¿Qué hay de real en el mito de medusa?
Artículo basado en el libro: "¿Que sabemos de...? La mirada de medusa" de Francisco Pelayo.
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Como demuestra la cultura moderna, el ser humano muestra un considerable interés por el fenómeno de petrificación. Desde el hechizo Petrificus Totalus, de Harry Potter, hasta las petrificaciones realizadas por la Bruja Blanca en la saga Las Crónicas de Narnia, el cine y la literatura contemporánea, y no tan contemporánea, presentan varios ejemplos de petrificaciones que nos generan un inusitado interés. Este interés, comenzó a manifestarse en Europa ya en el siglo XVII, en un periodo caracterizado por el surgimiento del conocimiento científico moderno. Aunque esta época destacó en el desarrollo de complejos instrumentos de medición (telescópico, microscopio…) y la fundación de sociedades científicas (la Royal Society de Londres), también mantuvo un gran conjunto de ideas enraizadas en las tradiciones grecorromanas y bíblicas. Esto provocó una serie de creencias en una gran proporción de intelectuales de entonces, sobre la veracidad de falsos mitos como el de la creación o el del diluvio universal (ambos presentes en el Génesis de la Biblia). Estos dos relatos desencadenaron el falso supuesto de que la antigüedad de la Tierra, se limitaba a unos pocos miles de años. Del mismo modo, los diferentes fósiles de animales extintos que se fueron encontrando, se relacionaron inicialmente con los huesos de los gigantes bíblicos. En otros casos, como las historias sobre ciudades perdidas en el desierto, con todos sus habitantes petrificados, probablemente fueron engendradas en Oriente, como la historia de Zobeida, narrada en el cuento de Las mil y una noches. En este artículo analizaremos una serie de casos sobre el fenómeno de la petrificación (y algunos mitos), proporcionando las explicaciones reales a tales sucesos, para de esta manera poder abandonar definitivamente ese pensamiento mágico o religioso de culturas arcaicas.
Cuando he citado en el anterior párrafo algunos ejemplos de la petrificación en nuestra cultura, puede que te haya sorprendido que pasase por alto el episodio más famoso sobre este fenómeno; el mito de Medusa. Principalmente, gracias a las obras de pintores como Luca Giordano, Sebastiano Ricci o Annibale Carracci, en las que aparecen pasajes de petrificaciones tal y como fueron descritas en "La metamorfosis" de Ovidio, el mito de Medusa permanece muy vivo en la cultura europea. En esta obra de Ovidio, escrita en el siglo I, se narran historias sobre cómo los dioses petrificaban a los hombres por diversos motivos. Un ejemplo muy poco conocido es el del dios Hermes (dios del comercio y la comunicación entre otros) quien petrificó al pastor Bato, por romper su promesa de guardar silencio. Sin embargo, un pasaje de petrificación mucho más conocido de "La metamorfosis" es el caso de Níobe, leyenda conocida en tiempos de Homero. Níobe, nieta de Atlas y esposa del rey de tebas, se convirtió en piedra por el amargor que le generaron los asesinatos de sus hijos. Ovidio escribió: “La brisa dejó de poder agitar sus cabellos, su rostro quedó sin sangre, sus ojos inmóviles en sus tristes mejillas, nada quedó vivo en aquella figura. La lengua se heló junto al duro paladar y las venas quedaron sin capacidad de moverse. El cuello ya no pudo doblarse, los brazos no pudieron realizar ningún movimiento, los pies no fueron capaces de echar a caminar. En su interior, las entrañas se convirtieron en piedra”. En esta grandiosa obra también se narra la historia de la ninfa Eco, quien debido a que constantemente distraía a la diosa Hera, para ocultar las infidelidades de Zeus (su esposo), fue castigada con la privación de hablar, y solo se le permitió repetir las últimas palabras que le dijeran (de esta historia proviene la palabra eco en su acepción actual). Por este motivo, se retiró a las montañas, donde fue perdiendo gradualmente la humedad, hasta que quedó reducida a simples huesos que se convirtieron en piedra. Pero vayamos con la historia reina de las petrificaciones. En el mito, Medusa fue una gorgona (la única mortal de las tres hermanas) con serpientes por cabello y con el poder de paralizar de miedo y petrificar a quien le mirara a los ojos. Sin embargo, el héroe Perseo consiguió decapitar a Medusa con la ayuda de un escudo reflectante que usó a modo de espejo. Luego, Perseo empleó la cabeza de Medusa para vencer a sus enemigos, como el caso del titán Atlas, que acabó convirtiéndose en montaña.


Perseo decapitando a Medusa, obra de Luca Giordano (1675-1699) (Fuente: Misterdruke)
Las referencias de Medusa y su poder petrificante han permeado en nuestra cultura de una forma marcada. Concretamente, este mito aparece referenciado en la descripción de una rodilla humana convertida en piedra, en la que se podía apreciar la rótula, los músculos y los huesos, antaño expuesta en el museo de Francesco Calzolari, un farmacéutico de Verona. En otro museo de un médico danés, se podían encontrar tanto pies petrificados (con tendones huesos y músculos), como un monstruoso torso petrificado. Otro caso, sería el del “Bebe petrificado de Sens”, un feto muerto y calcificado que permaneció durante años dentro de su madre (muerta en 1582), debido a un anómalo proceso conocido como calcificación fetal. En este proceso, sobre los tejidos en desarrollo se comienzan a depositar sales de calcio que provoca su “petrificación”. Cuando un feto muerto no es expulsado del útero de la madre, la calcificación es un proceso típico de preservación en ausencia de flujo sanguíneo, aunque otras causas también pueden desencadenar la calcificación fetal. Este caso es más común cuando el embarazo es extrauterino (embarazo abdominal) porque en esa situación no se diagnostica el feto facilitando la petrificación, este caso es conocido como litopedia. Otra de las piezas muy comentadas, que representó una atracción turística para las clases altas de la Europa de los siglos XVII y XVIII, fue el esqueleto petrificado de la Villa Ludovisi (Roma). Este afamado esqueleto, no es más que un fósil. Cuando fue enterrado (entre el siglo I a.C. y el siglo I d.C.) se hizo en un ambiente rico en minerales y con condiciones que dificultaron su descomposición rápida. Con el tiempo, los minerales del suelo (o de las aguas subterráneas circundantes) se fueron depositando sobre el hueso, reemplazando el tejido óseo original, por carbonato de calcio o sílice, dando lugar a esta ya no tan misteriosa estructura petrificada. Este proceso de petrificación, no puede ocurrir en espacios abiertos, ya que la presencia de microorganismos genera la putrefacción del cuerpo. Por lo general, estos procesos están asociados a acuíferos por los que fluyen aguas calcáreas (agua dura con alto contenido de sales de calcio y magnesio) que permiten la deposición de las sales necesarias para la petrificación. A pesar de que hoy en día, el proceso mediante el que se forman estas “petrificaciones” es de sobra conocido, en el momento de su descubrimiento (y las décadas posteriores), las hipótesis planteadas fueron muy diversas. Por ejemplo, se hipotetizó que se trataba de un hombre muerto y congelado en los Alpes, o que los huesos no estaban petrificados, sino que se trataban de incrustaciones óseas sobre piedras. Tantas dudas acerca del cuerpo de la Villa Ludovisi, hizo que se mencionara en guías de viaje, libros de divulgación y revistas académicas hasta comienzos del siglo XIX, momento en el que el misterio fue desvelado.
Otro de los casos de petrificación, y posiblemente la referencia más antigua a este fenómeno, lo podemos observar en una historia escrita en la segunda parte del siglo III a.C. Este relato está recogida en el "De Mirabilibus Auscultationibus", traducido modernamente como "Relatos Maravillosos", y fue erróneamente atribuido a Aristóteles. El autor hace mención a los trabajadores de las minas de Lidia (cerca de Pérgamo), donde tras una guerra, los mineros fueron encerrados en las minas y murieron por asfixia. Posteriormente, según el relato ya que no hay evidencias arqueológicas de esta historia, cuando mucho tiempo después las minas fueron abiertas, los cadáveres, se hallaron petrificados. Hallazgos reales en posterioridad pueden arrojar una serie de pistas sobre lo que realmente ocurrió en las minas de Lidia. El caso al que me refiero es el de un hombre petrificado hallado en las minas de cobre de Falun (Suecia), cuyo cuerpo apareció conservado en vitriolo. El vitriolo es un término que antiguamente se empleaba para designar compuestos de sulfato, como la mina en cuestión era de cobre, lo más lógico es suponer que ese vitriolo en realidad fuera sulfato de cobre. Este compuesto presenta una serie de propiedades antisépticas y antifúngicas (a día de hoy se emplea con ese objetivo) que impedirían la proliferación de microorganismos que desencadenaría la descomposición del cadáver. Posteriormente, este sulfato de cobre impregnaría los tejidos de lo organismos muerto, endureciéndolos y preservándolos, de un modo similar a la fosilización explicada en el anterior párrafo. El eminente naturalista Carl von Linné, ya mencionó que en caso de retirar el vitriolo, el cadáver terminaría pudriéndose, acabando con el misterio del hombre petrificado de las minas de Falun. Aun así, esta historia sirvió de inspiración para Richard Wagner en la elaboración del libreto de una de sus óperas.


Un caso de litopedia en el que el feto muerto y calcificado pasó entorno a 50 años dentro del vientre de la madre (Fuente: Wikipedia)
Otro relato datado en el siglo XVII, hace referencia a la conversión de hombres y animales en estatuas salinas tras un terremoto acontecido en Italia en el siglo XIV. En la narración de este suceso, se describe la petrificación como consecuencia de las exhalaciones (vapores) de la tierra tras el seísmo. La idea de que las emanaciones vaporosas del interior de la tierra era capaz de formar fósiles, ya fue descrita por Aristóteles y difundida durante la Edad Media por el médico Avicena y el filósofo Alberto Magno. Además, este proceso es recogido en el mito bíblico del Génesis sobre la transformación de la mujer de Lot en estatua de sal, como consecuencia de mirar atrás al abandonar la ciudad de Sodoma. Pero, ¿qué hay de cierto en estas historias? Lo cierto es que no existen procesos naturales que conviertan organismos vivos en estatuas de sal, pero las historias probablemente se basen en que organismos que han sufrido un proceso de desecación en ambientes muy salinos, pueden preservarse de forma óptima como si de una momificación se tratara. También podemos observar el mito de la petrificación de una horda de tártaros en la región de Capadocia (la actual Turquía), suceso que se remontaría al siglo XIII. Este fenómeno es directamente un mito, y estas estatuas humanas probablemente fueron moldeadas a partir de la erosión que generan el agua y los vientos meridionales de la región en las rocas. De hecho, estas estructuras geológicas son conocidas como chimeneas de hadas o hoodoos, y actualmente se pueden apreciar en diferentes regiones de Capadocia.
Como se ha observado a lo largo de este artículo, las petrificaciones humanas al estilo del mito de Medusa son en cierta medida reales (aunque en muchos casos son puros mitos), pero el motivo no tiene nada que ver con el proporcionado por los relatos bíblico o grecolatinos. Allí donde la ciencia alumbra, la mitología y la religión se desvanecen. Sin embargo, sí que existen casos reales en los que nuestro cuerpo genera rocas, estoy hablando de las piedras de los riñones o cálculos renales. Nuestros riñones filtran y purifican la sangre eliminando los desechos que contiene. No obstante, en este proceso de filtración, pueden concentrarse determinadas sustancias como el calcio, el oxalato o el ácido úrico. Cuando las sustancias alcanzan concentraciones elevadas, pueden empezar a formar cristales, en especial si la presencia de agua en el sistema es reducida (orina concentrada de color intenso). Posteriormente, estos pequeños cristales, sufrirán un proceso de agregación formando estructuras de mayor tamaño que acabarán convirtiéndose en las mencionadas piedras. Este trastorno del sistema urinario puede generar grandes dolores a quien lo padece, y la forma más sencilla de prevenirlo es mediante una buena hidratación; así que ya sabes, si no quieres sufrir la mirada de Medusa, mantente hidratado.
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