Tala de árboles, ¿crimen atroz o gestión eficaz?

Artículo basado en el libro: "Ecomitos: los bulos ecológicos que agravan la crisis ambiental" de Víctor Resco de Dios.

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Desde que somos niños se nos inculca en el colegio que la tala de árboles es uno de los crímenes más horrendos que podemos perpetrar sobre la naturaleza, algo así como terrorismo ecológico. Sin embargo, resulta irónico que este mensaje se nos proporcione impreso en un libro. Es necesario discernir entre la tala de árboles como método de gestión forestal, de la deforestación basada en la reducción de las áreas de los bosques por una tala extensiva o por el empleo de estos terrenos con otros fines (principalmente como cultivos dedicados a la alimentación de ganado).

Cuando la gente se da un paseo por un bosque, tiende a pensar que se encuentra ante un espectáculo de la naturaleza, y no podrían estar más equivocados. Diversos estudios han demostrado que el 75% de la superficie terrestre, ya estaba habitada hace 12.000 años, y por lo tanto, gestionada por seres humanos, esto incluye al 95% de los bosques templados y al 90% de los bosques tropicales. Es decir, la mayoría de territorios que en la actualidad son considerados vírgenes, en realidad tienen una larga historia de habitación humana.

La deforestación es un problema acuciante que debe afrontar la sociedad actual, pero en el imaginario colectivo está palabra evoca la idea de que todos los bosques del planeta están reduciendo su extensión; cuando la realidad es muy distinta. Por ejemplo, los bosques del sur de Europa, están ganando terreno a expensas de los campos de cultivo abandonados. Existe un número creciente de árboles colonizando zonas tradicionalmente ocupadas por sábanas, o en los ambientes árticos y boreales, donde gracias al deshielo y al aumento de la temperatura, se observa crecimiento leñoso donde antes solo había un páramo yermo.

Sin embargo, el aumento de la masa forestal no tiene por que ser un factor positivo en cuanto al ecosistema. En el caso del sur de Europa (especialmente la zona mediterránea), el abandono de las zonas rurales provoca una homogeneización y en consecuencia, una pérdida de biodiversidad. Las antiguas actividades combinadas de ganadería extensiva, cultivos heterogéneos, bosques de diferentes edades… generaban un gran abanico de hábitats para muchas especies diferentes. Lo mismo ocurre en varios parques nacionales, en donde al abandonar la gestión forestal tradicional, se ha homogeneizado el entorno con la consecuente pérdida de biodiversidad. Este aumento de la masa forestal en determinadas zonas, ha llegado a que expertos califiquen el suceso como una verdadera epidemia de árboles.

¿Pero el problema no era la deforestación? ¿Qué problemas puede causar el aumento de los bosques? Aparte de la pérdida de biodiversidad mencionada, al aumentar la superficies de los bosques, se aumenta la conectividad de la biomasa forestal, lo cual origina una mayor facilidad para la propagación de los incendios, ya que los cortafuegos naturales desaparecen. Además, también está aumentando la densidad de los bosques (mayor número de plantas por unidad de superficie) pero la cantidad de agua es la misma o incluso ha disminuido por el cambio climático. Es decir, estas plantas mostraran una mayor competencia por los mismos (o menores) recursos hídricos, y en consecuencia tenderán a estar más secas, favoreciendo los incendios y su propagación. También cabe destacar que la reforestación que sufren los paisajes árticos y boreales debida al deshielo, puede mostrar consecuencias negativas, no por el aumento de la masa forestal en si, sino por que ese deshielo contribuye a liberar materia orgánica que degradada por los microorganismos latentes, libera CO2 a la atmósfera y contribuye al cambio climático.

¿Qué podemos hacer cuando algunos de nuestros paisajes sufren un exceso de vegetación? La respuesta es muy sencilla, reducir la biomasa mediante la tala de árboles. Un árbol, como organismo vivo tiene tres posibles finales; pudrirse, quemarse en un incendio o ser aprovechado para el consumo humano. Mediante una gestión forestal sostenible, con una extracción de biomasa inferior a la que crece, se pueden aprovechar los árboles sin perjuicio para el entorno. Es cierto que los árboles podridos contribuyen al ciclo de los nutrientes (abonando el terreno) y favorecen una gran diversidad de microhábitats (por ello algunos árboles viejos deberían dejarse sin cortar), pero el otro posible final (un incendio) es muy perjudicial para todo el ecosistema.

En conclusión, a pesar de que la deforestación sea un problema vital para la sociedad del futuro, tenemos que ser capaces de diferenciar la deforestación de la gestión forestal, ya que al implicar ambas la tala de árboles, se criminalizan de forma indiscriminada. El problema de la deforestación se observa principalmente en los bosques tropicales como los del Amazonas o el Congo, y su objetivo no es la obtención de madera o sus productos derivados, sino proporcionarle un nuevo uso al terreno, como creación de pastos para ganadería o los monocultivos intensivos de soja o palma para la producción de aceites (en el caso de la soja también para pienso). Mientras, la gestión forestal sostenible se centra en el aprovechamiento de los recursos forestales, evitando en lo posible los perjuicios al ecosistema de un crecimiento descontrolado. Por lo tanto, son dos conceptos muy diferentes, y así deberían ser tratados para que los ciudadanos de a pie puedan discernir entre unas malas y buenas acciones sobre los ecosistemas que tantos servicios nos brindan.

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