¿Son las redes sociales mejores que los libros?

Artículo basado en el libro: "El valor de la atención: Por qué nos la robaron y cómo recuperarla" de Johann Hari.

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¿Cuándo fue la última vez que leíste un libro? ¿Recuerdas el título de ese libro? Espero que la respuesta a la primera pregunta sea que en la actualidad estás leyendo uno, por lo que la respuesta a la segunda, carece de sentido. Aun así, es muy probable que a día de hoy no estés leyendo ninguno, y de ser así, también será muy probable que no recuerdes el título del último libro que leíste. Lo cierto es que las tendencias de lectura están sufriendo un descenso vertiginoso (aunque ha habido un ligero repunte gracias a la cuarentena del COVID-19) a lo largo de todo el globo. Por ejemplo, en la Encuesta Americana sobre el Uso del Tiempo se detectó, que entre 2004 y 2017 la población de hombres que leían por placer había caído un 40%, mientras que en el caso de las mujeres, este descenso fue del 29%. Otra encuesta de Gallup (empresa de estudios de opinión), observó que entre 1978 y 2014, la proporción de personas que no leían un solo libro a lo largo del año se había triplicado. ¿Cuál es el motivo de este drástico descenso? La respuesta a esta pregunta la podemos observar en los datos vertidos por una encuesta de la misma empresa, que determinó que el estadounidense medio (en 2017) pasaba 16 minutos al día leyendo libros y 5,4 horas al teléfono móvil. Hace años de estos resultados y lo más probable es que a día de hoy el tiempo de lectura se haya reducido aún más, mientras que el uso del móvil se habrá incrementado. Puede parecer que estos datos no son tan alarmantes, pero la lectura proporciona múltiples beneficios al individuo, y es algo que está desapareciendo.

Para empezar, existen múltiples estudios que avalan que aquellas personas que leen ficción muestran niveles de empatía superiores a los lectores de no ficción, o a los que no leen nada. Esto se debe a que mediante la lectura de diferentes historias, nuestra mente es capaz de observar las perspectivas de otras personas, pertenecientes a otras culturas y épocas, alejándose de sus propias convicciones y prejuicios. Por otro lado, para mucha gente la lectura es una de las formas de concentración más profundas que suelen experimentar, y esa capacidad está siendo mermada de forma marcada. Concretamente, leer libros te adiestra en una forma de lectura muy concreta, de una forma lineal y durante un tiempo sostenido, mientras que la lectura de pantallas, se basa en los saltos, ya que tenemos la posibilidad de seleccionar y descartar, ¿quién no ha scroleado (deslizar hacia abajo) una noticia o publicación para leer aquello que le interesa? En un experimento en el que se establecían dos grupos, uno al que se le proporcionaba información a través de un libro impreso, y otro al que se le proporcionaba esa misma información en una pantalla. El estudio determinó que la gente no solo recordaba menos información al leer en pantalla, sino que entendían peor aquello que estaban leyendo; incluso en la comunidad científica encargada de este tipo de estudios se ha acuñado un término para ello, “inferioridad de pantalla”. Repito, puede parecer algo inofensivo, pero estamos dirigiendo la educación de los niños a un empleo cada vez mayor de dispositivos electrónicos, por lo que es muy probable que estemos comprometiendo tanto su paciencia cognitiva, como su capacidad de leer textos largos. Es más, un profesor de Harvard entrevistado al respecto, afirmaba que cada vez les costaba más que sus alumnos leyeran incluso libros cortos, por lo que ofrecía la posibilidad de escuchar podcast o ver videos de YouTube para complementar sus explicaciones. Reitero, un profesor de la universidad de Harvard. Alguien crítico, podría indicarme que las pantallas no son cosa de la actualidad, y que los móviles con sus redes sociales, no son más que versiones mejoradas y portátiles de la televisión. En parte tendría toda la razón, pero por otra lado, cada nueva tecnología de comunicación que aparece en la sociedad, representa una nueva especie de gafas que permiten observar la realidad, y cada par de gafas, nos proporciona una nueva perspectiva. La red social Twitter (actualmente “X” pero me niego a usar esa mierda de nombre) nos enseña que el mundo puede comprenderse con afirmaciones de 280 caracteres (muy pocas cosas dignas de ser leídas pueden expresarse con tan pocas letras); Facebook, reafirma que nuestra vida existe solo para ser mostrada a los demás; Instagram, advierte de que en la vida lo importante es cómo nos vemos externamente… Todas las redes sociales nos proporcionan mensajes vitales deleznables, y aunque sea cierto que tienen aspectos positivos, estos se ven marginados ya que el consumo masivo de estas redes se dirige hacía sus aspectos más negativos. ¿O acaso los tuits, post de Instagram o comunidades de Facebook con más visualizaciones y participantes, son aquellos que proporcionan beneficios a nuestra sociedad? Ni de palo.

El libro impreso también nos proporciona una forma de ver el mundo y entender la vida, pero con una perspectiva mucho más beneficiosa para el ser humano. Los libros nos enseñan que la vida es complicada, y que debemos dedicar una cantidad considerable de tiempo para entenderla. Además, representan vías de escape a nuestras preocupaciones diarias, ya que nuestra atención se ve limitada a las palabras, párrafos y páginas. Por no hablar de que nos permite pensar en profundidad sobre cómo viven otras personas y cómo funcionan sus mentes. Es decir, fomentan el desarrollo de nuestra empatía, que casualmente también está sufriendo un descenso vertiginoso.

La idea de que la lectura te ayuda a comprender a los demás y fortalece tu empatía, la he repetido en diversas ocasiones a lo largo de este artículo, por lo que para concluir veremos un experimento que confirma estas afirmaciones. En primer lugar, es necesario recalcar que es la literatura de ficción (Novelas) la que ha demostrado aumentar la empatía, no la de no ficción. Por ello, para discernir entre los lectores de novelas de los lectores de ensayos, a Raymond Mar, un profesor de psicología de la universidad de Toronto, se le ocurrió una idea brillante. A los sujetos de investigación se les mostró una lista en la que había una serie de nombres de novelistas famosos, otra serie de nombres de escritores de no ficción y una tercer grupo de nombres al azar; todos ellos entremezclados. En primera instancia se solicitaba a los participantes que rodearán con un círculo los nombres de novelistas famosos, y posteriormente los nombres de los escritores de no ficción. Los sujetos que más hubiesen leído libros de ficción, redondearon un mayor número de nombres de novelistas, mientras que los que habían rodeado más nombres de escritores de no ficción representaría un grupo control de gente que leía, pero no novelas. Posteriormente todos los sujetos eran sometidos a dos test para evaluar su empatía. El primero, una técnica típica para detectar el autismo, se basa en mostrar imágenes de la zona de los ojos de diferentes personas, y les preguntas a ver cómo se sentían las personas de la imagen . Cuantos más ojos relacionasen con la emoción que sienten esas personas, más empático eres, ya que demuestras una mayor comprensión de lo que les sucede a los demás. La segunda prueba se basaba en mostrar una serie de imágenes de diversas situaciones en las que aparecían dos personas interactuando, y los participantes debían responder a preguntas del tipo: “¿Cómo se sienten? ¿Qué está pasando? ¿Qué relación existe entre las dos personas?…” Los resultados no daban lugar a error, las personas que más ficción había leído, mostraban una mejor capacidad para leer las emociones de los demás, mientras que la lectura de libros de no ficción no afectaba a la empatía. Como conclusión aquí unas palabras de Raymond (el que diseñó el experimento) sobre la lectura:

"La lectura crea una forma de consciencia única… mientras leemos dirigimos nuestra atención hacia fuera, hacia el mundo de la página y, a la vez, enormes cantidades de atención se dirigen hacia el interior, a medida que imaginamos y estimulamos mentalmente… nuestra atención se encuentra en lugar único, fluctuando tanto hacia fuera, hacia las palabras, como hacia dentro, hacia lo que esas palabras representan. Cuando leemos intentamos entender los diferentes personajes, sus motivaciones y sus metas. Probablemente usamos los mismos tipos de procesos cognitivos que usaremos para entender a nuestros congéneres reales en el mundo real."

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