¿Nos gusta lo que deseamos?, ¿o deseamos lo que nos gusta?
Artículo basado en el libro: "Dopamina: Como una molécula condiciona de quien nos enmaramos, con quien nos acostamos, a quien votamos y que nos depara el futuro" de Daniel Z. Liberman y Michael E. Long.
5 min read


Una persona va caminando por la calle y de repente percibe el aroma embriagador de hamburguesas recién hechas en el establecimiento de la calle de enfrente. El olor es penetrante y estimula su hambre, pero ya ha comido, por no hablar de que está a dieta. La tentación supera la fuerza de voluntad, entra en el establecimiento y pide una hamburguesa, el puré de espinacas que había comido no le sació lo suficiente. El primer bocado es increíble, el segundo no tanto, poco a poco esa falsa ilusión de hambre se va desvaneciendo hasta que siente malestar por haberse saltado la dieta, ¿por qué lo ha hecho?, ¿realmente deseaba esa hamburguesa?
Otra persona va a un centro comercial a recoger una prenda de vestir de una tienda, pero antes de entrar se fija en una chaqueta sorprendente. Se imagina a sí misma llevando esa prenda y disfrutando de los elogios de sus amigos por su chaqueta nueva, fantasea con las diversas situaciones en las que la lleva y como ese simple pedazo de cuero le hace sentir bien. No dispone de mucho dinero, está a fin de mes y ha sido un mes duro, aun así, la tentación la supera y se acaba comprando la chaqueta. En el regreso a casa comienzan las dudas sobre su compra, la chaqueta ya no le resulta tan bonita, además tiene una parecida en su armario. Al llegar a su casa se la prueba, ya no le gusta como le queda. Frustrada consigo misma, se tira en la cama y se pregunta, ¿por qué me habré comprado esa chaqueta?, ¿realmente deseaba comprármela?
Estas situaciones o algunas similares nos han ocurrido a todos, y nos llevan a cuestionarnos el porqué de las cosas que hacemos y las cosas que deseamos. Luego, nos preguntamos el porqué del porqué, y así en una retahíla ad infinitum. Aristóteles, trató de responder a estas cuestiones, y llegó a la conclusión de que en última instancia, hacemos todo por alcanzar la felicidad. Sin embargo, ¿qué dice la neuroquímica de nuestro cerebro sobre lo que deseamos? Querer o desear, deriva de una parte del cerebro primitivo, situada en los más profundo de nuestro encéfalo, y denominada área ventral tegmental. Se trata de una de las regiones principales en las que se segrega dopamina. Las neuronas presentes en esa zona se conectan con una región denominada núcleo accumbens, y cuando se activan, liberan dopamina en esta región. De esta forma, se produce lo que conocemos como motivación, gracias a la vía mesolímbica, también conocida como circuito dopaminérgico del deseo.


Este circuito dopaminérgico evolucionó para fomentar hábitos dirigidos a la supervivencia o a la reproducción; es decir, para seguir alimento y sexo. En la primera situación descrita con anterioridad, el olor de la hamburguesa, no activó el circuito por la necesidad de comer o por el hambre, sino que se activó debido a que había encontrado algo atractivo desde un punto de vista evolutivo. A pesar de no tener hambre, solo con la mirada o el olfato se activa este circuito de la dopamina, que trata de obtener más de lo que sea con la vista puesta en el futuro. “Aunque no tengas hambre, no sabes cuando será la próxima ocasión en la que encuentres comida, por lo tanto, come”, parece decirnos la dopamina. Esto tiene cierto sentido para nuestros ancestros, que se pasaban la vida al borde de la inanición y la afirmación anterior era totalmente cierta. Sin embargo, hoy en día, la facilidad de adquirir alimento es muy superior, por lo que este circuito dopaminérgico no muestra tanta utilidad, en especial si la producción de dopamina se descontrola.
La dopamina, puede actuar como un sistema de alerta ante la aparición de un estímulo que sea útil para la supervivencia y la reproducción, de forma que nos haga desear ese algo, ya sea una hamburguesa que me alimente o una chaqueta que aumenta mis posibilidades de encontrar pareja. Del mismo modo, como ya se ha mencionado, también tiene que ver con el entusiasmo y la motivación, ya que activa la imaginación y proporciona visiones de un futuro prometedor. ¿Acaso no soñamos despiertos con situaciones hipotéticas, incluso imposibles, en las que obtenemos reconocimiento, dinero o fama? Estos logros son importantes para nuestro cerebro, no por que los deseemos, sino por la dopamina, ya que mediante ellos podemos asegurar nuestra supervivencia y la de nuestros genes (mediante la descendencia). No obstante, ¿qué ocurre cuando el futuro se vuelve presente?, ¿qué ocurre cuando comemos la hamburguesa o compramos la chaqueta? Todos lo hemos percibido alguna vez, la emoción y el entusiasmo se disipan, el pico de dopamina cae y este neurotransmisor ya no activa el núcleo accumbens que nos produce esa gratificación o recompensa. Para poder apreciar las metas logradas, son necesarios otros circuitos relacionados con otros neurotransmisores como los de las endorfinas, producidas mediante el ejercicio físico, la risa o el sexo. Esta disparidad o desacoplamiento entre los circuitos de la motivación y el deseo (dopamina), respecto a los circuitos de la satisfacción (endorfinas), son una de las principales causas de las adicciones.
Por ejemplo, podemos observar este hecho en el conocido como “remordimiento del comprador” previamente expuesto. Al comprar la chaqueta, el pico de dopamina decae, y si no se activan los circuitos de satisfacción, nos sentimos insatisfechos con la compra realizada. Luego, deseamos comprar más para poder volver a sentir ese pico de dopamina convirtiéndose en un ciclo vicioso de compras descontroladas. Lo mismo ocurriría con la drogadicción (aunque varias drogas si activan los circuitos de satisfacción de las endorfinas) o en la ludopatía. Esto se origina ya que no existe una garantía de que disfrutemos de las cosas que queremos. El deseo y el gusto, se originan en circuitos distintos del cerebro, y por ello a menudo no nos gusta lo que queremos. Desear algo y obtenerlo, no produce las mismas sensaciones, y el problema puede radicar en que percibamos mejores sensaciones del deseo, que de la obtención de lo deseado.
Artículo basado en:





