¿Somos altruistas o egoístas?

Artículo basado en el libro: "Gen egoísta: Las bases biológicas de nuestra conducta" de Richard Dawkins.

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Si nos preguntamos cuáles son los posibles escalones que la vida inteligente de un planeta debe ir ascendiendo, sin duda uno de ellos se basaría en resolver el problema de su propia existencia. Por lo tanto, un visitante extraterrestre que llegue a nuestro planeta, si quisiera saber si hemos ascendido este escalón, se preguntaría ¿Han descubierto la evolución? Aunque la mayoría de organismos de la Tierra viven una vida sin realmente saber el porqué, el ser humano, gracias a Charles Darwin y Alfred Wallace, es plenamente consciente de la verdad por la que existe. Los interrogantes del tipo ¿por qué existimos? ¿Cuál es la razón de la vida?... no mostraron respuestas coherentes hasta después de 1859, año de publicación del "El origen de las especies mediante selección natural" de Charles Darwin.

Para poder comprender la importancia de la evolución y su influencia directa en lo que somos, es necesario entender que nosotros, al igual que todos los organismos vivos, somos máquinas creadas por nuestros genes. Estos genes, que en algunos casos están presentes en todos los organismos, han sobrevivido incluso durante millones de años en un mundo altamente competitivo, por lo que podemos deducir que una cualidad predominante en cada uno de esos genes, será un egoísmo despiadado. Este egoísmo, será traslado al comportamiento del organismo que lo presenta (incluido el ser humano); sin embargo, existen circunstancias concretas, en las que es más sencillo alcanzar los objetivos egoístas, a partir de actos limitadamente altruistas. En caso de querer construir una sociedad en la que los individuos cooperen de forma generosa y con altruismo, es necesario dejar la naturaleza biológica a un lado y enseñar naturaleza y altruismo, ya que hemos nacido egoístas. Para ello, necesitamos abandonar la falsa creencia de que los rasgos heredados genéticamente son inamovibles, aunque nuestros genes nos ordenen a ser egoístas, no estamos obligados a obedecerlos, mediante la educación, somos capaces de aprender comportamientos altruistas supuestamente “antinaturales”. No hay que olvidar, que el hombre es el único animal dominado por la cultura, y por las influencias aprendidas y transmitidas de una generación a la siguiente. Algunos tras leer estas palabras, puede que defienda la postura de que los genes son irrelevantes ya que somos animales culturales; ni tanto, ni tan poco. Todo esto dependerá de en qué bando del dilema entre Rousseau y Hobbes te sitúes; es decir, dependiendo de como te posiciones ante la diatriba naturaleza vs educación.

En estos momentos, puede que pienses que aunque seamos el único animal cultural (que no lo somos), no somos ni de lejos el único animal altruista. En cuyo caso tendrías toda la razón. Para ello, definamos lo que sería un comportamiento altruista: este tipo de comportamiento, contribuye a aumentar el bienestar del otro, a expensas de su propio bienestar, lo contrario al comportamiento egoísta. En estos casos, la palabra bienestar, se entiende como oportunidades de supervivencia, aun cuando los efectos en las posibilidades de vivir o morir sean mínimos. Estas definiciones que atienden al comportamiento, son objetivas, y no buscan los motivos de uno u otro comportamiento. Centrándose en los motivos, la gente podría actuar de forma altruista con un objetivo egoísta, que por ejemplo le permitiera obtener mayor descendencia. Sin embargo, en este caso solo nos fijaremos en si un determinado acto aumenta o disminuye las perspectivas de supervivencia, no en los motivos del acto. Además, estos comportamientos son denominados aparentes, ya que es posible que aunque superficialmente puedan parecer altruistas, en realidad sean actos egoístas, y viceversa. Algunos ejemplos de comportamientos aparentemente egoístas, los podemos encontrar entre otros, en las gaviotas de cabeza negra, cuyos polluelos, nacen desprotegidos e indefensos. En esta especie, es usual observar como si el nido queda vacío, debido a que la madre ha ido de pesca para alimentar a sus crías, otra madre de un nido cercano se alimenta de los desprotegidos polluelos sin la necesidad de ir a pescar. Otro ejemplo, supongo que más conocido por el lector, se basa en la mantis religiosa. A pesar de que por lo general se alimenta de moscas y pequeños insectos, suele atacar a todo lo que se mueve, incluido el macho, que durante la cópula puede sufrir el ataque de la hembra. Ésta suele empezar por la cabeza del macho, cuya eliminación no parece afectar a su actividad sexual (el sexo no es solo una obsesión humana). Además, es en la cabeza de la mantis macho donde se encuentran algunos centros inhibitorios del sistema nervioso, por lo que puede que mejore su actuación sexual. Obviamente estos comportamientos caníbales son considerados egoístas, pero no hace falta recurrir al canibalismo para ser egoísta, como es el caso de algunos pingüinos de la Antártida, que se aglomeran en densos grupos antes de zambullirse en el mar, esperando a que uno lo haga primero para observar si existe algún peligro en el agua. En estos grupos, suelen observarse empujones para que algunos caigan y hagan de conejillo de indias o de aperitivo para una foca.

Por el contrario, los comportamientos altruistas también están muy presentes en la naturaleza, y el ejemplo que a todos se nos viene a la mente es el de una abeja obrera, que clavan su aguijón para defender su colmena, aun cuando mueren tras ese acto, ya que algunos órganos vitales internos son arrancados del cuerpo junto al aguijón. Este acto no tiene por qué ser consciente, sino que puede representar un comportamiento innato, pero los motivos no influyen en la clasificación que aquí hacemos. Del mismo modo, muchos pájaros pequeños al observar a un depredador (como un halcón) dan la voz de alarma a sus compañeros, a la vez que advierten al predador de su presencia. Es decir, delatan su posición aumentando el riesgo de que les cacen, solo con la intención de reducir el riesgo de que sus compañeros sean cazados. Obviando este tipo de comportamientos altruistas (defensa de la colonia, voz de alarma…) muy típicos, los actos más altruistas de cualquier especie animal, siempre se observan en los cuidados paternos, y especialmente en los maternos. El acto de incubación, la defensa frente a depredadores, el acicalamiento y limpieza… Son todos ellos actos que requieren un coste energético para los padres, pero no aporta beneficio (ya veremos que sí) a ellos mismos. Un ejemplo es el de los aves que realizan la exhibición de distracción, en la que uno de los padres, con la intención de proteger el nido, se aleja de él cojeando y simulando tener un ala rota ante la presencia de un depredador. El depredador lo sigue y cuando están lo suficientemente alejados del nido, la madre retoma el vuelo. No obstante, este tipo de acto altruista, responde al egoísmo de los genes, ya que a pesar de que el padre haya puesto en riesgo su vida, con ello ha conseguido proteger a sus descendientes, es decir, ha conseguido asegurarse de que su prole (y por lo tanto sus genes) sobrevivan. Por ello aunque resulte de una acto de altruismo del individuo, representa un acto de egoísmo de los genes.

Debido a este tipo de altruismo, siempre se ha tenido en cuenta que la evolución actúa por el bien de la especie, pero los actos de autosacrificio, considerados más altruistas, suelen responder siempre a la protección de sus padres por sus hijos (que son actos egoístas). No están protegiendo al grupo, ni siquiera a sus hijos, lo que protegen son sus genes. Por lo tanto, más que por el bien de las especies, la evolución actúa por la perpetuación de las especies (y de sus genes). También está la hipótesis de que la evolución se rige por la “selección de grupos” en vez de por la "selección de individuos". Esta hipótesis argumenta que si los individuos de un grupo, tiene mayor tendencia al autosacrificio en pos del bienestar grupal, ese grupo tendrá más posibilidades de sobrevivir en comparación con otros grupos, por lo que tendrá más descendencia y la tendencia al altruismo y a autosacrificio se extenderá en las poblaciones de la especie, haciendo que la evolución favorezca el altruismo. Sin embargo, los que defienden la tesis de la “selección individual” (o de los genes) podrán contraargumentar que si en el grupo de los altruistas, existe una minoría que rehúsa el autosacrificio, que explote el altruismo del resto; ese individuo tendrá más posibilidades de sobrevivir, por lo que se reproducirá más y sus hijos heredan ese comportamiento egoísta extendiéndose por la población. Es por estos argumentos (entre otros) por los que la teoría de la selección de grupos encuentra poco apoyo entre los biólogos. Aun así, entre la población no especializada, muestra una mayor aceptación, probablemente debido a que se encuentra en completa armonía con los ideales morales y políticos que la mayoría de nosotros compartimos. Además, a pesar de que mostremos una tendencia a alabar a los que ponen el bienestar de los demás por encima del propio, es difícil establecer el límite que marca quienes representan “los demás”. Por lo general, un altruismo en el endogrupo, suele ir acompañado de egoísmo hacia el exogrupo. No obstante, cada vez son más las voces que defienden un altruismo universal para todas las personas, independientemente de su raza o género, algo muy loable, pero que suele quedarse en meras palabras; por no hablar de que en ese altruismo universal, nunca entran otras especies que no sean la nuestra. Existe un sentimiento omnipresente en el ser humano, que defiende que las personas merecemos una consideración moral especial en comparación con otras especies. La mayoría de la gente se horroriza ante la pena de muerte (hay excepciones que la defienden), pero ignoran los genocidios cometidos en los mataderos de todo el mundo. Sin ir más lejos, exterminamos a miembros de otras especies como medio de entretenimiento a través de la caza o la tauromaquia. Del mismo modo, un feto humano, con los sentimientos y emociones humanas de una ameba, goza de una protección legal que excede en gran medida a la proporcionada a cualquier animal adulto, como un chimpancé. Sin embargo, está demostrado que el chimpancé piensa y siente; pero al pertenecer a una especie distinta (exogrupo), no goza de los mismos privilegios que el feto. Es decir, nuestro altruismo universal intraespecie, sirve para enmascarar nuestro descarado egoísmo interespecie.

Existe una confusión ética, en cuanto a los objetivos de nuestro altruismo, si deben de ser la familia, la nación, la especie o todos los seres vivientes. Pero en cuanto al egoísmo, la tesis está más clara. La unidad fundamental de selección y por lo tanto de egoísmo, no es la especie, ni el grupo, ni siquiera el individuo; la unidad fundamental de egoísmo, son los genes.

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