¿Por qué hay igual número de mujeres que de hombres? (y un ciclo biológico perturbador)
Artículo basado en el libro: "El pulgar del panda" de Stephen Jay Gould.
6 min read


Si tienes un mínimo de curiosidad por la biología, puede que alguna vez te hayas hecho la pregunta ¿Por qué la probabilidad de tener una hija o un hijo es la misma? El mecanismo es de sobra conocido; nuestros genes (gran parte de lo que somos) se agrupan en unas estructuras conocidas como cromosomas, y tenemos dos conjuntos de 23 cromosomas (por eso somos organismos diploides), cada uno heredado de cada progenitor. Los 22 primeros, son los conocidos como cromosomas autosómicos, contienen la mayor parte de nuestra información genética y son iguales en ambos sexos. El último par, por el contrario, es el de los cromosomas sexuales, determinan el sexo biológico del individuo y son diferentes en ambos sexos. Las mujeres poseen un par XX, mientras que los hombres poseen un par XY (hablo de sexo biológico no de género). Los óvulos, únicamente pueden proporcionar a la descendencia un cromosoma X (todos los óvulos contienen un cromosoma X), mientras que los espermatozoides, pueden proporcionar tanto un cromosoma X, como un cromosoma Y, generando un cigoto que en un futuro se convertirá en mujer o en hombre respectivamente. Cómo gracias a la meiosis, la proporción de espermatozoides con cromosoma X y con cromosoma Y es la misma, la probabilidad de que nazca un niño o una niña es idéntica*. El mecanismo es así de sencillo. Sin embargo, el tema del por qué es otro cantar. A simple vista puede parecer algo lógico, ya que la reproducción sexual requiere un macho y una hembra, con lo que la igualdad numérica permite un apareamiento universal con la máxima capacidad reproductiva. Aquí nos encontramos con el primer error, considerar que el objetivo de una especie es maximizar su capacidad reproductiva. Si esto fuera así, entonces sería más recomendable producir un número mayor de hembras, ya que son ellas las que determinan el límite del número de descendientes; es decir, las hembras muestran mayor valor biológico que los machos. Con una hembra y 100 machos se produce 1 descendiente cada 9 meses, con un macho y 100 hembras, se pueden producir 100 descendientes en el mismo periodo. Por lo tanto, si la evolución buscase una maximización de la capacidad reproductiva, ¿no sería más lógica una proporción, por ejemplo, de 10:1 para las hembras? Además, cualquier población con una proporción mayor de hembras tendrá mayores tasas de reproducción que una con un número idéntico de hembras y machos.
Como hemos visto, la obviedad se ha convertido en duda; no obstante, la mayoría de las especies con reproducción sexual, muestran un número prácticamente idéntico de individuos en ambos sexos. La mayoría de biólogos evolucionistas, afirman que en la teoría darwiniana sólo se reconoce la lucha entre individuos por el éxito reproductor, y no entre poblaciones. De darse el caso de que la evolución operará en pos del beneficio de las poblaciones en su totalidad, la proporción de machos sería inferior como ya se ha demostrado arriba. Sin embargo, la evolución no actúa así, sino que trata de maximizar el éxito reproductivo de los individuos, demostrando que Darwin tenía razón (como casi siempre). El brillante biomatemático R. A. Fisher, estudió el problema, y determinó que la equidad era el óptimo. Si por ejemplo, existiesen especies donde nacen menos machos, en término medio, estos se reproducirán más que las hembras (cada uno con más de una hembra). De este modo, cualquier factor genético que favorece la proporción de machos en un padre, será favorecido ya que al producir más machos, su descendencia se reproducirá más (son más escasos). Así, los genes que favorecen la producción de machos se extenderán en la población, aumentando la proporción de los machos hasta que se igualé. Lo mismo ocurriría en el caso de que las hembras fueran menos. Como ya he dicho, la práctica totalidad de las especies con reproducción sexual mantienen una proporción 1:1, pero para poner a prueba la teoría de Fisher, será necesario buscar aquellas especies que son excepción.


Aunque en la cultura humana siempre se haya evitado el apareamiento entre hermanos o familiares, lo cual es algo lógico ya que aumenta la probabilidad de que se expresen genes recesivos inapropiados (pueden desencadenar multitud de enfermedades genéticas), lo cierto es que entre aquellas especies que se aparean de forma consanguínea (entre familiares), es donde se rompe la inquebrantable proporción 1:1 de los sexos. Si las hembras son fecundadas por sus hermanos, cada pareja reproductora, procede siempre de los mismos padres, y si cada pareja produce tanto la madre como el padre de sus nietos, la inversión genética en cada nieto es la misma, independientemente de la proporción de machos y hembras en su descendencia. De esta forma, desaparece la ventaja evolutiva que mostraban los machos por ser más escasos en el ejemplo de Fisher. En estos casos ya no es necesario el equilibrio entre sexos, y los argumentos a favor de una mayor proporción de hembras vuelven al campo de juego. Con la producción del mayor número de hembras posibles y la cantidad de machos necesaria para fecundarlas, una pareja con reproducción consanguínea, podrá tener un mayor número de nietos, extendiendo sus genes mediante su descendencia, y favoreciendo una mayor proporción de hembras. Como ejemplo de esta excepción, os contaré la breve historia del ácaro del género Adactylidium.
Supón que eres un ácaro macho del género Adactylidium, acabas de emerger de tu madre, pero tristemente, en unas horas vas a morir. A simple vista, no parece que en el transcurso de tu breve vida hagas mucho, una vez fuera de tu madre, ni te apareas, ni te alimentas. Sin embargo, ¿algo deberás haber hecho? Para conocer con profundidad tu ciclo biológico, husmearemos un poco más en la vida de tu progenitora. Tu madre, como todos las hembras pertenecientes al género Adactylidium, tras ser fecundada por tu padre (aunque como luego verás también tu tío) se aferra a un huevo de tisanóptero (pequeños insectos conocidos como trips y que representan importantes plagas agrícolas), el cual le proporcionará todos los nutrientes necesarios para alimentarte a ti, y a tus hermanas. Eso es, he dicho hermanas, por que eres el único macho. Estos ácaros generan entre 5 y 8 hembras y un único macho. Tanto tú como tus hermanas, os alimentareís de vuestra madre desde su interior hasta que paseis de la fase larvaria a la adulta. Tras un par de días devorando a tu madre desde dentro, una vez hayas alcanzado la maduración sexual (en la fase adulta o imago), te aparearás con todas tus hermanas (por eso lo de que tu padre es tu tío), abrirás un agujero al exterior en tu madre, y emergerás para morir prácticamente de inmediato. Tus hermanas tendrán algo más de suerte (o no), y podrán realizar un breve vuelo hasta el próximo huevo de tisanóptero, donde se alimentarán, para que su descendencia (tus hijos/sobrinos) las devoren por dentro y comience el ciclo de nuevo. Puede parecer que tu vida haya sido una mierda, pero al menos has nacido, las machos de una especie cercana (Acarophenax tribolii) realizan el mismo ciclo biológico que tú, salvo que no abandonan el cuerpo de su madre, ni siquiera “nacen”.
*En realidad los nacimientos de hombres son ligeramente más frecuentes, entre otros factores debido a que los espermatozoides que poseen el cromosoma Y tienden a ser más ligeros y rápidos, lo que origina que sean más frecuentemente los primeros en alcanzar el óvulo. También la selección natural ha podido promover un mayor nacimiento de machos debido a una mortalidad diferencial en estos, ayudando a que se mantenga un equilibrio de sexos en la edad adulta.
Artículo basado en:





