Pedofilia victoriana
Artículo basado en el libro: "Malas lenguas: 100 anécdotas de escritores de (casi) todos los tiempos" de Fernando Bonete.
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Siempre ha existido (y existirá) un gran debate en torno a la separación entre obra y artista. Las oscuras y turbulentas historias acerca de muchos artistas, nos hace dudar de si deberíamos seguir consumiendo sus obras, o si por el contrario, deberíamos relegarlas al olvido y atribuir a su autor la hoy tan reiterada etiqueta de cancelado. Desde los comentarios tránsfobos de la escritora J.K. Rowling, hasta las supuestas acusaciones de pedofilia de Michael Jackson, pasando por las diversas implicaciones en las muertes de sus esposas de autores como William S. Burroughs o Louis Althusser, las vidas inmorales de muchos artistas nos obligan a juzgar a sus obras no tanto por la calidad de las mismas, sino por la ética que mostraron en vida sus creadores. Aunque muchos artistas se hayan convertido en ídolos de masas, no debemos olvidar que siguen siendo seres humanos, y ese prisma de perfeccionismo con el que los admiramos, no es más que una falsa ilusión. Entonces, ¿debemos seguir consumiendo las obras de artistas cuya actitud moral ha sido como mínimo dudosa? La verdad es que sí, ya que descartar una obra por quien fue su autor, es un argumento muy pobre. Si la decisión de, por ejemplo, leer un libro depende de la biografía de su autor, tendríamos muy pocos libros entre los que escoger. La naturaleza humana es por definición imperfecta, y ni siquiera los personajes más santificados quedan libres de pecado. En relación con ello, en este artículo veremos como un afamado escritor de la época victoriana escondía un gran secreto acerca de la protagonista de su mayor obra, Alicia en el país de las maravillas.


Lewis Carroll (Fuente: National Portrait Gallery London)
Lewis Carroll no es más que el pseudónimo literario de Charles Lutwidge Dogson que nació en Daresbury (Reino Unido) en el año 1832. Aunque desarrolló su carrera profesional como matemático, a día de hoy es conocido por su faceta de escritor. Su vida estuvo envuelta en multitud de acusaciones nunca demostradas sobre los actos más variopintos. Por ejemplo, se le acusó de consumo de drogas (Alicia no era la única que alucinaba) como el láudano (bebida alcohólica hecha con opio), si bien sólo se confirmó su consumo para hacer su artrosis más llevadera. Sin embargo, no es el consumo de drogas lo más turbulento de su vida, y de la segunda acusación, si que han quedado pruebas. Los primeros biógrafos del escritor tuvieron acceso a un sobre en el que rezaba la advertencia “Quemar antes de abrir”, y en cuyo interior se encontraba su oscura afición: fotografías de niñas pequeñas de entre 10 y 14 años, algunas de ellas desnudas. Además, también se encontró la correspondencia habitual que mantenía con ellas, al menos mientras todavía fuesen niñas. Este sobre, en el que se calcula que representa el 60% de todo el material fotográfico de Carroll, contiene fotografías de 79 niñas y las cartas que se enviaban con ellas. Entre todas estas infantes destaca una, Alice Liddell, a quien supuestamente pidió matrimonio cuando tenía apenas 13 años. Fue la única con la que Lewis no interrumpió el carteo una vez concluida su infancia, y es muy probablemente la niña en la que se inspiró para crear al personaje protagonista de sus más famosos libros: “Alicia en el país de las maravillas” y “A través del espejo y lo que Alicia encontró allí”.
Aunque esta detestable afición sea hoy tachada de pedofilia (y normal), lo cierto es que en la época victoriana el arte de retratar niños y niñas estaba en auge. Por lo tanto, aunque en la actualidad su conducta sea claramente pedófila, hace 200 años puede que no se viese de forma negativa. Como mencioné al inicio, solo al separar al autor de su obra es posible que hoy leamos a Lewis Carroll a nuestros niños, a pesar de que en su época estos mismos niños habrían sido el centro de su inquietante interés.
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