Los Sentidos de las Plantas (I)
Artículo basado en el libro: "Sensibilidad e Inteligencia en el mundo vegetal" de Stefano Mancuso y Alessandra Viola.
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Cuando hablamos de los sentidos de las plantas, la idea más extendida entre el imaginario colectivo es que carecen de ellos. La principal justificación de esta afirmación se basa en la ausencia de órganos sensoriales tal y como los conocemos, aunque es cierto que esta creencia ha sido legada desde culturas tan antiguas como la Griega. De hecho, en el acervo popular, la palabra vegetal, cuando hace referencia a una persona, indica que esa persona permanece inmovil, y ha perdido todas las facultades sensoriales, algo similar a estar en coma, aunque también se emplea coloquialmente para aquellas personas que han perdido todas sus facultades salvo la conciencia. Sin embargo, si atendiste a las clases de biología del instituto, seguro que recuerdas cuales eran las 3 funciones vitales que determinan si un organismo está vivo o no. Efectivamente, esas 3 funciones son reproducción, nutrición y relación; y es en esta última en la que hay que fijarse. Para establecer una relación con el medio o con otros organismos, es necesario tener la capacidad de recibir información del exterior, información que obtenemos a través de los sentidos. Por lo tanto, si una simple bacteria constituida por una sola célula es capaz de recibir información química, lumínica, incluso física del medio en el que se encuentra mediante unos rudimentarios sentidos, ¿qué te hace pensar que las plantas no los tienen?
Para poder determinar si las plantas poseen un sentido u otro, será necesario establecer una definición de cada uno de ellos. Empezaremos por la vista; cuya definición más aceptada (si excluimos aquellas que incluyen el término ojo) es “el sentido corporal por el que se perciben objetos mediante la luz”. Es evidente que una planta no va a poder distinguir objetos con la nitidez de un organismo poseedor de ojos, sin embargo, sí que será capaz de discernir entre luces y sombras, así como diferenciar la cantidad (intensidad) y la calidad (rango de longitudes de onda) de la luz. Aunque esto no es ninguna novedad, ya que cualquiera que haya tenido una planta en casa, habrá observado que esta crece en dirección a la luz, algo completamente lógico desde el punto de vista evolutivo, ya que representa su principal fuente de energía (fotosíntesis). De igual modo, cualquiera que se haya paseado por un bosque y haya observado el dosel (la parte superior donde se encuentra el follaje de los árboles) se habrá percatado de que las ramas no se suelen solapar unas con otras, sino que aparecen ligeramente separadas; este mecanismo se conoce como “evitación de sombra” y se origina debido a la competencia por la luz que presentan estos árboles. Este mecanismo, también indica la capacidad de percibir información lumínica y actuar en consecuencia. Pero, ¿cómo son capaces de percibir la luz?


Dosel de un bosque mostrando el mecanismo "evitación de sombra" (Fuente: Allyouneedisbiology)
Para poder captar las radiaciones electromagnéticas provenientes del sol (la luz) las plantas muestran una serie de proteínas que actúan como receptores, entre las cuales destacan los fitocromos, los citocromos y las fototropinas. Estos absorben diferentes radiaciones electromagnéticas como las del rojo, rojo lejano, azul y ultravioleta, mientras que otras no son absorbidas sino que son reflejadas como la radiación verde (por eso las hojas son verdes). Por otro lado, a pesar de que estos fotorreceptores se encuentren principalmente en las hojas, también los podemos observar en otras partes de la planta como en los brotes o incluso en las raíces; ya que si la parte aérea de la planta suele orientarse hacia la luz (fototropismo positivo), la parte subterránea (las raíces) se orienta en contra de la luz (fototropismo negativo) y para ello requiere de receptores como los fitocromos. Por lo tanto, aunque se trate de una versión arcaica, podemos concluir que las plantas si poseen vista o al menos la capacidad de reaccionar ante diversos estímulos lumínicos.
En cuanto al sentido del olfato, obviamente las plantas no poseen nada similar a una nariz, pero, ¿qué es el olfato? Al pensar en ello, la primera definición que se nos pasa por la cabeza es la de la capacidad de oler, algo evidente. Oler, no es más que captar las moléculas volátiles (en estado gaseoso) que se encuentran en el aire. Concretamente, en el ser humano, aspiramos el aire por la nariz, y las moléculas presentes en ese aire se unirán a una serie de receptores presentes en el canal olfativo, desencadenando un impulso nervioso que transporta la información del olor hasta el cerebro. Si simplificamos un poco esta definición (para poder adecuarla al resto de organismos) sería algo así como: la capacidad de desencadenar una respuesta frente a estímulos provocados por la presencia de determinadas moléculas en el aire. Atendiendo a esta definición, confirmamos que las plantas presentan olfato. Específicamente, se puede afirmar, que muchas de las células de la planta presentan receptores capaces de unirse a moléculas volátiles y desencadenar una serie de señales por todo el organismo.
Por lo general, las plantas son capaces de detectar COVB (Compuestos Orgánicos Volátiles de origen Biológico), y la mayoría de ellos son producidos por las propias plantas para generar una especie de comunicación entre individuos. Un ejemplo clásico es el jasmonato de metilo que las plantas producen cuando están sometidas a condiciones de estrés. Este estrés puede ser de origen biótico (hongos, bacterias o cualquier agente vivo que perturbe la planta) o abióticos (exceso de frío, de calor, déficit de oxígeno…). Una vez la planta sufre el estrés de, por ejemplo, un insecto que se come sus hojas, comenzará a producir jasmonato de metilo, que será detectado por las plantas vecinas, y estas, al detectarlo, desencadenaran una serie de mecanismos de defensa como la producción de una serie de moléculas que hagan que la hoja se vuelva indigerible o venenosa. Es decir, las plantas desencadenan una respuesta al detectar una serie de moléculas volátiles, por lo tanto tienen olfato. Sin embargo, la diferencia entre su olfato y el nuestro es sustanciosa, ya que tanto las respuestas que desencadenan como las moléculas que detectan son muy limitadas. En un próximo artículo basado en el mismo libro que este, observaremos como las plantas también tienen tacto, oído incluso gusto, pero esto lo dejamos para la siguiente publicación.
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