Una economía budista para superar el capitalismo

Artículo basado en el libro: "Lo pequeño es hermoso: Economía como si la gente importara" de E. F. Schumacher.

6 min read

Ya seas ateo, creyente, agnóstico o muestres cualquiera de las otras posturas sobre la existencia de lo divino, generalmente (no tiene porque ser tu caso) tendrás en mente un culto que consideres superior al resto. En la mayoría de los casos, esa creencia será la propia, pero si tuvieses que excluir tu fe (en caso de que seas creyente) y tuvieses que elegir una por la que muestres mayor simpatía, habría una que acapararía la mayoría de los votos. Esa religión es el budismo. Ya sea por sus ideas sobre la reencarnación, por su perspectiva de que todo está interconectado, por las prácticas de meditación, o simplemente porque los monjes budistas nos resultan personas entrañables llenas de los más supremos conocimientos sobre la vida; lo cierto es que el budismo es una creencia que muestra unos índices de aceptación incomparables con otras religiones. Lo que nadie parece entender, es que aunque una forma budista de vida resulte envidiable y un ejemplo a imitar, este modo de vida demandaría una economía budista. Del mismo modo que la forma de vida materialista imperante en occidente, demanda una economía capitalista moderna, pero, ¿qué quiere decir esto de una economía budista respecto a la economía moderna? Bien, para entenderlo consideremos una serie de fundamentos básicos y estudiémoslos bajo ambas perspectivas.

El trabajo humano, es una de las principales fuentes de riqueza, esto es un hecho, y existe un consenso universal sobre ello. Ahora bien, bajo el punto de vista de la economía capitalista, el trabajo es un mal necesario. Bajo la mirada de un empleador o un empresario, el trabajo es un coste que ha de ser reducido al mínimo (para maximizar los beneficios), o eliminado y sustituido por la automatización, programas informáticos o inteligencias artificiales. Por el contrario, bajo el punto de vista del empleado, el trabajo es una “desutilidad”. Es decir, todos estamos de acuerdo en que sacrificamos nuestro tiempo libre y nuestro confort para trabajar, y en compensación a este sacrificio, percibimos un salario. Por ello, el ideal del empleador es tener una producción sin trabajadores, mientras que el ideal del empleado es percibir un salario sin tener un trabajo. Desde estas actitudes podemos deducir que cualquier cosa que reduzca el peso del trabajo, es algo bueno. Sin tener en cuenta la automatización, la división del trabajo es uno de los métodos más eficaces para reducir este peso, y ya fue alabado por Adam Smith en La riqueza de las naciones, y puesto en práctica en las cadenas de montaje fordistas. Es decir, resulta de gran eficacia que el proceso completo de producción sea subdividido en pequeñas tareas de poco esfuerzo (y en ocasiones sin requerir experiencia), de forma que el producto final se obtenga a una gran velocidad.

Por otro lado, el punto de vista de la economía budista, muestra una consideración respecto al trabajo muy diferente. En primer lugar, se trata de una actividad que permite al ser humano utilizar y desarrollar sus facultades, al mismo tiempo que le libera de su egocentrismo, al agruparse con otras personas para el cumplimiento de una tarea común. En segundo lugar, se basa en la producción de los bienes y servicios necesarios para la vida, por lo tanto, el lujo y el fetichismo por la mercancía quedan totalmente excluidos de este modo de producción. Bajo estas premisas, la tan alabada cadena de montaje en la que se desarrollan actividades sin sentido, aburridas y que idiotizan y enervan al trabajador, sería un crimen atroz. De hecho, son un crimen atroz ya que demuestran una mayor preocupación por las mercancías y por los productos, que por las personas. El budismo, considera que la mecanización debería ensalzar las capacidades del hombre, no convertir el trabajo humano en una esclavitud mecánica. En otras palabras, la esencia de la civilización es la purificación de la esencia humana, no la multiplicación acelerada de los deseos y supuestas necesidades.

Un economista moderno, te hablará de que el criterio fundamental del éxito económico, reside en la cantidad de mercancías producidas en un tiempo determinado. Por lo tanto, si la urgencia o necesidad de mercancías es baja, el requerimiento de trabajadores también lo será, reafirmando la necesidad de mantener un nivel de desempleo en la población. Sin embargo, la economía budista se posiciona más a favor del trabajador que del producto, y enfatiza más la actividad creativa que el consumo. Por ello, una economía budista, tendría como objetivo principal el pleno empleo para todo aquel que necesite un trabajo “fuera de casa”. Y con esto me refiero principalmente al cuidado de los niños. Un economista budista, vería tan antieconómico que un padre o una madre tuviesen que trabajar en una fábrica mientras sus hijos pequeños son criados y educados por otros, como un economista moderno vería que es antieconómico emplear a un obrero como soldado y viceversa.

Mientras que el materialista se interesa por los productos, el budista se interesa en la liberación del hombre. En esta liberación, la salud no es un obstáculo, sino el apego a ella, al igual que ocurre con el goce que tampoco es un impedimento, el problema radica en el deseo incontrolado de placer. Sin embargo, al economista moderno le cuesta comprender estas tesis, ya que mide el “nivel de vida” de un individuo en base a su consumo, concluyendo que el que más consume es el que tiene un mayor nivel de vida. Por otro lado, el budista buscará obtener un bienestar máximo (nivel de vida alto) a partir del menor consumo posible. Por ejemplo, si el objetivo de la vestimenta es el abrigo y una apariencia atractiva, el budista tratará de conseguirlo mediante el menor consumo de materiales y escogiendo aquellos diseños que menor esfuerzo requiera fabricar. Por ello, resulta estúpida la fabricación de cualquier producto que se desgaste pronto, que sea feo o que esté en mal estado, de los que podríamos concluir que las modas de la modernidad materialista son irremediablemente estúpidas. Mientras que el materialismo trata de maximizar el consumo optimizando el esfuerzo, el budismo trata de maximizar las satisfacciones humanas optimizando el consumo. Esto repercute directamente en el esfuerzo individual, ya que será muy superior en el caso de querer maximizar el consumo, si lo comparamos con querer optimizarlo.

Para el hombre occidental parece que el único gasto que existe es el propio esfuerzo que realiza en el trabajo. Parece que no le importa cuantos recursos materiales se desperdician, o peor, cuántos recursos basados en materia viva destruye, ni siquiera es consciente de ello, lo ignora y le da totalmente igual. La gente no entiende que la vida humana es completamente dependiente del ecosistema en el que vive, ya que la tecnología y el progreso han conseguido separar lo humano de lo natural. Vive en ciudades donde la única naturaleza es recluida en minúsculos parques, y en las palomas y ratas que abarrotan sus calles. Por estas razones, considero urgente la necesidad de una aproximación a la visión budista de la vida. Tratar de romper nuestras cadenas basadas en el consumo material, la exuberancia y la opulencia, y adquirir una postura más equilibrada con la naturaleza en la que vivimos. Aunque muchos se nieguen a verlo, el modelo actual basado en pisar el acelerador de la producción hasta el fondo continuamente, no podrá sostenerse durante mucho más tiempo. Entonces, la gente empezará a alabar la economía budista y su utilidad, pero puede que ya sea demasiado tarde.

Artículo basado en: