que están sucunviendo nuestros jóvenes. No obstante, una de las razones que convierte a las redes sociales en perfectos mecanismos de transmisión de depresiones, es su algoritmo. Aplicaciones como TikTok, están literalmente diseñadas para mostrar a sus usuarios publicaciones que maximicen el tiempo que el mismo pasa en la aplicación. Bajo esta premisa, si un adolescente muestra un cierto interés por la salud mental, entonces el algoritmo le enseña contenido relacionado, conduciendo muy a menudo a cuentas que exhiben sus enfermedades mentales y reciben apoyo social por ello. Esto ha provocado un repentino aumento de este tipo de enfermedades como sostienen un par de psiquiatras alemanes, que tras la llegada de las redes sociales, detectaron un súbito aumento de jóvenes que acudían a las clínicas afirmando padecer síndrome de Tourette (trastorno motor que provoca diversos tics). Sin embargo, mediante las pruebas diagnósticas, los psiquiatras observaron que casi ninguno de estos adolescentes padecía el trastorno que afirmaban tener. Además, la mayoría de los tics que presentaban eran muy similares entre sí, algo raro, pero nada sorprendente al ver que eran los mismos tics que tenía un influencer alemán que sí que tenía el síndrome de Tourette. Los adolescentes creían haberse contagiado de un trastorno que no se contagia. Esto permitió a los psiquiatras acuñar un nuevo término, “enfermedad colectiva inducida por las redes sociales”. Otros trastornos mentales como el TID o trastorno de identidad disociativo (personalidad múltiple), también aumentaron con el auge de influencers que realmente padecían la enfermedad.
Para concluir este artículo, comentaré la última razón por la que las mujeres son más vulnerables a los daños de las redes sociales, centrada en que las chicas están más sometidas a la depredación sexual y el hostigamiento. ¿Alguna vez has oído hablar de mujeres de mediana edad que se hagan amigas de adolescentes y les pidan fotos de sus partes íntimas como preludio para un encuentro sexual? Yo tampoco, pero lo cierto es que el caso contrario es bochornosamente común en la red. En la búsqueda de pareja, los hombres tienden más a la coerción y al engaño para conseguir sexo, y esto se pone de manifiesto en el mundo virtual. Si a esto le sumas que las aplicaciones para ligar hacen poco o nada para restringir las interacciones entre menores y adultos, la trama de pedofilia está servida. La depredación sexual de los miles de depravados de la red, hacen que las niñas deban ser más cautas en internet y que su vida virtual esté en “modo defensa”, lo cual explica perfectamente el aumento de los niveles de ansiedad que están sufriendo nuestras jóvenes.
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