Si al menos fuera capaz de sentir algo...
Artículo basado en el libro: "La era del vacío" de Gilles Lipovetsky.
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¡Si al menos fuera capaz de sentir algo!, esta frase así como otras similares relacionadas con un pesimismo vital, son repetidas en los monólogos internos de un número cada vez mayor de personas. Los trastornos de histeria, fobias y obsesiones que tanto trabajo dieron a los psicoanalistas del siglo XIX, y que en cierta medida, fueron el resultado del capitalismo autoritario y puritano de antaño, están desapareciendo. Del mismo modo, la sociedad permisiva, tolerante y liberalizadora de hoy en día, ha originado un aumento significativo de los desórdenes de tipo narcisista, que representan la mayor parte de los trastornos psicológicos de la actualidad. Estos desórdenes no muestran unos síntomas claros y definidos, sino que se tratan de trastornos del carácter. Más bien representan un malestar difuso que invade toda nuestra psique, un sentimiento de vacío y de absurdidad de la vida, un existencialismo que nos inhabilita y nos extirpa la capacidad de sentir.
En la época de liberación actual, en la que se rompe con todos los consensos sociales establecidos y se anulan las rigideces del sistema, la fuerza mental de cada individuos se encierra sobre sí misma, desembocando en un narcisismo y una egolatría desmedidas. Por ello, las personas sufren un desapego emocional, claramente reflejado en la inestabilidad de las relaciones interpersonales de hoy en día. Ya no se busca un compromiso profundo, la vulnerabilidad frente al otro nos causa pavor, buscamos el desarrollo de una independencia afectiva y nos aterrorizan la decepción y las pasiones descontroladas. Existe una huida ante el sentimiento, revelada a través de las tendencias sociales a la separación del sexo y el sentimiento. Las relaciones liberales, la condena de los celos y la posesividad… tratan de extirpar al sexo de cualquier tensión emocional llegando a un estado de desapego e indiferencia respecto al otro. La liberación sexual, el feminismo, la pornografía, tratan de levantar una barrera ante las emociones para reducir las intensidades afectivas. La cultura sentimental y los finales felices son fuertemente criticados por individuos que desean una vida encerrados en su ataúd de indiferencia, protegidos ante sus propias pasiones y las de los demás.


Lo sentimental y emocional, ha sido reemplazado por el sexo, el placer, la independencia y la violencia. En la actualidad, resultan incómodas las exhibiciones pasionales de amor, manifestar impulsos emocionales o incluso llorar. Es decir, no se trata solo de la huida respecto al sentimiento sino que también representa una abandono de los signos y rituales de la sentimentalidad. Aun así, no vivimos en un infierno de individuos insensibles e independientes, como muy bien atestigua el uso desmesurado de las aplicaciones para ligar, las redes sociales o las páginas de citas. Este uso no muestra más que una enorme demanda de relaciones afectivas, así como una necesidad de intensidad emocional. Sin embargo, cuanto más se desarrollan estas posibilidades de encuentros afectivos, más solos se sienten los individuos y más dificultades muestran para lograr una relación afectiva verdaderamente intensa. Son ubicuas la soledad, el vacío y la incapacidad para sentir; y por ello, en una especie de huida hacia adelante, la gente no hace más que buscar nuevas experiencias (viajes exóticos, deportes extremos…) que les proporcionen un sedante ante ese vacío emocional que padecen. Narciso, se ha encerrado tan profundamente en sí mismo que ya nada puede afectarle del Otro, pero se ha encerrado tanto que ya no es capaz de establecer la relación afectiva que desea.
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