Los límites del poder
Artículo basado en el libro: "El poder: un nuevo análisis social" de Bertrand Russell.
5 min read


Existen multitud de diferencias entre los seres humanos y los animales (aunque no tantas como la gente piensa), pero una de ellas, radica en que los seres humanos mostramos deseos ilimitados incapaces de ser satisfechos. Mientras que los animales se rigen más por sus necesidades primarias, y no van más allá de lo exigido por estas; el ser humano es diferente. A pesar de haber muchos hombres que tienen que trabajar arduamente para poder satisfacer sus necesidades, los que tienen estas necesidades cubiertas, no dejan de ser activos, y dirigen su voluntad hacia otros focos. Y en esos nuevos objetivos es en los que el ser humano muestra una sed insaciable.
Cuando uno sueña despierto, no existe ningún límite para imaginarse triunfos, riquezas o fama, y si estos se consideran posibles se originará un esfuerzo ininterrumpido para lograr satisfacerlos (siempre que se disponga de la fuerza de voluntad y el talento necesarios). Por ello, cuando alguien obtiene un poco de poder o gloria, le suele parecer que con un poco más se sentiría satisfecho, pero se equivoca, ya que esos deseos son insaciables e infinitos y jamás encontrarán satisfacción alguna. Mientras que los animales permanecen relativamente contentos con su existencia y con la reproducción, los hombres (y las mujeres) quieren engrandecerse hasta unas dimensiones limitadas exclusivamente por su imaginación. Es decir, los hombres desean trascendencia, desean dejar una marca más allá de su descendencia, todos los hombres desearían ser Dios si ello fuese posible. Por ello, muestran una combinación de nobleza e impiedad, esta no referida a lo teológico, sino a la oposición de admitir las limitaciones del poder humano individual. Esta combinación es la que dificulta la cooperación social, ya que los hombres buscan una cooperación similar a la de Dios con los creyentes, pero con él mismo en posición de Dios. De aquí nacen la rivalidad, la necesidad de compromisos políticos, el impulso hacia la rebelión y la violencia.


Entre estos deseos infinitos, destacan los deseos de poder y gloria, que no son lo mismo pero están relacionados. El presidente ostenta más poder que gloria, y el rey más gloria que poder. Por lo general, para obtener gloria es necesario haber obtenido previamente poder, y así lo atestiguan los hombres ávidos de actividad pública, en donde el deseo de gloria provoca los mismos actos que el deseo de poder, y ambos se fusionan en un conjunto indistinguible. Por ello, los economistas ortodoxos, están equivocados al suponer que los intereses económicos son el motivo fundamental de las ciencias sociales. Por muchas riquezas y comodidades que uno pueda disfrutar, si estas están separadas del poder y la gloria, no producirán una satisfacción plena en el individuo. La extrema filia del hombre por las comodidades materiales, no es más que un subproducto de sus ansias de poder. Por lo general, disponer de abundancia económica, significa que se dispone de poder (empleado como medio para obtenerla) o que se trata de buscarlo. Es decir, buscan la riqueza como un medio para el poder, o quieren aumentar la riqueza para aumentar el poder, pero el motivo fundamental nunca es el económico.
Por ello, el concepto fundamental de las ciencias sociales es el poder y no el interés económico, del mismo modo que el concepto fundamental de física es la energía; y al igual que la energía, el poder muestra multitud de formas: riqueza, armamento, autoridad o influencia. Ninguna de ellas está subordinada al resto, no existe una jerarquía en las formas de poder. Además, las leyes que gobiernan las dinámicas sociales, son leyes que solo pueden ser establecidas en términos de poder, y no en una u otra forma de poder. Aunque hoy en día se considere que es del poder económico de donde derivan el resto de formas de poder, antiguamente esa fuente de poder era la militar, y parece que en el futuro la fuente de poder emanará del poder de influencia. Pero todos estos puntos de surgimiento del poder, muestran una visión equivocada, ya que el poder como ente mutable, pasa continuamente de una de sus formas a otras.


Si se analizan las diferentes sociedades, se puede observar como cada una de ellas difiere respecto a la concepción de poder. Difieren en el grado de poder adquirido por los individuos y las organizaciones (los estados muestran diferentes grados de poder en función de la sociedad analizada), difieren en las formas de adquirir poder (por ejemplo entre una monarquía hereditaria, una democracia y una teocracia) y también difieren en cuanto a las organizaciones que ostentan mayor poder (siguiendo la analogía anterior, en una monarquía la familia real ostenta mayor poder, en una democracia el congreso y el senado muestran un poder superior y en una teocracia es la iglesia la que abarca mayor cuota de poder). Sin embargo, en sociedades en las que las instituciones de intercambio de poder (monarquía hereditaria, aristocracia,...) no existen, al haber menos posibilidades de acceder al poder para el resto de individuos, suelen ser los que más lo desean, quienes acaban accediendo a ese poder. Del mismo modo, observando el caso contrario, en sociedades en las que el acceso al poder es idéntico para todas las personas (en la práctica no suele ocurrir) como las democracias, son los hombres que se distinguen del resto por sus ansias de poder quienes acaban acaparándolo. Aunque esta ansia es omnipresente en todos los seres humanos, por lo general tiene cierta variabilidad en cuanto al grado. Esto se debe a que el deseo de poder tiene que competir en cada individuo con el deseo de placer, de comodidad, de amor, de aprobación… Un ejemplo se observa en las personas tímidas o poco asertivas que tienden a subordinarse fácilmente ante el poder, allanando el terreno para personas más audaces y con mayores impulsos de dominio.
Por lo general, los hombres que suelen llevar a cabo cambios sociales, suelen tener fuertes deseos de hacerlo, y suelen sentirse fuertemente atraídos por el poder. Esto origina que la gran cantidad de revoluciones que se han originado, no hayan llegado a buen puerto debido a la insaciable sed de poder de los hombres que las promovieron (Stalin, Kim Il-sung…). Por supuesto, generalizar sobre que el poder representa el motivo último y único que provoca cambios sociales, sería un error, pero no tenerlo en cuenta sería una catástrofe para las ciencias sociales que estudian estos cambios.
Artículo basado en:





