Sobre Humanos, Vacas y Elefantes

Artículo basado en el libro: "Los Números no mienten: 71 Historias para entender el mundo" Vaclav Smil.

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Imagina que una civilización extraterrestre con una tecnología avanzada decide enviar una sonda de reconocimiento a nuestro planeta. Si el objetivo de la sonda fuese analizar los organismos vivos que pueblan la Tierra, rápidamente concluiría que la mayor parte de la vida es o microscópica (bacterias, protistas, hongos…) o mesoscópica (de pequeño tamaño pero visibles como los artrópodos). Pronto se daría cuenta de que en la biomasa del planeta (obtenida del peso agregado) estos pequeños organismos serían predominantes. Esto es algo muy lógico ya que las bacterias son capaces de colonizar casi cualquier ambiente (viven en los ambientes más extremos que te puedas imaginar) y casi cualquier organismo. De hecho, 9 de cada 10 células de tu cuerpo son bacterias; efectivamente, eres un 90% bacteria y tan solo un 10% humano. Pero si nuestra sonda (bueno la suya) se dedicará a analizar los organismos macroscópicos, ¿qué hallaría? Básicamente, hombres y vacas.

Dado que se conoce el número de grandes rumiantes domesticados en todos los países de una renta elevada, y se puede estimar con cierta precisión en los de baja renta, en 2020 se calculó que el número de cabezas de ganado rondaría los 1.500 millones. Si deseamos convertir este número en biomasa, debemos determinar el peso medio que muestran estos animales, lo cual no es una tarea sencilla. Mientras que los grandes toros pueden alcanzar pesos que superan la tonelada, en EE.UU. el ganado vacuno es sacrificado cuando alcanza unos 600 kg de peso, pero en Brasil se llevan al matadero con apenas 230 kg. También hay que tener en cuenta las diversas razas, que pueden alcanzar pesos muy variados al alcanzar la madurez, como es el caso de la raza lechera de la India, que no sobrepasa los 350 kg. Teniendo en cuenta estos datos, una buena estimación del peso promedio, sería de 400 kg; por lo tanto, la biomasa total de ganado vacuno ascendería a unas 600 millones de toneladas. El mismo problema tendríamos si quisiéramos determinar la biomasa humana (antropomasa), ya que no todos pesamos lo mismo. Para empezar, deberíamos tener en cuenta que el peso corporal depende de la edad, y que los países de rentas bajas muestran un número de niños muy superior al de las naciones con rentas elevdas. Mientras que en África el porcentaje de niños es de un 40%, en Europa, apenas alcanza el 15%. Un dato muy preocupante porque, ¿quién va a pagar nuestras pensiones? Luego la gente se queja de la inmigración, y no se dan cuenta que sin ella, su jubilación sería una mierda. También debemos tener en cuenta que el peso corporal varía entre naciones (principalmente en función de la renta) y que mientras que el porcentaje de sobrepeso y obesidad en África es ínfimo, en países de renta elevada como EE.UU. alcanza la exorbitante cifra del 70% (otro dato muy preocupante). Teniendo en cuenta lo mencionado, diversos estudios han concluido que el peso medio de la población humana ronda los 50 kg, y con una población superior a los 8.000 millones de personas, obtendremos una biomasa humana superior a las 400 millones de toneladas. Esto demuestra que la biomasa vacuna es un 50% superior a la humana; es decir, que por cada 2 kg de ser humano, tenemos 3 kg de vaca. Aun así, los rumiantes domesticados de gran tamaño no son ni de lejos los animales de mayor peso, ¿qué ocurre con los elefantes cuyo peso medio es de 2,8 toneladas? Bien, estos animales no representan ni el 0,2% de la biomasa vacuna, ¿el motivo?, nos hemos dedicado sistemáticamente a aniquilar a esta especie, y ni siquiera con el objetivo de alimentarnos.

Aunque los elefantes africanos macho pueden alcanzar unos 6.000 kg de peso, las hembras pesan la mitad, y la especie asiática tiene un peso aún menor. Son animales de una inteligencia elevada, y curiosamente son muy conscientes de la muerte como revelan las interacciones que tienen cuando se topan con los huesos de sus antepasados, pero no con sus colmillos, nunca quedan colmillos entre los restos de los elefantes muertos. Ya los antiguos egipcios cazaban elefantes para obtener marfil, y seguro que recuerdas a Aníbal, el general cartaginés que trató de invadir Roma con elefantes y sin mucho éxito. Estas civilizaciones, prácticamente extinguieron a los elefantes del norte de África, y pasaron a ser abundantes solo en el sur del Sahara. Aun así, el exterminio no ocurrió entonces, mientras que a comienzos del siglo XIX la población de elefantes era de unos 27 millones, hoy en día está muy por debajo del millón. El tráfico de marfil ha tenido grandes fluctuaciones a lo largo de los 2 últimos siglos; no obstante, las aterradoras cifras de extracción son de 55.000 millones de toneladas en el siglo XIX, y 40.000 toneladas en el siglo XX. Este dato es en base al marfil, no al peso total del animal, imagina las decenas de millones de elefantes que fueron asesinados para hacer unas putas teclas de piano con sus colmillos, patético. No pienses que se trata de datos de antaño, de siglos pasados, ya que entre el año 2009 y 2014, la población de elefantes de Mozambique se redujo a la mitad. Aun así, hay halos de esperanza. En 2017, China (el país con mayor demanda de marfil y el mayor culpable actual del exterminio) prohibió el tráfico y las actividades de procesado de marfil. Por suerte sí parece que seamos capaces de cambiar.

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