Residuos nucleares: La peligrosa herencia de la energía atómica
Artículo basado en el libro: "VERTEDERO: La sucia realidad de lo que tiramos, a dónde va y por qué importa " de Oliver Franklin-Wallis.
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La producción eléctrica mediante energía nuclear ha tenido detractores y defensores a partes iguales (más o menos) desde su invención. Más allá de que se trate de un tipo de energía con cero emisiones de carbono, y de que el uranio empleado en las centrales nucleares sea el combustible más denso energéticamente (mayor energía producida por masa de combustible empleada) que hayamos encontrado, lo cierto es que los accidente nucleares como el de Fukushima o Chernóbil han generado multitud de ataques a esta forma de producir energía eléctrica. Sin embargo, otro de los argumentos en contra de esta energía no ha sido tan publicitado como el de los accidentes, estoy hablando de la gestión de los residuos nucleares que generan las centrales. Por ejemplo, Gran Bretaña ha generado más de 80.000 toneladas de residuos nucleares desde los albores de la era nuclear. El problema es que estos residuos son diferentes de los demás, ya que emiten radiación (alfa, beta y gamma) que potencialmente puede alterar el ADN de nuestras células causando mutaciones, cáncer, hemorragias e incluso la muerte. Además, mientras que los plásticos pueden descomponerse en cientos o incluso miles de años, la vida media del plutonio-239 (generado en el núcleo de un reactor) es de 24.100 años. Por no hablar del uranio-235, el combustible empleado para alimentar la mayoría de reactores, que tiene una vida media 700 millones de años. Este combustible gastado se puede reprocesar y recuperar en un 96%, pero es una práctica muy poco utilizada ya que resulta mucho más barato extraer nuevo uranio de las minas. Por lo tanto, todos estos residuos deben guardarse lejos de la vida humana, ya que como he mencionado, seguirán emitiendo radiación durante miles de años (aunque la radiación emitida decaiga con el tiempo). ¿Cómo gestionar semejante tarea? Veámoslo.
En los inicios de la era atómica (sobre 1940), la solución a los residuos de la industria nuclear era muy sencilla: se arrojaban a los océanos. Lógicamente, esta práctica se prohibió en 1993, y las industrias nucleares empezaron a enterrar sus residuos. No obstante, crear unas instalaciones lo suficientemente seguras y duraderas para albergar estos peligrosos residuos representa una tarea titánica. No olvidemos que estos cementerios nucleares deben durar decenas de miles de años, o lo que es lo mismo, deben durar más que la propia civilización humana. Por esta razón, desde hace décadas, los científicos han estado elaborando ideas alternativas que nos permitan una gestión adecuada de estos desechos. Algunas, como cargar cohetes con residuos y enviarlos al espacio, son menos viables que otras. En la actualidad, todos los expertos coinciden en que el enterramiento es la opción más factible. Pero no un enterramiento cualquiera, sino un almacenamiento geológico profundo (AGP) en instalaciones cuidadosamente diseñadas para almacenar y aislar estos elementos radioactivos durante milenios. Este método es altamente complejo y muy caro, por lo que en la actualidad, solo Finlandia está cerca de crear una instalación de este tipo y aun así, todavía le quedan varios años para concluirla. Mientras tanto, los residuos nucleares de todo el planeta se almacenan en instalaciones provisionales en superficie, a la espera de que sus creadores decidan qué hacer con ellos.


Diseño del Almacenamiento Temporal Centralizado de residuos nucleares (Fuente: CSN)
Como ya he mencionado, Finlandia es el único país del mundo que está cerca de construir una instalación para la eliminación geológica permanente de sus residuos radiactivos. Esta estructura, conocida como Onkalo (cavidad en finés) permitirá al país nórdico almacenar unas 6.500 toneladas de desechos nucleares en una serie de cavidades de hormigón de 520 metros de profundidad durante, al menos, los próximos 100.000 años. El ser humano no está hecho para imaginar tales escalas de tiempo, ya que, por ejemplo, los escritos más antiguos datan de unos 5.600 años. Como los residuos de Onkalo seguirán siendo radiactivos durante decenas de miles de años, surge una duda en cuanto a su gestión: ¿Cómo construimos algo que dure más que nada en la historia de la humanidad?, y más importante, ¿qué les contamos a nuestros descendientes sobre el peligro que les hemos dejado?
Esta pregunta ya se la realizó el gobierno estadounidense hace unos años. Aunque Finlandia es el único país próximo a concluir la construcción de un almacenamiento geológico permanente, EE.UU., en la década de los 80, ya se estaba planteando construir unas instalaciones semejantes para albergar los residuos derivados de su arsenal nuclear. En 1987, se decidió emplazar esta infraestructura en Yucca Mountain (Nevada). El gobierno invirtió unos 9.000 millones de dólares en el proyecto y cavó un túnel de 8 kilómetros de profundidad. Sin embargo, el gobierno de Obama decidió detener el proyecto en 2011, y sigue abandonado desde entonces. Aun así, en los albores del proyecto, en 1980, el Departamento de Energía de los Estados Unidos reunió a un grupo de lingüistas, arqueólogos, psicólogos y diseñadores para elaborar un mensaje de aviso del peligro de estas instalaciones que durase unos 10 mil años. El problema no era como hacer el mensaje duradero (se puede grabar en piedra o metal), sino que mensaje indicar. No tenemos ni idea de en qué situación se encontrará la humanidad dentro de 10.000 años, por lo que un simple mensaje de “Peligro” en varios idiomas no es suficiente.
El ecléctico grupo de expertos tuvo muchas ideas, algunas más descabelladas que otras. Muchos se unieron en torno a imágenes como calaveras, que pensaban que perdurarían mucho más allá de cualquier mensaje escrito. Pero resulta que las ideas que damos por sentadas, como “calavera = peligro”, no siempre son traducibles más allá de nuestras fronteras culturales. Solo hace falta echar un vistazo a los jeroglíficos egipcios para saber que las imágenes no siempre se traducen con facilidad cuando están separadas de su contexto cultural. Otra idea era la narración de cuentos populares, como las grandes sagas islandesas que se han transmitido de una forma bastante constante a lo largo de los siglos. Un autor poláco de ciencia ficción propuso lanzar satélites que transmitieran en órbita la ubicación y los riesgos de los residuos nucleares, pero esto supondría la existencia continua de comunicaciones por satélite. También se propuso la creación de un “sacerdocio atómico”, que transmitiera la historia y la ciencia de los residuos nucleares mediante rituales y leyendas creados y alimentados de forma artificial. De esta forma, se crearía una superstición acumulada de generación en generación para evitar una zona determinada de forma permanente. Las propuestas fueron tan variopintas que dos integrantes del proyecto propusieron criar gatos (el lenguaje es efímero, pero el amor por las mascotas es eterno) cuyo pelaje cambiara de color o brillara cuando se expusieran a la radiactividad. Transmitiendo de generación en generación refranes y mitos que creasen una especie de religión felina en la que los gatos brillantes fuesen sinónimo de los peligros más devastadores, de modo que la gente evitaría adentrarse en la zona en cuestión.


Instalaciones de almacenamiento geológico profundo de Onkalo (Finlandia) (Fuente: Noticias renovables)
No del todo convencidos con estos planes, en 1991, el Sandia National Laboratory convocó a otro grupo de expertos para diseñar un nuevo sistema de alerta que durase decenas de milenios. El grupo se dividió en dos: uno se encargaría de las barreras físicas que impedirían acercarse al emplazamiento, y el otro se preocuparía por el mensaje a transmitir. La idea inicial era erigir un “paisaje de espinas” para detener físicamente a los intrusos, pero todos sabemos cuánto les gusta un buen desafío a los seres humanos. Varios diseñadores sugirieron emplear imágenes de cuerpos heridos, pero la solución se basó en rodear el sitio con 32 enormes monolitos de granito. Cada uno de ellos llevará grabados mensajes de aviso en inglés, español, chino, hebreo, navajo y latín, además de imágenes horripilantes basadas en el cuadro “El grito” de Munch. Sin embargo, el único AGP que se está construyendo en la actualidad (Onkalo en Finlandia) no tendrá ni estas defensas, ni estos mensajes de aviso. Por el contrario, Onkalo está diseñado para ser olvidado. Los residuos se empezaron a depositar en 2023, y se espera que se continúen depositando hasta 2120. En ese momento, la red de túneles se llenará con arcilla bentonita y hormigón, y la entrada quedará enterrada. El emplazamiento es un lugar idóneo, ya que es geológicamente estable, impermeable y no contiene minerales de ningún valor, lo que significa que, en teoría, debería permanecer intacto durante milenios, hasta que su existencia misma pase de la memoria al mito. Además, como el peligro radioactivo decae con el tiempo, si Onkalo llega a sobrevivir dentro de 100.000 años, el riesgo para quien descubra los restos no será mucho mayor que el de hacerse un TAC, y después de unos cuantos millones de años, el riesgo será indistinguible de la radioactividad natural.
Como hemos visto a lo largo de este artículo, los métodos para la gestión de los residuos nucleares son de lo más variopintos, pero solo uno de ellos ha sido aceptado por el consenso científico, el almacenamiento geológico permanente. Sin embargo, sólo Finlandia está concluyendo la creación de uno de estos AGP, mientras que el resto del planeta sigue almacenando sus residuos en instalaciones provisionales. La energía nuclear es una fuente de energía libre de carbono que podría ayudar a liberar al mundo de los combustibles fósiles, que han causado mucho más daño a este planeta y han costado muchas más vidas humanas que los accidentes nucleares. Pero también debemos pensar en el legado que les estamos dejando a las generaciones futuras con la pésima gestión de los residuos que se hace en la actualidad. Estamos legando a nuestra descendencia unas “bombas de relojería del futuro”.
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