Los países más felices del mundo, ¿son un fraude?
Artículo basado en el libro: "Los números no mienten: 71 historias para entender el mundo" de Vaclav Smil.
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Cuando la gente piensa sobre la felicidad que sienten los habitantes de otros países o los del suyo propio, por lo general, tienden a consultar la última edición de World Happiness Report (WHR) publicado en Nueva York por la Red de Soluciones para el Desarrollo sostenible. En este informe, en los últimos años siempre aparecen en los primeros puestos varios países del norte de Europa como Finlandia, Suecia o Dinamarca, pero ¿realmente son los países con la población más feliz del mundo?, ¿Cómo se mide esa supuesta felicidad superior?
Para poder responder a estas preguntas, es necesario desvelar los entresijos que determinan las puntuaciones nacionales en cuanto a felicidad, y lo cierto es que la mayoría están poco relacionadas con aquello que miden. Entre los diferentes indicadores que se emplean para determinar las puntuaciones, 5 son los más importantes, y el resto son considerados residuales, por lo que nos centraremos en los principales. En primer lugar se observa el PIB per cápita del país, ¿el dinero no da la felicidad? para este informe parece que sí. Más allá de ese tipo de preguntas retóricas de una espiritualidad dudosa, es cierto que el dinero es necesario para desarrollar una vida plena y satisfactoria, ya que nos permite alimentarnos, resguardarnos, abrigarnos,... pero, ¿resulta conveniente utilizarlo como un factor determinante de la felicidad? la respuesta es no. Gracias a que el PIB per cápita representa un indicador de felicidad, petroestados que obtienen miles de millones de dólares del comercio de crudo, ocupan la mitad alta de la tabla de clasificación, con casos como Arabia Saudí ocupando el puesto n.º 28 (2018) por delante de España o Italia. Es decir, países antidemocráticos (sin separación de poderes), con condenas de prisión de hasta 15 años por publicar un tuit, donde las mujeres son consideradas ciudadanas de segunda categoría o donde se llevan a cabo ejecuciones por lapidación y castigos con latigazos a personas del colectivo LGTBIQ+, ¿son más felices que países democráticos donde no se comete ninguna de estas barbaridades? la duda ofende.
El segundo factor o indicador de felicidad reside en la expectativa de vida sana, o lo que es lo mismo, el número promedio de años que se espera que una persona viva con buena salud sin limitaciones significativas. A pesar de que sea cierto que en la consolidación de un proyecto de vida pleno, aparezca la intención de vivir el máximo número de años con buena salud, la felicidad, una emoción transitoria y puntual, nunca va a estar determinada por si voy a llegar con buena salud a los 70 o a los 80; es decir, no tiene sentido evaluar la felicidad de la población joven por sus intenciones de vivir más años. Por no hablar de que la expectativa de vida sana de un país dependerá en gran medida del sistema de salud que presenté, lo cual también está directamente relacionado con el PIB y la riqueza del país.


En tercer lugar, aparece el factor apoyo social, que se evalúa recogiendo las respuestas a la siguiente pregunta “¿Cuándo tienes un problema, dispones de amigos o familiares a los que recurrir?”. Somos organismo sociales, por lo tanto nuestra relación con el resto de integrantes de la sociedad es vital para nuestro desarrollo, por lo que personalmente considero que la respuesta afirmativa a esta pregunta sí está estrechamente relacionada con la felicidad; sin embargo, el problema de este indicador reside en la ambigüedad de la pregunta y en la volubilidad emocional del ser humano. La pregunta resulta ambigua ya que depende de la percepción del encuestado; puede que alguien perciba que si se encuentra en problemas no tendría un apoyo sólido de sus allegados, pero que en realidad no sea así, y vice versa. Además, no será lo mismo realizar esta pregunta a un individuo que acaba de concluir una relación sentimental, o a ese mismo individuo si recientemente ha empezado a trabajar en una empresa en la que ha desarrollado multitud de vínculos satisfactorios, en ambos casos, la respuesta sería opuesta aun tratándose de la misma persona.
El cuarto indicador de felicidad se basa en la generosidad, un factor de evidente importancia, ya que para que una sociedad se considere feliz, debe ser en cierto grado generosa. Sin embargo, el problema radica en la forma en la que se mide la generosidad, ya que se basa en las respuestas recogidas a la pregunta “¿Has donado dinero a la beneficencia en el último mes?”. Esto plantea varias complicaciones: en primer lugar, la abundancia de donaciones caritativas, no muestra una sociedad feliz, sino una desigual. Cuánto mayor sea la cantidad de donaciones realizadas en un país, lo que indica es que hay una mayor brecha entre la gente más pudiente (con excedente económico para donar dinero) y la gente más necesitada que recurre a la caridad para poder sobrevivir. En segundo lugar, como opinión personal (del autor del artículo), la caridad no representa más que una masturbación moral, en la que un individuo molesto con su estatus de moralidad, realiza donaciones para paliar ese estado moral negativo, o para aumentar su estatus moral en comparación con sus semejantes. Por lo tanto, medir la generosidad en cuanto a donaciones caritativas, carece de sentido.
Por último, aparece el factor “percepción de la corrupción”, basado en la percepción de los individuos de una sociedad, acerca de la corrupción tanto en el sector público como en el sector privado. Se trata de un indicador de cierta lógica (el primero de los analizados) ya que en una sociedad corrupta, es muy complejo que sus integrantes se sientan felices, siempre que no sean beneficiarios de la corrupción, lo cual representa una minoría. Por consiguiente, una sociedad que se perciba a si misma como corrupta, tendrá complicaciones para que sus individuos sean felices.
Finalmente, cabe destacar que en cuanto los datos aportados por WHR, existe una notable ausencia de correlación entre la felicidad y los suicidios. Si se traza una gráfica con ambas variables para los países europeos, se observa una completa falta de relación. De hecho, algunos de los países considerados más felices muestran una tasa de suicidio relativamente elevada. ¿No sería lo más lógico incluir la tasa de suicidios como factor que contribuye de forma inversa a la felicidad de un país?
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