¿Qué te hace ser quien eres?

Artículo basado en el libro: "Ideologías, una bomba de relojería" de Jean-Claude Kaufmann.

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¿Quién eres?, ¿que define tu persona?, ¿cuál es tu identidad? Estas son algunas de las grandes preguntas trascendentales que hasta el más común de los mortales se ha planteado alguna vez. En este artículo no nos centraremos en responder a estas preguntas (son totalmente subjetivas y carecería de sentido), ni siquiera definiremos el concepto de identidad. En este breve artículo hablaremos de los grandes errores que la gente comete al tratar de dar una definición explícita sobre el concepto de identidad.

El primer error sobre la identidad, y el más común, se basa en asociar la identidad con la historia, la memoria o las raíces de un individuo. Ni tus antepasados, ni tus recuerdos ni tu país de origen forman parte de tu identidad. Para empezar, la identidad, que apareció como tal con la creciente individualización de las sociedades modernas, se genera a través de una subjetividad que actúa con el objetivo de producir un sentido. La identidad se define continuamente, a cada momento en el que tomes una decisión, en la que estén implicadas de una manera u otra tu ética y tu visión del mundo. Te estás continuamente redefiniendo y reidentificando, y solo en esa toma de decisiones es cuando puedes recurrir a tus adscripciones culturales, religiosas o nacionales. Por ello, cuando se muestra una herencia desfasada respecto a la cultura dominante en la que uno vive, se origina un intenso trabajo de reescritura de sí mismo, que es lo que hacen los inmigrantes continuamente. De ahí las incomprensiones que suelen surgir en los foráneos cuando son encasillados en su supuestas raíces o categorizados en función de su país de origen. Esto provoca una reclusión en sus comunidades como reacción ante la discriminación, e impide una verdadera integración debido a la mutua exclusión generada a raíz de esta confusión. A priori puede resultar complejo que la identidad se sitúe en la subjetividad y la producción de sentido, y no en los orígenes de una persona. Ante esta dificultad, la gente suele relacionar la identidad con un nombre, una edad, un sexo, una historia… y aquí aparece el segundo error.

Al hablar de identidad confundimos una identificación administrativa basada en características objetivas del individuo, con la producción de sentido en su vida. La identificación la lleva a cabo el estado u otras organizaciones, y consiste en localizar y clasificar a los individuos mediante datos biológicos y experiencias objetivas de su pasado, no en proporcionarles una identidad. De hecho, cada uno de nosotros está compuesto de miles de historias enredadas, y a menudo contradictorias; y somos nosotros los que seleccionamos una parte de ellas para dotar de sentido a un momento dado de nuestra vida.

El tercer error que cometemos cuando tratamos de definir la identidad, está relacionado con la fijeza. Construimos nuestra identidad mediante una fijación de una serie de características personales y unas reducciones provisionales (de las otras características), lo cual es necesario para crear una totalidad significativa (aunque simplista) que nos posibilite la acción. Estas fijaciones ocupan un breve lapso de tiempo, y son volubles y cambiantes. Por ello se puede concluir que la identidad no es nunca un entidad cerrada, homogénea y estable, no se puede definir como una esencia o una sustancia. Debido a este proceso de fijación que realizamos casi a cada instante, nos cegamos y nos confundimos ante lo que representa nuestra identidad, e ignoramos que el proceso identitario es variable y está en movimiento permanente. Tratamos de unir el tiempo que dura una acción o un pensamiento, a nuestra esencia, cuando la realidad nuestra esencia es múltiple y fluida. Sin embargo, estas fijaciones, y producciones de creencias a cada instante, resultan necesarias para poder realizar cualquier acción dirigida por nuestras conciencias. Es muy complejo definir una identidad individual, ya que sería como congelarte a ti mismo en un instante concreto de tu ida (con los pensamientos y creencias de ese momento); tu identidad no es un fotograma, es la película completa.

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