¿Por qué, si Dios existiera, sería un ingeniero nefasto?
Artículo basado en el libro: "Evolución: El mayor espectáculo sobre la Tierra" de Richard Dawkins.
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La hipótesis de Dios ha sido un tema de debate recurrente desde la existencia de las civilizaciones humanas. La práctica totalidad de las sociedades que han engendrado la historia, han mostrado algún tipo de pensamiento místico o religioso, basado en la creación de deidades responsables de controlar procesos naturales, cuyas causas (en esos momentos) eran desconocidas. Después de la creación de más de 6.000 dioses, a lo largo de toda la historia humana, ninguno ha dejado ni la más mínima evidencia de su existencia. Aun así, el debate aún continúa abierto y los argumentos empleados por ambas posturas son múltiples y muy diversos. Uno de los más repetidos, se basa en la idea expuesta por el teólogo William Paley, quien afirmaba que debido a la complejidad del universo y la de los organismos vivos, es necesaria la presencia de un creador. Si te encuentras un reloj en el campo, con sus mecanismos complejos y la alta precisión de sus engranajes, el pensamiento común nos llevaría a razonar que existe un relojero que lo ha creado. Esta sería la hipótesis del diseño inteligente. Si la presencia de un reloj requiere de un relojero que lo haya creado, la existencia de organismos vivos (con su infinitamente mayor complejidad), también necesitaría de la existencia de un creador. Lo que ignora esta hipótesis, es la existencia del mayor ingeniero que haya engendrado nuestro universo: la selección natural. Aun así, este ingeniero que ha moldeado y perfilado cada uno de los seres vivos que pueblan este planeta, actúa un poco por prueba y error, generando una serie de mecanismos defectuosos en estos organismos vivos. En este artículo analizaremos algunas de estas chapuzas, demostrando que de existir Dios, sería un ingeniero desastroso, contradiciendo su supuesta omnisciencia y omnipotencia.
Cuando mencioné que la evolución actúa en parte por ensayo y error, me refería a que la selección natural, entendida como la expansión de aquellos caracteres genéticos que favorecen una mayor descendencia, no actúa desde cero, sino que trabaja con lo que ya tiene. Estructuras que en un momento tuvieron una función concreta, en otro momento, con el cambio de las condiciones ambientales, pueden modificarse para presentar un nuevo propósito. Un ejemplo característico sería el erizamiento del vello. Cuando tenemos frío, estamos asustados o quedamos hechizados bajo la belleza de un cuadro, nuestro vello se eriza proporcionando la típica textura de piel de gallina. Sin embargo, este mecanismo no muestra aparentemente ninguna función, ni mucho menos el propósito con el que fue concebido. Nuestros antepasados fueron mamíferos cubiertos de pelo, cuando hacía demasiado frío, estos pelos se erizaban para aumentar la capa aislante de aire que les mantendría calientes. Pero en nuestro caso, al perder el pelo para poder correr grandes distancias gracias a nuestro sistema de termorregulación basado en el sudor, esta función carecería de sentido. Por lo tanto, ¿qué necesidad tendríamos de mantener este mecanismo de erizamiento? Como ya he dicho, la evolución trabaja con lo que ya tiene, por lo que mediante la selección natural, este sistema fue reutilizado con otro fin: la comunicación social y la expresión de emociones. La maquinaria que eriza nuestro pelo, no es más que un vestigio, una reliquia no funcional de algo que desempeñó un trabajo útil en el pasado. Otro ejemplo de esta corrección de errores, lo podemos observar en los cetáceos, mamíferos marinos (delfines, ballenas….) que al igual que el resto de animales de su orden, muestran una respiración pulmonar. En lugar de respirar mediante dos pequeños orificios situados al final de su nariz, el delfín muestra una única abertura situada en la parte superior de su cabeza, el espiráculo. Este espiráculo muestra una perfecta válvula hermética que impide el paso de agua y un gran diámetro para maximizar la captación de aire. Ya en la época de Darwin, se hablaba del espiráculo como “Los músculos que abren y cierran el agujero, y que actúan sobre varios sacos, forman una de las más complicadas, y al mismo tiempo exquisitamente ajustadas, piezas de maquinaria que la naturaleza o el arte nos presentan”. El espiráculo consigue solventar el problema que el delfín nunca hubiera tenido de poseer branquias, y en él se pueden observar muchas de las correcciones de errores acarreados por trasladar los orificios respiratorios desde la nariz, hasta la parte superior de la cabeza. Un buen ingeniero hubiera planeado situar el espiráculo directamente sobre la cabeza, esquivando estos errores. La evolución corrige errores mediante compensación o ajustes, pero un diseñador omnipotente, ¿no debería volver al tablero de dibujo inicial para diseñar cada especie?


Otro ejemplo de vestigios evolutivos o reliquias innecesarias, lo podemos observar en el caso de las aves no voladoras. Las avestruces y los emúes son corredores muy rápidos que nunca vuelan, aun así tienen muñones en las alas como herencia de sus antepasados voladores. Un diseñador inteligente, ¿no debería haber eliminado estas estructuras innecesarias?Lo más probable es que sí, pero como la evolución actúa a ciegas, lo que hizo fue proporcionar nuevas funciones a estas estructuras, como la del control del balanceo en la marcha o su uso para las exhibiciones sociales y sexuales. Un caso paradigmático es el de Australia, que cuenta con un gran número de aves no voladoras, probablemente debido a que la falta de mamíferos, dejó nichos abiertos a ser ocupados por cualquier animal que llegara volando a la isla. Una vez instalados en tierra, empezaron a desempeñar los roles de los mamíferos en esos nichos, perdiendo su capacidad de volar. Del mismo modo que estas aves son grandes corredores, los pingüinos y los cormoranes no voladores son excelentes nadadores. Este mismo fenómeno de pérdida de alas o de capacidad de volar, ocurre en algunos insectos como los piojos o las pulgas entre multitud de ejemplos. Otros insectos pertinentes al orden díptera, tiene 2 alas en vez de 4. Ese par de alas perdidas evolucionó en una especie de bolas de malabares conocidas como halterios, que cumplen la función de un giroscopio y permiten estabilizar el vuelo de, por ejemplo, las moscas. Una simple mutación en el genoma de algunos dípteros, origina que estos halterios muestran un patrón de desarrollo “normal” y se convierten en alas, quedando demostrado que su origen es claramente el de estructuras de vuelo, y por lo tanto, demostrando la evolución. También tenemos ele ejemplo de las hormigas, quienes a pesar de haber perdido sus alas, no han perdido su capacidad para desarrollarlas, como bien atestiguan las hormigas reinas (y los machos que las fecundan) mediante sus vuelos nupciales en los calurosos días de verano. Cuando estas hormigas son fecundadas y localizan una zona para establecer su nido subterráneo, lo primero que hacen es perder las alas, ya que no tiene mucho sentido su uso bajo tierra.
Continuando con los ejemplos de que Dios no sería un buen ingeniero creador, y empleando la pérdida de las alas de las hormigas como punto de partida, podemos pasar a aquellos animales que han perdido sus ojos. ¿Cómo es que hay animales que han perdido sus ojos? Pues porque no los necesitan, ya que normalmente habitan en las oscuras profundidades de las cuevas. La palabra “troglobita” hace referencia a aquellos animales que solo viven en las partes más oscuras de las cuevas, y entre ellos podemos encontrar salamandras, peces, gambas, cangrejos de río, mariposas, arañas… Aunque la mayoría son ciegos, muchos mantienen vestigios de los ojos, ¿por qué un creador divino daría ojos disfuncionales a quien no los necesita? Sencillamente porque ese creador no es divino, y se llama selección natural. Si una salamandra que vive en espacios abiertos empieza a colonizar los nichos de las oscuras cuevas, las futuras poblaciones descendientes de ésta, no necesitaran sus ojos. La inversión energética que un organismo hace en el desarrollo y mantenimiento de los ojos es considerable, por lo tanto, si una salamandra no invirtiera su energía en el desarrollo y cuidado de sus ojos, podría invertirlo en producir una mayor y mejor descendencia, haciendo que sus genes “defectuosos” para los ojos, se extiendan en la población y se conviertan en norma dentro de la especie. Del mismo modo, los ojos son estructuras que podrían resultar vulnerables a un infección, por lo que las salamandras con ojos (sin utilidad) tendrían más probabilidades de caer enfermas, generando una menor descendencia y haciendo que la presencia de ojos sea algo a evitar. En los organismo que emplean la luz como fuente de información del entorno, una mutación que causa un defecto visual, suele ser eliminada ya que sus portadores muestran más dificultades para aparearse y reproducirse, eliminando esta mutación rápidamente de su acervo genético (el caso del ser humano no, ya que puede emplear gafas o lentillas para corregir ese defecto). Sin embargo, en organismos trogloblitas que no emplean la luz, esas mutaciones pasarían desapercibidas ya que no acarrearían ninguna problema. De esta forma, podrían acumularse en los individuos de la población sin ninguna consecuencia. Aunque los ojos de los vertebrados sean unas estructuras de alta resolución que rivalizan con los mejores productos de marcas como Nikon o Zeiss, lo cierto es que están llenos de defectos, demostrando una vez más que ese supuesto diseñador inteligente, no es tan listo como nos han hecho creer.


Salamandra ciega de Texas (Eurycea rathbuni)
"Si un óptico quisiera venderme un instrumento que tuviera todos esos defectos, me creería con toda la razón para acusarle de negligencia y devolvérselo”. Estas son las palabras de Hermann von Helmholtz, un gran científico alemán del siglo XIX, en referencia a los ojos. Si nuestros ojos parecen unas herramientas muy sofisticadas, es en gran medida debido al trabajo de edición estilo Photoshop que hace nuestro cerebro con la información que recibe. La calidad de una cámara Nikon solo la obtenemos en la fóvea, la parte central de la retina que empleamos para leer. Cuando miramos vamos moviendo la fóvea por diferentes partes fijando nuestra visión en puntos concretos; sin embargo, nuestra perspectiva panorámica la obtenemos gracias a nuestro cerebro quien nos hace creer que existe el mismo detalle y precisión de todo aquello que vemos. Seguro que hablando de los ojos, te ha venido uno de los grandes problemas de nuestra visión, problema que el cerebro debe corregir de forma continua, la retina está situada al revés. Cuando la luz atraviesa nuestra cornea y cristalino para focalizarse en la retina, debe ser captada por nuestros conos o bastones, pero estos están situados del revés, de modo que la los rayos de luz primero atraviesa las capas de células nerviosas que llevan la información de los conos y bastones al cerebro, para luego llegar a esos mismos conos y bastones. No solo es un mal diseño, es el diseño de un completo idiota.


Esquema de la captación de luz de la retina (Fuente: Ocularis)
Otro de los ejemplos de defectos que muestran los organismos vivos, y evidencian la ineptitud de nuestro supuesto diseñador, se basa en el nervio laríngeo recurrente. Se trata de uno de los nervios craneales, es decir, un nervio que va directamente al cerebro en vez de conectarse con la médula espinal. Uno de estos nervios craneales es el vago, y está compuesto por varias ramas, dos de las cuales inervan ambos lados de la laringe. Uno de ellos va directamente a la laringe sin ningún rodeo, como el empalme que haría un buen electricista (o diseñador). En el segundo es donde aparece el problema. Este nervio traza un recorrido sorprendente e innecesario, tras salir del cráneo baja hacia el pecho da la vuelta alrededor de una de las arterias principales que sale del corazón y luego se vuelve dirigir al cuello para inervar la laringe. Si te has imaginado el recorrido, verás que se trata de una chapuza descomunal, ¿qué sentido tiene que el nervio baje hasta el pecho para volver a subir?, ¿no es un gasto innecesario de “cable”? Este enredo se debe en parte, no a nuestro diseño, sino a nuestra historia evolutiva. Todos los vertebrados terrestres provenimos de los peces, pero los corazones de estos son ligeramente diferentes a los nuestros. Los corazones de los peces están compuestos por dos cámaras y no por cuatro, y su principal arteria llamada aorta ventral, se bifurca en hasta seis pares de ramas que conducen a 6 agallas o branquias a cada lado. Sin embargo, en nosotros ese sistema se ha desbaratado, ya que tenemos pulmones y no branquias. Como en los peces el nervio vago tenía ramificaciones que alcanzan las 3 últimas de las 6 agallas, pasan por detrás de las arterias que nutren estas agallas, buscando la ruta más lógica y directa. Como en los mamíferos el cuello se alargó (los peces no tienen cuello), formando estructuras como la laringe, los vasos sanguíneos y nervios que muestran estas estructuras, son descendientes evolutivos de aquellos que se conectaban con las agallas de los peces. A lo largo de la evolución de estos peces a mamíferos, los nervios y vasos sanguíneos se fueron estirando y alargando formando el gran lío de cables (nervios y vasos sanguíneos) que encontramos en el cuello y pecho de los mamíferos. La chapuza que presenta el nervio laríngeo recurrente en el ser humano, se queda en un buen apaño si lo comparamos con otros animales de cuello más largo, ¿se te ocurre algún ejemplo? Exacto, las jirafas. Mientras que en una persona el desvío que toma el nervio laríngeo recurrente, no es más que de unos centímetros, en el caso de las jirafas puede llegar a ser de hasta 5 metros, ¡5 metros de cable tirados a la basura! No se tú, pero yo no contraría a Dios como electricista, ¡Menudo chapuzas!


Nervio laríngeo recurrente de la jirafa
Otro ejemplo que evidencia que somos un producto de la evolución y no de un diseñador inteligente, sería el vaso deferente que lleva el esperma desde los testículos al pene. Este vaso muestra un desvío ridículo en el que en vez de que los testículos estén conectados directamente con el pene, suben por encima del uréter para luego volver a bajar hasta el órganos sexual masculino. Algo similar al caso del nervio laríngeo recurrente, pero en vez de con cables (nervios que transmiten impulsos eléctricos) con tubos (conductos por los que circula semen). Con este ejemplo se podría afirmar que Dios (en cuanto a supuesto diseñador) no solo es un mal electricista, sino también un pésimo fontanero. Aun así, todo este entuerto de tuberías se soluciona si atendemos de nuevo a nuestra historia evolutiva. Originalmente, los testículos estaban situados en el interior del cuerpo, pero en los mamíferos, los testículos descendieron a su posición actual. De momento se desconoce el motivo pero se cree que está relacionado con la regulación de la temperatura. En esta “bajada de huevos” se tuvo la mala suerte de que el conducto deferente viajara por el camino equivocado, provocando el desvío previamente mencionado. Otro ejemplo más de error corregido a posteriori en vez de hacerlos sobre la mesa de diseño.


Desvío tomado por el vaso deferente (Fuente: Revolución científica)
Para concluir el artículo, hablaré de un ejemplo que nos resulte más cercano, el dolor de espalda. Como todos espero que sepáis, nuestros antepasados caminaban sobre 4 patas y no sobre 2 como nosotros (bipedismo), por ello, en más del 99% de nuestra historia evolutiva, hemos tenido una columna vertebral más o menos horizontal. Cuando hemos tratado de pasar a una posición vertical, es cuando surgieron los problemas. Roby Williams, un divulgador científico de Sídney, dijo lo siguiente: “casi todas las espaldas podrían hacer una reclamación de garantía, si la hubiese. Si [Dios] fuera responsable del diseño de la espalda, deberíamos aceptar que no fue uno de sus mejores momentos, y se le debió de juntar un montón de trabajo al final de los Seis Días”. El reajuste de la posición de nuestra columna no le hace ninguna gracia a nuestro cuerpo, y un supuesto diseñador inteligente, debería de habernos creado desde cero, y no reajustar el diseño de nuestros antepasados cuadrúpedos. Algo parecido podríamos observar en los Koalas, que como marsupiales que son, presentan una bolsa o marsupio donde sus crías acaban el desarrollo, como en los canguros. Sin embargo, lo bolsa de los Koalas, a diferencia de la de los canguros, se abre hacia abajo en vez de hacia arriba, ¿a quién coño se le ocurriría diseñar la bolsa de un marsupial que pasa de 18 a 22 horas aferrado a un árbol, orientada hacia abajo? A un diseñador inteligente seguro que no, pobres crías. La explicación se basa en que el koala está emparentado con los wombat, que son grandes excavadores. Si la bolsa del wombat estuviese orientada hacia arriba, sus bebés quedarían cubiertos de tierra. Por ello apunta hacia atrás. Si un día, uno de estos excavadores explorase nuevas fuentes de alimento, como por ejemplo, las de un árbol, “cambiar” el diseño sería muy complicado, y por lo tanto, ha permanecido como estaba. De nuevo demostrando que no existe ningún diseñador inteligente encargado de crear las especies. Con eso no estoy diciendo que no exista Dios, sino que en caso de existir, el no hubiera diseñado nada de lo que somos, ni de los seres vivos que nos rodean. El tema de la existencia o inexistencia de Dios, lo dejaremos para otro artículo (o varios), y por lo tanto, para otro libro (o libros).
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